Stephen Mikesell
Revolución #005, 12 de junio de 2005, posted at revcom.us
Stephen L. Mikesell es un antropólogo que vivió y trabajó en Nepal por muchos años. Es autor del libro Class, State, and Struggle in Nepal—Writings 1989- 1995 (Clase, estado y lucha en Nepal—Escritos 1989-1995).
La redacción le agradece el habernos mandado este artículo para publicarlo en Revolución .
Amnistía Internacional ha condenado a los maoístas por tener niños soldados; con eso, Estados Unidos y los gobiernos de Europa Occidental justifican la ayuda militar.
Algunas ideas sobre eso:
La guerra es algo terrible y, de preferencia, los niños no deberían meterse para nada. Se dice que los niños deben estar en la escuela. Sin embargo, se podría decir que ya se encontraban en medio de una guerra mucho antes de que se iniciara la insurgencia en Nepal. Esa insurgencia es una manifestación, y posiblemente la más abierta, si no la más extrema, de la lucha de la población contra esa guerra que le han impuesto.
Históricamente, Nepal se caracteriza por su gran desigualdad y explotación que lleva consigo un sufrimiento prolongado, lo que el historiador y padre católico Ludwig Stiller llamó el "grito sordo" que sale del campo de Nepal desde principios del siglo 19. Sordo porque no aparece en los libros de historia ni las guías turísticas. En la segunda mitad del siglo pasado, la explotación se ha identificado y analizado en un marco abstracto de "pobreza"; como una carencia material, y ahora recibe ayuda y desarrollo del extranjero, que supuestamente corrige esa pobreza con insumos.
Pero cuando la pobreza es solo un síntoma de la desigualdad y la explotación que Stiller identificó como parte integral del sistema de gobierno de Nepal desde hace 200 años, entonces lo que entra al país como ayuda extranjera y pasa por las manos de la misma élite que históricamente se ha beneficiado de la desigualdad, desempeña el papel de profundizarla y extender la explotación a niveles inauditos.
Esa es la guerra de la que hablo y, aunque siempre se ha basado en la fuerza, lo que es nuevo es que la población se opone a ella con su propia fuerza. Aunque ese nuevo uso de fuerza ha arrastrado a los niños, es una etapa de una guerra que ya tiene mucho tiempo y que no les parecía problemática a los comentaristas hasta que la población rural de Nepal decidió recurrir a la fuerza. Viéndolo en esos términos históricos, la posición de los niños en la guerra, lo que ofrece la educación a la mayoría de los niños rurales, y la naturaleza, los orígenes y la trayectoria de la guerra se pueden ver desde otra perspectiva de la que comúnmente presentan los comentaristas de la prensa grande.
En primer lugar, está la cuestión de la educación para los niños rurales de Nepal, para quienes la escuela no es más que una institución colonizadora. Al asistir a la escuela, se embrollan en una lucha de clases que no iniciaron, al igual que, por ejemplo, los amerindios, internados a la fuerza, en escuelas cristianas por el gobierno estadounidense para acabar con el lenguaje y la cultura autóctona. Siempre he pensado que inclusive en los internados urbanos de Nepal, la esterilidad cultural, el énfasis en la autoridad de los maestros y los textos, los salones feos con paredes de cemento, la primacía de los exámenes y la rigidez del plan de estudios son pérfidos. El plan de estudios siempre ha sido un campo polémico, pero así es particularmente en Nepal, donde el sistema educativo ha sido importado e impuesto por las potencias colonizadoras.
El plan de estudios sale de las escuelas de pedagogía de Estados Unidos, que inclusive aquí es la parte menos rigurosa de toda la maquinaria educativa, llena de las teorías más dudosas, básicamente porque se empeñan en colonizar las mentes de los niños y transformarlos en ciudadanos dóciles, receptores domesticados de la enseñanza, consumidores y, cuando se necesite, soldados ciegamente fieles y gente que los apoya. Así ha sido, particularmente desde el contraataque corporativo a la educación humanista que se dio a partir de 1970, tras la efervescencia que se desparramó hacia las universidades de las escuelas afroamericanas de la libertad, de ex esclavos negros que, aunque sin estudios, tenían grandes conocimientos a través de su propia experiencia amarga y de la desilusión de los estudiantes-soldados que regresaban de Vietnam. (Aunque se podría disputar que eran "ex" esclavos, pues la esclavitud se ha reinventado por lo menos dos veces con una segunda esclavitud en la forma de aparcería y el ghetto urbano, colonial negro y, en los últimos años, la guerra anti- droga en contra de la población negra, hispana y amerindia).
Las escuelas urbanas de Nepal benefician al proyecto colonizador al producir administradores coloniales y la élite intelectual (o sea, individuos que como clase califican como intelectuales) dedicada al proyecto colonizador, con un estilo de vida, cultura y objetos que han absorbido por medio de la educación y del comercialismo. Por otra parte, las escuelas rurales han servido para descalificar a muchos jóvenes rurales de participar en aspectos de la sociedad y para asegurar que no salgan adelante. En 1996, mi último año de residencia en Nepal, ni un solo niño de las escuelas rurales aprobó los exámenes de la primera división, lo cual significa que esos niños fueron eliminados de carreras de prestigio, particularmente ingeniería y medicina, lo que todo padre de clase media quiere para sus hijos. Aunque no estoy de acuerdo con que los ingenieros y doctores merecen esa posición que les da la sociedad, sí creo que los jóvenes rurales tienen el derecho de rebelarse contra ese sistema y creo que se puede decir que la guerra es una mejor educación que la escuela que les dan.
No solo se rebelan contra eso, aunque recuerdo los salones de escuelas rurales llenos de cien o más niños coreando o cantando de memoria. A mi modo de ver, los han desnudado de conocimientos del medio ambiente natural y cultural-social, lo que los antropólogos llaman "enculturación" en oposición a la educación institucional. Disciplinados mentalmente y domesticados con pura memorización, los niños rurales de Nepal salen de la escuela descalificados para el estado burocrático colonizado, porque la mayoría no aprueban los exámenes que son la puerta de entrada al estado. Además, les han robado los conocimientos y la experiencia que se necesitan para afrontar la situación inmediata con sus problemas complejos: conocimientos agrícolas, de plantas y animales y la ecología, del contexto social y de cómo todo eso se incorpora al contexto histórico y social, y del potencial e incitativa para desarrollar soluciones locales apropiadas para esos problemas.
Aparte de eso, el sistema educativo los enseña a ver la agricultura y el trabajo manual despectivamente. La educación no les abre la puerta a la sociedad colonial y encima los saca de sus comunidades y del campo, parte de una "urbanización forzada" general de la guerra armada y colonizadora. El sistema ha elevado lo que llama "desarrollo" con sus insumos y técnicas del mercado y ha devaluado la cultura local. A los niños de Nepal los han convertido en una gente expropiada de su cultura y su lugar, de su hogar y su posición en la sociedad. La educación es parte de la guerra que han lanzado las corporaciones contra la cultura campesina, como parte del proceso de consumir mano de obra, recursos, tierra y naturaleza rurales, devaluar sus funciones históricas, reducir su multiplicidad de funciones y desnudar su futuro valor al convertirlas en mercancías. El futuro valor de los bosques, ríos, el campo, conocimientos culturales, comunidades sociales y capital está eclipsado por las ganancias a corto plazo, incluso en términos de dinero, que el capitalismo saca del ambiente, las comunidades y las sociedades al contaminar y represar ríos, desnudar bosques, cavar minas en los valles, destruir especies y en general liquidar la vida de nuestro planeta, mientras se fija en el saldo bancario y se asegura de que sus inversiones le rindan cierta rentabilidad, cueste lo que cueste y sin preocuparse por los ecosistemas ni los mismos procesos naturales.
El movimiento maoísta surgió de esa y otras poblaciones rurales por esa frustración combinada con conciencia. Si no hubiera sido por los maoístas, ese coraje hubiera sido canalizado de otra manera, probablemente destructiva y autodestructiva. El movimiento maoísta ha surgido pujantemente porque es una fuerza potente de organización que ofrece una imagen de otro mundo posible y la posibilidad de potenciar la fuerza personal y de grupo que no ofrece la sociedad.
La educación colonizadora ha sido parte de la guerra de 50 o quizá centenares de años contra las comunidades y culturas de Nepal. Eso no quiere decir que aprender y tener otros conocimientos e ideas no es importante, pero creo que esa parte de la educación impuesta a Nepal ha sido lo de menos, comparada con su papel principal.
Los maoístas están de acuerdo con esa posición y buscan una forma alternativa de educación que esté ligada con la vida social, productiva y cultural del pueblo. Si es descentralizada, controlada localmente, y se genera de la experiencia y la cultura de cada comunidad con la posibilidad de participar y comunicarse más plenamente con el mundo, creo que ese tipo de educación sería una alternativa realmente revolucionaria. Esa posibilidad les daría a los jóvenes una razón para unirse a la lucha.
Los niños por todo Nepal nacen con deudas y su trabajo ya está vendido de por vida. No les pertenece. Tienen que salir de sus pueblos para ir a trabajar para terratenientes, dueños de tiendas y la élite urbana donde los tratan horriblemente, o peor aún, se los llevan a vender a Bombay o a otros lugares. ¿Dónde están las lágrimas de Amnistía Internacional o el gobierno de Estados Unidos por esos niños? ¿No están ya inscritos en una guerra por el simple hecho de haber nacido? ¿No tienen ellos el derecho de rebelarse contra eso? ¿No tendrán un interés legítimo en tomar armas? Aparte, Amnistía menciona que tienen como 14 ó 15 años; pero en términos de la escuela de la dura vida y la colonización del campo, ya no están tan chicos. Si lo vemos de otra forma, con la naturaleza deshumanizada de la guerra, la guerra generalizada en contra del campo que llaman "desarrollo", pero que es en realidad colonización y la violación social, intelectual, cultural y física humana que la acompaña, cualquiera edad es muy joven para estar metidos en la guerra, como cualquiera edad es suficiente para luchar contra ella.