¡Las mujeres no somos incubadoras!
Linda Flores
Revolución #006, 19 de junio de 2005, posted at revcom.us
Una joven mexicana que vive en Carolina del Sur estuvo en la cárcel por cuatro meses y posiblemente estará presa dos años más simplemente por abortar por su cuenta. En serio.
En octubre, queriendo terminar un embarazo de 16 semanas, Gabriela Flores tomó unas píldoras de misoprostol que su hermana le envió de México. Tuvo que arriesgar la vida tomando píldoras sin supervisión médica, porque a pesar de que el aborto es legal en Carolina del Sur, para Gabriela es como si no lo fuera.
Para hacerse un aborto en una clínica en Carolina del Sur, se necesita pedir el permiso del esposo, ir a un "consejero" que le llenará la cabeza de mentiras para que cambie de parecer y luego esperar cierto tiempo. Si el embarazo pasa de 13 semanas, hay tantas restricciones que ninguna clínica del estado practicará el aborto.
Gabriela habría tenido que ir a otro estado, lo que le iba a costar dos días y medio de viaje, y como esa clase de aborto dura dos días, probablemente perdería el trabajo. Gabriela trabajaba en el campo y ganaba $150 por semana para mantener a tres hijos. No podía pagar los $700 para hacerse el aborto en una clínica.
Con las píldoras, expulsó el feto y lo enterró en el patio. Se puede imaginar el dolor y el estrés que todo eso le causó. Pero la esperaba más sufrimiento.
Alguien la denunció y dijo que el feto nació vivo. Los sheriffs, sin preocuparse para nada por la salud de Gabriela, desenterraron el feto. La fiscalía quería acusarla de homicidio y lo podía hacer si hubiera podido demostrar que el feto podía sobrevivir. Pero es imposible que un feto de cuatro meses sobreviva. Si hubiera tenido cinco o seis meses de embarazo, seguramente la habrían acusado de homicidio. Al final, las autoridades la acusaron de hacerse un aborto por su cuenta, lo que es ilegal en Carolina de Sur.
Pero la cosa no terminó ahí. Las autoridades acusaron a la amiga de Gabriela de un delito contra la administración de justicia porque ayudó a enterrar el feto, y a Gabriela (otra vez) porque no le notificó al médico forense. Bueno, si el aborto es legal, ¿por qué es necesario notificar? Las autoridades dijeron que hasta que el médico forense certificara que el feto nació muerto, no le iban a creer. Con esa lógica, ¡habría que notificarle al médico forense de cada aborto espontáneo que ocurra después de los tres meses de embarazo!
Lo irónico de todo es que Gabriela no notificó a nadie del aborto porque temía que la arrestaran... ¡y con razón! En su declaración ante la policía, dijo: "Perdóneme, por favor". ¡¿De qué, si no hizo nada malo?!
Mucha gente no se da cuenta de los horrores de tratar de hacerse un aborto en lugares como Carolina del Sur. Mucha gente sigue pensando que las leyes de "consentimiento informado" y las esperas obligatorias no son obstáculos muy grandes. Lo que le pasó a Gabriela Flores debe servir para despertarnos a todos.
Si se considera todo desde el comienzo, se verá la cruel monstruosidad del sistema. Gabriela se vio obligada a venir a Estados Unidos para sobrevivir. Tuvo que dejar a dos hijos en México y atravesar el campo de muerte que es la frontera.
Se rompía el lomo en el campo por el "privilegio" de ganar $150 por semana, para mantener a la familia y mandar dinero a sus hijos en México.
Para el aborto, puso en peligro su salud y su vida. Un chismoso la delató. La señora que la ayudó terminó en el bote.
Y ahora, Gabriela es una "delincuente". Pueden condenarla a dos años de cárcel y después probablemente la deportarán. Su vida entera —nunca apreciada— ahora está arruinada. ¿Qué clase de mundo es este? ¿Por qué tenemos que aguantarlo un segundo más de lo que es necesario?