La entrevista Revolución
Revolución #008, 17 de julio de 2005, posted at revcom.us
Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política.
Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en otras partes de esta página web.
El 10 de febrero, declararon culpable de varios cargos serios a la conocida abogada Lynne Stewart, defensora de numerosos presos politicos, y dos de sus colegas. El 15 de julio, podrían sentenciarla a 30 años de cárcel, y ya le prohibieron ejercer la abogacia. Su condena marca un cambio peligroso en la historia de los derechos jurídicos, que tradicionalmente han sido sacrosantos en este país.
El 9 de abril de 2002, el secretario de Justicia, John Ashcroft, voló a Nueva York para anunciar con gran fanfarria las acusaciones contra Lynne Stewart y sus colaboradores: un ayudante y un traductor. Eso ocurrió en el clima paranoico tras el 11 de septiembre. A los tres los acusaron de dar “ayuda material” a los “terroristas”. (También acusaron a una cuarta persona que se encontraba fuera del país).
Era patente que, para Ashcroft y otros de esa jaez, el delito que cometió Stewart era representar vigorosamente los intereses de uno de sus clientes, quien (según las autoridades) no se merecía ningún derecho jurídico. Las acusaciones contra Stewart se basaban en grabaciones secretas de las conversaciones de otro acusado, y entre ella y su cliente. En el pasado se ha prohibido que el gobierno escuche las conversaciones entre abogado y cliente.
El cliente de Stewart era el clérigo fundamentalista musulmán el jeque Omar Abdel Rahman, sentenciado a condena perpetua en 1996 por conspiración sediciosa para atacar varios lugares conocidos de Nueva York. En particular, la acusan de entregar a un reportero de Reuters un comunicado que expresaba algunos puntos de vista de Rahman.
Stewart es conocida por defender apasionadamente a los que han sido el blanco especial del gobierno, como Larry Davis (que se defendió cuando una manada de policías narcotraficantes intentó matarlo), revolucionarios nacionalistas negros y palestino-americanos. La acusación y condena de Stewart han sacudido a la comunidad jurídica.
En www.lynnestewart.org se encuentra información sobre su comité de defensa.
Revolución habló con Stewart respecto a las implicaciones de su caso.
Revolución: Primero, quisiéramos expresarte en nombre del periódico y nuestros lectores nuestra admiración y apoyo por la posición que has tomado y tu valentia en el curso de toda esta lucha.
Mucha gente se estremeció al escuchar la noticia de tu condena. Era claro que algo muy importante acababa de ocurrir, que lo que se suponía que era la norma jurídica sufrió un golpe. ÀQué es distinto, para ti, en la esfera jurídica ahora?
Stewart: Bueno, para mí, ahora existe una gran duda de si pueda recibir un juicio justo una persona demonizada con la palabra “T” (terrorista). Creo que el veredicto demostró que quizás el miedo sea tanto que el jurado no pueda razonar. No quiero perder la confianza en el jurado, porque creo que el sistema del jurado es viable. Juntar a 12 desconocidos a escuchar los dos lados y luego tomar una decisión en común tiene su mérito. Pero no tiene mérito si los medios de comunicación han esculpido en esas personas —no escrito, sino esculpido, con 30 años de televisión— una idea fija, un programa fijo, por los cuales el gobierno las puede manejar. Creo que si alguien nos hubiera dicho, hace apenas 10 años, que la tortura sería aceptable, que la ciudadanía diría: “Sí, ahora se puede hacer eso”, bueno, lo hubiéramos considerado raro. No lo hubiéramos creído. Creo que el veredicto en mi caso se basa en ese miedo, que el gobierno manipula. Y la gente se deja llevar.
R: Has dedicado tu vida a defender a los acusados políticos y demonizados, además de defender el derecho de los acusados a la representación. ÀQué significa tu condena y la prohibición de ejercer la abogacia para ti y los clientes que dependen de ti?
Stewart: Es lo más difícil para mí pasar cada manaña por la corte penal de Nueva York, ver entrar a los abogados y acusados, conociendo ese mundo y lo que pasa allí, y no estar preparando un caso para juicio, o investigándolo o discutiéndolo.
Estar fuera de esta vida después de dedicarle 30 años es lo más dificil para mí. Me ha causado más lágrimas que ninguna otra cosa. El otro día le dije a mi esposo, Ralph: sabes, tiene su lado bueno, claro, que es que ya tengo el tiempo libre para dedicarme a organizar acerca de mi caso, a la lucha y a concientizar.
Siento por los acusados que defendía, que ahora tienen que buscar otro abogado. No tenía muchos casos en fases críticas: un estudiante de City College arrestado injustamente por protestar los recortes al presupuesto; una señora negra a cuyo hijo asesinó el Departamento de Policía de Nueva York y, aunque parezca mentira, el mismo departamento de policía la arrestó en su casa, en su propia cama, por entrada ilegal. Esos eran los dos casos listos para juicio; ahora probablemente le tocarán a mi hijo, Jeffrey, que también es abogado y se ha ofrecido para defenderlos.
Pero siento un gran hueco al no poder defenderlos a ellos y a los muchos otros que ni conozco pero pudieron haber acudido a mí. Es un gran golpe no ser “la abogada”.
La gente se me presenta, o me para en la calle, y me pregunta, “ÀEs Ud. ‘la abogada’?”. Yo contesto: “Sí, soy la abogada. Yo soy”. Me dicen: “Ya me lo imaginaba”. Por eso, es un golpe ya no ser “la abogada”. Me duele.
R: El gobierno se entrometió en lo que se suponía que eran conversaciones confidenciales con tu cliente. Puedes describir cómo fue la vigilancia de las autoridades.
Stewart: Las “pruebas” en el juicio se basaron en 75,000 grabaciones secretas de conversaciones por teléfono, internet, email y fax de mi colega y también acusado, Ahmed Sattar. Ha sido un fuerte crítico del gobierno egipcio, al cual han criticado muchas organizaciones de derechos humanos.
La Ley de Vigilancia para Inteligencia sobre el Extranjero (Foreign Intelligence Surveillance Act), conocida como FISA, autorizó obtener esas comunicaciones. Las cortes nunca se niega a aprobar una orden judicial por esa ley. Vigilaron absolutamente todo, desde 1994 hasta 2002. No hubo límites, como descartar la llamada al psiquiatra o al doctor.
Por malo que haya sido eso, en estos tiempos (si uno quiere entender hasta dónde se han erosionado los derechos civiles) solamente se necesita la firma del secretario de Justicia para autorizar una intromisión tan extensa. Con la Ley Patriota, puede autorizar una invasión general de la privacidad simplemente porque sospecha que hay un problema de seguridad.
Litigamos eso, pero claro, no me grabaron a mí, yo no era el blanco, no escondieron el micrófono en mi oficina ni en la casa. Pero no tengo duda de que si pasara en estos tiempos, lo harían.
Yo creo que debemos ser muy conscientes del alcance de esta intromisión, porque ya no requiere que nadie la apruebe, excepto los mismos que están creando todas las reglas y pasando “leyes” que cuadran que sus motivos.
R: Pero sí grabaron tus conversaciones con tu cliente. ÀCuál es la importancia de la confidencialidad entre abogado y cliente?
Stewart: Creo que es fundamental en nuestra defensa de las personas acusadas de un delito. Y también es fundamental para las personas políticas a quienes criminaliza el gobierno. Cuando digo eso, quiero decir que, durante todos los años de la Constitución, hemos gozado de un privilegio que permite a los abogados y sus clientes discutir sus casos confidencialmente, porque la Constitución dice que eso corresponde a los intereses del estado y del pueblo. En otras palabras, el cliente puede contar sus secretos más profundos, y el abogado puede aconsejarlo estando al tanto de la historia completa de este ser humano, cuya vida realmente está en sus manos. Ahora, esto cambia todas las reglas.
Y, acuérdate, esta fue una conversación que grabaron en la cárcel, donde claramente uno se encuentra en una situación sin alternativas. No es como si pudiéramos decir: “Vamos a salir a tomarnos un cafecito” para discutir eso. Si uno no puede decir todo, realmente cambia todo el paisaje. Me gusta explicarlo con este ejemplo: supongamos que estás acusado de un crimen, y sabes de un testigo presencial, pero las autoridades lo podrían encontrar e intimidar. ÀRealmente quieres contarle a tu abogado de ese testigo? Pero, por otro lado, Àcómo no se lo vas a contar? Este es el tipo de problema práctico. Para mí, es fundamental para poder representar vigorosa y hábilmente. Porque si el abogado no sabe todas las inquietudes de la persona, no la puede defender adecuadamente.
La otra cosa que hicieron, claro, fue catear mi oficina. ÀQué pasa con las notas que uno podría tener en un archivo, confiando que era un lugar seguro? Ahora provoca inquietudes no solamente para la persona a quien grabaron. ÀTe conviene acudir a un abogado como yo, o como Bill Kunstler o Clarence Darrow, que dedicaron su carrera a defender a los demonizados, siendo muy posible que el gobierno lo joda, catee su despacho durante 12 horas, se lleve la computadora y encuentre no solo todo lo del cliente que es el blanco del cateo sino también de todos los otros clientes? Alguien me comentó que esto no es apenas un “viento frío”, como decimos en términos jurídicos, sino que es subártico, esto ya es el congelamiento, particularmente del abogado.
Algo que salió cuando pedimos que nos aseguraran que no iban a espiar las reuniones de los acusados...
R: ÀDurante el juicio?
Stewart: Antes y durante el juicio. Todos los que hayan participado en un juicio político saben que es clave para la preparación de la defensa que los acusados se reúnan para discutir la estrategia, revisar los 10 años de eventos e interpretarlos, preguntarse uno al otro: “ÀQué querías decir cuanto dijiste eso?”. ¡Rehusaron asegurarnos que podríamos reunirnos en privado! Aseguraron que no habría ciertas grabaciones, que la corte no había aprobado la grabación. Pero no nos podrían asegurar que no nos espiarían conforme a la Ley Patriota u otro procedimiento. Y, como resultado, los acusados no nos reunimos. Personalmente siento que eso no nos permitió preparar una defensa unificada.
R: Respecto a tu comentario que “esto no solo en un viento frío sino que es subártico”, el gobierno realmente hizo lo imposible para condenarlos. Ashcroft fue personalmente a Nueva York para hacer el anuncio cuando te acusaron. ÀCómo se desenvolvió la campaña de calumniarte? El gobierno repetía que “se trata de una abogada que se pasó de la raya”. Pero por lo que nosotros vemos, ellos movieron la raya. ÀCómo lo ves?
Stewart: Es una analogía que esperamos voltear en su contra. De hecho, existía una raya en 2000, y otra distinta en 2002, y otra más en 2005. Si uno empieza a jugar un partido y las rayas de foul ya están pintadas, uno se atiene a eso. Y en este caso cuando hicimos el comunicado a la prensa en 2000, me atuve a donde ya estaban pintadas las rayas. Es más, los otros abogados del caso, Ramsey Clark y Abdeen Jabara, igualmente respetaron esa raya, y esa raya permitía comunicados.
El gobierno me escribió una carta; básicamente no me dijeron: “Te vamos a arrestar, te vamos a acusar, ya vamos a presentar el caso al jurado de acusación”. Me escribieron una carta en 2000 que decía: “Hemos cambiado los SAMs1, y queremos que las firmen antes de que lo vean otra vez”. Estas medidas básicamente son como adhesivo; o uno firma que las acepta, o no le permiten ver al cliente.
Entonces, todos firmamos. Regateamos sobre los términos exactos, pero todos firmamos. Los comunicados se hicieron después de esa fecha. Por eso digo que no solamente movieron la raya, sino que el gobierno “pitó y sacó tarjeta” contra solo una de los abogados que, según ellos, se pasaron de la raya, no contra el resto del equipo. Esto afecta especialmente a la barra de abogados penales, porque constantemente debemos tener cuidado siempre que nos pida algo un cliente acusado de delitos, pues podría ayudar a su empresa criminal.
Por ejemplo, el cliente te dice: “Llame a mi mamá y dígale que corte todos los teléfonos al norte de la calle 96”. Le contestas: “No puedo hacer eso, arréglatelas tú”. Pero si te dice: “Llame a mi mamá, que estoy en esta cárcel, que no me permiten los lentes, no me permiten mis pastillas”, ya es otra cosa. Eso no ayuda a su empresa criminal. Bueno, claro, el gobierno podría tomarlo así. Si dicen “Ayudarle a conseguir los lentes va a ayudarle a ser un criminal”, entonces sería una raya muy imprecisa, pero no sabemos que eso haya pasado. Como sea, para mí la gente que dice que “me pasé de la raya” no es sincera. Bien saben que por razones éticas uno podría hacer las cosas de una manera, y el gobierno podría definir la raya de distinta manera.
R: Al acusarte el gobierno le estaba diciendo a la comunidad jurídica y a la sociedad en general que de aquí en adelante no reconocerá los derechos jurídicos básicos de ciertas personas. ÀCómo respondió a tu condena la comunidad jurídica? Parece que algunos se tragaron la línea de que “se pasó de la raya”, pero que otros se despertaron de golpe y vieron el peligro y la necesidad a defender a los primeros abogados atacados.
Stewart: Bueno, ahorita que veníamos caminando, me paró un abogado que no conozco, dijo que era del Bronx, y me dijo: “Dios te bendiga, Lynne, rezo por ti todos los días. Lo que te hicieron me da escalofríos. Me perturba mucho. Rezo por ti todos los días”. No lo conozco, pero eso me pasa seguido.
Lo importante es si podemos organizar a esa persona a hacer algo. El Gremio National de Abogados me apoyó enormemente. Desde el primer día, tomaron una posición de gran solidaridad. Acabo de dar una charla a su grupo del Noroeste para contarles de mi situación actual. También la Asociación Nacional de Abogados Defensores Penales me ha apoyado; presentaron un amicus (a la corte) y me invitaron a dar conferencias. También otros han alzado la voz por mí. Entienden que esto nos afecta a todos, y obviamente el Gremio entiende cómo nos afecta.
Creo que les da miedo a muchos de la barra de abogados, los no organizados, desorganizados o individualistas. Y como a todos, a cierto nivel les afecta el temor: “No quiero que me pase a mí, no me puede pasar eso”. Y por eso están poco dispuestos a aliarse conmigo. Es más fácil tragarse la línea del gobierno de que “ella se pasó de la raya”.
Pero somos incansables en el esfuerzo de ganar el apoyo de los abogados. Creo que este juez en particular, que fue un abogado toda la vida, y un fiscal de Watergate, quiere escuchar lo que opinan los abogados de la condena. Así que estamos trabajando día y noche para movilizar a muchos abogados a mandarle sus comentarios.
Pero la impresión que tengo de las personas que me hablaron (claro, supongo que nadie va a ser cruel conmigo en mi cara), los que me han hablado, sienten como una sombra. Oyen que los siguen pasos en el corredor. Ya no existe la autonomía en que uno mismo se guiaba por la ética. Ahora el gobierno usurpa la esfera de las decisiones, la esfera de cómo defender mejor al cliente. Y eso realmente es un golpe al corazón de la defensa. Porque eso es lo que decidimos: “ÀCómo voy a defender a esta persona? ÀLitigo todos los puntos y luego vamos al juicio? ÀO trato de hacerle un arreglo? ÀDejo de pelear el punto del cateo?” En esas decisiones que tomamos cada día, cada hora, ahora se entremete un tercero. Por eso se atemorizan los abogados.
Sin embargo, y debemos ser realistas sobre esto, tratamos de organizar en Nueva York lo que se conoce como la “barra del zapato blanco”: los abogados que básicamente trabajan para las corporaciones, o que defienden a los acusados de corbata. Y fallamos.
Fallamos porque somos los que defienden a las comunidades minoritarias que la situación económica criminaliza y a las personas políticas que el gobierno criminaliza.
Ellos [las compañías de abogados del zapato blanco] representan a Halliburton, representan a Enron, gozan de ciertos privilegios. No sienten la misma necesidad de pelear por los privilegios. No están en la misma posición porque sus clientes son parte de la clase dominante, para usar un término retórico. Porque están en esa situación, no se imaginan que el gobierno los pueda atacar como ataca a una persona como yo, que ha dedicado toda la carrera a defender a acusados minoritarios y políticos.
R: Hay abogados que representan a Halliburton que se identifican completamente con ellos. Pero, en tu experiencia, Àhay abogados, u otros sectores más amplios, que ven lo que tu caso augura: que se está cambiando toda la estructura de reglas jurídicas y que peligran principios que han defendido por mucho tiempo?
Stewart: Yo diría que sí. Cuando digo esas cosas, son más interpretativas que específicas. Están a nuestro lado incluso abogados que trabajan para las corporaciones y otros sectores sorprendentes. Captan la situación porque tienen una visión más amplia del derecho, más allá de “cómo me afecta”, de sus propios intereses. Reconocen que eso afecta la cancha de juego, para decirlo así. Ya no se trata de acusar a una persona ante el jurado de acusación y meterla al bote si no contesta. Ahora tienen en las miras al que acompaña a esa persona ante el jurado de acusación, que le aconseja, que le explica cuáles podrían ser las consecuencias.
Debemos captar, y creo que muchos captan, entre ellos muchos abogados, que esta es la táctica de este gobierno, porque reconoce la importancia del papel del abogado y quiere alejarlos. Lo vimos en Guantánamo y en el caso de José Padilla. Incluso a Moussaoui, que quería contratar a su abogado y su madre lo pagaba, pero se lo negaron.
Tiene mucho que ver con la tortura. No pueden torturar a una persona si su abogado está al pendiente. ÀQuién armaría el clamor? ÀQuién correría a la corte federal con una orden? ÀQuién haría algo al respecto? El abogado es el baluarte contra la tortura, y por la protección de otros derechos más efímeros.
Pero han coordinado los esfuerzos para distanciar a los acusados, a todo nivel, de los abogados, quienes, claro, tienen de compromiso de defender.
R: Estábamos platicando del libro Unholy Alliance (Alianza impía), del reaccionario David Horowitz. La premisa del libro, y eso está muy de moda últimamente con gente como Bill O’Reilly que despotrica contra los “odia-América”, es pintar del mismo color a todos los que se oponen a Bush y su camarilla. Según su definición, los opositores rinden ayuda y apoyo al “enemigo”. Trazan una cadena de vínculos superficiales para demostrarlo. Si bien a cierto nivel es absurdo, el motivo es bien serio: demarcar una línea de lo aceptable que deja afuera a una muy amplia gama de gente. ÀCómo encaja tu caso con este ambiente general?
Stewart: Es interesante que el primer día de mi arresto, cuando me acerqué a los micrófonos y cámaras de televisión, me dije para mis adentros que lo importante era arrojar luz en este caso, iluminarlo, en vez de que solamente se viera el calor y energía del gobierno. Dije: “Lo único que falta ahora es que arresten a la señora que le limpiaba la celda al jeque”. Porque ella, también, en realidad, le daba ayuda material a un terrorista.
Porque esa es la posición oficial. Y, claro, es la misma posición que utilizó Ashcroft para amedentrar al Congreso para que aprobara la Ley Patriota. “Si no están con nosotros, están con los terroristas”. No tengo duda de que influyó en el jurado la idea de que si daban otro veredicto en mi caso, se verían como “blandos con el terrorismo”. Estoy segura de que eso fue lo que les dijo el gobierno: esta es su tarea, esto es lo que Uds. pueden hacer.
Yo creo que esto cunde aquí, y también que es parte de un punto de vista fascista, si puedo decirlo así. Según eso, toda la rectitud corresponde al estado, y todo el que se oponga al estado se demoniza.
Cómo se atreven a decir que estamos contra Estados Unidos. Estamos a favor de Estados Unidos. Estamos a favor del lado positivo, los ideales, por los cuales mucha gente dio la vida. Ellos no están a favor de eso, sino del monopolio, de las corporaciones.
Vinculan todo eso diciendo: “Ella hizo algo por él, entonces es igual que él”. Siempre contesto así: Representé a Sami “El Toro” Gravano, un mafioso de Bensonhurst. No por eso me convertí en un italiano racista de Bensonhurst. Lo que hice por Sami no era para engrandecer la Mafia sino para ayudar al cliente. La gente entiende la diferencia [en este tipo de caso], pero no quiere verla en el contexto político.
R: Obviamente vas a apelar la condena, pero Àcómo se podría llevar esta lucha más a la opinión pública? El gobierno te atacó precisamente porque estás en las primeras filas de los que lo desafían y quiere castigarte de modo ejemplar. ÀCómo podríamos voltearles la tortilla?
Stewart: Cómo me gustaría hacer eso. Por eso deseaba tanto una victoria aquí. No solo por mí, para poder continuar mi vida —que, claro, me importa mucho— sino porque creo que nos hacía falta una victoria. No hemos logrado muchas. Ellos [el gobierno] han cometido muchos errores con los acusados árabes, pero a nuestro movimiento nos hubiera caído rebien una victoria, y no lo logramos.
“ÀEsto da la alarma?”, me preguntó alguien ayer en la iglesia Riverside. En los años 60, podíamos indignarnos y movilizarnos, podíamos presionar efectivamente. ÀPor qué hoy día no? ÀPor qué no podemos provocar ese nivel de indignación? Estoy segura de que todos tenemos respuestas. Una: 30 años de televisión. Otra: medios de comunicación controlados y manipulados, claro, con la excepción de Uds. No tengo solución para eso.
Yo creo que mucha gente pensaba que “no la condenarán”, que “no la podrán condenar” o que “no puede suceder aquí”. Ahora que sí sucedió, más personas están más dispuestas a hacer algo. Creo que tenemos que desarrollar eso.
No lo haremos si simplemente izamos una bandera en la calle y que todo mundo la va a seguir; más bien, saldrá de organizar las bases. La gente habla con su gente, le hace entender que no se trata de una persona. Se trata del fundamento de la Constitución, de la Primera Enmienda, de lo que se prohíbe al gobierno hacer. La Primera Enmienda a la Constitución existe porque el pueblo la exigió: significa “el gobierno no usurpará”. Si pudiéramos movilizar con eso. Si la gente pudiera ver que no permitió que me encarcelaran. Si viera que el movimiento tiene viabilidad, y digo eso con pleno conocimiento de las distintas doctrinas y los distintos niveles que ocupa la izquierda, pero todos deben captar lo importante de este caso.
Tiene que haber abogados, y ellos tienen que cumplir su tarea. Sabemos que en todo régimen totalitario, arrestaron primero a los abogados, luego de los radicales. Sin exagerar el papel del abogado, yo considero sumamente importante proteger el derecho del abogado a defender. Creo que sí podemos movilizar sobre la sentencia. Invito a que “exploten el caso de Lynne Stewart” para organizar a la mayor cantidad posible de personas para presionar al juez a no sentenciarme a la cárcel.
Tiene la opción de setenciarme hasta 30 años. Estoy segura de que el gobierno pedirá la sentencia típica que marca la ley de terrorismo, más o menos 18 años, lo que para mí sería una condena perpetua. Si podemos organizar a luchar contra eso, a expresar indignación e insistir en que no suceda aquí, creará un clima que hará sentir incómodo a este juez si traiciona los principios en que el derecho supuestamente se basa.
R: Estabas comentando que algunos dicen “No puede suceder aquí”, y ya sucedió. Respecto a tu caso, nuestro periódico ha citado a Martin Niem”ller: “Primero vinieron por los comunistas...”. ÀCómo ves lo que está sucediendo en ese contexto?
Stewart: Lo he dicho muchas veces: sabemos que expresamos verdades que no le gustan al gobierno. Aquí siempre nos hemos valido de una reserva, una pequeña protección, de que si el gobierno viene por ti, podrías tan siquiera llamar a un abogado, tendrías la esperanza de que te lleven al tribunal y un juez te escuche y posiblemente te deje en libertad, pero que de todos modos te tocaría “tu día en la corte”.
Eso lo digo frecuentemente: el gobierno quiere cortarte el teléfono, para que cuando te toque hacer tu única llamada, no haya un abogado para llamar. No hay un abogado que venga a defenderte, o que quiera defenderte, que quiera arriesgarse a defenderte.
Para nosotros, es una de las cosas más importantes; cuando digo “nosotros”, me refiero a los que andamos en la militancia, que vivimos la vida del activista. Nunca se me olvidará cuando se me acercó un señor mayor y me dijo: “Sabes, a mí me arrestan todo el tiempo. Pero confío en una cosa, que los abogados se presentarán para sacarme. No me van a dejar en una mazmorra para acabar mi vida sin volver a ver la luz”. Dijo: “Los abogados se presentarán. Pero cuando oí que te arrestaron a ti, dije, ahora, Àqué será de mí?”. Y creo que esta es la pregunta que hay que hacer, y hay que contestar muy definitivamente que no vamos a dejar que eso suceda.
R: Esperamos que un día haya un mundo liberado en que los niños estudien tu caso desde la perspectiva de que este es un momento oscuro pero clave para la historia. Dejando volar la imaginación un ratito, Àcómo te imaginas ese mundo y —partiendo de tu experiencia— cuál sería el papel del abogado en una sociedad donde la gente “se asocia libremente” y lucha y obra por los intereses de la humanidad en su conjunto?
Stewart: Creo con toda seguridad y confianza que ese día llegará. Siempre lo he creído, y nunca dejaré de trabajar para que llegue. Un día cuando todos seamos iguales, cuando partamos de la misma línea de salida, con las mismas oportunidades, sin importar las discapacidades, las razas, lo que sea. Eso no llegará sin derrumbar esta sociedad corporativa monopolista, que se motiva principalmente por la avaricia.
No quisiera que me acusaran de citar a Marx, pero creo que necesitamos una sociedad en que los medios de producción y los productos sean propiedad del pueblo, y que el pueblo decida lo que suceda. Solamente de esa forma podemos salvar el medio ambiente, solo así podemos dar a nuestros hijos una educación realista que valga. Solo así podemos ir a casa de noche y sentirnos seguros. En esta sociedad la gente se rige por el temor. Pero en el futuro no habrá ese temor, porque no tendremos enemigos, viviremos en paz, nadie soñará con conquistar un imperio.
También, sé que unos modelos comunistas/socialistas no tienen un sistema de adversarios como lo que tenemos en la corte, porque se supone básicamente que si el gobierno acusa, tiene que ser verdad. Pero creo que hay un lugar para un sistema de adversarios. Creo que incluso un gobierno benigno y elegido por el pueblo puede cometer errores. Y me gustaría pensar que los acusados podrían contar con un abogado que presentarán su caso, como fuera. Mucho ojo: que el gobierno se mantenga honesto.
Yo creo en la lucha prolongada. Aunque viviéramos en el mundo donde hayamos logrado todos nuestros objetivos, los seres humanos necesitaremos la lucha, el —no quiero decir conflicto, es demasiado duro— que el pueblo averigŸe si el gobierno cumple con sus valores. Bueno, Mao lo llamó una revolución cultural, y creo que cada generación sin falta debe librar una lucha, no importa lo mucho que hayamos logrado. Yo querría vivir en ese mundo. Quisiera que mis nietos vivan en ese mundo.
NOTAS:
1. Por orden del secretario de Justicia del presidente Clinton, encerraron al cliente de Stewart en un reclusorio federal con medidas administrativas especiales (SAMs, siglas en inglés). Estas “medidas” lo mantienen completamente aislado. No se le permite recibir visitas o llamadas, o comunicarse con otros prisioneros, y se restringe severamente el contacto con su esposa. Para visitarlo, sus abogados (entre ellos Stewart) tenían que firmar que cumplirían estas restricciones, que cambiaron a través del tiempo.