Revolución #015, 25 de septiembre de 2005, posted at revcom.us
Nueva Orleáns, 15 de septiembre: Rodeado de muerte y destrucción, George Bush presentó a la nación su plan para la reconstrucción de Nueva Orleáns: en pocas palabras, aprovechar la miseria, sufrimiento y muerte para sacar ganancias.
Primero, copiando el estilo de Bill Clinton, habló del dolor de “mis conciudadanos que piden agua y comida”. Hasta reconoció la “historia [nótese historia,y no actualidad]de discriminación racial, que apartó a generaciones de las oportunidades que América ofrece”.
Calumnió a los que trabajaron juntos (como muchos jóvenes negros), buscando comida y agua para compartir con sus vecinos y que así salvaron la vida de miles de personas. Tuvo el descaro de tildarlos de “delincuentes inmisericordes que dejaron los cadáveres de los muertos en la calle sin cubrirlos”, como si no fueran él y la clase que representa quienes pensaron que los ciudadanos de Nueva Orleáns no valían la inversión necesaria para proteger la ciudad de un huracán de categoría 5 (la máxima fuerza) y que ahora hacen cola para aprovechar la miseria de los damnificados.
Richard Baker, congresista de Louisiana, demostró lo desalmados que son estos criminales cuando dijo: “Por fin se ha limpiado la vivienda pública de Nueva Orleáns. No lo pudimos hacer nosotros, pero dios lo hizo”.
Estos conservadores religiosos dicen que los pobres tienen la culpa de su propia situación para tapar la historia de siglos de opresión y explotación. (Y no olvidemos que fue Clinton quien prácticamente eliminó el sistema de welfare).
Bush se jactó de que el gobierno “ha empezado a llevar caravanas para dar alojamiento temporal” y a unos pocos médicos. Pero docenas de miles de personas se encuentran en una situación horrorosa; el gobierno los manda irse pero no tienen adónde ir. Es muy siniestro (y una señal de lo que tienen en mente) que Bush anunció que “el Departamento de Seguridad de la Patria está inscribiendo a los damnificados en refugios, iglesias y casas particulares”.
Ahora van a meter en la lista de “individuos que amenazan la seguridad de Estados Unidos” a centenares de miles de negros y otros pobres airados y hambrientos, al lado de los mesorientales, árabes y disidentes políticos.
Simultáneamente, anularon las leyes que prohíben que las fuerzas armadas intervengan en territorio nacional y despacharon la Guardia Nacional. Un comandante declaró que iba a convertir Nueva Orleáns en una “pequeña Somalia”.
Bush dijo:
“Es el espíritu empresarial lo que crea el trabajo y la oportunidad, y rompe el ciclo de pobreza. Vamos a contar con los empresarios para dirigir la reactivación económica de la región del Golfo”.
Pura mierda.
Primero, el espíritu empresarial no crea oportunidades; todo lo contrario, fomenta competencia y una visión mezquina de solo pensar en uno mismo y de la ley del más fuerte. Crea vidas vacías y termina aplastando a mucha gente.
En realidad, en el horror en que dejaron a los habitantes de Nueva Orleáns tras la inundación vimos un vistazo de algo distinto: que la solución no es el espíritu empresarial de competencia y egoísmo, sino otra manera de relacionarnos. Vimos a gente que trabajaba junta,en vez de competir, para subsistir. Como dijo una señora mayor: “Los saqueadores son los únicos que nos ayudaron para no morirnos”. Bush tildó de “delincuentes inmisericordes” a los que demostraron esa clase de cuidado, cooperación e iniciativa creativa.
Segundo, el plan de Bush tiene poco que ver con ayudar a los pequeños comerciantes. Es un plan para ayudar a los capitalistas monopolistas, como las corporaciones que han recibido contratos de miles de millones de dólares para “reconstruir” la región (las mismas que hoy se están enriqueciendo “reconstruyendo Irak”).
El plan contempla una ciudad más cruel en todos los sentidos, sin leyes de zonificación (que protegen los barrios residenciales), de salario mínimo, de protección del medio ambiente y de libertades civiles. El segundo huracán de “ayuda” federal hará añicos todas esas leyes para facilitar la reestructuración del gran capital para extraer ganancias más eficazmente de la región.
El núcleo del plan es la creación de una “Zona de oportunidad del Golfo” en las zonas devastadas de Louisiana, Mississippi y Alabama. Bush dijo: “En esta zona debemos ofrecer incentivos inmediatos para las inversiones que crean trabajos: recortes de impuestos para los pequeños negocios, incentivos a las compañías, y préstamos y garantías de préstamos para todos los pequeños negocios, especialmente los de dueños minoritarios, para permitirles volver a funcionar”.
Este es el mismo modelo que usan en los países del tercer mundo para atraer las corporaciones transnacionales a explotarlos: promesas de altas ganancias, recortes de impuestos, pocas reglas gubernamentales (para proteger a los trabajadores y el medio ambiente) y salarios mínimos. Los centros de investigación derechistas llevan décadas recomendando tales zonas para meter a los pobres de los centros urbanos en talleres de miseria.
Ya han descartado las reglas federales de licitación de contratos, y han firmado contratos con varias corporaciones para limpiar y reconstruir la zona con un “cheque en blanco”.
El 8 de septiembre, Bush suspendió la ley Bacon Davis, que requiere que los proyectos de construcción subvencionados por el gobierno federal paguen “el salario imperante”, lo que reducirá más los salarios en una zona ya conocida por los bajos salarios.
Mientras los bloques de capital pelean sobre los detalles, ha surgido una imagen básica de un “parque de diversiones” en barrios de la vieja Nueva Orleáns, con los proyectos de vivienda pública y los airados residentes pobres dispersados, reprimidos, vigilados por las dependencias de “seguridad de la patria” y empujados a trabajos de salario mínimo. Los informes de centenares de personas que hacen cola para pedir trabajos de bajo salario son un anticipo de la “recuperación” económica que tienen en mente los capitalistas.
Bush habló de que “estamos resueltos a limpiar los escombros y construir una ciudad mejor que antes”, pero en este sistema “mejor” no significa una vida mejor para las masas sino más ganancias para los capitalistas que los explotan… y más opresión para los negros, que seguirán al fondo de la sociedad donde ya llevan 300 años.
En vez de movilizar a las masas a prestar desinteresadamente tiempo, trabajo y creatividad, como se puede hacer en una sociedad socialista y como han hecho las sociedades socialistas en respuesta a los desastres naturales, este sistema parte de cómo exprimir las mayores ganancias posibles de la situación. Ve el huracán como un acto de la naturaleza que arrasó las problemáticas viviendas públicas y dispersó a los inquilinos igualmente problemáticos, cuyos antepasados esclavos y proletarios construyeron la ciudad, y ahora trabajaban en los hoteles, restaurantes y centros turísticos. En las ruinas y el sufrimiento, ven la oportunidad de tumbar los obstáculos a las ganancias. Qué oportuno que Bush diera su discurso frente a una estatua de Jefferson Davis, presidente de la Confederación y dueño de esclavos.
Millones de personas están sufriendo a raíz de Katrina y de la respuesta oficial, y millones más se ofrecieron para ayudar. Pero el capitalismo no puede conectar el deseo y la capacidad de la población de ayudar con la reconstrucción de la región. En vez, el proyecto de reconstrucción lo dirigen no las necesidades del pueblo sino las demandas crueles y desalmados de la ganancia.
No se puede permitir que se desenvuelva así. El sistema ya ha agravado la miseria y el sufrimiento causados por el huracán, y ahora quiere sacar provecho de la destrucción y agravarlos más.
La respuesta a Katrina demuestra que este es un sistema desalmado e indiferente. No podemos olvidarlo ni perdonarlo. Ni tampoco podemos aceptar o acomodarnos al plan de Bush de arrasar a los seres humanos para preparar el terreno para inversiones reestructuradas y avaricia desencadenada.
Las víctimas del huracán Katrina son seres humanos, no peones que se pueden mover, reprimir o tirar a la basura a gusto.
Hay que luchar para realizar las demandas de la declaración del 31 de agosto del Partido Comunista Revolucionario: que el gobierno dé alojamiento a los damnificados hasta que puedan regresar sin peligro a su casa; les permita refugiarse en hoteles, centros de convenciones y otros edificios; les permita comunicarse con familiares; les dé servicios médicos de emergencia e inicie medidas para impedir epidemias y sufrimiento innecesario; y no haga arrestos por “saqueo”. Que redoble los esfuerzos para rescatar a los sobrevivientes por todas partes. NO se puede permitir que muera más gente. Hay que dedicar todos los recursos necesarios y movilizar voluntarios. El gobierno no debe reprimir a los que tratan de ayudar o impedir que participen en el rescate; al contrario, debe ayudarlos. No se puede permitir que las compañías de seguro o bienes raíces, los monopolios de petróleo, etc., aprovechen la situación para sacar provecho, etc..
Descarga la Declaración del Partido Comunista Revolucionario del 31 de agosto, “Muertes innecesarias”, y la “Declaración sobre el huracán Katrina: Tres lecciones fundamentales” en: www.revcom.us