Revolución #018, 16 de octubre de 2005, posted at revcom.us
Tras el huracán Katrina, un chingo de informes sensacionalistas y falsos tildaron a los damnificados, abandonados por las autoridades a subsistir como pudieran, de "criminales sin merced" (palabras de Bush). Es como si un asesino múltiple todavía cubierto de la sangre de su última víctima señalara a una persona que no logró matar y gritara: "¡Ahí está el asesino!".
En muchos casos, la campaña de mentiras afectó la operación de rescate. El New York Times informó que la policía no permititó que un equipo de paramédicos entrara a una zona durante 10 horas porque un policía estatal dijo que había una pandilla de hombres armados en barcos. En realidad eran dos hombres que escapaban de las calles inundadas. En otro caso, no permitieron que las ambulancias de una compañía salieran cuando corrió la noticia --totalmente falsa-- de un saqueo de una estación de bomberos. En vez de rascatarlos, los militares se burlaron de los habitantes atrapados. Unos damnificados dispararon armas de fuego al aire o prendieron fuego para atraer la atención de los soccoristas, y luego las autoridades anunciaron que los equipos de rescate estaban bajo ataque. Unos fueron a las tiendas por comida, agua y medicinas, pero pandillas de policías saquearon el distrito comercial y hasta un hospital y escondieron las cosas robadas en un hotel.
En un incidente, un sheriff dijo que un francotirador lo tenía atrapado y pidió ayuda por radio. Los soldados de la Guardia Nacional y un equipo SWAT rodearon la zona. Pero resultó que los "disparos" eran el ruido de una válvula de escape de un tanque de gas natural. No es difícil imaginar que, con todos los rumores de "saqueadores fuera de control", el incidente hubiera podido causar la muerte de muchos negros.