Revolución #018, 16 de octubre de 2005, posted at revcom.us
Antes del huracán Katrina, el 70% de la población de Nueva Orleáns era negros. El 29 de septiembre, en una entrevista del Houston Chronicle el secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), Alphonso Jackson, advirtió que después de la reconstrucción será solo el 35 ó el 40%: "Por mucho tiempo, y a lo mejor para siempre, Nueva Orleáns tendrá menos negros que antes".
Eso cuadra totalmente con el plan de "reconstrucción" de Bush, que aprovecha la devastación de la ciudad para sacar ganancias (ver Revolución No. 15). Destina miles de millones de dólares a grandes compañías de construcción, instituye nuevas leyes sobre zonas industriales, elimina las protecciones ambientales y recorta aún más los salarios. Pero no contempla la reconstrucción de los barrios donde vivían centenares de miles de negros desplazados por el huracán ni construirá nuevas viviendas para ellos porque no es rentable.
Para el sistema y la clase dominante, la situación de los damnificados es una oportunidad para "resolver" las fuertes contradicciones sociales de la pobreza y el racismo, botando de la ciudad a un gran número de negros pobres. Eso se entrevió en el comentario del congresista de Luisiana Richard Baker: "Por fin se ha limpiado la vivienda pública de Nueva Orleáns. No lo pudimos hacer nosotros, pero Dios lo hizo".
La gente de Nueva Orleáns está indignada por el trato de criminales que han recibido en la prensa y en todo sentido. Un señor que se quedó en la ciudad le dijo al corresponsal de Revolución Michael Slate:
"Dicen que nos quieren ayudar, que mandaron buses. ¡No, hombre! ¡No lo crea! En vez de ayudarnos, mandan el ejército para robarnos y castigarnos no más porque queríamos sobrevivir. ¿Por qué vienen a chingarnos, a golpearnos y balearnos, jodiendo con eso de proteger los bienes de quién sabe qué? Lo justo era darnos comida, agua, dónde quedarnos, un techo".
Muchos sienten que tras el abandono y maltrato se oculta un plan siniestro. Una señora dijo:
"Como aquí somos muchas minorías, muchos negros, ¿qué quieren, que nos muramos todos? Se me hace que aquí hay gato encerrado, como que: ‘Entre más se mueran, menos líos tendremos’".
El escritor Mike Davis señala:
"Opera un criterio de selección: derrumban dos de los mayores proyectos de vivienda pública (el conocido proyecto Desire y el proyecto St. Thomas en el distrito Warehouse) para construir un Wal-Mart y residencias de clase media alta. Se da vivienda solo a un porcentaje de la población, a una minoría, y los demás quedan en la calle, básicamente, con la idea de que se larguen de la ciudad". ("The struggle over the future of New Orleans", 23 de septiembre de 2005)
¿Qué suerte corren los miles y miles de damnificados negros? Como dijo el secretario de HUD, parece que no volverán (o no les permitirán volver). El mundo entero fue testigo del trato inhumano en el "Terrordomo" y de que dejaron a miles de personas en los techos por días sin agua o comida. Ahora los tratan como delincuentes o potenciales delincuentes. Los trasladan sin decirles adónde van, los mandan muy lejos y los separan de sus familiares.
Los damnificados en Baton Rouge, Houston y ciudades a lo largo y ancho del país cuentan que les rogaron a las autoridades que los mandaran a ciudades donde tenían parientes, pero les dijeron que tenían que ir a donde iba el bus que los recogió. Muchas veces pasaron por ciudades como Baton Rouge y LaFayette donde tenían familia, pero no los dejaron bajar; los llevaron contra su voluntad a estados como Texas y Arkansas. Las autoridades están checando los antecedentes de los damnificados y en Rhode Island arrestaron a un señor por una vieja orden de detención.
Los refugios en Houston y Baton Rouge están fuertemente resguardados y parecen cárceles. En el centro de Baton Rouge docenas de patrullas y vehículos militares bloquean las calles alrededor del refugio River Center, y hay una bola de funcionarios de los gobiernos federales, estatales y locales; policías; agentes de FEMA y soldados armados hasta los dientes. Despacharon a policías de estados tan distantes como Michigan para "mantener el orden".
Si los damnificados salen a caminar o tomar el aire, tienen que formarse y pasar por el detector de metal para volver a entrar, y los registran y les revisan la identificación. Se instituyó un toque de queda y les hicieron ponerse pulseras de identificación. Dondequiera que iban, sentían que les tenían miedo y desconfianza.
El gobierno y la prensa sembraron un montón de mentiras y rumores para demonizar a los negros de Nueva Orleáns. Los rumores corrieron por todas las ciudades y comunidades donde llegaron. Una joven dijo que es como si "tuviéramos una enfermedad y todo mundo debe tener miedo".
Según los noticieros el gobierno está dando casa, trabajo y dinero a los damnificados. ¡Puras mentiras!
FEMA ha impuesto regulaciones draconianas a los que traslada a otras ciudades. Les han prometido tarjetas de cobro automático de $2,000, pero cualquiera sabe que eso no es nada para una familia que ha perdido todo y empieza de nuevo en una ciudad donde no conoce a nadie. Para colmo, hay que hacer muchos trámites y pasar horas haciendo cola y sufrir muchas humillaciones para recibir esa miseria.
Les han prometido apartamentos con seis meses de renta pagada en ciudades como Houston. Pero resulta que los llevan en buses del tingo al tango y terminan dándoles apartamento en barrios muy retirados, donde es casi seguro que no encontrarán trabajo y, como no tienen coche, ¿qué van a hacer? Además, si tienen cualquier antecedente (por leve que sea) o atraso de renta en Nueva Orleáns, no les dan apartamento. Los que tienen la posibilidad de recibir apartamento tienen que pasar por esas humillaciones, pero a la mayoría ni les ofrecen eso.
Las masas creen que la campaña de los últimos 20 a 25 años en Nueva Orleáns de reemplazar la vivienda pública con residencias de clase media alta y centros comerciales está muy ligada a la falta de planeación para el huracán. La dispersión de los damnificados, a propósito o no, es más de lo mismo, pues hace muy difícil que regresen a la ciudad.
Jamás debemos olvidar ni perdonar las barbaridades que han cometido (y siguen cometiendo) contra la gente de Nueva Orleáns. Debemos solidarizarnos con las víctimas del huracán Katrina y del gobierno de Bush, y oponer resistencia al abandono, maltrato, mentiras, racismo y represión.