Revolución #020, 30 de octubre de 2005, posted at revcom.us
Carta a Revolución:
El martes 18 de octubre, en la Universidad Hunter, una universidad de humanidades en Manhattan, el tema de la tortura se puso al rojo vivo. Cinco jóvenes de El Mundo No Puede Esperar y de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria, vestidos con monos anaranjados y capuchas negras, se arrodillaron en el corredor frente a la cafetería. Inmediatamente, se congregaron entre 200 y 300 estudiantes.
En los últimos dos años muchos hemos visto fotos (las pocas que se han publicado) de hombres anónimos, con uniforme de presos y encapuchados, detenidos en prisiones militares en Guantánamo, Abu Ghraib y otras. Pero ahora, las víctimas de tortura y salvajismo estaban frente a los estudiantes.
Una víctima de tortura le pidió a los estudiantes que tomaran la correa que llevaba en el cuello, y preguntó: “George Bush dice que me he portado mal, ¿le crees? ¿Te sientes mejor porque estoy en Guantánamo? ¿Tú quieres agarrar la correa? Porque mientras no hagas nada, tienes la correa en las manos. ¡Me están violando y torturando! ¿¡Qué vas a hacer?!”. Los organizadores de El Mundo No Puede Esperar cuestionaron a los estudiantes: “Son cómplices de la tortura, están diciendo que no les molesta Abu Ghraib, si no protestan y se movilizan para sacar corriendo al gobierno del poder. ¿Qué van a hacer el 2 de noviembre?”.
El desafío de “¿qué van hacer?” se volvió inmediato cuando la policía universitaria atacó y arrestó a los manifestantes. Un guardia agarró las correas de tres y los jaló el uno contra el otro, los levantó de los brazos y se los llevó a rastras, con amenazas de que le iba a quebrar los brazos a uno. A uno le dieron un puñetazo en la ingle cuando tenía las manos esposadas por detrás.
Los manifestantes desafiaron a los estudiantes; les dijeron: “¿Se quedarían mirando cuando los nazis se llevaban a los judíos? Bajo sus narices se están llevando gente, ¿¡por qué no hacen algo?!”. Los estudiantes estaban divididos. Unos dijeron que la protesta estaba interrumpiendo su día. Otros se sintieron muy inquietos y angustiados. Unos lloraban de indignación y otros se opusieron al arresto y empezaron a corear: “¡Suéltenlos!” y “¡Torturadores!”.
A los manifestantes los acusaron de delitos menores. La agencia Associated Press informó sobre el incidente, como también Newsday, la radio 1010 WINS (la mayor emisora de Nueva York), los canales CBS, NBC y el Metro.
Esa misma noche el canal de TV PBS transmitió un documental titulado “El asunto de la tortura”, que muestra incuestionablemente que la tortura en Abu Ghraib no es obra de unas “pocas manzanas podridas”, sino el resultado de una política sistemática impuesta por el gobierno desde los niveles más altos. (Ver el documental en pbs.org/wgbh/pages/frontline/torture/)
Un mensaje en la página de jóvenes y estudiantes de worldcantwait.org dice:
“Me dirijo a los que se quedaron mirando mientras la policía arrestó a los manifestantes contra la tortura en la Universidad Hunter:
“La gente visita los museos del holocausto y se pregunta: ‘¿Cómo fue posible que hicieran eso?’. Lo de ‘cómo fue posible’ se hace claro cuando los estudiantes no hacen nada o solo observan mientras la policía arresta a quienes están demostrando de una manera gráfica la tortura que el gobierno de Bush está llevando a cabo a diario y legalmente. Si no nos oponemos y movilizamos para parar esto, nos obligarán a aceptarlo.
“Lo que sucedió en la Universidad Hunter fue una representación de los organizadores de El Mundo No Puede Esperar, pero la realidad es que TU GOBIERNO está torturando en Guantánamo, Abu Ghraib y quién sabe dónde más. Así que cuando uno sigue caminando, cuando uno decide que su carrera y sus calificaciones importan más que parar eso, es cómplice por inactividad. Es inescrupuloso seguir viviendo como si nada pasara mientras esas atrocidades se cometen en nuestro nombre.
“A los que expresaron oposición...
“...‘Llega un momento cuando el funcionamiento de la máquina es tan detestable, cuando lo aborrecemos tanto, que uno no puede participar, ni siquiera tácitamente, y en vez tiene que tirar su cuerpo en los engranajes, las ruedas y las palancas, en todo el aparato, para pararlo. Y tiene que señalarles a los que la manejan, a los dueños de la máquina, que si uno no es libre la máquina no funcionará’ —Mario Savio”.