De repente se habla de "destitución": Nuevas oportunidades y nuevos retos
Revolución #030, 15 de enero de 2006, posted at revcom.us
A finales de diciembre, se empezó a contemplar en la prensa grande un juicio de destitución del presidente Bush. La revista conservadora Barron’s dijo que "la indiferencia deliberada hacia las leyes es un delito que podría llevar a un juicio de destitución"; Newsweek y otras publicaciones debatieron el tema. La senadora demócrata Barbara Boxer le pidió a los especialistas en derecho constitucional que investigaran el asunto. John Dean, abogado del presidente Richard Nixon (el último presidente destituido), escribió que Bush "es el primer presidente que ha admitido que cometió un delito que podría llevar a la destitución" (se refiere a la admisión de Bush de que violó una ley que prohíbe espiar a los ciudadanos estadounidenses).
El clamor sobre un juicio de destitución presenta una oportunidad importante pero compleja para quienes están trabajando para sacar corriendo a Bush, pero solo si se aprovecha agresivamente. Cómo hacer esto es una cuestión enorme y sumamente importante para el movimiento.
A pesar de las claras violaciones constitucionales de Bush (todas las cuales son motivo de destitución), los demócratas básicamente le han dado rienda suelta para implantar los principales aspectos de su programa. Así que, ¿por qué de repente la destitución es un tema "legítimo" de discusión?
Para empezar, la guerra de Irak va de mal en peor desde el punto de vista de los imperialistas. A otras fuerzas de la clase dominante les preocupa que podría llevar a un desastre estratégico, y no las han tranquilizado ni las elecciones de diciembre en Irak ni la ofensiva de relaciones públicas de Bush para "vender" la guerra. Su meta es presionar a Bush a librar la guerra más eficazmente (pero no a pararla).
Además, las revelaciones de espionaje interno muestran que el gobierno de Bush violó las reglas que rigen el modo de resolver conflictos internos de la clase dominante (que tanto los republicanos como los demócratas representan fundamentalmente). El espionaje y actividades similares se regulan, no para proteger los derechos de la ciudadanía, sino para garantizar que un sector de los imperialistas no utilice las poderosas armas de represión estatal contra otro.
Bush violó esa regla, así que algunos demócratas mencionaron la destitución en parte para advertirle que echara para atrás. Pero Bush contraatacó acusando a los críticos de "ayudar al enemigo". Howard Fineman, corresponsal de Newsweek y MSNBC, advirtió: "Hemos entrado en un momento oscuro en que cada partido acusará al otro básicamente de traición. Los demócratas acusarán al gobierno de Bush de destruir la Constitución, y los republicanos acusarán a los demócratas de destruir nuestra seguridad".
Esas son palabras bastante extremas, pero ver tal situación como un "momento oscuro" o no depende de la posición de uno y de lo que haga. Tal conflicto en la cúpula puede crear oportunidades para las fuerzas políticas revolucionarias y progresistas: saldrá a flote más de lo que pasa tras bambalinas, y más gente abrirá los ojos y entrará a la vida política y, potencialmente, a la lucha. Incluso, en el caso más extremo, se podría poner en duda la legitimidad del sistema. Por eso, no es de ninguna manera malo que esos ladrones se peleen entre sí… si sus víctimas aprovechan la oportunidad para hacer algo bueno.
Las masas demandan un "cambio de gobierno"
Eso nos lleva al próximo punto: además de las riñas de la cúpula, ha habido un movimiento de masas que hizo salir a la luz del día el tema de un "cambio de gobierno". Esto ocurrió de manera inicial pero significativa en las manifestaciones de miles de personas el 2 de noviembre. Dio otro paso con la publicación de la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar en el New York Times, y con el llamamiento a protestar durante el Informe presidencial el 31 de enero (y el 4 de febrero en la capital) para que "Bush se largue". Ese movimiento popular para sacar corriendo al gobierno, junto con la amplia furia contra Bush y el anhelo de que se largue (que hasta la fecha no se ha organizado), ha sido otro factor importante que obligó a los demócratas a hablar de destitución.
Ese repunte "de abajo" se entrelaza con la lucha "de arriba" y la influencia. Pero NO son la misma cosa; son dos dinámicas distintas. Millones de personas quieren que el gobierno de Bush se largue… y ya. Pero por otro lado, los dirigentes demócratas quieren refrenar a Bush… y a las masas que lo odian.
En "La pirámide del poder y la lucha por cambiar de base el mundo", Bob Avakian escribió que la base social del Partido Demócrata es "la gente progresista y los oprimidos. En realidad el papel de los demócratas es canalizarlos hacia la corriente tradicional de la política nacional y confinarlos al marco del proceso electoral burgués y... canalizarlos nuevamente si es que se alejan o salen de ese marco… [A los dirigentes del Partido Demócrata] les infunde pavor que se salgan a la calle a protestar o luchar contra los derechistas, que están cobrando fuerza".
Una vez que salen a la calle, por decirlo así, pueden empezar a captar el poder potencial que tienen, y a pensar más profunda y críticamente en cosas que daban por sentado. Podrían checar y buscar otra clase de dirigentes y ampliar sus horizontes (y reivindicaciones), y en el proceso atraer más fuerzas a su estandarte. Si luchan con la debida fuerza y si la situación se desarrolla de cierta manera, podrían salir victoriosos y cambiar la dirección de la sociedad, y abrir la posibilidad y la oportunidad de un futuro totalmente diferente.
Esa es una visión inspiradora para nosotros, pero para los demócratas (cuya meta principal es defender el sistema imperialista) es horrible. Así que cuando hablan de la destitución, lo hacen para advertirle a Bush y también para atraer la oposición de abajo, controlarla y canalizarla.
Pero ese es un fenómeno complejo. Los senadores, como Barbara Boxer, que hablan de la destitución principalmente para canalizar a la oposición hacia los confines mortales de la política establecida, podrían de todos modos y a pesar de sus deseos reforzar la "legitimidad" de la demanda y animar a más gente a entrar a la vida política. Es una espada de doble filo, que podría caerle encima a la clase dominante… o al pueblo. Lo importante es quiénes lo captan y con qué fines.
¡Esperar a noviembre no sirve!
Una tendencia muy negativa en la actual situación es canalizar a los que quieren la destitución a "votar contra Bush en las elecciones de noviembre" y restarle importancia a la acción política ahora. Hace poco un escritor liberal prominente examinó en su blog la controversia en torno a la destitución y los muchos delitos con que podrían hacerle un juicio de destitución, y concluyó… recomendando ayudar "a los demócratas a retomar el control del Congreso en el 2006". En todo el ensayo no dijo ni una palabra sobre las manifestaciones del 2 de noviembre, el desplegado del Times, las importantes declaraciones de apoyo a El Mundo No Puede Esperar de una amplia gama de personas, ni los planes del 31 de enero y el 4 de febrero.
De una cosa no cabe duda: no habrá juicio de destitución sin un repunte de lucha popular. Incluso si uno cifra sus esperanzas en los dirigentes demócratas, hay que reconocer que no harán nada a menos que teman que su base se les zafe de las manos. Asimismo, toda estrategia que disuada la acción AHORA y exhorte a "trabajar para (esencialmente esperar) noviembre" le dará a Bush tiempo y espacio político para llevar a cabo más infamias por todo el mundo y aquí. Esto sería reprochable en cualquier circunstancia, y sobre todo ahora, cuando las infamias de ayer son las nuevas normas de mañana.
Un aspecto del peligro de la orientación de "esperar hasta noviembre" es que la posición con que mucha gente ha entrado al movimiento cambiará, imperceptible pero rápidamente, de destituir a Bush, a influenciar a este o aquel congresista, a elegir a un demócrata (no importa qué programa tenga), y así sucesivamente. Tal orientación (al margen de las metas de quien la proponga) le permitirá a Bush desinflar la oposición por medio de represión y propaganda. Tal trayectoria le permitirá contar con el aparato de los medios derechistas, la máquina electoral fascista cristiana y todo el cargado sistema electoral; así nos obligará a jugar en su cancha y con sus árbitros. ¡No sería mucho mejor una situación en que un movimiento popular demanda por toda la sociedad que Bush se largue, en que gente de todas las capas se ha zafado de la actual atmósfera sofocante, o incluso en que la fuerza de tal movimiento ya lo haya sacado corriendo!
Y esto sí se puede hacer, incluso sin un Congreso demócrata. ¿Qué partido controlaba el Congreso cuando Lyndon Johnson, un demócrata, se vio obligado a renunciar? Los demócratas. ¿Y quién hizo la pregunta famosa ("¿qué sabía el presidente y cuándo se enteró?") que llevó al presidente republicano Richard Nixon a renunciar? Howard Baker, senador republicano. Estos ejemplos demuestran que los imperialistas que gobiernan este país no toman las decisiones esenciales en respuesta a las elecciones, sino sopesando si un presidente es o no es una carga onerosa para sus intereses generales como clase. Y un aspecto muy importante de eso es si la conducta del presidente y sus efectos para las masas populares ponen en duda la legitimidad del sistema.
No se puede predecir cómo saldrá el gobierno de Bush. Pero la única forma de que suceda --con juicio de destitución, renuncia o lo que sea-- es si todos los que se oponen a las grandes infamias que ha cometido este gobierno y al futuro más mortífero que está fraguando se unen para participar en acciones políticas independientes AHORA. A los que quieren que Bush sea destituido, a todos los quieren que se largue: hay que concentrar la energía y los esfuerzos en organizar grandes acciones populares el día del Informe presidencial.
No existe un péndulo mágico; no existe un salvador; no existe un mecanismo de equilibrio de poderes que lo arreglará todo a última hora. Lo único que existe es el pueblo, y su capacidad de actuar conforme a sus propios intereses y de forjar sus propias organizaciones, con la urgencia y resolución que esta encrucijada histórica requiere. Esta es la única manera de cambiar el curso de la historia.
¿Por qué ahora?
Desde hace mucho tiempo hay millones de personas que quieren sacar al gobierno de Bush y que creen, espontáneamente, que un juicio de destitución sería la manera de hacerlo. Pero ni los medios ni en la cúpula del poder se hablaba de eso. En una entrevista que le hizo el periódico Editor & Publisher, el encargado de encuestas del Washington Post se quejó de que muchos correos electrónicos y cartas le preguntan por qué no ha hecho una encuesta sobre el tema. No lo ha hecho, explicó, porque ningún político de peso la ha pedido. Piensen un momento en lo que esto significa: si no hay un político de peso que apoye cierta acción, no importa lo grande que sea la demanda popular, no se presentará al público como "una opción seria o tema de discusión para considerar".