Migración global, desequilibrio mundial
Revolución #031, 22 de enero de 2006, posted at revcom.us
En un país pobre del tercer mundo: la familia expulsada del campo tiene que ir a la ciudad y vivir en un barrial, un tugurio donde no hay electricidad, ni agua potable ni servicios sanitarios. La mamá trabaja en una maquiladora de una compañía extranjera, donde la tratan como esclava y donde el hostigamiento sexual es común y corriente. El padre no ha podido conseguir trabajo y entrega su hija de 14 años a un hombre que promete conseguirle un "buen empleo". Pero en realidad el hombre es parte del tráfico internacional de jovencitas. El hijo de 10 años, en vez de estudiar, tiene que ir a trabajar en una fábrica de ropa que se vende en otros países.
Sin ninguna esperanza, el padre le da a un coyote todo el dinero que ha ahorrado la familia para que lo lleven a Estados Unidos, Francia o Alemania. Se encuentra en un barrio pobre de Los Ángeles, París, Londres o Nueva York, perseguido por las autoridades de inmigración, estafado, maltratado y salvajemente explotado. Cosecha manzanas o trabaja en una fábrica por el mínimo, y duerme en un apartamento viejo con otros cinco inmigrantes. Manda la mayor parte de lo que gana a la familia que se quedó atrás, y espera volverlos a ver algún día.
Esa es la vida para millones de inmigrantes que procuran sobrevivir de alguna manera. Si logran esquivar a los guardias de la frontera, a los paramilitares racistas o a la policía... si no se asfixian en un vagón o mueren en el desierto deshidratados... pueden vivir en las sombras, con represión y explotación constantes.
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En los países pobres de Asia, África y América Latina, cientos de miles de campesinos expulsados de la tierra y de trabajadores desempleados tienen que emigrar a buscar trabajo. En el 2000, unas 850,000 personas emigraron legalmente a Estados Unidos, principalmente de Asia y México; eso es aparte de los 11 millones que están aquí ilegalmente.
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El funcionamiento del imperialismo acelera la emigración: Los países pobres del mundo son dominados y oprimidos por un puñado de países imperialistas. Las corporaciones multinacionales invierten miles de millones de dólares en los países pobres para transformar y controlar la producción de alimentos, el desarrollo de las ciudades, el funcionamiento de las fábricas y la manera de gobernar. Los países imperialistas como Estados Unidos se fortalecen y se enriquecen a expensas de los países oprimidos. Millones de personas se encuentran expulsadas por guerras imperialistas.
Como resultado, cientos de millones de personas en todo el mundo viven en extrema pobreza, carentes de alimentos y agua potable, servicios de sanidad básicos, vivienda adecuada o servicios médicos. Cada año, la situación económica empeora y obliga a millones de personas a emigrar para buscar trabajo. Se calcula que una de cada seis personas del mundo, o sea más de mil millones de personas, cruzan fronteras para trabajar. La mitad de los habitantes del planeta viven de la tierra, pero a millones los están expulsando a las ciudades.
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Los acuerdos de "comercio justo" y las medidas de las organizaciones financieras internacionales han arruinado a millones de personas, pues su función es conseguir la mayor ganancia para las corporaciones capitalistas. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, controlados por Estados Unidos y otros países ricos, imponen estrictas condiciones a los países que solicitan préstamos, como recortes a servicios sociales, altos precios por la comida, devaluación de la moneda y medidas para acelerar la producción de productos de exportación y las importaciones, que conducen a más pobreza y a más desempleo. El acuerdo sobre agricultura de la Organización Mundial de Comercio y el Tratado de Libre Comercio han obligado a los países pobres a aceptar más alimentos importados y que las agroindustrias se apoderen de más territorio; eso arruina a los agricultores locales, que no pueden competir con los productos de importación.
En India un agricultor se traga pesticidas para quitarse la vida; otro vende un riñón para dar de comer a la familia.
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José Antonio Villaseñor León vivía en las afueras de ciudad de México y le quedaba difícil mantener a su hijo de cinco años, Marco Antonio, así que vendió su taxi y otras pertenencias para que un coyote lo ayudara a cruzar la frontera. El 14 de mayo de 2003, José y su hijo Marco murieron asfixiados con otras 16 personas en el vagón de un camión de remolque abandonado en Victoria, Texas. De las otras víctimas, cuatro eran centroamericanos, uno de la República Dominicana y 13 de México.
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Una interminable cantidad de leyes injustas y crueles contra los inmigrantes han robustecido y envalentonado movimientos fascistas. El 30 de septiembre de 2005, en Tifton, Georgia, en lo que se conoce como el cinturón de linchamientos, mataron a seis mexicanos con bates de béisbol y a balazos. A una mexicana la violaron y otros resultaron heridos de gravedad. Además de esos incidentes se reportaron por lo menos 20 casos similares.
Guillermo Martínez, de 20 años, vivía al otro lado de San Diego. Su familia dice que quería ir a Fresno a trabajar en la cosecha de fruta. El 30 de diciembre, al anochecer, la Patrulla Fronteriza lo mató de un tiro. Los grupos de derechos humanos informan que por lo menos otras cuatro personas murieron en encuentros con la patrulla fronteriza en 15 meses: una a bala y tres ahogadas.
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Donde hay opresión hay resistencia: el 1° de julio de 2005, aproximadamente 40,000 personas, casi todos mexicanos, se lanzaron a las calles de Chicago para protestar contra los Minutemen y la política de inmigración. En mayo de 2001, en Oldham, Inglaterra (a unos 250 kilómetros de Londres), cientos de chavos inmigrantes de Pakistán, Bangladesh e India se rebelaron contra la brutalidad policial y los ataques contra inmigrantes de parte del Frente Nacional y el derechista Partido Nacional Británico. Durante tres días se tomaron las calles, lanzaron ladrillos, tachos de basura y bombas incendiarias contra la policía. Después del 11 de septiembre de 2001 hubo protestas por todo Estados Unidos contra los ataques a inmigrantes del Medio Oriente y el sur de Asia. En noviembre de 2005, en el barrio de clase trabajadora de Clichy-sous-Bois de París, cuando dos chavos que huían de la policía murieron en una cerca eléctrica, miles de chavos, casi todos hijos de árabes y africanos, se lanzaron a las calles por tres semanas consecutivas.
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La base para el internacionalismo es más fuerte que nunca.
Solo la revolución puede acabar con el desequilibrio que permite que los países ricos e imperialistas dominen y opriman a los países pobres del tercer mundo.
Solo el gobierno del proletariado mundial puede poner fin a la opresión de naciones que impulsa la emigración y superar las divisiones nacionales entre los trabajadores.
Por todo el mundo los inmigrantes, especialmente los inmigrantes proletarios, tienen que ser una poderosa fuerza motriz de la revolución.