Revolución #55, 30 de julio de 2006
Documentan torturas de la policía de Chicago… y las defienden
“No encuentro palabras al ver este [exclamación] informe y leer que sí torturaban pero que ya no se puede hacer nada”.
David Bates,
torturado por Burge en 1983,
Chicago Sun-Times, 20 de julio de 2006
“Es como echarle sal a la herida”.
Mary L. Johnson,
cuyo hijo Michael fue torturado por Burge en 1982,
en conversación con Revolución
El 19 de julio, se publicó el informe de una investigación de cuatro años sobre tortura en Chicago. Fue escrito por el fiscal especial Edward Egan (juez de apelación jubilado) y Robert Boyle (fiscal jubilado). El “Informe de la Fiscalía Especial”, de más de 300 páginas, contiene mucha información. Describe cómo los detectives blancos golpeaban, quemaban y aplicaban choques eléctricos a hombres negros. Contiene fuertes críticas del superintendente de policía de esa época, Richard Brzeczek, por no hacer nada contra Burge. Establece que docenas y docenas de acusaciones de tortura son verosímiles, y que en los casos de tortura de Phillip Adkins, Alfonzo Pinex y Andrew Wilson hay suficientes pruebas para entablar cargos penales contra Burge y otros detectives. Sin embargo, por más que uno busque en el informe, ¡no tiene ni pizca de justicia!
“Para mí es una pésima broma, es pura impunidad”. Frank ?vila, abogado de Aaron Patterson, una de las v ctimas de tortura, Chicago Sun-Times, 20 de julio
“Hay suficientes pruebas para establecer que el teniente Jon Burge y por lo menos otro policía son culpables de violencia armada, intimidación, falta de ética profesional, agresión con agravante” y “perjurio y obstrucción judicial”.
Del“Informe de la Fiscalía Especial”
El informe reconoce lo que ha sido obvio: que Burge y muchos de sus subalternos torturaban cuando estuvieron a cargo de las Zonas 2 y 3; pero buena parte del informe se dedica a defender la conclusión de que ya no se puede acusar a Burge ni a ninguno de los detectives. Tampoco se acusará a ningún miembro de la fiscalía, ni al fiscal del condado Richard Daley (ahora alcalde) ni al primer asistente de la fiscalía Dick Devine (hoy fiscal del condado) ni al primer asistente de la fiscalía William Kunkle (hoy juez). El informe concluye que no hay razón fundada para suponer que hubo una conspiración, que no hubo obstrucción de justicia y que como todo eso sucedió hace más de 10 ó 12 años ya no los pueden procesar. Primero, pasaron muchos años tapando la tortura, ¡y ahora dicen que no se puede hacer nada porque pasó hace mucho tiempo!
Hay pruebas contundentes de tortura y la verdad escueta de que las autoridades no van a hacer NADA al respecto. No habrá acusados. No habrá multas. No habrá consecuencias. Es una contradicción que hace hervir la sangre, tanto más al leer lo que Burge y su pandilla hacían en las delegaciones de policía, como lo que le pasó a Andrew Wilson el 14 de febrero de 1982 en el cuartel de policía de la Zona 2, donde lo llevaron acusado de matar a dos policías. Este es un pasaje del informe:
“…Burge tomó un aparato, puso pinzas en la oreja de Wilson y le dio cuerda. Wilson se mordía los dientes, gritaba y se arrancó las pinzas de la oreja. Burge y Hill lo ataron boca abajo encima de un radiador. Burge le puso las pinzas en los dedos y volvió a darle cuerda al aparato. Wilson gritó. Luego Burge tomó otro aparato que parecía tenacillas, con un cable y otros alambres. Burge le empezó a sobar el aparato entre las piernas y Wilson podía sentir electricidad. El choque eléctrico de ese aparato era más fuerte que el del otro. Cuando esto sucedía Wilson estaba arrodillado y atado el radiador; Hill estaba detrás de él pateándole la espalda. Burge se llevó el aparato y dejaron solo a Wilson hasta que lo pararon en la fila de reos en la Zona 1”.
Por años y años les hicieron cosas así a los negros que llevaban a interrogar. A Ronald Kitchen lo patearon una y otra vez en la ingle. A Darrel Cannon le aplicaron choques eléctricos a los labios y los genitales. A Aaron Patterson lo asfixiaron con una cubierta de plástico que le amarraron al cuello. A Phillip Adkins lo golpearon tan salvajemente que se orinó y defecó en el radiopatrulla. Según el informe, estas eran cosas que hacían todo el tiempo.
“Así continúa la tradición de la esclavitud…ya no lo pueden hacer bajo el nombre del KKK, el consejo municipal blanco o los cabezas rapadas; lo tienen que hacer con el apoyo del sistema, con policías que llevan placas y están respaldados por fiscales que tienen títulos y el aval de los tribunales y jueces vestidos con togas en vez de sábanas”.
Mary L. Johnson, madre de Michael Johnson y activista contra la tortura en conversación con Revolución
A muchos que fueron víctima de Burge y su pandilla los condenaron con pruebas sacadas bajo tortura y siguen presos, pero los fiscales han prosperado. Aunque a Burge lo despidieron ante una creciente oposición, ha vivido tranquilamente disfrutando de una pensión de la policía en Florida. Otros torturadores fueron premiados y alabados, y tuvieron una carrera “destacada” en el departamento de policía. El fiscal Daley ha sido alcalde por los últimos 17 años.
Es perverso que el informe reconozca que esos policías torturaron, pero que afirme no se les va a acusar porque sucedió hace mucho tiempo. Pasó demasiado tiempo porque el departamento de policía, la alcaldía y otros ocultaron esos delitos. Así es la naturaleza del derecho burgués. Aplicarles igualmente la misma “norma” a ricos y pobres, a oprimidos y opresores por igual, quiere decir que la ley de prescripción (que vela por que no se acuse infinitamente a un individuo) permite a los poderosos llevar a cabo tortura y salvajismo sabiendo que no tendrán que pagar las consecuencias.
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