Revolución #55, 30 de julio de 2006


 

Por qué George Bush define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer… o

Por qué la familia no ha sido siempre así… y por qué el futuro encierra algo mucho mejor

Segunda parte: El socialismo, el comunismo y la abolición de la familia

Primera parte: Perspectiva histórica y materialista
En El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Federico Engels profundiza el análisis marxista de la familia y el matrimonio. Postula que el aspecto fundamental de la vida y la sociedad de los seres humanos es la producción y la reproducción de la vida: es decir, la producción de los medios para satisfacer las necesidades básicas (comida, ropa, techo y las herramientas necesarias para su producción); y la reproducción de los seres humanos (la procreación y la crianza de los niños).
Cada generación hereda las fuerzas productivas que han evolucionado hasta ese momento, con cierto carácter y nivel. Si observamos cualquier punto de la historia humana, veremos cierto desarrollo de la tecnología y las herramientas, las materias primas, el conocimiento científico y los seres humanos. Veremos además que, en términos generales, a los distintos niveles de las fuerzas productivas corresponden ciertas relaciones de producción. Asimismo veremos que sobre las relaciones básicas de producción de la sociedad surge una superestructura (política, educación, cultura, ideas, tradición, etc.) que refuerza dichas relaciones de producción.

En general, se piensa que el matrimonio, la familia y las relaciones sexuales son algo separado de las relaciones económicas de la sociedad. Sin embargo, como vimos en la primera parte de este artículo (Perspectiva histórica y materialista), el carácter del matrimonio y de la familia manifiestan y refuerzan las relaciones básicas económicas y sociales de la sociedad.

Reconocer y entender la base material de la familia es una verdad muy liberadora porque demuestra que la biología no determina las relaciones entre los sexos y que estas no tienen que ser como son hoy “porque así somos”. Demuestra que George Bush está errado cuando dice que el matrimonio es una institución “perdurable” y lo define como la “unión de un hombre y una mujer”. Demuestra que los teócratas cristianos mienten cuando dicen que la institución del matrimonio ha existido por siglos como existe hoy y que por eso no se puede permitir que las parejas gay se casen. Demuestra que las relaciones sexuales, el matrimonio y la familia pueden cambiar, que se pueden transformar y ser algo liberador, al compás de la transformación revolucionaria de la sociedad.

La familia y el matrimonio efectivamente cambian y manifiestan, en líneas generales, las relaciones económicas básicas de la sociedad y los cambios de dichas relaciones. Esto tiene implicaciones concretas en el capitalismo, donde las relaciones económicas son relaciones capitalistas, donde la producción es socializada pero la apropiación es privada. Donde los alimentos que comemos, la ropa que nos ponemos, lo que necesitamos para vivir cada día y todo lo demás se produce socialmente, mediante el trabajo de cientos de miles y millones de personas, a veces en distintas partes del mundo… PERO el fruto de ese trabajo se lo apropia privadamente la clase de capitalistas que posee y controla las fábricas, el capital y los medios necesarios para la producción.

En la sociedad capitalista domina el patriarcado: el hombre controla la familia y las instituciones de mayor importancia de la sociedad. La mujer ha luchado por reformas y ha conseguido algunas, pero eso no cambia fundamentalmente la sistemática explotación, opresión y subordinación de la mujer en la sociedad capitalista. Sin embargo, existe la base para la emancipación de la mujer, para abolir totalmente esa opresión. El planteamiento teórico de esto lo formularon Marx y Engels, y se puso en práctica en la experiencia de la sociedad socialista.

Para ver esto con más detalle, veamos la historia de China, especialmente los cambios de la familia y el matrimonio antes de que los comunistas tomaran el poder en 1949, durante el socialismo (1949 a 1976) y después de la muerte de M7ao (1976), cuando un golpe de estado reaccionario llevó a la restauración del capitalismo.

Del feudalismo y el capitalismo a una China socialista

Antes de la victoria de la revolución comunista en 1949, China era un país semifeudal pobre dominado y oprimido por Estados Unidos, Inglaterra, Japón y otras potencias extranjeras. La inmensa mayoría de la población eran campesinos pobres y vivían bajo la tiranía de terratenientes que los hacían trabajar como bestias de cargas y les robaban el fruto de su trabajo. La mujer ocupaba un lugar inferior al hombre en todo; su papel era servir al esposo y darle muchos hijos varones. El matrimonio concertado, el casamiento de niñas y la poligamia eran perfectamente aceptados.

El libro de Simone de Beauvoir La gran marcha: Una relación de la China moderna (1957) describe la situación de la mujer antes de la revolución:

“Su potencial de trabajo se consideraba superfluo y se pensaba que era apenas otra boca para alimentar. Como sirvienta, era una mercancía con cierto valor comercial, pero mucho menor al que se confería a un niño por su capacidad productiva; era perfectamente natural que un padre hambriento con varios hijos pensara que una hija era una carga inútil; se reconocía que él tenía poder de dejarla vivir o morir; matarla era simplemente ejercer su derecho: a millones de niñas las ahogaban o se las echaban a los cerdos. El infanticidio de niñas era tan común que la nueva Ley Matrimonial tuvo que declarar explícitamente que constituye un delito…”.

La Ley Matrimonial a que se refiere la autora, una de las primeras leyes tras la victoria de los comunistas, dio a la mujer el derecho a divorciarse en 1950. Eso llevó a grandes cambios en la familia y en las relaciones de hombres y mujeres. La ley inmediatamente atacó las prácticas y tradiciones feudales más horribles contra la mujer. Prohibió el casamiento de niñas y el concubinato (tener varias mujeres básicamente como esclavas sexuales y sirvientas) y apoyó que las viudas se volvieran a casar. Dio importancia a la elección libre en el matrimonio, la monogamia, la igualdad de derechos para la mujer, el respeto a los ancianos y el cuidado de los niños. En la antigua sociedad, las mujeres no podían escoger al esposo (eso lo decidían los padres) ni podían divorciarse, por lo que cientos de millones de mujeres vivían maltratadas en matrimonios sin amor.

Antes de la revolución, el reaccionario gobierno del Kuomintang prohibió la contratación de niñas como sirvientas y la venta de esclavas. Pero en 1937 había dos millones de niñas esclavas, y eso sin contar la práctica “normal” de casar a las niñas, lo que las volvía presas del hogar del esposo. Entonces, ¿por qué iba a ser diferente la nueva Ley Matrimonial de la China socialista?

La diferencia es que ahora la clase proletaria gobernaba la sociedad, controlaba los medios de producción y estableció una sociedad socialista con la meta de un mundo comunista, libre de todas las clases, libre de toda explotación y opresión.

Ahora era posible atacar problemas como la desigualdad de la mujer, y legislarlo y aplicarlo, porque bajo la dictadura del proletariado el Partido Comunista podía guiar a las masas populares a construir una nueva sociedad socialista, con relaciones económicas socialistas, no capitalistas.

Por ejemplo, los campesinos ya no vivían oprimidos por crueles terratenientes y empezaron a trabajar la tierra con métodos cooperativos. El estado expropió y manejaba las industrias y las fábricas de los grandes capitalistas chinos y los imperialistas extranjeros. La producción ya no se basaba en un sistema de propiedad privada y su fuerza motriz dejó de ser la ganancia. Una meta importante de la nueva sociedad socialista era reducir constantemente las diferencias y desigualdades entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, la ciudad y el campo, la agricultura y la industria, el hombre y la mujer, y las nacionalidades dominante y minoritarias.

La naturaleza de las relaciones económicas básicas de la sociedad cambió. Eso hizo posible, y necesario, operar transformaciones en el campo de la política, la educación, la cultura, las ideas, las tradiciones, etc., como la nueva Ley Matrimonial, que buscaba liberar a la mujer de las relaciones sociales opresivas que impedían que desempeñara un papel pleno e igual en la vida económica, política y social de la sociedad.

En las ciudades y los pueblos se formaron asociaciones de mujeres que popularizaron e implementaron la Ley Matrimonial. Les enseñaban sus derechos a las mujeres y, también, veían que el esposo, los padres, la suegra y otros no interfirieran cuando una mujer quería divorciarse. Las autoridades, los tribunales, los sindicatos y las organizaciones juveniles apoyaron la Ley Matrimonial. La literatura, el teatro y las escuelas promovían el matrimonio voluntario y la emancipación de la mujer. Todo esto movilizó a las masas populares a promover e implementar la Ley Matrimonial, con el respaldo del estado.

Salir de los confines del hogar

El Partido Comunista le dio mucha importancia a que la mujer “saliera del hogar” y participara en la vida económica y política de la comunidad. Pero esto tropezó con mucha resistencia de los hombres y de otros miembros de la familia, como las suegras, que esperaban que la esposa de su hijo hiciera todo el trabajo doméstico, tuviera hijos y los cuidara. Cambiar las relaciones sociales y la división del trabajo en el hogar requirió mucha lucha. Se luchó con los hombres para que ayudaran a cuidar los niños de modo que las mujeres pudieran trabajar y participar en asuntos sociales y políticos. En general se luchó contra las ideas feudales y retrógradas que trataban a la mujer como propiedad privada, como sirvientas y como seres inferiores al hombre.

Pero el cuidado de los niños, y otras tareas similares, no se podían resolver al nivel de cada familia, de dividir el trabajo entre el esposo y la esposa. La verdadera solución era socializarlas: que la sociedad en general abordara esas tareas y las resolviera de una forma colectiva.

El proceso de socializar el trabajo que la mujer hacía en la casa fue un aspecto importante de construir una nueva sociedad en que todos trabajaban y vivían de una forma cooperativa y comunal. Esto iba de la mano con los continuos cambios de las relaciones económicas de la sociedad y era posible gracias a ellos. A su vez, esto reforzaba y estimulaba las transformaciones revolucionarias de las relaciones económicas.

Veamos más a fondo cómo se dio esa relación mutua entre los cambios en la economía y los cambios en la superestructura (política, ideas, cultura, etc.) en la China revolucionaria.

Revolucionar la economía

En la antigua sociedad, la división de trabajo en la familia recargaba a la mujer: después de trabajar en el campo o en una fábrica, tenía toda la responsabilidad de los hijos y el hogar.

Una meta de la nueva sociedad socialista era que la mujer se zafara de los confines del hogar y participara por igual, al lado del hombre, en todas las esferas de la vida. ¿Pero cómo podía suceder eso si las relaciones económicas de la sociedad todavía obligaban a la mujer a quedarse en la casa? ¿Cómo podían las mujeres dar los primeros pasos de trabajar fuera del hogar si no había nadie que cuidara los niños y preparara la comida?

Eso no podía suceder hasta que se operaran transformaciones revolucionarias en todos los tres aspectos de las relaciones económicas: en la propiedad (qué clase es dueña de los medios de producción); en la división del trabajo en la sociedad (la posición y el papel de distintos grupos en la producción, así como en la sociedad); y en la distribución (la repartición de la riqueza social entre los distintos grupos de la sociedad).

Las masas de China, cientos de millones, se movilizaron en una lucha consciente para lograr que se produjeran esos cambios. Luego, las transformaciones revolucionarias en cada uno de esos tres aspectos de las relaciones de producción sentaron la base material para transformaciones en la familia y en la posición de la mujer. Veamos:

En la propiedad: en la China socialista había dos formas de propiedad pública socialista: en la industria, propiedad estatal de los principales medios de producción; en el campo, propiedad colectiva de grupos de campesinos que trabajaban juntos y eran dueños en común de las herramientas y la maquinaria agrícola, e industria de pequeña escala en común.

La propiedad socialista permite planificar la producción y orientarla a satisfacer las necesidades sociales. Esto es imposible en el capitalismo, donde impera la ganancia y la producción está sujeta a la anarquía de los distintos capitalistas que compiten cada uno por su lado. En el campo, métodos más avanzados de trabajo colectivizado, como las comunas que reunían de 10,000 a 15,000 campesinos, hicieron posible y necesario colectivizar otros aspectos de la vida: el cuidado de los niños, la comida, el cuidado de los enfermos y de los ancianos.

En la división del trabajo: con esfuerzos constantes por reducir las desigualdades, las diferencias salariales y las oportunidades de trabajo, se alentó a las mujeres a realizar trabajos que antes eran exclusivos de los hombres. Para la mujer fue un gran avance salir del hogar y participar en la construcción de la nueva sociedad socialista. Mientras la mujer dependa económicamente del esposo, por más que la ley le otorgue ciertos derechos, no podrá zafarse de las restricciones que la atan a los lazos de opresión familiar. Trabajar fuera del hogar y participar en la vida social y política de la sociedad amplió los intereses, el conocimiento y las habilidades de las mujeres. Además, los centros de trabajo dejaron de ser simplemente centros de producción. Atendían necesidades sociales (en las fábricas o cerca de los campos se montaron guarderías, comedores gratuitos y clínicas de salud), y eran centros de actividad política y social.

En la distribución: la propiedad socialista y el control socialista de la producción permiten asignar recursos a guarderías y comedores comunales gratuitos o muy económicos. También hacen posible una economía planificada que tome en cuenta tales necesidades y prioridades. Cuando hay guarderías y comedores gratis o a bajo costo, la familia va dejando de ser la principal unidad económica de la sociedad responsable de esas cosas.

Para realizar estas transformaciones económicas fue necesario librar una fuerte lucha ideológica de masas. Las ideas retrógradas de la antigua sociedad que refuerzan la opresión de la mujer (por ejemplo, la idea de que la mujer es inferior al hombre y que su papel es quedarse en la casa) persistían; pero también, las desigualdades que todavía existían en la sociedad socialista regeneraban dichas ideas. Asimismo, era necesario dirigir y movilizar constantemente a mayores sectores de las masas, a millones, a conocer y cambiar el mundo, a fin de seguir construyendo el socialismo con la meta de un mundo comunista.

Durante la Revolución Cultural, millones participaron en una intensa lucha de clases para decidir si China iba a seguir impulsando el socialismo o a regresar al capitalismo. La lucha contra la opresión de la mujer fue un aspecto destacado de esa “revolución dentro de la revolución”. Los altos dirigentes del Partido Comunista que querían restaurar el capitalismo se opusieron a cambiar la estructura tradicional familiar y popularizaron ideas feudales de Confucio; por ejemplo, que todos debemos aceptar “nuestro lugar” en una sociedad jerárquica. En contraposición, las fuerzas revolucionarias, dirigidas por Mao, libraron una lucha monumental en la superestructura: en el campo de la política, la educación, las ideas y la cultura. Se crearon nuevos niveles de cultura revolucionaria a fin de combatir las viejas ideas que bloqueaban la liberación de la mujer. Por ejemplo, se popularizó el lema “las mujeres sostienen la mitad del cielo”; se crearon obras de teatro, óperas y otras formas de arte revolucionario que exaltaban la participación plena de la mujer en la sociedad (ver mi artículo “Yang Ban Xi: Las obras revolucionarias modelo de la China revolucionaria”, Revolución #51).

De modo que la transformación de las relaciones económicas en la sociedad socialista requirió lucha para generar nuevas ideas, nueva cultura, etc., en contraposición a las ideas tradicionales retrógradas. Y tales transformaciones económicas también sentaron una base material para las nuevas ideas y prácticas.

Veamos un ejemplo más: unos hombres no querían dejar su papel patriarcal en la familia. Se oponían a que la esposa trabajara fuera de la casa y decían que toda la familia sufriría y que los niños quedarían mal atendidos. Pero cuando la esposa salió a trabajar, cuando se montaron guarderías colectivas y cuando se dio una gran lucha política sobre esto, los hombres empezaron a cambiar.

Aquí, entonces, vemos de nuevo la relación dialéctica entre revolucionar constantemente la base económica de la sociedad y la posibilidad que esto abre para hacer cambios revolucionarios en las relaciones sociales. Vemos que esto requiere cambios en la cultura de la sociedad y en la manera de pensar de los individuos. Vemos, también, que esos cambios de la superestructura refuerzan la base económica socialista y estimulan nuevos cambios de las relaciones de producción.

El regreso del capitalismo y de la opresión de la mujer

Como hemos visto, en la China socialista la familia, el matrimonio y el status de la mujer pasaron por grandes cambios, que manifiestan y refuerzan los cambios revolucionarios de las relaciones económicas.

¿Qué ha pasado desde 1976, cuando Mao murió y los reaccionarios dieron un golpe de estado? ¿Qué ha pasado al tumbar el socialismo y resucitar el capitalismo? ¿Han tenido efecto sobre las mujeres las nuevas relaciones económicas capitalistas de explotación y opresión que existen hoy en China?

¡Sí! La restauración de las relaciones capitalistas de producción en la propiedad, la división del trabajo y la distribución, basadas en la propiedad privada y el imperio de la ganancia, conllevó el regreso de todas las relaciones económicas, políticas y sociales de explotación y opresión con respecto al matrimonio, la familia y el status de las mujeres. Veamos unos pocos ejemplos:

En China ha resurgido la práctica de robar jóvenes para venderlas como novias; la prostitución, que prácticamente fue eliminada en la China socialista, ha vuelto. UNICEF calculó en 1999 que China tenía de 200,000 a 500,000 prostitutas niñas.

En la actualidad China tiene el mayor índice de suicidios de mujeres en el mundo; es el único país del mundo donde se suicidan más mujeres que hombres.

Las relaciones sexuales y el cuerpo femenino se han cosificado; la prensa y la cultura despliegan imágenes opresivas de la mujer.

La revista Time Asia da estas estadísticas: 287,000 se suicidaron en el año 2000; el suicidio fue la primera causa de muerte de las mujeres de 18 a 34 años; un tercio de las jóvenes del campo que mueren se suicidan y un método común es tomar pesticidas.

Las grandes corporaciones como Nike, New Balance, Disney y Apple tienen maquiladoras en China. Las organizaciones de derechos laborales han documentado que las mujeres trabajan en terribles condiciones: las hacen trabajar largas jornadas, les hacen exámenes obligatorios de embarazo (y las obligan o las presionan a abortar) y tienen prohibido organizarse y protestar. El año pasado, He Chunmei, de 30 años, murió de agotamiento por trabajar 24 horas seguidas, después de trabajar 15 horas todos los días de esa semana.

La emancipación de humanidad y la abolición de la familia

La sociedad socialista es la transición al comunismo. Es la forma en que las masas populares pueden revolucionar consciente y continuamente toda la sociedad bajo la dictadura del proletariado. Es la forma de llegar a un mundo comunista en que, por primera vez en la historia, los seres humanos se emancipen de lleno.

En ese mundo comunista, se alcanzarán las “cuatro todas” que planteara Marx: la supresión de las diferencias de clase en general, la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan, la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, y la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.

Podemos soñar cómo será ese lejano horizonte: cómo será una sociedad en que las relaciones entre los seres humanos hayan superado todas las nociones de propiedad privada, competencia mortal y egoísmo.

La sociedad pasará por extraordinarias transformaciones y enormes sacudones para llegar a un mundo comunista. Habrá nuevos niveles de cooperación social. Se habrá dejado atrás la simple lucha por la subsistencia y se vivirá en una comunidad de seres humanos que se asocian libremente, compartiendo la abundancia común de su trabajo, responsabilizándose de los demás y cuidándolos de formas que solo son posibles en un mundo donde hayan desaparecido todas las relaciones económicas, sociales y políticas de opresión, así como todas las ideas opresivas que las acompañan.

Hoy, solo podemos estirar la imaginación y especular cómo será tal mundo. Es imposible decir cómo lidiará la sociedad con distintas contradicciones en las distintas esferas de la sociedad en un mundo comunista. Pero sí podemos decir que las relaciones humanas, y como parte de ellas, las relaciones sexuales y la reproducción y crianza de nuevas generaciones, serán completa y radicalmente diferentes.

También podemos decir que la familia, como una unidad económica y social relativamente pequeña, que satisface las funciones de criar y socializar a los niños, dejará de existir. No corresponderá a las relaciones económicas y sociales de la sociedad. Será innecesaria y, más aún, será un freno al desarrollo de la sociedad. En el curso de una larga lucha y transformación surgirán instituciones que estimulen relaciones humanas más ricas y el florecimiento mutuo de los individuos en el contexto de toda la sociedad.

Como hemos visto, las instituciones del matrimonio y la familia surgieron en la sociedad humana, y se han desarrollado y cambiado en estrecha relación con el desarrollo de las relaciones económicas de la sociedad. Por miles y miles de años de sociedad de clases, la familia y el matrimonio han sido instituciones patriarcales que refuerzan la opresión de la mujer.

Pero hoy la humanidad ha llegado al punto en que existe la base material para superar todo esto, para la emancipación de toda la humanidad, cuando los seres humanos por primera vez puedan vivir en un mundo liberado.

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