Revolución #57, 30 de agosto de 2006


 

Crímenes del gobierno de Bush en Nueva Orleáns:

Falsas promesas, cruel realidad

Hace casi un año el huracán Katrina cruzó el golfo de México con un gran estruendo, asoló los estados de Louisiana y Mississippi, y causó destrucción por toda la región.

Inicialmente Katrina causó daños a la ciudad de Nueva Orleáns, pero no la devastó. Sin embargo, poco después los diques del lago Pontchartrain y varios canales se reventaron, y un caldo tóxico de agua contaminada de dos pisos de altura inundó las calles y miles de casas y edificios. El mundo vio indignado a docenas de miles de personas, casi todos negros y pobres, luchar por sobrevivir en condiciones horrorosas.

Durante siglos Nueva Orleáns ha sido la cuna de expresiones culturales que le han tocado el corazón a gente por todo el mundo. Es una ciudad histórica, donde la profunda opresión de los esclavos africanos, y de los afroamericanos hoy (y la resistencia a esa opresión desde la época de la esclavitud), ha sido un elemento central de la conciencia y la cultura local. Los lazos de comunidad, barrios e historia son muy fuertes en esta ciudad.

Hoy la gente de muchos de esos barrios (Treme, Gentilly, New Orleans East, Uptown, 7th Ward, el famoso 9th Ward y otros) se encuentra dispersa por todo el país. Sigue luchando por reconstruir su vida. Menos de la mitad de los que vivían en Nueva Orleáns ha logrado regresar. Más de 200,000 personas siguen viviendo en Texas.

Desde el momento que Katrina se dirigió a la ciudad, las entidades del gobierno (desde los más altos niveles para abajo) han hecho todo lo posible para NO dedicar los recursos necesarios a ayudar a la ciudad y sus habitantes.

Su meta ha sido controlar, reprimir y degradar a las masas, especialmente a los negros.

Dos días después de Katrina, en los peores momentos de las inundaciones, cuando el gobierno de Bush no hacía nada para aliviar el sufrimiento, un señor, llorando porque no sabía si su familia estaba viva o muerta, le dijo a una corresponsal de Revolución en Lafayette que eso era “genocidio”. Dijo: “No me digan que no tienen un plan. Este es el plan”.

Ese plan ha continuado y empeorado. La conducta del gobierno después del huracán se ha caracterizado por engaño, represión y promesas rotas. Gran parte de la ciudad sigue devastada. El alcalde y la gobernadora han despachado la Guardia Nacional a patrullar lo que denominado “zonas salvajes”: donde los chavos que este sistema ha descartado buscan reconstruir hogares y comunidades. La abrumadora presencia de la policía en las zonas turísticas tiene la meta de “proteger” a los turistas de los habitantes. Han cerrado y cercado los proyectos de vivienda pública. Casi no hay servicios de salud. Los alquileres se han puesto por las nubes y muchos y no tienen con qué regresar.

Las autoridades prometieron reconstruir y restaurar la ciudad, pero en realidad se han puesto a transformarla. En particular, quieren impedir que vuelva gran parte de la población negra, que le ha dado a la ciudad su carácter distintivo.

LA PROMESA: Desde California y Arizona, cuando Katrina devastó Louisiana y Mississippi, Bush dijo: “El gobierno federal dedicará grandes recursos a ayudarlos a poner su vida en orden. Tenemos el equipo y los suministros, y tan pronto podamos evaluar los daños, ayudaremos a los buenos ciudadanos de las zonas afectadas”.

LA REALIDAD: Diez meses después de Katrina, Bill Quigley, profesor de Derecho de la Universidad Loyola de Nueva Orleáns, escribió: “Todavía encuentran cadáveres. Hace diez días, unos trabajadores que limpiaban una casa encontraron el cadáver de un señor que murió en la inundación, el vigésimo tercer desde marzo. Más de 200,000 personas no han regresado. Hay kilómetros de casas desocupadas. En miles de edificios todavía se ve hasta dónde llegaron las aguas. De los miles de casas y negocios del este de la ciudad, solo el 13% tiene electricidad.

“El desplazamiento en masa ha cambiado la población de la ciudad: hoy es mayor, más blanca y más acomodada. Los afroamericanos, los niños y los pobres no han regresado debido a la escasez de vivienda al alcance de su bolsillo. Miles de casas siguen tal como quedaron desde que se retiraron las aguas; son como fantasmas, con puertas abiertas, muebles boca abajo, llenas de moho. Hasta la fecha no ha llegado un solo dólar del gobierno federal para reparación o reconstrucción de casas en Nueva Orleáns”.

LA PROMESA: En septiembre de 2005, Bush dijo: “Haremos todo lo necesario para reconstruir Nueva Orleáns… Los ayudaremos a poner su vida en orden”.

El secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), Alphonse Jackson, dijo: “Daremos la bienvenida a los residentes de viviendas públicas y a los que reciben subsidios para vivienda”.

LA REALIDAD: En junio, HUD anunció que iba a tumbar más de 5,000 departamentos de vivienda pública en Nueva Orleáns.

En agosto de 2005, poco antes de Katrina, HUD informó que había 7,381 departamentos de vivienda pública en la ciudad. Menos de un año después dijo que había 1,000 departamentos y “prometió” reparar 1,000 más, la mayoría en proyectos de “ingresos mixtos”. O sea, mucha gente de bajo ingreso, desvalida o mayor que vivía en departamentos subvencionados no podrá regresar, incluso si HUD cumple la promesa de arreglar 1,000 viviendas. Tumbará las demás y la alcaldía dice que quiere reemplazarlas con “zonas verdes”. En 1996, había 13,694 departamentos de vivienda pública en Nueva Orleáns. Ya habían tumbado más de la mitad antes de Katrina, y si logran tumbar los que quieren, habrán eliminado el 85%.

La destrucción de la vivienda pública es un fenómeno actual en ciudades por todo el país y empezó antes de Katrina. Pero altos funcionarios del gobierno de Bush aprovecharon la tragedia para acelerar el proceso. Después del huracán, Richard Baker, un congresista de Baton Rouge, dijo: "Por fin se ha limpiado la vivienda pública de Nueva Orleáns. No lo pudimos hacer nosotros, pero Dios lo hizo".

LA PROMESA: Bush dijo que la meta del gobierno era que todos los damnificados tuvieran vivienda a mediados de octubre del año pasado. Prometieron llevar miles de casas rodantes a Louisiana y toda la costa del Golfo. Según CNN, a fines de septiembre FEMA anunció que tenía “125,000 casas rodantes listas para entregar”.

LA REALIDAD: FEMA calculó que 300,000 familias quedaron sin casa. Bush prometió viviendas a la gente desplazada al Astrodome de Houston y el River Center de Baton Rouge para mediados de octubre. Pero desde el comienzo resultó evidente que no iban a hacer un esfuerzo serio para alcanzar ese objetivo. En octubre, el Houston Chronicle informó: “Las opciones de vivienda que prometió el gobierno federal hace un mes no se han materializado”.

Docenas de miles de casas rodantes están en Arkansas y otros estados sin estrenar. Miles más han llegado a la costa del Golfo pero no se han utilizado, muchas veces porque los gobiernos locales racistas no quieren tener cerca concentraciones de gente sin techo de Nueva Orleáns.

Donde han montado las casas rodantes, un humo tóxico ha causado un sinnúmero de enfermedades respiratorias. En julio el canal MSNBC informó sobre el “humo tóxico” de las casas rodantes de FEMA. Dijo que es de “formaldehído, el gas de un producto químico que se usa en muchos artículos, como madera compuesta y contra chapado, en los miles de casas rodantes que la Agencia Federal de Manejo de Emergencias compró para alojar a los damnificados. También se considera un agente carcinógeno humano, o sea una sustancia que causa cáncer”. El Dr. Scott Needle, de Bay St. Louis, Mississippi, dijo que antes de que el grupo ambientalista Sierra Club descubriera el humo tóxico, “vi a muchos niños que tenían problemas respiratorios, resfriados y sinusitis una y otra vez… Casi siempre las familias vivían en las casas rodantes de FEMA”.

*****

Los damnificados de Katrina han perdido familiares y casa. Muchos sufren de enfermedades por las aguas sucias que inundaron la ciudad. La policía y el ejército les dispararon. El gobierno no despachó comida, agua ni medicinas durante días. Los trasladaron cruelmente, lejos de los familiares, y los apiñaron en condiciones que hacen pensar en los barcos de esclavos que cruzaban el Atlántico. Desde Katrina, los habitantes de Nueva Orleáns han luchado por reconstruir su vida, pero han tropezado con las falsas promesas, mentiras, engaños y represión del sistema.

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