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Revolución #61, 17 de septiembre de 2006
La carga de Bush… y la alternativa real
George Bush lleva dos semanas a la carga ideológica y política. Ha redoblado la retórica belicista y la pose de cruzado… esta vez a fin de reforzar y posiblemente de escalar la ocupación de Irak y, más aun, a fin de atacar a Irán. También está acentuando el tono y las medidas fascistas: exigió que el Congreso anulara un fallo de la Suprema Corte que limita la tortura abierta y que codificara en ley que el gobierno puede torturar, pisotear los derechos jurídicos básicos de todo el que considere “terrorista” y espiar a millones de personas en el país. Los que se oponen a todo esto, una vez más, no encontraron una “voz oficial” de oposición que les hiciera eco en la capital: los demócratas no confrontan los preparativos bélicos ni la horrible legislación que el ejecutivo ha presentado al Congreso.
Todo el que pensó que Bush y sus allegados iban a pasar sus últimos dos años como un cero a la izquierda, tiene que ponerse a pensar de nuevo. Todo el que pensó que “no se atreverán…” tiene que entender urgentemente: sí se atreverán. Se están atreviendo, y lo dicen claro y a todo volumen. Es que responden a una autoridad superior: no “dios”, sino los imperativos del sistema imperialista al que sirven (al igual que el Partido Demócrata), que requieren que Estados Unidos no pierda una guerra ni que lo desafíe una “potencia advenediza” en una región del mundo que consideran estratégica.
Escalada de la(s) guerra(s)
La ofensiva del gobierno de Bush comenzó con discursos de Rumsfeld, Cheney y Bush a fines de agosto. En Salt Lake City, el 31 de agosto, Bush urgió continuar la ocupación de Irak. Hace unos meses en el Congreso se hablaba de reducir las tropas, pero eso ha pasado a un segundo plano y últimamente el senador John McCain (entre otros) ha pedido un fuerte aumento de tropas en Irak. (Las palabras de los demócratas de “poner un plazo para la retirada de tropas” son tan vagas y tentativas que no sirven para nada; bueno, sí sirven para sembrar confusión y para darle la impresión a sus seguidores de que están “haciendo algo”).
A continuación Bush sacó otra carta: “La crisis de este verano en Líbano ha puesto en claro que el mundo ahora tiene ante sí una grave amenaza del gobierno radical de Irán”. Hagamos una pausa para aclarar que la tal “crisis” de que Bush habla no es ni más ni menos que el ataque militar israelí a Líbano, que mató a casi 1,300 personas y dejó sin hogar a un millón. Esa guerra la planearon por un año Estados Unidos e Israel y parece que muchos del gobierno la vieron como un ensayo para un ataque similar a Irán. Que Bush use las palabras “grave amenaza” refiriéndose a Irán es en sí una grave amenaza y repite su caracterización del gobierno de Hussein antes de la invasión.
Luego Bush acusó a Irán de “buscar armas nucleares” y sentenció que “el desafío de Irán tiene que tener consecuencias y no podemos permitir que construya un arma nuclear”. Bush quiere asustar con las armas nucleares que “busca” Irán, pero este gobierno ha estado considerando seriamente lanzar armas nucleares contra Irán, como dio a conocer en abril el periodista Seymour Hersh. El servicio noticioso Reuters informó el 18 de abril: “El presidente G.W. Bush dijo el martes que no descarta la posibilidad de lanzar ataques nucleares contra Irán si la diplomacia no logra frenar las ambiciones atómicas de la República Islámica. Cuando le preguntaron si están trazando planes para una opción nuclear, Bush contestó: ‘Todas las opciones están sobre el tapete’”.
Un aspecto casi igualmente importante de todo esto es que Bush ha enmarcado las guerras actuales y futuras de Estados Unidos como parte de una lucha global titánica contra el “islamo-fascismo”. Esto le permite evocar imágenes de la II Guerra Mundial y ampliar el blanco de ataque a toda fuerza islámica que sea un obstáculo a los planes imperiales de Estados Unidos. Le pinta a la ciudadanía sueños de una confrontación apocalíptica que lo resuelve todo y restaura la dominación mundial de Estados Unidos, y le dice que olvide la incómoda contemplación de la situación de Irak, con la salvaje ocupación y ahora la terrible guerra sectaria entre los musulmanes chiítas y sunitas. También ofrece justificaciones para la guerra de Irán a principios del año entrante, que predicen los seguidores de Bush como William Kristol.
Como hemos dicho, y seguiremos remarcando, tal guerra sería DESASTROSA. Sería un desastres humanitario, con miles y posiblemente cientos de miles de muertos, y consecuencias y ramificaciones impredecibles para toda la región. Asimismo, sería un desastre político y continuaría la danza mortal en que el imperialismo estadounidense y los movimientos reaccionarios del fundamentalismo islámico se refuerzan mutuamente como las únicas alternativas ideológicas y políticas ante cientos de millones.
Mucha gente descuenta esto. Dice: “No van a hacer algo así. No tienen las fuerzas ni el apoyo político y sería demasiado peligroso, lleno de consecuencias imprevisibles”. Los que piensan así no están tomando en cuenta lo que ilustra una serie de libros recientes sobre la guerra de Irak (como Fiasco, de Thomas Rick, o Cobra II, de Gordon y Trainor): este gobierno no deja que la contemplación de las consecuencias negativas interfiera con la urgencia que tiene de rehacer el mundo a su imagen y semejanza. Los que piensan así también pasan por alto el hecho de que una figura de peso como John McCain (quien ahora es la “oposición responsable”) ha pedido mandar más tropas a Irak y atacar a Irán si no suspende el programa nuclear. Por último, pasan por alto los preparativos concretos que está haciendo el gobierno (como ha documentado el periodista Seymour Hersh) y el hecho de que no hay oposición política de alto nivel a dicha planificación.
Legalizar el fascismo
Un espectáculo escalofriante de la semana fue ver a Bush anunciar, con el tono y la actitud de un fanfarrón, que sí, que tienen presos en cárceles secretas. Acto seguido, le ordenó al Congreso que legalizara la tortura, las violaciones al “proceso legal establecido” por siglos y los programas de espionaje masivo dentro del país, todo lo cual ha sido hasta ahora directamente ilegal.
Esto NO es nada más una “maniobra electorera”, como se oye decir (aunque las elecciones de este noviembre son una consideración importante en esta ofensiva, como veremos más adelante). Esto es un marcado AVANCE en la trayectoria hacia el fascismo. Bush ahora quiere codificar como ley las medidas patentemente ilegales de su gobierno. Esta es una parte importante de su programa: cambiar permanentemente elementos centrales de la sociedad estadounidense hasta la fecha. Unos de ellos, por ejemplo el derecho de los acusados a ver la evidencia contra ellos y de presentar pruebas contra esa evidencia, existen desde antes de la fundación del país. El derecho a no sufrir allanamiento de morada sin causa probable de haber cometido un delito (y la intercepción de teléfonos y correo electrónico es una forma de allanamiento) ¡existe desde la Carta Magna de 1215!
La abolición de la tortura fue una demanda central de las revoluciones burguesas de los siglos 18 y 19, y la Constitución estadounidense prohíbe el “castigo cruel e inusual”. En la práctica, la burguesía estadounidense ha interpretado estos derechos a su acomodo y los ha violado descaradamente, a veces de modo extremo. Por ejemplo, este verano la policía de Chicago admitió que torturó a muchos detenidos en los años 80 y 90. En los años 60, el gobierno requisó ilegalmente miles de hogares e intervino ilegalmente miles de teléfonos. Al líder revolucionario Fred Hampton lo mataron en su cama agentes de la policía y del FBI. Se ha documentado extensamente con fotos que las tropas estadounidenses torturaron en la guerra de Vietnam.
Pero es totalmente distinto que las violaciones de la ley por las autoridades se conviertan en ley. Tales medidas no se toman a la ligera y esto indica que el núcleo de la clase dominante ha decidido que es hora de pasar a nuevos extremos y de hacer que las normas de legitimidad de la sociedad se amolden a esos extremos. Esto equivale a sacar a la luz del día ciertas medidas encaminadas al fascismo y a que el Congreso (con la dirección demócrata) les estampe su firma con sangre.
Las elecciones
Dijimos que esto no es una estratagema electoral. No se prepara una nueva guerra ni se cambian normas jurídicas centenarias a fin de defender unos escaños en el Congreso.
Pero sí se aprovecha la atmósfera politizada de las elecciones para fomentar el apoyo de la opinión pública a cambios radicales en tiempos extremos, como lo hace el gobierno de Bush. Veamos el ejemplo de las elecciones al Congreso del 2002: Bush dijo en esa campaña que era necesario atacar a Irak e imponer medidas de represión interna (por ejemplo, la ley de “seguridad de la patria”). Pero el objetivo no era ganar esas elecciones (cuyos veredictos de todos modos se deciden por otros medios), sino preparar a la opinión pública para lo que de plano dijo que iba a hacer: lanzar una guerra no provocada contra Irak y apretar el aparato represivo interno. Este año está haciendo lo mismo y sería ceguera total no verlo.
En las elecciones del 2002, los demócratas en general no se opusieron al belicismo de Bush. Más bien posaron de más duros a la hora de reforzar el aparato represivo. Eso no se debe a debilidad o desacierto político: se debe a su acuerdo esencial con los objetivos de Bush, que se desprende de su naturaleza de clase y de sus intereses como políticos imperialistas. El resultado fue una guerra para gloria del imperio en Irak, que ha dejado más de 100,000 muertos, así como un gobierno de tortura, detención y espionaje ilegal, destrucción de derechos fundamentales aquí y en el extranjero, más una acelerada trayectoria fascista, teocrática, en la sociedad estadounidense.
¿Y qué están haciendo los líderes demócratas ahora? Quejándose de que Bush y su gente no les dan el debido crédito por apoyar la “guerra contra el terror”. Callándose, cuando no apoyan, los planes de Bush en Irán. Enmudeciendo sobre la legalización de la tortura y la anulación del proceso legal establecido, y dejando que John McCain sea “la oposición” a esto. A juzgar por la legislación que McCain presentó el año pasado dizque para prohibir la tortura, esto quiere decir que McCain propondrá unas enmiendas insignificantes, luego las aguará en negociaciones a puerta cerrada y al final dejará que el presidente las invalide a la hora de firmarlas.
El libreto para los próximos dos meses va así: en un momento en que la sociedad está enfocada en la política, las alternativas que se le presentarán serán quién es “más duro” con Irán; quién conducirá “mejor” la guerra de Irak; quién aplicará con más “eficiencia” nuevas medidas contra los derechos civiles y jurídicos en el país. No importa quién gane, el efecto político neto de la campaña electoral será arrogarse un “mandato” de más guerra y represión, con consecuencias más mortales y mucho más extremas que hace cuatro años.
Para repetir, no es un libreto nuevo. Es algo que ya hemos experimentado y que nos han hecho tragar antes. Hay que preguntarse: ¿adónde nos ha llevado y adónde nos llevará ahora? La realidad es: todo el que limite o concentre su actividad política en la elección de los demócratas tiene que confrontar que esto equivale a complicidad y tiene que abrir los pinches ojos.
Surge una alternativa real
En una reunión de El Mundo No Puede Esperar esta semana en Nueva York, el locutor de Air America Thom Hartman comparó la situación a la de Alemania en 1937. No es el único. Hay una creciente convicción de que hay que parar esta trayectoria y, para hacerlo, es necesario identificar y confrontar de lleno adónde puede llegar. La hora de andarse con rodeos ha pasado. Está ganando impulso y confianza la posición (basada en la realidad) de que la oportunidad podría cerrarse, y rápidamente; de que hay que actuar ahora.
Por eso, es muy revelador que el periódico Boston Globe escribiera un editorial contra Rumsfeld y el reciente desplegado de El Mundo No Puede Esperar en el New York Times por usar la palabra “fascismo”. Primero hay que aclarar que el Globe describió incorrectamente el desplegado: dijo que solo singulariza el ataque racista concentrado en la respuesta del gobierno de Bush al huracán Katrina y el ataque al derecho al aborto. Aunque los elementos genocidas de la respuesta a Katrina y las tentativas patriarcales de controlar los derechos reproductivos de la mujer son dos asuntos sumamente importantes por derecho propio, forman parte de un programa general que incluye “guerras sin fin”, “tortura” y “teocracia”, como dice el desplegado. De hecho, las guerras de agresión, el destripamiento de los derechos políticos y jurídicos (con la criminalización de sectores de la población) y la imposición de una ideología represiva (en este caso, el fundamentalismo cristiano) son parte del fascismo. Pero el editorial del Globe dejó de lado esas otras “verdades inconvenientes”.
Fuera de eso, la junta editorial del Globe evidentemente temió que el desplegado del Times puso el dedo en la llaga y, para calmar a sus lectores liberales que estén pensando que la situación efectivamente está encaminada en una dirección extrema e inclusive fascista, equiparó las palabras de El Mundo No Puede Esperar con las de Rumsfeld. Pero es significativo que el Globe vio implícitamente que estas son las dos fuerzas potenciales en contienda: el gobierno de Bush (personificado en Rumsfeld) y El Mundo No Puede Esperar. Hay mucho trabajo que hacer para plasmar en realidad este potencial, pero esta realidad se está perfilando.
Una semana más tarde, el 7 de septiembre, los temores del Globe se confirmaron de un modo importante. Más de 1,100 personas se reunieron por todo el país en más de 50 ciudades para organizar el 5 de octubre un día nacional de resistencia para ponerle fin a todo esto. El tamaño y la diversidad de las reuniones, la importancia y el espíritu de los oradores, y el plan que esbozó la dirección de El Mundo No Puede Esperar le han dado al 5 de octubre una nueva dimensión de posibilidad.
Es sumamente importante avanzar a partir de esto. En los próximos días millones tienen que captar a fondo la extrema urgencia de la situación, recalcada por la ofensiva de Bush en las últimas dos semanas, así como la creciente posibilidad de hacer algo al respecto. Tienen que oír la verdad de estas palabras de la declaración “5 de octubre: ¡Hay una manera de hacerlo! ¡Hay un día!” (worldcantwait.org), y tienen que organizarse para hacerlas realidad:
“El 5 de octubre de 2006, en respuesta a la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno, por todo el país participaremos en un día de resistencia masiva. La amplitud, la profundidad, el impacto y el poder de ese día dependen no solo de los militantes de El Mundo No Puede Esperar y de los demás organizadores de ese día… también dependen de ustedes, de nosotros, de todos los que esperan y buscan una manera de hacer algo que tenga el potencial de cambiar la situación.
“Si no lo hacemos y no lo plasmamos en realidad, habrá consecuencias… muy negativas. Pero si respondemos al reto que se nos presenta y tomamos la historia en nuestras propias manos ese día, por medio de la acción política en gran escala, se podrá cambiar la situación en una dirección muy positiva en aras de un futuro mejor para la humanidad”.
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