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Revolución #62, 24 de septiembre de 2006
Bush sigue a la carga para legalizar la tortura
Posición de Craig Murray sobre la tortura y el fascismo |
“¿Qué quiere decir eso de ‘atentados contra la dignidad personal’?”
George Bush
George Bush sigue a la carga. Empezó el 6 de septiembre con un discurso que le ordenó al Congreso levantar todos los obstáculos judiciales para que sus interrogadores puedan torturar sin problemas. Tras el 11 de septiembre, la racha de secuestros, detenciones, torturas y ejecuciones sin siquiera juicio es una pesadilla. Lo que Bush propone ahora es todo un salto fascista en comparación.
En ese discurso y en otros, así como en entrevistas y ruedas de prensa, Bush evoca los ataques contra Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001 para justificar la tortura como elemento central de la “guerra contra el terror”, que supuestamente es para proteger a la ciudadanía. Pero la tal “guerra contra el terror” es una guerra por el imperio y, en ese contexto, la tortura no tiene que ver en un sentido fundamental con “proteger a los ciudadanos americanos”. La “guerra contra el terror” y la tortura que la acompaña son para atemorizar y aplastar a todo obstáculo a la América uber alles de Bush: rebelde, rival o lo que sea.
La tortura ha sido un elemento central de la “guerra contra el terror”. En 2005, William Schulz, director ejecutivo de Amnistía Internacional, dijo que el gobierno tiene un “‘archipiélago’ de prisiones por todo el mundo, muchas de las cuales son campamentos secretos donde ‘desaparecen a los presos’”. No se sabe cuántos presos han muerto torturados, ni siquiera en el penal Abu Ghraib. Una carcelera de Abu Ghraib escribió en su diario que a los presos los balaceban por incidentes menores de mala conducta y los investigadores han identificado muchos casos de presos asesinados cuya acta de defunción dice que murieron “en el sueño” o “por razones naturales”. No permitieron que los médicos iraquíes investigaran las muertes en Abu Ghraib, ni siquiera en el caso de actas de defunción claramente falsificadas. Incluso con todo esto, el gobierno admite que mataron a 26 presos en Abu Ghraib. (“U.S. calls deaths of 26 prisoners homicides”, International Herald Tribune, 16 de marzo de 2005) Oficialmente el Departamento de Defensa dice que han muerto 108 presos en sus manos desde diciembre de 2002.
Estados Unidos ha torturado a hombres vendidos por los señores de la guerra de Afganistán. Ha torturado a personas secuestradas en las calles de países europeos. Las tropas han tumbado puertas de iraquíes, violado a jóvenes y asesinado familias. Han llenado mazmorras en Afganistán y han dejado a morir a los presos. Han ocultado a personas en cárceles clandestinas de Europa del Este y nadie sabe qué les han hecho. Al ciudadano estadounidense José Padilla lo han detenido por años y lo han sometido a tortura psicológica de alta tecnología. Por buena parte del tiempo, lo han detenido como “combatiente enemigo” sin abogado, derechos judiciales y sin siquiera acusarlo. El anterior asesor judicial de Bush, John Yoo, defendió aplicarle choques eléctricos a los testículos del hijo de un sospechoso; y el procurador general, Alberto Gonzales, ha dicho que las normas internacionales contra la tortura son “anticuadas”.
Entre los detenidos en campos de concentración (sin juicio, sin abogado y sin límites a la tortura), hay un número desconocido de personas en cárceles clandestinas de la CIA. Después de negarlo por años, en el discurso del 6 de septiembre Bush no solo admitió que estas mazmorras existen sino que prácticamente fanfarroneó que mandaba a 14 de esos detenidos al campo/cámara de tortura de Guantánamo.
El peligroso salto de aprobar la tortura
Todos los horrores hasta la fecha han sido intolerables, pero es importante reconocer que lo que Bush propone es un salto. Desde su punto de vista, un editorial del New York Times comentó sobre la gravedad de la situación al decir: “La idea de que el jefe ejecutivo de la nación insista tanto en minar las normas fundamentales de la justicia es espeluznante”. (15 de septiembre)
Además de ser inmoral y de ser un incumplimiento del derecho internacional, la tortura también está prohibida por las leyes nacionales. La Ley de Crímenes de Guerra dice claramente que el incumplimiento del Artículo 3 común de los Convenios de Ginebra es un delito grave conforme al derecho estadounidense. La Ley de Crímenes de Guerra la aprobó sin oposición en 1996 un Congreso de mayoría republicana. Se ha dicho que el motivo fue propagandístico, para destacar el supuesto contraste entre los valores y el derecho de Estados Unidos y los del gobierno de Saddam Hussein de Irak. Es tenebroso que 10 años después, la Casa Blanca, la CIA y el Departamento de Justicia consideren que esta ley es un impedimento para sus agentes por todo el mundo.
El Artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, que Bush dice es demasiado vago y confuso, dice con respecto al tratamiento de prisioneros:
“A este respecto, se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, por lo que atañe a las personas arriba mencionadas:
a) los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios;
b) la toma de rehenes;
c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes;
d) las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legítimamente constituido, con garantías judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos civilizados”.
Legalizar la tortura
En la primavera, la Suprema Corte consideró el caso de Hamdan vs. Rumsfeld y decidió que los operativos dictados por la Casa Blanca (específicamente el tratamiento de prisioneros en Guantánamo) son un incumplimiento del Artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, firmados por Estados Unidos. Dijo que la Casa Blanca, simplemente por autoridad ejecutiva, no podía revocar las leyes y tratados vigentes. Pero también dejó en claro que tal tratamiento podría ser legal si el Congreso lo aprobara.
La “solución” que Bush anunció en el discurso del 6 de septiembre fue que el Congreso modifique la ley vigente (específicamente la Ley de Crímenes de Guerra) para darle, oficialmente, una nueva interpretación a los Convenios de Ginebra que permita una amplia gama de técnicas de tortura. Así, los torturadores podrán operar sus redes mundiales de tortura autorizados y legitimados no solo por una “orden ejecutiva” sino también por el voto del Congreso.
En el discurso del 6 de septiembre, Bush se quejó de que “algunos creen que el personal militar y de inteligencia que participó en la captura e interrogatorio de terroristas podría correr el riesgo de ser procesado por la Ley de Crímenes de Guerra, simplemente por hacer su trabajo de manera meticulosa y profesional”.
Además de aplicar la ley de manera retroactiva para que los torturadores (y el comandante en jefe) no sean procesados por crímenes de guerra, esto es una manera de decir que “se acabaron las contemplaciones”, que se va a torturar.
¿Qué tiene de vago la tortura?
Bush dice que el Artículo 3 común es confuso y vago. ¿Pero quién podría decir que los actos obscenos, sadistas, depravados, gráficamente registrados en Abu Ghraib y alentados por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld no fueron atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes?
Sabiendo lo que Estados Unidos hace en sus cámaras de tortura —aplicar a los detenidos el “submarino” para que sientan que se van a ahogar, privarlos de sueño con sonidos que revientan los oídos, ponerlos en posiciones de “estrés dolorosas” por horas y días, y otras formas crueles de maltrato—, ¿quién puede decir que no son atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes?
Las horripilantes fotos de Abu Ghraib son apenas la punta del iceberg. Testigos oculares han documentado que esas mismas técnicas se usan en Guantánamo y la base aérea Bagram de Afganistán.
En uno de muchos discursos a favor de la tortura, Bush dijo el 15 de septiembre que “a nuestros profesionales se les impediría llevar a cabo el programa [lo que llama métodos “alternativos” de interrogatorio, o sea tortura] porque no quieren que los enjuicien por crímenes de guerra. No quieren estar en incumplimiento de la ley”. ¡De qué otra manera se puede entender esto sino que llevar a cabo “el programa” es violar la ley!
La Ley de Comisiones Militares que Bush ha propuesto propone que se aplique “retroactivamente”, o sea que a los torturadores (y los que les dieron las órdenes) nunca se les podría juzgar por lo que han estado haciendo cuando esas salvajes técnicas de tortura estaban claramente prohibidas por el derecho estadounidense y por el derecho internacional.
Esa ley absolvería a los torturadores y autorizaría futuras torturas, futuros crímenes de guerra y futuros cambios del derecho estadounidense.
Además, la Ley de Comisiones Militares que Bush propone pondría a Estados Unidos por encima de las restricciones internacionales y le advertiría a cualquier juez europeo disidente que “no se meta” si acaso pretende girar una orden de arresto contra algún miembro de su administración. El hecho de que actualmente Italia está investigando a unos agentes de la CIA por secuestrar a un señor que mandaron a otro país para torturar podría ser una de las razones de proponer la ley en estos momentos. Bush también está mandando un mensaje a sus torturadores: no se preocupen de que los vaya a juzgar el derecho estadounidense. Como dijo en una rueda de prensa el 15 de septiembre: “Lo que yo propongo es que se aclare la ley para que nuestros profesionales no tengan ninguna duda de que lo que están haciendo es legal”.
¿Por qué unas fuerzas de la clase dominante se oponen a la ley de Bush?
Es escalofriante que el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes aprobó la ley de Bush inmediatamente con 20 (de los 28) votos de demócratas. Donde hubo oposición fue en el Senado.
El Comité de la Fuerzas Armadas del Senado aprobó un proyecto de ley alternativo propuesto por tres senadores republicanos de peso con lazos al alto mando: John Warner, Lindsey Graham y John McCain. Por ahora los líderes del Senado están en conflicto con Bush por los proyectos de ley. Dos ex jefes del alto mando, Colin L. Powell y John W. Vessy, apoyan el proyecto de ley del Senado. Powell dio el paso muy inusual de oponerse a su antiguo jefe en público. Powell dijo: “El mundo comienza a dudar de la base moral de la lucha contra el terrorismo. Redefinir el Artículo 3 añadirá más dudas. Además, pondrá a nuestras tropas en riesgo”.
Colin Powell está expresando graves preocupaciones que tienen ciertos sectores de la clase dominante. Por ahora no está del todo claro qué tienen de fondo esas preocupaciones. Esto podría estar relacionado a las presiones sobre las fuerzas armadas, que tienen las manos llenas en Irak, y ahora ven la posibilidad de que las manden a Irán. En ese contexto, es interesante que los contrincantes de Bush de la clase dominante formulan sus protestas en el marco de que son los más fieles defensores de “las tropas” y de las fuerzas armadas. Pero hay preocupaciones en la cúpula de que la posición de Bush de “a la mierda el derecho internacional, lo haremos solos” es demasiada peligrosa y que seguir enojando “al mundo” ahora es un serio peligro. Piensan que la credibilidad que la “guerra contra el terrorismo” podría tener se está minando. A unos militares también les preocupa que si se descartan del todo las reglas de guerra, las tropas estadounidenses podrían “correr riesgos”.
Cuando le preguntaron a Bush en la rueda de prensa sobre el comentario de Colin Powell, contestó: “Es inaceptable que se establezca cualquier comparación entre el comportamiento de Estados Unidos y los actos de los extremistas islámicos que matan a mujeres y niños inocentes para lograr sus objetivos”.
Piensen en la lógica de esto. Bush dice que Estados Unidos puede hacer lo que quiera y, por definición, está bien porque nosotros lo hicimos y nosotros somos buenos, pero si ellos lo hacen, es malo, porque ellos son malos. En la rueda de prensa dijo, de una manera alevosa y bravucona, que es “inaceptable” comparar la tortura y matanza que Estados Unidos comete (y muchos han muerto en los campos de tortura de Estados Unidos en los últimos cinco años) con lo que hacen los “extremistas islámicos”.
Pero el proyecto propuesto por el Senado también aprueba la tortura. Marty Lederman, profesor de Derecho de la Universidad Georgetown, lo analizó en la internet. Escribió que “enmendará la Ley de Crímenes de Guerra para amparar muchas de las técnicas ‘alternativas’ de la CIA, como la hipotermia, la privación de sueño y las amenazas de violencia contra los presos y sus familiares”. Escribió que los dos proyectos de ley “sacan de la jurisdicción de los tribunales federales los casos de habeas corpus de los presos de Guantánamo. Autorizarán la detención de por vida de más de 450 hombres presos en Guantánamo desde hace casi cinco años sin acusación o audiencia imparcial. Es una medida inaceptable”.
Comentando sobre la destrucción de las normas de juicios que imperan desde hace siglos, el mismo editorial del NYT dice: “Ambos proyectos de ley definen de una manera tan amplia lo que es un ‘combatiente enemigo’, que se podría aplicar a cualquiera que una administración particular considere una amenaza, apartarlo del sistema judicial y someterlo a un tribunal militar”. ¡Reflexionemos un momento sobre eso!
Por otra parte, se destaca la complicidad de los demócratas, que se han hecho a un lado para que nadie los asocie con la oposición a la tortura.
En pocas palabras, las diferencias entre McCain, Graham Warner y las fuerzas que representan, y Bush y su camarilla, por el otro lado, no son muy grandes. Pero son importantes en un momento crítico cuando el debate nacional se ve dentro del marco de las elecciones (las elecciones no lo deciden, pero se ve dentro de ese marco). Además, en este momento hay mucha inquietud en ciertos sectores de las fuerzas armadas acerca de la situación en Irak y los peligros al imperio en un ataque contra Irán. No se sabe qué tan serias son esas riñas en la cúpula del poder. Al cierre de esta edición, los representantes de Bush dieron a entender que esperan llegar a un acuerdo. Pero esas riñas presentan una oportunidad y un reto crítico para que surja un programa alternativo de las masas que rechace la tortura, la represión fascista y todo el programa de Bush.
Para decirlo sin pelos en la lengua, permitir que Bush legalice la tortura, implementar cambios fascistas al sistema judicial o que el debate se restrinja a Bush vs. McCain, es ser cómplice de los horrores que se han cometido y los mayores horrores por venir. El reto de PONERLE FIN a todo esto está concentrado hoy en la movilización de grandes cantidades de personas para las protestas del 5 de octubre de El Mundo no Puede Esperar.
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