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Revolución #64, 8 de octubre de 2006
Los tres mundos posibles
Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, EU
Table of Contents (ingles) |
De Revolución #21, 6 de noviembre de 2005.
Este pasaje también se encuentra en el libro Bob Avakian: Observations on Art and Culture, Science and Philosopy, de Insight Press.
Veo básicamente tres posibles alternativas de cambio en el mundo actual, especialmente en cuanto a la transformación socialista de la sociedad. La primera es el mundo tal y como es. ¡Ni hablar! [risas].
La segunda es en cierto sentido voltearlo, casi textual y mecánicamente, voltear la tortilla. Es decir, los explotados de hoy no serán explotados de la misma manera y los que dominan la sociedad no podrán dominar la sociedad de modo significativo. La estructura económica básica de la sociedad y algunas de las relaciones sociales y estructuras del dominio político cambiarán, además de aspectos de la cultura e ideología, pero fundamentalmente las masas no se incorporarán cada vez más y más y a grandes saltos en el proceso de transformar la sociedad de a de veras. En realidad, esta visión corresponde a una sociedad revisionista. ¿Recuerdan la Unión Soviética cuando ya era revisionista, en lo esencial capitalista e imperialista pero todavía socialista de nombre? A las críticas por violaciones supuestas o reales de los derechos humanos, los soviéticos respondían: “¿Cómo van, ustedes del Occidente, a criticarnos por violaciones de los derechos humanos? En sus sociedades, ¡miren no más a todos los desempleados! ¿Acaso hay un derecho más elemental que el derecho al trabajo?”
¿Tenían razón? Sí, hasta cierto punto, pero en lo fundamental lo que planteaban y la visión de la sociedad que proyectaban era de una sociedad de asistencia social en que el papel básico de las masas es igual que en el capitalismo clásico. Los derechos del pueblo no deben limitarse al derecho a un empleo y un ingreso, por elemental que sea. ¿Nos proponemos transformar la sociedad para que en todo aspecto (no solo económica sino social, política, ideológica y culturalmente) sea superior a la sociedad capitalista? ¿Apuntamos a una sociedad que responda a las necesidades del pueblo y, además, se caracterice más y más por la expresión e iniciativa consciente de las masas?
Esta es una transformación mucho más fundamental que una sociedad de asistencia social, socialista de nombre pero en lo esencial capitalista, en que el papel de las masas se limita en gran parte a producir riqueza, no a debatir y definir los asuntos del estado, el rumbo de la sociedad, la cultura, la filosofía, la ciencia, las artes, etc. El modelo revisionista es una visión del socialismo estrecha y economicista. Limita la actividad de las masas a la esfera económica de modo muy estrecho, simplemente a su bienestar económico. No contempla transformar la concepción del mundo de las masas mientras ellas, a su vez, cambian el mundo.
No es posible crear una nueva sociedad y un nuevo mundo con la concepción del mundo que nos inculcan en esta sociedad. ¿Acaso habrá una transformación revolucionaria de a de veras, la abolición de las relaciones sociales, económicas y políticas desiguales, si las masas siguen viendo el mundo de la manera sumamente limitada y estrecha en que las condicionan a verlo ahora? ¿Acaso podrán emprender la tarea de cambiar el mundo conscientemente mientras tengan la misma cosmovisión y sigan viéndolo igual a como lo ven en este sistema? ¡Imposible! Esa situación solo puede reproducir las grandes desigualdades en toda esfera de la sociedad que he venido señalando.
La tercera alternativa es una ruptura radical de a de veras. En el Manifiesto Comunista Marx y Engels plantearon que la revolución comunista representa una ruptura radical con las relaciones de propiedad tradicionales y las ideas tradicionales, y que no es posible hacer una ruptura sin la otra. Se refuerzan mutuamente, de una manera u otra.
En una sociedad en que el papel fundamental de la mujer es parir y criar niños, ¿acaso habrá igualdad entre el hombre y la mujer? ¡Claro que no! Sin atacar y barrer las tradiciones, la moral y demás factores que refuerzan ese papel, ¿acaso se van a poder transformar las relaciones entre hombres y mujeres, y abolir las profundas y arraigadas desigualdades que entraña la división de la sociedad en opresores y oprimidos, explotadores y explotados? ¡Imposible!
Por eso, la tercera alternativa es una ruptura radical a fondo en toda esfera, en otras palabras, una síntesis radicalmente diferente; es una sociedad y un mundo en el cual las grandes mayorías quieran vivir. Una sociedad en que no viven al día, preocupadas por cómo le van a dar de comer a la familia o qué harán si se enferman y no tienen para pagar al médico. Pero, por importante que eso sea, es también mucho más: es una sociedad en que aborden más y más todas las diversas esferas de la sociedad, aprendan y lleguen a dominarlas.
Alcanzar ese tipo de sociedad y mundo es un reto muy grande, algo mucho más profundo que simplemente cambiar unas cuantas estructuras de propiedad de la economía, garantizar el bienestar social y seguir con la situación en que unos pocos se encargan de eso para las masas, y la ciencia, las artes, la filosofía y demás esferas siguen siendo básicamente el campo de esos pocos.
Dar ese gran salto es la monumental lucha histórico-mundial en que nos hemos embarcado a partir de la revolución rusa (sin incluir la experiencia muy breve y limitada de la Comuna de París). Esa lucha alcanzó su cumbre más alta con la revolución china, y especialmente la Revolución Cultural, pero ahora hemos sufrido un revés temporal.
Tenemos que hacer un balance muy profundo de toda esa experiencia y dar otro salto, y tenemos que hacerle frente a algunos problemas muy serios y complejos para poder avanzar y aprender de lo mejor del pasado, y avanzar más allá y hacerlo mejor en el futuro.
En este contexto quiero decir algunas cosas sobre el totalitarismo. Pero primero, como un paréntesis, me parece muy curioso que hay un sinnúmero de libros que exploran la psique de Stalin o Lenin o Mao: “¿Cómo entró en la mente desquiciada de esos hombres [risas] que podían cambiar el mundo a su imagen y semejanza [risas] y qué los llevó, por el supuesto bien moral de la sociedad, a causar una gran catástrofe para la humanidad?”. He visto un chingo de libros de ese tipo, pero jamás he encontrado —quizá los hay, pero no los he visto— un libro sobre la psique desquiciada de Thomas Jefferson [risas] o George Washington: “¿Cómo llegaron a creer [risas] que beneficiaban a la humanidad en general y ¡a otros seres humanos que eran sus esclavos! [risas] ¿Qué profunda demencia causó eso? [risas]. ¿Acaso hay algo más totalitario que ser dueño de otros seres humanos?”.
¿O la mente profundamente depravada de Lyndon Johnson o Ronald Reagan, [risas] que masacraron a millones de personas y a muchísimos niños? “¿Qué terrible experiencia habrá trastornado su niñez u otra parte de su vida? [risas] ¿Qué ideas desquiciadas habrán interiorizado que les hizo creer que sus ideales les daban el derecho o el deber de masacrar a miles y millones de inocentes?”
Jamás he visto tales estudios psicológicos; ¡estoy seguro que no han salido en las reseñas de libros del New York Times! [risas]
Bueno, así y todo, es necesario contestar algunos interrogantes importantes que plantean los ideólogos y defensores intelectuales de los imperialistas. Por ejemplo, dicen que en una sociedad que llaman totalitaria, pero que en realidad es la dictadura del proletariado, todo mundo tiene que profesar la ideología oficial para que le vaya bien y pueda vivir tranquilo. Si quiere evitar líos, tiene que participar en la política oficial. ¿Qué onda con esto?
En lo fundamental es una tergiversación de lo que ha ocurrido en las sociedades socialistas, las razones por las cuales se hicieron esas revoluciones, qué buscaron lograr y superar, y cómo buscaron hacerlo. En realidad, las grandes masas de la sociedad capitalista (y más de la sociedad feudal) son excluidas de la política oficial, de los asuntos del estado y del rumbo de la sociedad. Les inculcan una concepción del mundo, metodología e ideología que les impide (que no estimula y en realidad bloquea) comprender el mundo tal y cómo es y cambiarlo conscientemente. Eso es, precisamente, lo que las revoluciones socialistas buscan cambiar, además de cambiar de base la economía y las relaciones sociales.
Pero, ¿qué onda con eso de que todo mundo tiene que profesar la ideología oficial? A mi juicio, nos falta analizar más ese aspecto de la historia de la sociedad socialista y la dictadura del proletariado hasta la fecha.
En cuanto al partido, dos cosas son ciertas, sin lugar a dudas. Primero, se necesita un partido de vanguardia que dirija la revolución y el nuevo estado. Segundo, el partido necesita una ideología unificadora que concentra correctamente la realidad y permite cambiarla conscientemente: la ideología comunista.
Pero, ¿es necesario que todo mundo profese esa ideología para que le vaya bien en la sociedad? No. Los que estén de acuerdo deben defenderla y luchar por ella. Los que no estén convencidos deben decirlo, y los que discrepen también, y debe haber lucha de ideas. Algo tiene que dirigir: debe guiar la ideología correcta, que en realidad ayuda a la gente a captar la verdad y usarla por sus verdaderos intereses fundamentales; pero eso no quiere decir que todo mundo debe profesarla, en mi opinión. Claro, es solamente mi opinión. Pero vale la pena explorar esta cuestión y debatirla.
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