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Revolución #71, 3 de diciembre de 2006
Nueva película: Shut Up & Sing
Las Dixie Chicks: Todavía no están listas a hacer las paces
“Para que sepan, nos da vergüenza que el presidente de Estados Unidos sea de Texas”.
Ese es el famoso comentario que hizo entre canciones Natalie Maines, cantante de las Dixie Chicks, en un concierto en Inglaterra antes de la invasión de Irak en 2003.
Barbara Kopple ha hecho un emocionante documental que se llama Shut up & Sing (Cállense y canten) y que cuenta lo que vino después. En cuestión de días el inmensamente popular trío de música country, el grupo musical femenino que más discos ha vendido en la historia, desapareció de las emisoras del Sur. Los locutores transmitieron amenazas y pedían “atar a Natalie a un misil y mandarla a Irak”. Otros reaccionarios organizaron protestas en sus conciertos y pedían que las deporten y las enjuicien por “traición a la patria”. Las madres llevaban a sus hijos a ver tractores pulverizar los discos de las Dixie Chicks, que se transmitían por televisión. La venta de discos se desplomó y tuvieron que tocar bajo amenazas de muerte.
La cineasta Barbara Kopple ha ganado dos premios de la Academia por documentales sobre la historia reciente de Estados Unidos y lo que pasa cuando se cuartea la patina social. Entre sus muchas películas están Winter Soldier (1972), un documental sobre la primera audiencia que organizaron los soldados para dar a conocer las atrocidades cometidas en Vietnam; Harlan County, U.S.A. (1976), sobre una huelga de mineros del carbón; y My Generation (1994), sobre los tres festivales Woodstock. A Kopple se le conoce por dejar hablar a sus sujetos, un método que sirve muy bien en el caso de las Dixie Chicks. Además de la cantante Natalie Maines, el trío incluye a las hermanas Emily Robinson (banjo, dobro y guitarra de acero) y a Martie Maguire (violín y mandolina). La película está repleta de magníficas escenas de los conciertos y estas magníficas músicas tocan con el alma.
Al empezar la película vemos a las Dixie Chicks un par de meses antes de los comentarios de Natalie, cantando el himno nacional en el Super Tazón.
¿Cómo sucedió todo eso? La película lo explica. Esperen sorpresas.
La película muestra una audiencia del Congreso, donde el presidente de Cumulus Broadcasting da testimonio de que ordenó a 250 emisoras dejar de tocar las canciones de las Dixie Chicks. Muestra también que el supuesto “movimiento de base” para hacer llamadas telefónicas a las emisoras fue organizado por websites de extrema derecha asociados con freerepublic.com. El fascista cantante de música country Toby Keith se prestó como voluntario para atacar a las Dixie Chicks, y agregó a su repertorio machista y belicoso el estribillo “le daría una patada en el culo [a Natalie]”.
La película muestra la atención que pusieron altos niveles del gobierno para hundir al trío. Hasta Bush metió la cuchara cuando le dijo al periodista Tom Brokaw: “Las Dixie Chicks tienen la libertad de decir lo que quieran… No se deben resentir de que la gente no quiera comprar sus discos cuando dicen lo que quieran”.
Había mucho en juego. ¿Podía el gobierno, que lanzó una guerra inmoral con engaños, simplemente dejar que uno de los conjuntos más populares le picara el ojo? ¡Y para colmo, un trío femenino de música country! Uno se puede imaginar el susto que se tuvo que haber dado el ejecutivo: precisamente cuando más necesitaba un público dócil, suenan esas voces de disidencia (músicas virtuosas ampliamente respetadas) en la madre patria. Hay una escena muy diciente en la sede de la compañía Lipton Tea, uno de los patrocinadores de las giras de las Dixie Chicks, que ha contratado a un asesor e intenta convencerlas de que bajen el volumen. Es un momento especial captado por la cámara, que al recorrer la sala muestra cómo los objetivos políticos del gobierno coinciden con los estrechos intereses comerciales de Lipton. El tipo le dice al trío, de una manera calculada y solapada: “A fin de cuentas, es cierto que son magníficas músicas, pero en esencia lo que son es una marca”.
Pero las autoridades se encuentran con un grupo que no pueden apabullar. Esa es la esencia de la película, atizada por el constante ingenio e irreverencia del trío que lleva a turnarse entre aplaudir y reírse a carcajadas. En una reunión del trío Natalie dice: “Ahora que nos hemos jodido, creo que tenemos la responsabilidad de seguir jodiéndonos”.
¿Cómo respondió el trío ante el asecho por insubordinación política de parte de la industria musical, el gobierno y reaccionarios cagatintas por todo el país? Se desnudaron y se pintaron en el cuerpo los mismos insultos que les lanzaron: “Jetas”, “Puta”, “Ángel de Saddam” y, para colmo en la primera plana de la revista Entertainment Weekly, que seguro encabronó a los fanáticos religiosos.
Esto tiene un poco de historia. Ya antes del comentario de Natalie contra Bush, los fundamentalistas cristianos no se tragaban a las Dixie Chicks por su éxito “Goodbye Earl” (Adiós, Earl), una canción sobre la eliminación de un hombre impenitente que le pegaba a su esposa. Luego vino el movimiento de calcomanías para carros que decían “Earl está en la cajuela”, que no cuadra exactamente con los Diez Mandamientos.
Después del comentario sobre Bush, las emisoras de música country no aflojaron el ataque y no pasó con el tiempo. El trío tuvo que decidir si iba a seguir la lógica de que sería mejor que se callaran o defender sus principios y arriesgarlo todo. El trío cree que todos deben tener derecho a la libertad de expresión, y ante el intento reaccionario de censurarlas, las Dixie Chicks tuvieron que decidir entre rajarse y hacer lo que les mandaban hacer o afirmar su derecho a la libertad de expresión. Ellas decidieron pelear y con gusto, que fue algo magnífico.
En una entrevista reciente Martie Maguire dijo: “Antes de que Natalie dijo que lo que dijo, creo que nunca había tomado posición sobre nada. Luego todo se nos vino encima y a los 34 años de edad me encontré. Sabía qué creía, pero siempre veía los dos lados… en el pasado me preocupaba tanto de los detalles para que siempre tuviera esta carrera… Pero de repente se prendió el foco y dije: ahora sé lo que soy y lo que defiendo, y ya no importa lo que perdamos en el camino”.
Las Dixie Chicks cuentan con el apoyo de sus fans, unos viejos y otros nuevos, a quienes les encanta verlas batallando con el coloso, lo cual es sumamente raro en nuestra cultura. En todos los conciertos se ven jovencitas con pancartas que dicen: “¡Gracias, Dixie Chicks!”.
Ante la cámara de Barbara Kopple vemos que la banda se va dando cuenta de que las emisoras de música country no las van a aceptar de nuevo. Ven lo que son como artistas bajo una luz diferente. Hace unos meses la banda lanzó un emocionante nuevo compacto que se llama “Taking the Long Way” (El camino largo), que es más ecléctico en cuanto a estilos de música y es el primero que escriben en su totalidad. Emily Robinson: “Siento ese fuego que uno siente cuando lo han tumbado… es como recibir una segunda vida”. Ahora tienen nuevos aficionados, atraídos por la nueva música y, para muchos, por su rebeldía apasionada.
“Lubbock or Leave It” (A Lubbock lo amas o te vas) es una de las nuevas canciones y arremete contra la Tierra de la Biblia. Es un regreso para Natalie a la tierra donde nació, un lugar famoso por expulsar al roquero rebelde Buddy Holly por no seguir el camino de los cristianos. (En un concierto reciente Natalie dijo: “Entiendo que nos han nominado para el premio de la Academia, pero acabo de ver Jesus Camp [una película sobre un campamento de cristianos fascistas para niños] y yo más bien votaría por esa película. Es todo una revelación”.)
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A principios de la película se oye este consejo al trío: “Procuren no juzgar al presidente. Les diré por qué: tiene aprobación de casi todos. La situación de la guerra no podría ser mejor”. Ahora, viendo la película, y viendo que la aprobación de Bush se ha desplomado, que los republicanos perdieron el Congreso y que Estados Unidos se encuentra empantanado en Irak, es muy interesante ver cómo ha cambiado la opinión pública desde el 2003. Hace pensar en el potencial de mayores rupturas profundas en el futuro.
La mayoría de las emisoras de música country todavía no tocan la música de las Dixie Chicks y en octubre, cuando se iba a estrenar la película, la cadena NBC rehusó transmitir publicidad sobre la película, con el cuento de que “los avisos menosprecian al presidente Bush”.
Bajo mucha presión NBC tuvo que ceder, lo cual es una de las lecciones de la película y de lo que vivió el trío. Cuando uno tiene la razón, busca sus aliados, lucha contra viento y marea y no se reconcilia con el enemigo. Esto continúa. En mayo, en el programa de TV de Larry King, Natalie dijo: “No respeto para nada las decisiones que Bush ha tomado ni adónde ha llevado al país. Lo del huracán Katrina fue más extraño que ver a todos aceptar una guerra que no sabían por qué se había lanzado. Viendo esas cosas, uno no sabía en qué país vive”.
En un concierto la semana pasada, un reseñista del San Francisco Chronicle comentó que “el punto culminante del concierto fue cuando Maines cantó ‘Not Ready to Make Nice’ [No estoy lista para hacer las paces], durante la cual el público tronó sin cesar…”.
He pagado el precio/ Y lo seguiré pagando.
No estoy lista para hacer las paces,
no estoy lista para bajar la cabeza
Sigo furiosa
y no tengo tiempo para dar vueltas y vueltas y vueltas...
(El video está en: http://www.cmt.com/artists/az/dixie_chicks/videos.jhtml).
Ya casi al terminar Shut Up & Sing, un miembro de la banda propone tocar una canción con el tema de unidad, tanto como banda y como sociedad. Natalie le pregunta: “¿Quiere decir eso que tendríamos que perdonar a toda esa gente que nos hizo lo que nos hizo?”. Él contesta: “Pues, por el bien de la canción creo que sí”, y Natalie, con un gesto desdeñoso de la mano, le dice: “pues no”.
Para información sobre la gira:
http://www.cmt.com/artists/az/dixie_chicks/tours.jhtml
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