Issue and Date
Revolución #72, 10 de diciembre de 2006
Asesinato para defender el capitalismo y la supremacía blanca
¡50 razones para acabar este sistema criminal con la revolución!
Pienso en el asesinato de Sean Bell y me recuerda el asesinato policial de Amadou Diallo, Anthony Bryant, Mingo Mason, Nicholas Heyward Jr, Anthony Rosario y muchos más de los que puedo nombrar aquí. Me recuerda que los policías que los mataron viven en la impunidad.
Esto no sucede solo en Nueva York. Ocurre en todo el país. En Atlanta, hace poco la policía allanó la casa de Kathryn Johnston, una señora de 92 años, en una redada para buscar drogas y la mató. Al principio, la policía dijo que un tiras compró drogas en esa casa. Después dijo que un informante secreto les dijo que compró drogas en esa casa. Ahora el informante ha dicho que la policía miente y que él nunca fue a esa casa.
¿Por qué es que la policía maltrata y mata a individuos desarmados una y otra vez, año tras año? La respuesta proviene de la misión que tiene la policía en esta sociedad. No es proteger y servir a la población. No es vigilar el cumplimiento de la justicia. Es mantener e imponer las relaciones económicas y sociales dominantes de la sociedad, y la grave desigualdad social que concentran esas relaciones. Es imponer el capitalismo y su hijo legítimo: la supremacía blanca.
Antes de la guerra de Secesión, la esclavitud de los negros era legal y buena parte de la economía nacional se basaba en la esclavitud. La gran riqueza de que tanto se jacta este país no se hubiera podido crear sin la esclavitud. Es patentemente injusto tratar como propiedad a seres humanos, ponerlos a trabajar de sol a sol y maltratarlos como quieran los dueños de esa “propiedad”. Pero la ley protegía y mantenía eso, y ordenaba que si un esclavo escapaba la policía tenía el deber de regresarlo a su dueño. Además, a todo el que ayudara a los esclavos a escapar lo podían meter a la cárcel, torturar y ejecutar. La esclavitud era resguardada tanto por la policía oficial como por fuerzas extraoficiales, como los cazadores de esclavos fugitivos. Mejor dicho, la policía y otras fuerzas armadas estaban organizadas para proteger la esclavitud.
Hoy, en este sistema imperialista, miles de millones por todo el mundo (y millones en este país) trabajan en común para producir enormes riquezas. Pero esa riqueza se la apropia un puñado de capitalistas. Las instituciones políticas y judiciales de esta sociedad (el estado) existen para mantener esta situación y estas relaciones, y la policía es parte de ese aparato estatal.
Miremos lo que pasó en Nueva Orleáns. El gobierno no organizó la evacuación de los que no podían irse por su cuenta antes de la llegada del huracán Katrina. Cuando el huracán llegó, el gobierno no organizó servicios de rescate ni de abastecimiento de los damnificados. Pero cuando estos agarraron los alimentos y el agua que necesitaban, es decir cuando violaron “las leyes de la propiedad privada capitalista”, los acusaron de saqueadores y de hampones.
La policía de Nueva Orleáns mató “saqueadores” por órdenes directas de la gobernadora. ¿A cuántas personas mató la policía? No lo sabemos porque nadie se tomó la molestia de contar. ¿Qué les pasó a los representantes de este sistema que causaron muerte y sufrimiento en Nueva Orleáns? Nada. Estaban “cumpliendo con su deber” en este sistema capitalista.
Es un hecho que la policía se desmanda más contra los negros y otras nacionalidades oprimidas. Desde los días de la esclavitud hasta los días del huracán Katrina, la supremacía blanca ha estado profundamente entrelazada en el tejido económico y social de esta sociedad. Es una parte crucial del “deber de la policía”.
Hace unas pocas décadas, la resistencia de los negros a la opresión sacudió este país y electrizó al mundo. Esa resistencia obtuvo ciertas concesiones, pero no llegó a la revolución que mucha gente anhelaba, y que se necesitaba y se necesita hoy. Desde entonces han cambiado algunas de las formas de opresión de los negros. Un sector ha subido de categoría económica, pero inclusive ellos siguen sufriendo discriminación racista, brutalidad policial y a veces asesinato. Para la mayoría de los negros, la vida consta de trabajos mal pagados, delincuencia y cárcel o las tres cosas. La policía patrulla las comunidades oprimidas como los marines patrullan en Irak con el fin de defender el sistema, someter y evitar que alcemos la cabeza.
OK, ¿cómo paramos todo esto? Para acabar fundamentalmente con todas estas injusticias se necesita una revolución comunista que barra todo lo que es reaccionario y construya en su lugar una sociedad y un mundo completamente diferentes.
Un mundo en que un puñado de capitalistas ya no se apropie de la riqueza que producen los miles de millones que trabajan por todo el mundo; un mundo en que no nos impongan relaciones sociales de opresión y degradación por el color o el género; un mundo en que un puñado de países imperialistas no esclavice y domine a todos los demás y libre guerras para defender la esclavitud.
Un mundo donde no se tomen decisiones para aumentar las ganancias de un puñado de capitalistas superricos, sino para satisfacer las necesidades de las masas populares.
Un mundo donde los encargados de velar por las leyes prefieran arriesgar su propia vida que matar a una persona inocente.
Un mundo en el que el viejo orden se ha destruido y en el que el poder estatal toma partido con las masas, suprime a los antiguos gobernantes y sirve para transformar la sociedad conforme a los intereses del pueblo; en que cada vez más masas participan en la dirección de toda esfera de la sociedad; en que la sociedad es vibrante y llena de cuestionamiento y debate; en que los que todavía no aceptan las metas de la revolución pueden plantear sus preguntas y expresar oposición, todo con el fin de conocer la verdad como parte de llegar a un mundo sin clases ni estados.
El mundo necesita urgentemente esta clase de revolución. Es la única forma de romper el yugo del capitalismo sobre la humanidad y de desencadenar la capacidad productiva que puede satisfacer las necesidades humanas por todo el mundo. Es la única forma de curar, prevenir o tratar las muchas enfermedades que matan e incapacitan innecesariamente a tantos. Es la única forma de terminar la dominación y discriminación de naciones y pueblos enteros. Es la única forma de parar los asesinatos policiales que han llevado a la tumba a Sean Bell, Kathryn Johnston y tantos otros. Fuera de la revolución, nada puede cumplir esas metas.
La revolución comunista tiene que ser el acto consciente de las masas populares, organizadas y guiadas para librar una lucha para abolir y rebasar el capitalismo, y todos los sistemas de explotación y opresión. En un país como este solo se puede hacer la revolución cuando se da un gran cambio en la situación y toda la sociedad cae en crisis. Hoy, la clase dominante está en una situación difícil. Invadió a Irak a fin de fortalecer su posición global para que nadie pudiera disputarla. Pero ha suscitado más oposición. En el país, está redefiniendo la sociedad en una dirección fascista, que lleva a amplios sectores populares a pensar profundamente en lo que sucede y en lo que hay que hacer.
Todo esto crea oportunidades para que surja otro ingrediente crucial para hacer la revolución en un país como este: el surgimiento de millones y millones de personas conscientes de la necesidad de un cambio revolucionario y dispuestas a luchar por él. Es urgente que los que están furiosos por este asesinato policial y todas las otras infamias de este sistema capten por qué la revolución es necesaria para acabar todo esto y cómo se podría hacer una revolución cuando maduren las condiciones. Y es urgente que lo compartan y que se unan a los que luchan por acelerar ese día. Hoy, eso significa participar, apoyar e impulsar la lucha contra el asesinato de Sean Bell y otras víctimas de la policía.
Esto necesita una dirección, y la hay. Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, ha esbozado el mundo que podemos forjar con la revolución, y cómo plasmarlo en realidad. Los que están preocupados por la dirección del país y del mundo tienen que examinar los escritos y las charlas de este líder revolucionario, y acercarse a Bob Avakian y el partido que dirige.
Estas obras están en revcom.us, así como también el periódico Revolución, el periódico del Partido Comunista Revolucionario que él dirige.
Por otra parte, tenemos que organizar una resistencia política masiva a los ataques del sistema hoy. Veamos el impacto de este asesinato policial, que ha llevado a muchos a preguntarse por qué ocurren estas atrocidades vez tras vez, y qué hay que hacer para ponerle fin. Veamos que mucha gente ha alzado la cabeza por encima de los problemas y el fango de la vida cotidiana en que el sistema nos mantiene, y se ha unido a esta lucha. Esto es justo y debe continuar.
Ya centenares de personas se han echado a la calle a protestar contra el asesinato de Sean Bell. Hay que rechazar los llamados a la calma y a esperar que se conozcan todos los hechos. Ya se conocen suficientes hechos. Un joven que salía de su despedida de soltero horas antes de casarse está muerto. Sus dos amigos están heridos. Los tres estaban desarmados cuando la policía les disparó 50 balazos. Ahora la policía hace redadas en su barrio, y arresta a familiares y amigos. Eso es suficiente para sacar la conclusión de que ha cometido un terrible crimen.
Las protestas políticas de masas contra los policías asesinos y las autoridades que les dan rienda suelta y justifican sus crímenes tienen que continuar.
Sin esa resistencia, las autoridades pensarán que nos pueden hacer lo que les dé la gana y que sufriremos en silencio. Tenemos que dejar en claro que lucharemos contra estas injusticias. Y en el proceso tenemos que debatir y difundir ideas revolucionarias, y desarrollar un movimiento que está llevando a millones a ver que este sistema es criminal y que se necesita una revolución.
Carl Dix es el vocero nacional del Partido Comunista Revolucionario. Para ponerse en contacto con él, se puede escribir a P.O. Box 941 Knickerbocker Station, New York NY 10002-0900, o llamar al (866) 841-9139 x 2670; carldix@hotmail.com.
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.