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Revolución #72, 10 de diciembre de 2006
Furia en Nueva York
La verdad sobre el asesinato policial de Sean Bell
En una pared cerca de donde la policía mató a Sean Bell está una foto a color de él con las siguientes palabras: “Toda pregunta tiene una respuesta. La pregunta es: ¿quién contestará con la VERDAD?”.
Sí, ¿quién dirá la verdad de lo que le pasó a Sean Bell y dos amigos la madrugada del 25 de noviembre en la calle Liverpool, una calle tranquila del barrio de Jamaica, Nueva York, un barrio de casas sencillas de familias caribeñas de la clase trabajadora y de la clase media baja? ¿Quién dirá la verdad de lo que pasó cuando la tira disparó 50 balazos en pocos segundos contra el carro de Sean, y lo mató a él e hirió a sus dos amigos Joseph Guzmán (de 31 años) y Trent Benefield (de 23 años)?
¿Dirán la verdad los tiras que dispararon? ¿O la dirá el comisionado de policía, Raymond Kelly? ¿O será el alcalde, Michael Bloomberg, quien se las ha dado de sensible (a diferencia de su predecesor de mano dura Rudy Giuliani), se ha reunido con la familia Bell, les extendió condolencias, se conmiseró con las familias Guzmán y Benefield, y hasta llegó a decir en público que la ráfaga de 50 balas probablemente fue “excesiva”? Todas estas poses de Bloomberg son parte de un esfuerzo para controlar la furia popular y encauzarla por el camino trillado de las investigaciones que no llevan a nada.
¿La verdad? Ya una semana después de la balacera, se ve claramente el contorno de una operación típica de encubrimiento policial y un contraataque que acusa a las víctimas. Comparemos entonces la verdad de lo que sucedió el 25 de noviembre (a partir de los hechos que se han detallado hasta la fecha basados en el testimonio de varios testigos presenciales) con el cuento venenoso que están preparando la policía y otras autoridades, con la esperanza de que todos nos lo traguemos.
Lo que pasó fuera del Cabaret Kalua
El 25 de noviembre, Bell, Guzmán y Benefield fueron al Cabaret Kalua del barrio Jamaica a celebrar la boda de Sean y Nicole Paultre, que se iba a realizar ese día. Varias personas que estaban en el club dicen que los tres entraron en un altercado con otros dos hombres y que Bell les dijo a sus amigos: “Vámonos. Hoy me caso y no estoy para peleas”.
Pero el altercado continuó en el vestíbulo del Kalua cuando los tres se iban, y después fuera del club. Un testigo que presenció la disputa dice que oyó las amenazas de costumbre en esas situaciones. Benefield repitió lo que Bell dijo antes, que era mejor que se fueran, y los tres se dirigieron al carro de Sean, que estaba a una cuadra en la calle Liverpool.
En el Cabaret Kalua también estaba un tiras negro, parte de una unidad especial de la policía que investigaba prostitución y venta de drogas. El comisionado Kelly ha admitido que el tiras se había tomado un par de cervezas, pero dice que estaba “apto para trabajar”.
El tiras vio el altercado y les avisó a los policías que estaban afuera en una minivan y un Toyota Camry que uno de los tres amigos posiblemente tenía una pistola. Cuando estos se estaban subiendo al carro de Sean, llegaron la minivan y el Camry, y se les acercó el tiras gritándoles. Guzmán y Benefield contaron días después en el hospital (donde los tuvieron esposados hasta que la furia de sus familiares y otros hizo que les quitaran las esposas) que ellos pensaron que los iban a robar o a quitarles el carro. Para huir, Sean echó el carro hacia delante (y la policía dice que rozó al tiras), luego metió reversa, se subió a la acera y tropezó con la valla de una tienda, echó para delante otra vez y le dio a la minivan.
En ese momento el tiras abrió fuego, y los demás también. Uno de ellos volvió a cargar y disparó 31 tiros. En segundos Sean Bell estaba muerto, Joseph Guzmán tenía 11 disparos y Trent Benefield tenía tres.
El tiras que empezó la ejecución jura que anunció que era policía antes de disparar. Pero varios testigos dicen que es mentira. El abogado de tres testigos (todos dispuestos a declarar ante un gran jurado de acusación) dice que coinciden en que “el tiras nunca se identificó. Nunca”. El tiras también dice que vio que Guzmán tenía una pistola en el pantalón y que por eso es “justificado” disparar. Pero no apareció tal pistola en el carro ni en ninguna parte.
Entonces, ¿cuál es la verdad? La verdad es que tres hombres desarmados, dos negros y un latino, recibieron 50 balazos (¡50 balazos!). La verdad es que Sean Bell murió a los 23 años de edad y los otros dos están graves en el hospital. Como dijo la novia de Sean en una emisora de hip-hop: “Son asesinos, asesinos. No son agentes. Nadie les da el derecho de matar”.
Todo esto trae a la mente los duros recuerdos de 1999, cuando otra unidad especial de la policía le disparó 41 balazos a Amadou Diallo a la entrada de su edificio, y 19 balas lo mataron. ¿La “justificación”? Los tiras pensaron que iba a sacar una pistola cuando fue a sacar la billetera para mostrar su identificación.
Redadas de la policía; encubrimiento de un asesinato
Sin pistola que mostrar, la policía salió con otro cuento: dice que había una “cuarta persona” y que se fue corriendo cuando empezó la balacera. ¡Esa “cuarta persona” era la que tenía la pistola! Para localizarla, la policía hizo una serie de redadas el 29 y 30. Una fue en un apartamento del edificio donde vive Trent Benefield. Ahí arrestaron a cuatro personas por posesión de armas. En otras partes también hicieron arrestos por posesión de armas pero no encontraron la pistola que tenía la “cuarta persona”.
El 1º de diciembre, la policía anunció que uno de los arrestados (Jean Nelson, de 27 años) era la “cuarta persona”, pero tuvo que soltarlo porque no tenía cargos contra él. Nelson es uno de los testigos presenciales y aceptó declarar ante un gran jurado de acusación antes de que lo arrestaran. Dice que el cuento de la policía es absurdo. Su abogado y los abogados de varios testigos acusan a la policía de asustar a los testigos para que no se presenten ante el gran jurado.
Estas redadas han enfurecido a la comunidad negra, así como a muchos más, que ya estaba furiosa por el asesinato de un joven negro desarmado. El obispo Erskine Williams Sr., padre de un amigo de Trent Benefield arrestado en una redada por no haber pagado una multa de $25, dijo: “Creo que lo que están haciendo es repulsivo, repugnante y deplorable. Están tratando de tapar un asesinato, de tapar la ejecución de este muchacho”.
La furia por la ejecución de Sean Bell latía en la calle Liverpool el sábado pasado, donde se ha puesto una ofrenda con velas, ramos de claveles blancos y rosas rojas, y una corona grande en un trípode con una foto de Sean, Nicole y una de sus dos hijas. En la pared está la pregunta que citamos al comienzo de este artículo, junto con pensamientos y comentarios.
Ahí está una carta cuidadosamente mecanografiada a la policía, firmada por “la madre de tres afroamericanos y la abuela de dos afroamericanos”. Dice: “El encuentro del sábado fue ni más ni menos que una ejecución. Para los negros es dolorosamente obvio que esos muchachos han podido ser CUALQUIER NEGRO, sin importar su condición social o económica. Pero sepan esto: ¡¡¡Estamos furiosos y ya no lo soportamos!!!”.
Varias personas que fueron a la ofrenda, del barrio y de otras partes de la ciudad, le expresaron a nuestro corresponsal furia y angustia, e igualmente determinación de parar estas ejecuciones. Una señora que nació en la isla de Jamaica y ha vivido aquí 35 años dijo:
“Creo que la policía es el Ku Klux Klan. Tienen ese uniforme pero en realidad son el KKK. Creo que tienen una conspiración para matar a todos los muchachos negros que puedan… hoy los negros tenemos un síndrome de esclavitud y nos da miedo pelear. Por eso cualquiera, especialmente la policía, puede hacer lo que quiera con toda impunidad. Pero yo creo que es hora de pelear. Yo tengo tres hijos que nacieron aquí pero los mandé a Londres, adonde fuimos cuando salimos de Jamaica, porque no quiero que la policía los mate. Llevo 21 años sin ver a uno de mis hijos y 14 sin ver a otro. Pero si estuvieran en este país, seguramente los hubiera tenido que enterrar hace tiempo. Así, aunque no los vea, sé que están vivos. Por otra parte, en Inglaterra no tratan a los negros mucho mejor; no es mucho mejor, pero es un poco mejor que aquí. Eso dice mucho de este país, ¿no?”.
La rama de Nueva York del Partido Comunista Revolucionario repartió una declaración sobre el asesinato de Sean Bell que dice:
“La policía existe para ‘servir y proteger’ a este sistema [de capitalismo e imperialismo]. La policía es el equivalente moderno de los cazadores de esclavos de un sistema de ganancias basado en la explotación, aquí y en todo el mundo, de los que no tienen nada que perder y solo pueden vivir vendiendo su fuerza de trabajo, cuando consiguen trabajo. El látigo del amo es hoy la pistola semiautomática de la policía, con la que mata una y otra vez, hasta dejarnos casi sin lágrimas. Por eso es que siguen matando, no importa cuántos policías negros o latinos contraten, no importa cuánto les enseñen ‘cursos de diversidad’, no importa cuán ‘sensible’ sea el alcalde…
“Hoy un imperio estadounidense ‘más competitivo y más voraz’ traslada fábricas enteras de un país a otro para explotar más en todos los rincones del planeta, y millones de negros y otras personas a quienes los capitalistas no pueden sacarles ganancias terminan en los penales. Los fanáticos religiosos derechistas, como Pat Robertson, que están muy cerca de la cúpula del poder, piden castigos bíblicos para los que consideran una ‘mancha’ social. Miles de personas murieron en el huracán Katrina y miles más acabaron desplazadas de Nueva Orleáns y separadas de sus familiares, no por el desastre natural sino debido a un gobierno criminal. Ahora el presidente puede designar a cualquiera ‘combatiente enemigo’ y meterlo en una cárcel secreta, y mandarlo torturar, por el resto de la vida.
“Si piensan que los negros y los demás del fondo de la sociedad siempre han estado en un infierno y que la situación no podría empeorar, no es cierto. Un núcleo de la clase dominante de este país ha adoptado la lógica del genocidio”. (De “¡El asesinato de Sean Bell es una injusticia! 50 razones más por las que necesitamos la revolución”, declaración de la rama de Nueva York del PCR, revcom.us)
El 1º de diciembre miles de personas fueron al entierro de Sean Bell. Fuera de la iglesia, cientos criticaron la brutalidad policial y pidieron justicia. Todas las autoridades están tratando de aplacar la furia popular y de evitar mayores manifestaciones. Pero esa furia y esas demandas son justas, y todos deben apoyar esta lucha.
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