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Revolución #73, 17 de diciembre de 2006
El Informe Baker sobre Irak
Grandes apuros, profundas divisiones, opciones cada vez más
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"La situación en Irak es grave y se está deteriorando… A pesar de un esfuerzo enorme, no se ha logrado estabilidad… En este momento no hay garantía de que ninguna línea de acción pare la guerra sectaria, la creciente violencia o la marcha hacia el caos. Si la dirección continúa igual, las consecuencias políticas serán extremas… El descenso hacia el caos podría provocar el colapso del gobierno iraquí y una catástrofe humanitaria. Los países vecinos podrían intervenir; los choques entre los sunitas y los chiítas se podrían extender; Al Qaeda podría ganar una victoria propagandística y ampliar su base de operaciones; la posición global de Estados Unidos podría sufrir; la sociedad estadounidense se podría polarizar más… La capacidad de Estados Unidos de moldear el curso de los acontecimientos está disminuyendo y se está acabando el tiempo…".
Esas son las conclusiones del Informe del Grupo de Estudio de Irak, o Informe Baker, compuesto de 10 políticos de la clase dominante de larga trayectoria: cinco demócratas y cinco republicanos, dirigidos por James Baker, ex secretario de Estado, y Lee Hamilton, ex representante. El Congreso lo creó para evaluar la situación de la guerra de Irak.
A un nivel, el Informe Baker es una crítica del gobierno de Bush y sus declaraciones de "progreso" en Irak, con la meta de obligarlo a enfrentar lo que el New York Times (un periódico liberal pro imperialista) llama "un desastre de relaciones exteriores en gran escala" y a hacer ajustes.
Pero a un nivel más profundo, el informe y el subsiguiente debate muestran las enormes contradicciones que confronta Estados Unidos, y en particular las contradicciones que agudizó la invasión de Irak. El problema central es que la guerra y la ocupación no han tenido éxito y, al contrario, les ha salido el tiro por la culata. Debido a la guerra el fundamentalismo islámico ha cobrado fuerza: en la insurgencia sunita contra la ocupación, en las facciones chiítas que controlan el gobierno iraquí y ahora en la guerra civil entre las dos. Además, ha estimulado a las fuerzas islamistas por toda la región, como Hezbolá en Líbano y el Talibán, que está resurgiendo en Afganistán. Esto es exactamente lo contrario de lo que se propuso la camarilla de Bush. Se manifiesta en la creciente cantidad de ataques contra las fuerzas de la ocupación y de matanzas sectarias, y en las divisiones del gobierno iraquí. Este atolladero ha restringido la capacidad de Estados Unidos de proyectar su poder por todo el mundo, y ha abierto brechas y oportunidades para sus rivales imperialistas y otras fuerzas que considera hostiles a sus intereses, como China y Venezuela.
El informe y el debate demuestran el enorme contraste entre las opciones restringidas de Estados Unidos (cualquier línea de acción podría llevar al desastre) y las enormes y crecientes apuestas. Muestran la imposibilidad de retirarse así no más. El informe y la respuesta del gobierno de Bush permiten ver los fuertes desacuerdos que hay en el seno de la clase dominante sobre la crisis de Irak y, de igual modo, su urgente necesidad de forjar un consenso bipartidista para evitar un desastre estratégico.
Los imperialistas y su sistema corren mucho peligro en esta situación, pero también hay peligros (y el potencial de oportunidades) para el pueblo. El Informe Baker no es una declaración contra la guerra; no la desenmascara ni dice que es una guerra ilegal, inmoral e injusta en aras de la expansión imperial. Por el contrario, es una evaluación de la mejor manera de mantener la dominación del Medio Oriente ante crecientes peligros. Tampoco es un repudio de la "guerra contra el terror" ni del programa del gobierno de Bush, a pesar de las fuertes críticas que hace de ciertas tácticas y métodos de ese programa en Irak y por toda la región.
Busca "puntos de coincidencia" para que la clase dominante pueda maniobrar y evitar un posible "desastre estratégico". (El hecho de que la guerra ya es un enorme desastre para el pueblo iraquí ni siquiera entra en sus cálculos). Otra meta es impedir que estalle el descontento y la indignación de millones de personas en Estados Unidos que odian esta guerra y pensaron que votaron contra ella.
Reubicación de tropas, presiones al gobierno iraquí, ofensiva diplomática
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Hay tres elementos clave de las 79 recomendaciones del Informe Baker. Primero, propone cambiar las operaciones militares de combatir la insurgencia a adiestrar al ejército iraquí, y retirar gradualmente las tropas de combate de ahora al 2008, “si las condiciones lo permiten”. Con eso esperan apaciguar la insurgencia y la guerra civil, y reducir el atractivo de las fuerzas islamistas (tanto sunitas como chiítas) que han cobrado fuerza como resultado de la invasión y ocupación.
Segundo, esas medidas están vinculadas al cumplimiento de ciertos objetivos en determinadas fechas, y si no se cumplen Estados Unidos recortaría la ayuda. La idea es presionar a las varias facciones del gobierno iraquí a arreglar sus conflictos y tomar medidas para parar la marcha hacia una guerra civil sectaria. Tal guerra sería una amenaza a la existencia misma de Irak como nación, y podría llevar a una guerra regional.
Tercero, recomienda una ofensiva diplomática a fin de obtener la ayuda de los países vecinos, especialmente Siria e Irán, para estabilizar la situación en Irak (actualmente varios países le echan leña al conflicto con apoyo y armas a las milicias rivales). Igualmente, se propone sofocar las llamas del radicalismo islámico y el odio a Estados Unidos reanudando las negociaciones entre Israel y los palestinos sobre la formación de un estado palestino.
Las recomendaciones no son una desviación dramática de lo que ha propuesto el gobierno de Bush. No establecen un plan o fecha límite para retirar las tropas y no proponen retirarlas inmediatamente. De hecho, el Informe propone dejar docenas de miles de soldados en Irak indefinidamente (aunque en segundo plano). Inclusive contempla la posibilidad de aumentar las tropas temporalmente, si los comandantes dicen que es necesario. En general, el tono del Informe es “dialogar” con Bush, o sea, tratar de persuadirlo de que tenga más flexibilidad y considere a otras fuerzas de la clase dominante, empujarlo a admitir que hay un problema muy grave y que quizá tenga que restringir algunas de sus metas, llevarlo a ajustar la postura militar y diplomática para ganar tiempo… pero pone mucho cuidado en no desafiarlo directamente sino darle una amplia gama de opciones que puede adoptar y decir que concuerdan con sus metas básicas.
Bush y los neoconservadores contestan con su propio "realismo"
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A pesar de los esfuerzos del Grupo de Estudio de “dialogar” con Bush, hasta la fecha él ha rechazado sus principales recomendaciones: retirar las tropas de combate y hablar con Siria e Irán. “También creo que vamos a tener éxito. Creo que vamos a prevalecer”, dijo en una rueda de prensa con el primer ministro británico, Tony Blair. “Un fracaso perjudicará a las futuras generaciones de americanos… Estamos de acuerdo en que es importante salir victoriosos en Irak”.
Los aliados neoconservadores de Bush corrieron a ridiculizar el Informe. Dicen que es poco realista y que es una claudicación. Este debate ilustra el campo minado en que se encuentra Estados Unidos. El Grupo de Estudio declaró con razón que la política de Bush ha sido un desastre, pero los neoconservadores contestan, con razón, que las recomendaciones del Informe podrían empeorar la situación.
¿Retirar las tropas de combate y que el ejército iraquí las reemplace? Eso es lo que tratan de hacer, sin éxito, desde hace tres años. “Básicamente el Informe elude el tema más importante: establecer seguridad en Irak”, escribió un columnista del periódico derechista Weekly Standard. “Todas las exhortaciones a convencer a los iraquíes de negociar entre sí, o con Irán y Siria, y zanjar diferencias son inútiles si no paramos el baño de sangre que actualmente envuelve a Bagdad y la provincia de Anbar”.
¿Presionar al gobierno iraquí a abandonar el sectarismo y unificarse? “Las recomendaciones del Grupo de Estudio de Irak se basan en la capacidad de un gobierno iraquí frágil de forjar reconciliación nacional y seguridad en un momento en que el país está fracturado en grupos sectarios, sus fuerzas de seguridad son incompetentes y la competencia de visiones es una amenaza a la existencia misma del estado”, escribió el Washington Post, un periódico liberal pro imperialista. “El Grupo de Estudio amenaza con debilitar un gobierno ya debilitado”, comentó Anthony Cordesman, analista militar burgués.
¿Hablar con Siria e Irán? Esto es problemático para el gobierno de Bush por varias razones. Primero, va contra una de sus metas centrales: debilitar los gobiernos de esos países y quizás tumbarlos (y en el caso de Irán, quitarle una fuente de apoyo central a los movimientos islamistas). Segundo, no es claro qué haría Irán para ayudar a Estados Unidos o por qué. Baker admitió eso, pero dice que si el gobierno iraní no hace nada por lo menos el mundo vería que no es razonable. Pero para Bush y los neoconservadores, le daría demasiada legitimidad. Por último, aunque Irán y hasta cierto punto Siria tienen cierta influencia en Irak, ninguno controla las fuerzas que desencadenó la invasión.
Fundamentalmente, el gobierno de Bush y sus partidarios dicen que no se puede regresar a la situación que prevalecía antes de la invasión, ni mucho menos al objetivo de preservar el statu quo en el Medio Oriente que guió la estrategia estadounidense en la región desde la II Guerra Mundial hasta que Bush empezó una transformación regional. Retirarse de Irak envalentonaría a las fuerzas fundamentalistas islámicas, que son el principal blanco de esa estrategia, dicen los neoconservadores. En cuanto a la recomendación de reanudar las negociaciones de Israel y los palestinos, esto tropezaría directamente con la meta del gobierno de Bush de derrotar a fuerzas fundamentalistas como Hamas y fortalecer a Israel como arma regional.
La respuesta del Grupo de Estudio, de que el plan de Bush para transformar el Medio Oriente ha debilitado el control estadounidense, también es realista. Como dice la canción de The Clash: “Si me quedo, ay qué lío, si me voy, doble lío”.
Baker-Hamilton: Respuesta a la fragilidad política y trastornos en el frente interno
El Informe también menciona las crecientes divisiones y polarización políticas en Estados Unidos, tanto en el seno de la clase dominante como entre amplios sectores de la población y el gobierno de Bush, y en el mundo político en general. Un columnista del Wall Street Journal concluyó:
“A pesar de las 79 recomendaciones para ‘salir adelante’, el principal propósito del Grupo de Estudio no es salvar a Irak de una catástrofe sino salvar al sistema político estadounidense de una catástrofe… Los dos presidentes del grupo, Jim Baker y Lee Hamilton, lo dicen explícitamente al comienzo del Informe. ‘La política exterior de Estados Unidos está destinada a fracasar… si no la apoya un consenso amplio y sostenido’. Leon Panetta, representante demócrata de 1977 a 1993, dijo en la rueda de prensa: ‘Este país no puede librar una guerra si está tan dividido como hoy’”.
Estas dos clases de divisiones interactúan constante y dinámicamente. Las divisiones en la cúpula de la clase dominante pueden abrirle espacio al descontento del fondo, y la resistencia del fondo puede crear problemas y ampliar las divisiones en la cúpula. El Grupo de Estudio trata de responder a ambas divisiones 1) forjando un consenso sobre la línea de conducta en Irak para evitar una catástrofe estratégica y 2) minando la oposición a la guerra dentro del Partido Demócrata y en la sociedad en general. “Si el Informe ayuda a aislar a John Murtha y la izquierda que pide retirarnos ya”, comentó en un editorial el Wall Street Journal , “sus autores habrán hecho algo bueno”.
Por último, todos los que cifraron sus esperanzas en las elecciones y los demócratas o que esperaban que las dificultades en Irak hicieran cambiar la situación y obligar al gobierno de Bush a cambiar de rumbo, tienen que recapacitar. Primero, Bush de ninguna manera ha abandonado su programa y sigue dirigiendo al gobierno, como dijeron con regocijo hace poco los derechistas duros William Kristol y Robert Kagan:
“Aunque ni los medios ni muchos observadores de la situación política se dan cuenta, la comisión de Baker no puede hacer nada para obligar a Bush a cambiar de camino. Tampoco será fácil para la mayoría demócrata del Congreso tomar las riendas sobre Irak. En el sistema estadounidense, el presidente siempre tiene una enorme autoridad en política exterior, si quiere ejercerla. No cabe duda de que el presidente Bush lo quiere”.
Por su parte, los demócratas han dicho que no van a recortar los fondos para la guerra, aplaudieron las recomendaciones imperialistas del Grupo de Estudio, votaron casi unánimemente a favor de Robert Gates para secretario de Defensa… y algunos hasta piden despachar más tropas.
Por eso le toca al pueblo sacar al gobierno de Bush. Afirmar que la guerra y todo el programa de Bush tienen que parar es más urgente que nunca. Como dice El Mundo no Puede Esperar:
"En esta situación de fuertes debates y divisiones en el gobierno, cuando no hay una solución fácil, se necesita más que nunca una oposición masiva a esta guerra injusta que exija pararla ya. Se necesita una oposición fuerte y que la gente que no permite que sigan cometiendo crímenes de guerra en su nombre confronte a los que hoy debaten cómo responder a la debacle que se avecina en Irak. Si no, por más problemas que tenga el gobierno de Bush, no resultará nada bueno para los pueblos del mundo".
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