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Revolución #75, 7 de enero de 2007
Lo que está en juego en Irak—para ellos… y para nosotros
Las alternativas de la clase dominante en Irak: No hay opción buena, no hay "salida digna"
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"Vamos a estar en Irak hasta que el trabajo esté concluido. Nos invitó un gobierno soberano elegido por la ciudadanía. He oído mucha especulación de que los informes que circulan en Washington significan que vamos a retirarnos con dignidad de Irak. Vamos a estar en Irak hasta que el trabajo esté concluido y el tiempo que el gobierno nos quiera ahí".
George Bush en una rueda de prensa en Amman, Jordania, 30 de noviembre
Estados Unidos está ante una crisis, y una posible derrota, de dimensiones históricas en Irak. Hay fuertes debates sobre cómo responder y Bush se está preparando para anunciar un cambio de estrategia en enero.
En esto hay dos elementos sobresalientes.
Primero, los funcionarios del gobierno y los comentaristas esperan conseguir apoyo popular para su plan específico… y para la guerra en general. "¿Qué debemos hacer 'nosotros' en Irak?", preguntan, como si todos "nosotros" estuviéramos metidos por igual en esto. En realidad, todas las alternativas que debaten tienen el mismo propósito: mantener la dominación del Medio Oriente. Todas llevarán a más guerra, más sufrimiento para el pueblo iraquí y un aumento de la horripilante dinámica creada por el actual choque de dos fuerzas reaccionarias: el imperialismo y el fundamentalismo islámico. Veremos que estos planes de ninguna manera representan los intereses de la gran mayoría del pueblo… de Irak, el Medio Oriente o Estados Unidos.
Segundo, la guerra continuará (y podría intensificar) a menos que surja algo que hace falta mucho hoy: una oposición masiva que rebase los límites impuestos por el debate del gobierno y los medios burgueses. Sin esto, la lucha interna de la clase dominante no llevará a nada bueno.
Las crisis se traslapan y se refuerzan… y no hay ninguna opción buena
El conflicto en el seno de la clase dominante refleja la complejidad de las contradicciones que se le plantean, y la tensión entre su gran necesidad de salir victoriosa en Irak y el hecho de que ninguna línea de acción ofrece una garantía de victoria y cualquiera podría fracasar.
El gobierno de Bush invadió a Irak para cambiar la trayectoria del Medio Oriente, que es una región crucial para el funcionamiento y poder del capitalismo-imperialismo estadounidense; en particular, buscaba frenar el crecimiento rápido y desestabilizador del fundamentalismo islámico anti Estados Unidos. Saddam Hussein no era fundamentalista, pero a los ojos de la camarilla de Bush, la conquista de Irak era una manera dramática de afirmar el poderío yanqui y empezar a reestructurar los gobiernos regionales y contrarrestar la influencia de los fundamentalistas.
Pero le salió el tiro por la culata. La invasión y el colapso del estado iraquí agravaron una multitud de contradicciones (como el odio por Estados Unidos y su aliado, Israel) y le abrieron la puerta a corrientes islamistas y nacionalistas sunitas y chiítas. La respuesta del gobierno de Bush --represiva y hasta cierto punto incoherente-- exacerbó los problemas. Por eso hoy confronta una serie de crisis que se traslapan y se están intensificando rápidamente: una insurgencia, una guerra civil entre los chiítas y los sunitas, un estado débil y fragmentado, la infiltración de Al Qaeda y la desintegración de la sociedad iraquí.
Esto ha llevado a lo que el New York Times, periódico imperialista liberal, llama "una cacofonía de planes en competencia": el del Grupo de Estudio Baker-Hamilton, el del representante John Murtha y el senador Joe Biden (demócratas), el del senador John McCain (republicano), y más.
Entre las opciones militares que se debaten están: despachar más tropas; mantener el actual nivel; retirar algunas (inmediatamente o por etapas). Se dice que la camarilla de Bush está considerando un "aumento temporal", o sea, despachar de 20,000 a 50,000 soldados más para restablecer el control de Bagdad (y posiblemente atacar la milicia chiíta Mahdi, dirigida por el clérigo Muqtada Sadr) y después de la provincia de Anbar. Este plan cuenta con el apoyo de McCain, de muchos neoconservadores y del vicepresidente Dick Cheney (quienes dicen que sin orden y seguridad, no se podrá consolidar un gobierno iraquí eficaz ni dar otros pasos políticos y económicos.
Esto sería una escalada de la guerra. Unos oficiales militares lo llaman "apostar más" o "el doble o nada". Piensen en lo que esto conllevará. Un estudio de las universidades Al Mustansiriya de Bagdad y Johns Hopkins (publicado en la revista médica inglesa Lancet) calcula que 655,000 iraquíes han muerto como resultado de la invasión (601,000 por la violencia y 180,000 a manos de Estados Unidos y sus aliados). Más tropas causarán más muertes. Como dicen el coronel W. Patrick Lang y el ex analista de la CIA Ray McGovern (Counterpunch, 25 de diciembre), llevará a "la guerra total y a los excesos y bajas masivas que la acompañan. Imponer tal estrategia a las fuerzas armadas sería inmoral, en vista de las muchas pérdidas previsibles de tropas y a la gran cantidad de iraquíes que acabarán heridos y muertos".
No hay garantía de que un aumento de tropas sería temporal, porque podría fracasar (como la campaña del verano pasado para frenar la violencia en Bagdad, con 8,000 soldados más). Si fracasa, Estados Unidos sentiría una presión enorme de mandar más tropas… y más.
Hay otras fuerzas del gobierno que se oponen a una escalada de la guerra. El Washington Post (14 de diciembre) informó que al Pentágono le preocupa que "aumentará la dependencia de los iraquíes", le echará leña a la hostilidad hacia Estados Unidos (como ha ocurrido desde la invasión) y obstaculizará una solución política, que considera esencial para la estabilidad. El máximo general del ejército advirtió que Irak y Afganistán "quebrantarán" al ejército, a menos que las fuerzas armadas aumenten y recurran más a las reservas. Además, atacar las fuerzas de Sadr iniciaría una guerra de dos frentes: contra la insurgencia sunita y contra las milicias chiítas.
Otra opción que debaten es la que recomienda el grupo de Baker: mantener la actual cantidad de tropas (o inclusive reducirla gradualmente), forjar un gobierno iraquí eficaz, y cambiar el papel de las fuerzas armadas yanquis a entrenar al ejército iraquí y atacar a Al Qaeda.
En realidad, ya llevan mucho tiempo entrenando al ejército iraquí, y una consecuencia ha sido reforzar las milicias reaccionarias chiítas y curdas y los escuadrones de la muerte chiítas (a veces organizados directamente por Estados Unidos). (Hasta la fecha las fuerzas armadas iraquíes se niegan a luchar o son leales a tribus o facciones políticas, no al nuevo gobierno).
Otra variante de ese plan es entrenar a las fuerzas iraquíes, fijar una fecha para retirar las tropas yanquis y echarle la culpa a los iraquíes por lo que pase (decir que Estados Unidos no tiene la culpa y solidificar tanto apoyo ideológico y político como sea posible para futuras intervenciones).
Una tercera opción es la del representante John Murtha): trasladar las fuerzas yanquis de Irak a países vecinos (como Kuwait), dejar que los iraquíes peleen hasta el final y aliarse con el vencedor (y estar listos para intervenir si hay una amenaza a sus intereses regionales o si la guerra se desborda a otros países). Hoy esa opción no se toma en serio en la clase dominante, pero la ofrecen como una "válvula de escape" para la mayoría de los estadounidenses, que se oponen a la guerra y quieren una retirada. También sirve para hacer pensar que los iraquíes no valen lo mismo que los estadounidenses (casi explícitamente dicen: "que se maten entre sí, a quién le importa") y que las fuerzas armadas yanquis deben estar en el Medio Oriente y deben intervenir y dominar a otros países y pueblos.
Una pregunta: ¿quién puede decir que esas opciones corresponden a los intereses del pueblo? A los que pensaban que podían parar la guerra votando, ¿quién puede decir que son aceptables?
La "solución del 80%"… o una coalición de "moderados" pro Estados Unidos
También se debate la estrategia política, en relación con la estrategia militar y con forjar un gobierno capaz de ejercer autoridad, restaurar el orden y defender la integridad territorial. Una opción que cuenta con mucho apoyo y que supuestamente respalda Cheney se llama la "solución del 80%". Propone entregar el gobierno a los chiítas y los curdos, que son el 80% de la población, y olvidarse de involucrar a los políticos sunitas y de atraer a la insurgencia sunita. Esto básicamente respaldaría la matanza de la población sunita.
Los sectores de la clase dominante que se oponen a esa "solución" (la secretaria de Estado Condoleezza Rice, elementos del Pentágono y el grupo de Baker, según informes) temen que lleve a más guerra civil, a la división de Irak y a una guerra regional que ponga en peligro aliados claves, como los gobiernos de Arabia Saudita y Jordania, y fortalezca las facciones pro Irán del gobierno iraquí. (Arabia Saudita ha advertido que si Estados Unidos se retira de Irak o no protege a los sunitas, dará armas y fondos a los combatientes sunitas para impedir una limpieza étnica, e incluso despachará brigadas de combate. Un asesor saudita advirtió en el Washington Post que en caso de que haya un baño de sangre sunita apoyado por Irán, Arabia Saudita aumentará la producción de petróleo para rebajar el precio y quebrar a Irán. "La participación saudita en Irak conlleva muchos riesgos y podría causar una guerra regional", escribió. "Pero las consecuencias de la inacción son mucho peores").
Como alternativa proponen forjar una coalición de sunitas, chiítas y curdos dispuestos a colaborar con Estados Unidos, fortalecerla con más ayuda económica, financiera y política, y aislar o aplastar la milicia de Sadr. La meta es consolidar un gobierno pro Estados Unidos, aislar y aplastar la oposición, y crear una plataforma para más agresión en la región. Pero hasta la fecha tales esfuerzos han fracasado (como se ve dramáticamente en las calles de Bagdad).
Otro plan, del senador demócrata Joe Biden, propone dividir Irak en tres zonas autónomas, con un gobierno federal débil y una división de las divisas de la industria petrolera. Esto llevaría a una dominación yanqui más directa, destruyendo Irak como país y dejando en su lugar regiones débiles y fragmentadas, que Estados Unidos e Israel podrían hacer pelear entre sí. Hasta la fecha esa opción ha recibido muy poco apoyo porque la posición dominante es que Irak debe seguir siendo un contrapeso a Irán y porque temen las consecuencias de una guerra regional.
En resumen, todas las opciones contemplan más guerra, más muertes de iraquíes y la prolongación de la dominación yanqui regional y de Irak. Todas corresponden a los intereses de los imperialistas, y de los fundamentalistas islámicos que se ceban de esa mortandad. A pesar de sus declaraciones sobre la democracia y "autonomía", la clase dominante yanqui está debatiendo el futuro político de Irak.
Dialogar con Irán y Siria… o atacarlos
También se debate la estrategia regional. El grupo de Baker y otros dicen que no se puede estabilizar a Irak sin la ayuda de estados vecinos, y que por eso Estados Unidos debe dialogar con los gobiernos de Irán y Siria (y otros países regionales). La meta de este plan es mantener la influencia regional y el statu quo opresivo, reorganizarse y posiblemente preparar el terreno para nuevas confrontaciones con Irán y Siria en el futuro. Baker admitió que Irán y Siria no tienen muchos motivos para participar en tal diálogo, pero que si no lo hacen quedarán más aislados (y, no agrega, vulnerables a un ataque).
Parece que los elementos dominantes de la camarilla de Bush dicen que Irán y Siria son parte del problema, así que no se debe hacer nada que suavice las actuales crisis y hostilidades, sino redoblar la presión para un "cambio de gobierno".
Irán preocupa mucho a Washington, en parte porque se ha beneficiado de las dificultades de Estados Unidos en Irak y ha reforzado su papel central en el movimiento islámico con apoyo a Hezbolá en Líbano y actividades en Irak (y se informa que busca aumentar su influencia en Afganistán).
Por eso el peligro de un ataque contra Irán continúa y crece. En los últimos meses Estados Unidos ha redoblado las patrullas de la marina cerca de Irán, ha arrestado a iraníes en Irak y los ha acusado de organizar ataques contra el ejército estadounidense (a pesar de que el gobierno iraquí los invitó) y empujó a la ONU a aprobar una resolución contra el programa nuclear iraní. (La revista Time informó el 19 de diciembre que está tratando de debilitar al gobierno sirio también). El hecho de que ningún demócrata se opone a esta postura agresiva (y que varios recomiendan atacar a Irán) refuerza esa posibilidad.
En el 2004, Barack Obama habló de un posible bombardeo de Irán y dijo: "En vista del hecho de que ahora estamos en Irak, con todos los problemas que esto ha creado en la percepción sobre Estados Unidos, atacar a Irán con misiles no es la mejor opción. Por otro lado, que una teocracia musulmana radical posea armas nucleares es peor. Por eso mi primera reacción es no dejar que los clérigos que gobiernan en Irán tengan esas armas". (Chicago Tribune, 25 de septiembre de 2004)
"El principal reto estratégico de nuestros tiempos"
En medio de este debate, la postura pública de la camarilla de Bush es ajustar pero no abandonar su estrategia: se dice que Bush contempla un "compromiso más profundo" en Irak, y habla de "victoria", no de transigir. Rice dijo que "no habrá una retirada de la campaña de fomentar la democracia en el Medio Oriente", que es parte de "nuestros intereses estratégicos", y rechazó la posibilidad de dialogar con Irán y Siria.
"Oí unas ideas que llevarían a la derrota", Bush dijo poco después de recibir el informe de Baker. "Las rechazo, tanto como la idea de irnos antes de lograr nuestras metas". Más tarde dijo: "Si perdemos el valor, si vacila nuestra resolución de ayudar al gobierno iraquí, entregaremos el país a un enemigo que quiere perjudicarnos".
Con eso rechazó elementos claves del informe de Baker, que no dice nada de victoria o democracia en el Medio Oriente. Por el contrario, el informe advirtió que el precio de seguir la misma línea de acción en Irak podría ser enorme: una guerra regional, choques entre los sunitas y los chiítas por todo el mundo islámico, un aumento dramático del precio del petróleo, un aumento del jihadismo islámico, un debilitamiento de la posición global de Estados Unidos, una derrota en Afganistán y más polarización en este país.
La camarilla de Bush reconoce esos peligros, pero teme que una retirada o derrota los aumente: que envalentone a las fuerzas islamistas, refuerce el papel regional de Irán, aísle a Israel, debilite a sus aliados y cree más oportunidades para sus rivales globales. Además, cree que esas crisis ofrecen ciertas oportunidades. Rice le dijo al Washington Post (15 de diciembre) que la región "está pasando por cambios que nos ofrecen nuevas oportunidades". Describió la situación como un "nuevo contexto estratégico", un "'momento de aclaración' entre los extremistas y lo que llama los árabes convencionales".
La resolución de Bush de defender la hegemonía estadounidense en el Medio Oriente a pesar de los enormes peligros no se debe a "estupidez" ni a falta de contacto con la realidad. Por el contrario, se desprende de las profundas realidades del capitalismo estadounidense y la estructura del orden social global. Un puñado de ricos países imperialistas se ceba de los mercados, recursos naturales y mano de obra de los países pobres del tercer mundo (como el Medio Oriente), y compiten entre sí. Por eso Estados Unidos tiene que controlar las regiones y los recursos clave (especialmente los energéticos) e impedir que sus rivales imperialistas (como Rusia) y otras potencias emergentes como China hagan lo mismo. No es una compulsión secundaria sino fundamental.
Todo esto está concentrado hoy en el Medio Oriente y Asia central. El colapso de la Unión Soviética puso en movimiento las "platas tectónicas" geopolíticas de esa región y su futuro está por decidir. Hay muchísimo en juego, militar, política, económica e ideológicamente, especial pero no únicamente porque tiene el 80% del petróleo y gas del mundo. Un elemento central es el surgimiento del fundamentalismo islámico como polo de oposición al statu quo y a Estados Unidos y sus aliados.
Hace poco en el programa de TV de Charlie Rose, Henry Kissinger (gurú de relaciones exteriores) dijo que debido al "fervor" islámico que recorre la región, se están congregando fuerzas que amenazan todo el sistema global. Mencionó una posibilidad "catastrófica": Irán obtiene armas nucleares, surge un vacío político en Irak, Irán interviene por tentación o necesidad (y desafía el orden regional), y sus armas nucleares cambian la respuesta estadounidense a la crisis o a otras crisis regionales (y reducen el papel que ha desempeñado Israel desde hace mucho tiempo como fuerza militar regional dominante).
Por todo eso, muchos estrategas (y la camarilla de Bush) piensan que el Medio Oriente es "el principal reto estratégico de nuestros tiempos", o un punto focal que influencia todo lo demás. Esto explica por qué la dominación de esa región es urgente hoy, por qué es un elemento central del programa de Bush y por qué no hay una salida fácil de Irak. En realidad, como la guerra ha acelerado las dinámicas negativas en la región, ha aumentado la urgencia de luchar hasta conseguir una forma de victoria en Irak. La retirada no concuerda con esas necesidades.
Es importante notar que ningún demócrata de peso disputa o rechaza el "derecho" de Estados Unidos de dominar el Medio Oriente. Por el contrario, en 1980 el presidente demócrata Jimmy Carter declaró: "Cualquier intento de cualquier fuerza externa de obtener el control de la región del golfo Pérsico será considerado como un ataque contra los intereses vitales de Estados Unidos, y se rechazará por todos los medios necesarios, inclusive la fuerza militar".
Igualmente, Bush sigue siendo "el que toma la decisión". Como los demócratas comparten el mismo razonamiento y como temen movilizar a los millones de personas que se oponen a la guerra pero siguen su dirección, Bush conserva la iniciativa… mientras que continúe la misma dinámica y marco político. Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara de Representantes, dijo: "Mientras nuestras tropas estén en peligro, las apoyaremos", o sea, no cortarán los fondos para la guerra. El líder demócrata del Senado, Harry Reid, apoya despachar más tropas.
Se necesita: Una ola de oposición a toda la guerra
Esto nos lleva al último punto: sin una oposición grande y resuelta a la guerra, la clase dominante escogerá uno de esos planes o una combinación de varios, y continuará la agresión en Irak y la región, a pesar de las consecuencias desastrosas para las masas y de los riesgos para los imperialistas.
Los intereses del pueblo demandan una retirada total de Irak. Una "victoria" legitimará una guerra ilegal, inmoral e injusta y garantizará más muerte y tortura a manos de Estados Unidos y sus aliados. Convertirá a Irak en una neocolonia y redoblará la opresión del pueblo iraquí de muchas maneras y por muchas décadas. Creará un "modelo" de dominación yanqui y una plataforma para más agresiones en la región. Envalentonará a los imperialistas a atacar otros países, y empujará a más masas a las manos reaccionarias del fundamentalismo islámico.
Esto no quiere decir que la retirada acabará el derramamiento de sangre. Cuando invadió a Irak e hizo añicos el viejo orden, Estados Unidos desencadenó y fortaleció a las fuerzas fundamentalistas islámicas, tanto sunitas como chiítas. Cada una es una compleja mezcla de fuerzas políticas, pero a ambas las guían ideologías y programas religiosos reaccionarios (y fuerzas del viejo gobierno de Hussein, en el caso de la resistencia), y no programas revolucionarios o siquiera antiimperialistas.
Ambos grupos aplican la estrategia de atacar a civiles y han cometido enormes atrocidades contra gente inocente. Justifican los ataques a la población civil y borran la distinción entre las masas y los imperialistas; demarcan los amigos y los enemigos a partir de la religión: si uno es creyente o "infiel". Esto ha creado una dinámica de venganza, limpieza étnica y guerra civil. Si Estados Unidos se retira de Irak, esa dinámica podría continuar.
Estados Unidos es el principal responsable de convertir a Irak en una pesadilla, pero las fuerzas islámicas (sunitas y chiítas) han desempeñado un papel importante también. Si toman las riendas, la pesadilla continuará. Además, no cabe duda de que aumentarán los ataques contra los intereses y aliados de Estados Unidos en la región, y posiblemente en este país también.
Hoy las invasiones de Irak y Afganistán, y toda la guerra en aras de la expansión imperial, fortalecen (en vez de debilitar) a tales fuerzas reaccionarias. Urge cambiar toda esa dinámica, y una manera crucial de empezar a hacerlo es obligar por medios políticos al gobierno de Bush a terminar la guerra de Irak y retirar las tropas. Se necesita un pujante movimiento popular contra la guerra y, es más, dispuesto a sacar corriendo al gobierno de Bush, una parte del cual tiene que ser repudiar toda la "guerra contra el terror". Para hacerlo, millones de personas tendrán que echarse a la calle, pero si eso se logra como resultado de una pujante oposición interna, será una inspiración para millones de personas por todo el globo y les mostrará el potencial de "otro camino", que no es ni el McMundo/McCruzada de los imperialistas ni la jihad de los fundamentalistas islámicos. Será una resistencia que ofrezca una causa común de los pueblos del mundo que odian la dominación imperialista y quieren estimular los movimientos de auténtica liberación y forjar sociedades sin pobreza, violencia injusta, odio étnico y opresión de la mujer.
Tal oposición y resistencia es posible y sumamente urgente. Los principales periódicos dicen que "el país está en crisis", y con toda probabilidad esto aumentará. Millones de personas votaron por los demócratas porque quieren terminar la guerra, pero Bush está resuelto a seguirla. Pero esa resistencia no pasará a menos que se quiten de encima las restricciones que impone este sistema, que encauza todos los esfuerzos en aras del cambio hacia el proceso electoral… y esto incluye a los demócratas.
Los millones que se oponen a la guerra pueden ser una fuerza poderosa si afrontan de lleno lo que está haciendo el gobierno y lo que esto significa para el pueblo iraquí; si afrontan de lleno los peores horrores por venir si esto continúa; si no se acobardan de su responsabilidad ante los demás habitantes del planeta y, al contrario, reconocen que sus acciones (o inacción) tienen repercusiones por todas partes; y si contribuyen al movimiento para sacar a este vil gobierno, parar sus crímenes y cambiar la intolerable trayectoria de esta sociedad.
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