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Revolución #76, 14 de enero de 2007
Programa de El Mundo no Puede Esperar:
Contra "quedarse de brazos cruzados y permetir que eso suceda"
La noche del 4 de enero, unas 300 personas acudieron al National Press Club para escuchar presentaciones de Michael Ratner, Cindy Sheehan, John Nichols, Daniel Elsberg, Sunsara Taylor y una declaración grabada de Gore Vidal. El maestro de ceremonias fue David Swanson, de la coalición After Downing Street. El programa lo auspició El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno.
John Nichols, del Instituto The Nation, presentó los temas de su libro The Genius of Impeachment: The Founders’ Cure for Royalism (El genio del juicio de destitución: El remedio de los autores de la Constitución contra el monarquismo). Trazó paralelos entre Bush y la monarquía con que rompieron los fundadores de Estados Unidos. Explicó que en 1787 los autores de la Constitución “se propusieron hacer un par de cosas sencillas. Una: asegurarse de que un solo individuo nunca pudiera llevar el país a la guerra. Querían encadenar a los perros de la guerra. Y dos: asegurarse de que si el presidente lo hacía, el pueblo y el Congreso tuvieran las herramientas para sacarlo, sin tener que esperar hasta las próximas elecciones sino a la primera oportunidad”.
En vez de decir que no es el momento de hablar de un juicio de destitución por los problemas con la guerra de Irak, Nichols dijo que ¡esas son precisamente las circunstancias que lo exigen!
Cindy Sheehan denunció las mentiras de los elogios en el entierro del presidente Gerald Ford. Dijo: “Todos sabemos que Gerald Ford fue un presidente malísimo… Ahora dicen que sanó a la nación después de Watergate. Bueno, yo les digo que si hubiera sanado a la nación después de Watergate, mi hijo estaría vivo; casi un millón de iraquíes estarían vivos. Los 3004 soldados estadounidenses estarían vivos, y miles tendrían brazos, piernas y ojos… Si hubieran enjuiciado plenamente a Richard Nixon y lo hubieran metido a la cárcel, George Bush no pensaría que está por encima de la ley”.
Daniel Ellsberg corrió el riesgo de que lo metieran a la cárcel por divulgar unos documentos secretos del Pentágono en los años 70, lo cual ayudó a terminar la guerra de Vietnam. Pidió que los que saben lo que está pasando no esperen tanto tiempo como él, que no esperen hasta que el gobierno derrame más sangre, mande más tropas y empiece una nueva guerra, probablemente contra Irán. Ellsberg trazó una comparación entre lo que está haciendo el gobierno de Bush (socavando el estado de derecho, imponiendo medidas represivas y librando guerras de agresión) y la Alemania nazi. Habló con claridad histórica y autoridad moral: “No estoy hablando del Holocausto. Ni siquiera estoy hablando de la agresión, que es lo que pasó en Irak. De paso, en el sentido legal y en general la guerra de Irak es indistinguible de las invasiones de Polonia o Francia o cualquier otro país… Pero quiero remontarme a antes de la dictadura alemana y hablar de la democracia constitucional, bien liberal, de Weimar”. Repasó los sucesos de enero de 1933, cuando Hitler conquistó el poder y aprovechó el incendio del edificio del parlamento, el Reichstag, en febrero para desencadenar a sus secuaces a detener, torturar y matar a miles de comunistas y otros miembros de la oposición política. Concluyó diciendo: “Hay que echar a Bush y Cheney por varias razones. Una: para ser franco, si hay otro 11 de septiembre mientras ellos están en el poder, creo que este país sería indistinguible del estado policial que se instituyó en Alemania en el verano de 1933, con campos de detención y todo lo demás”.
Luego Ellsberg recomendó leer el libro Defying Hitler (Desafiar a Hitler): “No se puede leer sin pensar en lo que está pasando hoy. La esencia no es tanto la ferocidad y resolución de los nazis, sino la carencia de oposición: el hecho de que todos se quedaron de brazos cruzados y permitieron que eso sucediera”.
Michael Ratner, presidente del Centro pro Derechos Constitucionales, presentó un argumento contundente a favor de un juicio de destitución por la guerra de Irak, la intervención telefónica ilegal, la autorización de la tortura y las detenciones ilegales, y las declaraciones que Bush ha firmado en el momento de firmar nuevas leyes. Dijo: “Todos queremos ver buenas audiencias en el Congreso que desenmascaren esas cosas ante el pueblo estadounidense. Pero tengo que decir que el Congreso no lo hará sin que el público y los que estamos en esta sala le demos un empujón”. Después de aplaudir a los que se pusieron los overoles naranja, Ratner exhortó a protestar el 11 de enero en Washington, D.C., contra la tortura y las detenciones indefinidas.
Sunsara Taylor habló en nombre de El Mundo no Puede Esperar y describió los crímenes del gobierno de Bush, como los ataques contra los derechos reproductivos de la mujer y los derechos de los gays, el peligro al ambiente, la supresión de la ciencia y el pensamiento crítico, el fomento del fundamentalismo cristiano, y la negligencia criminal contra los negros y otros tras el huracán Katrina. Luego lanzó un reto a todos, especialmente a los estudiantes:
“Nixon ganó las elecciones con una victoria aplastante, pero dos años después tuvo que renunciar en el oprobio. A Estados Unidos no le iba bien en Vietnam; el ejército se estaba desintegrando; la sociedad estaba en medio de un torbellino político; las universidades estaban cerradas u ocupadas; los soldados estaban en rebelión política; cientos de miles de personas se lanzaron a la calle; la música vibraba de descontento y sueños de un mundo mejor; los más oprimidos hablaban de revolución; millones más estaban a punto de perder la fe en todo el sistema político. Ante tal situación, unos republicanos decidieron votar a favor de un juicio de destitución; John Dean, un miembro del gabinete de Nixon, decidió no mentir por él; otros subalternos rechazaron la petición de Nixon de despedir al fiscal encargado de investigar el asunto de Watergate. Toda la dinámica de la sociedad cambió radicalmente.
“Hoy están escribiendo otra versión de los hechos, como si fuera una época desafortunada y dolorosa, y que el indulto que Gerald Ford le concedió a Nixon fue un modelo de unidad nacional y de curar las heridas.
“La verdad es que hoy las lecciones de esa época son más pertinentes que nunca. Cuando Nixon dijo que terminaría la guerra y en vez invadió a Camboya, por todo el país hubo paros estudiantiles, los mayores de la historia del país. Eso es algo que los estrategas de la guerra temen; pero es algo que los que no tenemos ningún interés en esta guerra debemos estimular con urgencia y con todos los recursos a nuestro alcance. Como parte de eso, El Mundo no Puede Esperar exhorta a organizar foros en 100 universidades en la primavera para divulgar plenamente los crímenes que se están cometiendo en nuestro nombre”.
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