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Revolución #79, 25 de febrero de 2007
La entrevista de Revolución
Fernando Botero y Abu Ghraib: “No me pude quedar callado”
La entrevista de Revolución: Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, el teatro, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política. Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en Revolución o en nuestra página web.
“El arte es una acusación permanente”
—Fernando Botero
Fernando Botero es uno de los más destacados pintores y escultores contemporáneos. El 29 de enero, se estrenó en la Universidad de California en Berkeley la exhibición “Botero: Abu Ghraib”. Las 43 pinturas, de una colección de más de 80, estarán en la biblioteca Doe hasta el 25 de marzo. La exhibición es auspiciada por el Centro de Estudios Latinoamericanos.
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Hay que experimentar las pinturas de Botero, que son impactantes imágenes de gran potencia. Vale la pena viajar para verlas. Los enormes cuerpos de los prisioneros dominan los lienzos enormes y a la vez claustrofóbicos. El dolor es palpable y tienen una visceralidad que las famosas fotografías no captan, todo eso acentuado por la degradación humillante y repugnante de su cultura y de su propia persona. Sin embargo, estos hombres transmiten una fuerza y dignidad que cala. Aunque casi no se ve a los torturadores, varios cuadros muestran imágenes espeluznantes de los sanguinarios perros de ataque gruñendo, rasguñando y mordiendo, que captan la mentalidad y los valores de quienes los azuzan. Surge la pregunta: ¿qué clase de sociedad, qué clase de país comete semejantes crímenes contra la humanidad? Tómese el tiempo de ver estas pinturas directamente o vea el libro o las imágenes en línea; y pregúntese: ¿qué estoy haciendo yo para parar esto?
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Esta es la primera vez que estas obras se exhiben en una institución pública en Estados Unidos. El otoño pasado se exhibieron por un mes en la Galería Marlborough de Nueva York, que representa a Botero. A pesar de que se las ofrecieron a muchos museos en el país en los últimos seis meses, ni una sola institución expresó interés en exhibirlas hasta hoy.
Las pinturas han estado en importantes museos de Italia, Grecia y Alemania, donde los críticos las han aclamado y las han comparado a las obras de Goya, Picasso, Siqueiros y Leon Golub.
Cuando el Centro de Estudios Latinoamericanos de Berkeley se enteró de que no iba a haber una exhibición pública de estas obras, inmediatamente buscó la manera de exhibirlas. La exhibición se estrenó apenas dos meses después de que el Centro se puso en contacto con Botero, lo cual es sumamente rápido para una exhibición de esta magnitud.
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“Somos la primera, pero de ningún modo queremos ser la última, institución que exhiba estos cuadros en Estados Unidos”, dijo Harley Shaiken, profesor de Berkeley y presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos. A raíz de esta exhibición, el Centro de Artes Katzen de la Universidad American de Washington, D.C., ha anunciado que exhibirá la serie de Abu Ghraib en su totalidad este año.
Durante el estreno, más de 500 personas oyeron una conversación entre Botero y el poeta Robert Haas. Horas antes se formó una larga cola y más de 1,000 personas no pudieron entrar.
Para los que conocen poco de la obra de Botero, las dantescas condiciones de Abu Ghraib les podrían parecer un tema extraño. Botero es conocido por sus personajes voluminosos de vivo colorido: niños regordetes, perros y gatos mimados, músicos de su Colombia natal.
Al principio de su carrera, Botero contestó la crítica de que sus personajes eran muy gordos: “A mí me parecen delgados. A veces mi tema es satírico, pero estos personajes ‘inflados’ son inflados para que se vea su sensualidad… En el arte, si uno tiene ideas y piensa, tiende a deformar la naturaleza. El arte es deformación. No hay obras de arte que sean verdaderamente realistas”.
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Las obras de Botero son engañosamente sencillas, y suelen combinar el humor, la sensualidad y la inocencia con una mordaz crítica social. A lo largo de los años ha creado un arte que habla directamente sobre las condiciones sociales y políticas de América Latina. Una pieza de 1971, titulada Retrato oficial de la Junta Militar, es una sátira de los gobiernos militares del establo estadounidense. El obeso dictador y sus serviles seguidores (entre ellos un obispo católico) están en rígida atención, en uniforme de gala; sobre ellos vuelan moscas que dan a entender que es un gobierno “refinado por fuera, pero podrido por dentro”, como dijo un crítico. También pintó una serie de cuadros sobre los horrores de las guerras entre los carteles de narcotraficantes en Colombia.
Así y todo, Abu Ghraib dista mucho de lo que Botero acostumbra a pintar. Él dice que es “un paréntesis” en su carrera. Phillip Kennicott escribió en el Washington Post: “La serie sobre Abu Ghraib da la impresión de ser un catálogo de memorias oscuras, un compendio de indignaciones captado por una lengua popular establecida desde hace años, como una salvaguardia ante la confusión y el olvido. Estas ilustraciones son una especie de libro de historia, pero no escrito por los vencedores sino trazado por los mansos de la tierra, oculto hasta que se le dé vuelta a la tortilla y la verdad pueda salir a luz del día”.
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Botero no va a vender ninguna de las pinturas de Abu Ghraib. Dice que es “inmoral enriquecerse del sufrimiento humano”. Espera donarlas a un museo estadounidense que las albergue en su colección permanente.
Revolución entrevistó a Fernando Botero el 29 de enero en el estreno de “Botero: Abu Ghraib”. (La entrevista se llevó a cabo en inglés. La traducción al español es nuestra).
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Revolución: ¿Cómo decidió pintar estos cuadros sobre las torturas de Abu Ghraib?
Fernando Botero: El mundo entero estaba en un estado de shock cuando la prensa estadounidense dio a conocer la tortura de los iraquíes en la prisión Abu Ghraib. Leí sobre eso en el New Yorker en un famoso artículo de Seymour Hersh. Me quedé sorprendido, dolido y furioso, como todos los demás. Cuanto más leía, más me sentía motivado y furioso, alterado. Unos meses después iba de regreso a París en un avión cuando volví a leer sobre esa tragedia. Tomé un lápiz y un cuaderno y empecé a dibujar. Cuando llegué a mi estudio en París seguí dibujando y pintando. Se convirtió en una especie de obsesión que duró 14 meses. Solo trabajaba en eso y solo pensaba en eso. De repente, me sentí vaciado, como si ya no tuviera nada más que decir sobre eso. Me sentí en paz. Por alguna razón encontré la paz. Pero por meses sentí ese deseo de decir algo, porque para mí era una enorme violación de los derechos humanos y Estados Unidos ha sido un modelo de compasión y un modelo de derechos humanos, y va y comete esa violación. Ese es el mayor daño que se le ha hecho a la imagen de este país. Hoy por la mañana conversé con una periodista argentina y me informó que hoy solo el 6% de los argentinos aprueba lo que hace Estados Unidos, cuando hace tres o cuatro años el 70% lo aprobaba. Lo mismo está sucediendo por todo el mundo. Me sorprende que más artistas no hayan hecho algo al respecto porque es algo enorme que no va a desaparecer. Es algo que hay que recordar. Lo hice como una especie de testimonio. Claro, yo sé que no voy a cambiar nada, el arte no tiene ese poder. Pero por lo menos he dado testimonio de lo que sucedió. No me pude quedar callado. El poder del arte es hacer recordar algo y espero que mi arte logre eso.
Revolución: ¿Qué relación hay entre estas pinturas y las famosas fotos de torturas en Abu Ghraib?
Fernando Botero: Para mí las fotos fueron muy importantes para ver la atmósfera en que se desenvolvió ese drama. Vi las fotos, especialmente la iluminación tan dramática, porque la tortura se llevaba a cabo más que todo en la noche. También me inspiró el texto. Traté de visualizar lo que estaba sucediendo. La pintura tiene la capacidad de hacer visible lo que es invisible. No tiene sentido copiar una foto. Quería reconstruir la atmósfera de la prisión con escenas que no salían en las fotos, para crear una idea del ambiente, para comunicar una idea de los horrores que se estaban cometiendo. Una foto es un click. Claro que puede ser un documento tremendo. Pero la pintura es una concentración de la emoción y del tiempo, dejando a un lado lo que no concierne al tema, y eso da un sentido especial a las imágenes. En este caso existen las fotos y el texto, pero en ellos era imposible tener el punto de vista del artista. No creo que la tarea del arte sea simplemente recrear las imágenes. El arte tiene la capacidad de hacernos recordar algo por mucho tiempo. Cuando los periódicos dejan de hablar y la gente deja de hablar, el arte queda. Hay tantos acontecimientos históricos que se conocen por el arte. Las pinturas de Goya y el Guernica [de Picasso]… esos hechos se podrían olvidar si no fuera por sus imágenes. Espero que estas pinturas sirvan de testimonio por mucho tiempo.
Revolución: ¿Cómo le afectó personalmente pasar tanto tiempo enfocado en estas imágenes de tortura y sufrimiento?
Fernando Botero: Naturalmente es más agradable pintar temas más agradables. Toda la vida, por convicción, opté por pintar temas amables. En la historia del arte la mayoría de los temas son amables. Por ejemplo, no hay muchas pinturas impresionistas tristes, y eso que hay miles de pinturas. Si piensa en Botticelli o cualquiera de los grandes maestros, por lo general, sus temas eran agradables porque la función del arte era agradar, elevar al ser humano, y eso era lo que hacían. Poussin, uno de los grandes maestros del siglo 17, da una hermosa definición del arte. Dice que la pintura es una expresión en formas y colores, en una superficie plana, para dar placer. Esa era la idea del arte en ese tiempo. Querían dar placer. Pero naturalmente hay pintores que dan placer por medio de cosas dramáticas. El arte dramático tiene dos elementos: el estético y el tema. Uno de los más grandes artistas del pasado, Grünewald, un pintor de la Alemania del siglo 16, pintó las más horripilantes escenas de la crucifixión. Nada podría ser más horripilante. Uno tiene el placer de ver la belleza estética de ellas y con el tiempo siente el dolor.
En mi caso, yo tenía, naturalmente, el placer de pintar. Pintar es algo muy rico. Pero esta vez tan pronto empecé a dibujar, sentí ira. Cuando empecé a trabajar, es tan sensual que uno siente placer, eso es innegable; pero desde el comienzo sentí ira, estaba inquieto: esto no es justo, no es posible.
Este es un testimonio. Esto no es antiamericano, porque de serlo, entonces el New York Times es antiamericano. Presentar los hechos no es ser antiamericano. Estas pinturas son antiinhumanidad. Uno no puede quedarse callado cuando suceden estas cosas y dejar que solo la prensa y los políticos las aborden. El artista también es un ser humano y se preocupa, y lee los periódicos y tiene sentimientos. Lo nuestro es expresarnos. El artista se expresa para comunicarse. Si uno oculta esto, entonces el arte no existe. El arte existe en la mente del espectador. De otra manera el arte no es nada, es solo un lienzo. Lo que le da al espectador, lo que le pone en la mente, eso es lo importante. Por eso es que hay que ver el arte. En este caso quiero que estas pinturas den un minuto de reflexión y que queden grabadas en la memoria. Porque esa es la función del arte, a mi parecer.
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