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Revolución #82, 18 de marzo de 2007

¿Realmente quieren poner fin a cuatro años de guerra injusta?

¡Necesitamos un movimiento masivo resuelto a sacar del poder al gobierno de Bush!

Durante cuatro años el gobierno de Bush ha librado, en nuestro nombre, una guerra inconcebiblemente destructiva y cruel contra Irak; ha cobrado más de medio millón de vidas, está desterrando del país a más de 100,000 personas al mes y está llevando a toda la región hacia la balcanización.

Ahora, cuando la situación en Irak se les sale de las manos (y con los intereses imperiales estratégicos en juego), la lógica de Bush es duplicar la apuesta, y acelerar la ofensiva y el ámbito de la guerra (a toda la región).

Se está preparando un ataque masivo contra Irán. Seymour Hersh sacó a la luz hace poco que se han hecho planes para iniciar el bombardeo a las 24 horas de recibir órdenes de Bush y Craig Unger escribió: “Bush puede contar con que las fuerzas armadas libran [un fuerte ataque por aire y por mar] incluso sin la autorización del Congreso”.

Una guerra contra Irán implica derramar mucho más sangre y, además, intensificar la situación en que cada día más la humanidad enfrenta dos alternativas intolerables: la cruzada imperial de Bush o la respuesta reaccionaria de los fundamentalistas islámicos. El gobierno de Bush ha cometido crímenes en mayor escala y representa el mayor peligro para la humanidad, pues a fin de cuentas es la potencia imperialista dominante del planeta, pero cada una es una verdadera pesadilla. Las dos se alimentan mutuamente, y al crecer sofocan a las fuerzas laicas y progresistas de este país y de todo el mundo.

Quien no preste atención a los grandes peligros sin precedente que todo eso representa para la humanidad ¡hace peligrar el futuro de todos!

¡Hay que proponer ante los cientos de millones de personas de este país y por todo el mundo una tercera opción que no se limita a escoger entre una cruzada de McMundo y una jihad reaccionaria, sino que manifiesta nuestra determinación de pararlo todo!

Los demócratas como John Conyers dicen que un juicio de destitución distraería la atención de la tarea de parar la guerra. Pero George Bush ha remachado una y otra vez que esta guerra no terminará durante su presidencia, así que no se pondrá fin a la guerra sin poner fin a su presidencia.

Los demócratas dicen también que un juicio de destitución no es necesario porque solo le queda otros dos años a Bush y debemos centrar nuestra atención en la elección de un presidente demócrata en el 2008. Pero no es aceptable permitir que hundan a Irán en la misma pesadilla que Irak y que sigan por otros dos años las entregas extraordinarias y la tortura de gente inocente –encadenada al techo, golpeada durante días, sometida al “submarino” y hostigada religiosa y sexualmente— solamente para que un demócrata pueda ascender al trono de la nueva Roma.

Si no sacamos del poder al gobierno de Bush antes del 2008, todo lo que ha hecho –la doctrina de la guerra preventiva, la legalización de la tortura, la anulación del derecho de hábeas corpus, el abandono de la gente de Nueva Orleáns, los límites al derecho de la mujer al control de la natalidad y al aborto, la construcción de una teocracia— se legitimará y se codificará como ley, sea quien sea el nuevo presidente.

Si lo dudan, fíjense en los precandidatos favoritos: Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards.

Por seis años los republicanos no han tenido reparo alguno en armar un escándalo por cada asunto: han aprobado leyes a la medianoche para mantener viva a Terri Schiavo, han amenazado con recurrir a la “opción nuclear” para que sus nominados a la Suprema Corte sean aprobados, hasta anduvieron en dilatorias (el “filibuster”) para impedir la aprobación de una resolución simbólica en el Senado contra el aumento de tropas. ¿Acaso un precandidato demócrata haya levantado un revuelo contra la tortura? ¿O haya utilizado el “filibuster” contra la Ley de Comisiones Militares? ¿O haya clausurado las sesiones del Senado para impedir el envío de más tropas? Todo lo contrario: los precandidatos y su partido han usado su poder legislativo para capitular y ceder ante las leyes fascistas y crímenes de guerra. ¡¡Los tres (Edwards, Obama y Clinton) han repetido que todas las opciones (la nuclear incluida) están en el tapete en cuanto a Irán!!

2004... 2006... 2008... Es el mismo truco de siempre. Cuando lleguen las elecciones habrá que olvidar los principios y votar por el “mal menor”, legitimando lo que debería ser inaceptable y por mucho. Hay una lección aquí. Como ha dicho Bob Avakian: “Si se procura convertir a los demócratas en algo que no son y nunca serán, uno termina convirtiéndose en lo que los demócratas en realidad son”.

Si nuestra energía, recursos y tiempo se canalizan a apoyar o tratar de influenciar a esos demócratas —en vez de romper con sus cálculos y actuar independientemente de sus límites, con el objetivo de parar todo esto ya— terminaremos obligados a vivir o aprendiendo a vivir con horrores todavía mayores para la humanidad.

Lo que necesitamos en un gran movimiento resuelto a sacar al gobierno de Bush. No es cuestión de "lo que se necesita para persuadir al Congreso a iniciar un juicio de destitución"; necesitamos un gran movimiento de abajo y por toda la sociedad, que se lance a las calles resuelto a parar todo este programa desastroso y listo para toda la agitación social que desencadene. Y luego los que detentan el poder pueden decidir si este gobierno debe renunciar o si se debe iniciar un juicio de destitución.

Por otro lado, están los que, con el pretexto de que los demócratas y los republicanos “son igualitos”, no le dan importancia al programa fascista de Bush de reestructurar el mundo. Hay más de una manera de mantenerse al margen cuando la historia nos convoca a la acción. He oído a unos que dicen que Bush es parte de un sistema imperialista acusar a El Mundo no Puede Esperar de solo enfocar el ataque contra Bush por organizar para sacar su gobierno.

Bueno, no hablo por todos los que El Mundo no Puede Esperar representa, pero creo que Bush es parte de un sistema imperialista. Pero reconocer eso ¿significa que debemos cerrar los ojos ante la guerra imperial sin fin; la reestructuración fascista de la sociedad; la Inquisición contra la mujer, los gays y la ciencia; el cercenamiento cada vez más alarmante de la vida pública y privada por una forma intolerante del cristianismo? ¿A poco nos da igual si continúa o no un gobierno responsable por la destrucción de Bagdad y Faluya, y la devastación y limpieza étnica de Nueva Orleáns?

Reconocer la naturaleza imperialista y los crímenes históricos de este país (la esclavitud de millones de africanos, el genocidio contra los indígenas y las más de 150 intervenciones militares y de la CIA en tierras extranjeras) hubiera convencernos de que este sistema no se dudará en recurrir a una forma de control aún más devastadora (y represiva) si eso corresponde a sus intereses… y, se permite que la imponga, eliminar todo espacio para organizar una oposición significativa, hasta la oposición revolucionaria.

De lo contrario, si logramos detener este programa creará muchas más oportunidades para luchar por un mundo mejor, y abrirá más espacio para los que queremos rebasar al imperialismo y hacer nacer un mundo radical y emancipado por medio de la revolución.

Existen razones por qué actualmente tiene la iniciativa en el seno de la clase dominante el grupo bushista con su gran estrategia de un imperio global indiscutible e indisputable. En un mundo sumido en transformaciones rápidas, dramáticas y desestabilizadoras provocadas por la globalización y la competición capitalistas, la nueva posición de Estados Unidos como superpotencia única le ha proporcionando tremendas oportunidades pero también grandes necesidades y riesgos. Si no logran reconfigurar el mundo, empezando con las regiones estratégicas del Medio Oriente donde se encuentra el 80% de los recursos petroleros del mundo, entonces otra potencia lo hará y los obstaculizará.

También hay razones por qué los núcleos represivos teocrático y fascista que se han agrupado en torno a Bush tienen la iniciativa ante los retos a la cohesión interna: la afluencia de migrantes, la pérdida de industrias, el desmoronamiento de la familia tradicional (o sea, patriarcal) y otros cambios importantes.

Si uno quiere bajar al imperialismo en este momento, no le queda otra que luchar para bajar el programa predominante, el que tiene la iniciativa, el que está en marcha para reestructurar el mundo entero.

Y, con respecto a la complicidad de los demócratas en dicho programa, hay que regresar a la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar. Le echa la culpa al GOBIERNO entero por la política de tortura, guerras injustas, medidas represivas y teocracia, y convoca un movimiento para sacar al gobierno que las impone, al mismo tiempo que repudia el programa en su conjunto.

Esto es algo que podemos y debemos unirnos todos para lograr, desde los que creen en los principios de la fundación de este país hasta los que creen que la injusticia y la explotación tienen sus raíces en dichos principios. En el proceso, debatiremos mucho sobre la raíz de esos problemas y qué tipo de mundo debemos crear, pero si no tomamos posición firme con la lucha de sacar a este gobierno y repudiar su programa, seremos cómplices en sus crímenes.

En este momento, cuando el gobierno de Bush (con el silencio y la complicidad del Congreso) está preparando una nueva y más peligrosa guerra, el mundo necesita ver un gran estallido de protesta popular en este país.

En este momento, el mundo necesita que estemos unidos en la capital y frente al Pentágono, no esparcidos en muchas manifestaciones pequeñas sin el impacto necesario.

En este momento, nuestras acciones tendrán un impacto decisivo… por un camino u otro. No nos quedemos satisfechos con lo rutinario o lo mezquino. Movilicémonos con la intención y el compromiso de parar esta guerra y prevenir la que viene.

De la enorme represa de descontento e inquietud, hagamos surgir una gran ola para repudiar a este presidente en una voz colectiva tan alta que se escuche por todo este país y el mundo. Si lo logramos, será mucho más real la posibilidad de encaminar la situación en una dirección mucho más favorable. De algo que solo anhelan de manera imprecisa millones de individuos aislados y por lo cual luchan unos miles actualmente, se convertirá en una fuerza moral indiscutible con impacto político sin precedentes.

O es una meta que podemos alcanzar o es una esperanza para la humanidad que echaremos a perder.

La playera favorita (aunque hecha jirones) de mi mejor amiga proclama el dicho del Clash: “El futuro no está escrito”. El futuro que nos toque depende de lo que hagamos.

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