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Revolución #83, 25 de marzo de 2007
Acusan a 3 policías de Nueva York
Todavía se necesita justicia en el caso del asesinato de Sean Bell
El 25 de noviembre del año pasado, unos policías de Nueva York mataron a Sean Bell, un joven de 23 años. El 16 de marzo, después de escuchar el testimonio de unos 60 ó 70 testigos, examinar pruebas materiales, mapas, fotos y un informe de toxicología, un gran jurado de acusación entabló cargos contra tres de los cinco policías. Al cierre de esta edición, sin confirmación oficial, la prensa informa que a dos de los policías los han acusado de homicidio impremeditado de segundo grado y al tercero de imprudencia temeraria. (El lunes 19 de marzo se dará a conocer el documento acusatorio del gran jurado).
Con respecto a esto, hay que dejar en claro dos cosas. Primero, han debido acusar a los cinco policías que rodearon a Sean y sus dos amigos (Trent Benefield y Joseph Guzmán), les dispararon 50 tiros, mataron a Sean y dejaron heridos a los otros dos. Segundo, los cargos contra los tres acusados no cuadran con el horroroso crimen que cometieron. El gran jurado debió haber acusado a los cinco policías del delito más grave: homicidio.
Repasemos lo que sucedió el 25 de noviembre, según el testimonio de varios testigos que dieron testimonio voluntariamente. Bell, Benefield y Guzmán fueron a un club en Jamaica, Queens, a la fiesta de despedida de soltero de Sean, quien se iba a casar esa mañana con Nicole Paultre. Según los testigos, en el club empezó un argumento entre los tres y otros dos hombres, que continuó en el corredor cuando Bell, Benefield y Guzmán salieron, y afuera. En vista de que Sean se iba a casar en cuestión de horas y no querían problemas, se fueron hacia el carro de Sean, que estaba a una cuadra.
Esa noche estaba en el club Gescard Isnora, un tiras negro de una unidad especial del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) que investiga prostitución y narcotráfico. Isnora fue testigo de la discusión y les comunicó a sus compañeros que estaban en un minivan y un Toyota Camry en la calle que uno de los tres amigos podía estar armado. Después de que estos se subieron al carro de Sean, llegaron el minivan y el Toyota e Isnora se les acercó gritando. Benefield y Guzmán les dijeron a sus abogados, en la cama del hospital donde los esposaron, que en ese momento pensaron que los iban a robar o a robarse el carro. Sean arrancó hacia adelante, y los policías dicen que le dio a Isnora; luego metió marcha atrás y otra vez hacia adelante, y le dio al minivan.
Isnora abrió fuego y les disparó 11 tiros. Inmediatamente los demás policías abrieron fuego. Michael Oliver disparó 31 tiros, vació el cargador, volvió a cargar la pistola y siguió disparando. En cuestión de segundos, Sean Bell estaba muerto, Joseph Guzmán estaba herido con 11 impactos de bala y Trent Benefield con tres impactos; ambos quedaron malheridos.
Isnora dice que anunció que era policía antes de abrir fuego, y que llevaba la placa colgada del cuello. Pero varios testigos dicen que eso no es cierto, que nunca dijo que era policía. Isnora también dice que Guzmán, que estaba dentro del carro, tenía una pistola en el cinturón y que temían que disparara y por eso abrieron fuego. Pero no apareció ninguna pistola, ni en el carro de Sean ni en ninguna parte, fuera de las pistolas con que los policías mataron sin piedad a un hombre y dejaron heridos a otros dos.
Este asesinato a sangre fría hace recordar otro horripilante crimen cometido por otra unidad especial del NYPD en 1999, cuando le dispararon 41 tiros a Amadou Diallo, le dieron 19 veces y lo mataron instantáneamente en la entrada de su apartamento. ¿Cuál fue el pretexto? Que Amadou iba a sacar una pistola, cuando estaba sacando la cartera para identificarse. Tampoco se puede decir que la ejecución de Sean Bell fue una aberración, un error trágico. El Proyecto Vidas Robadas ha documentado que desde la muerte de Amadou Diallo en 1999, la policía de Nueva York ha matado a más de 130 personas, la mayoría jóvenes negros y otras personas de color. El Proyecto Vidas Robadas también ha documentado más de 2,000 casos de asesinatos policiales en la década pasada, la mayoría de jóvenes negros y latinos. Es una epidemia nacional que se ha vuelto más grave desde el 11 de septiembre del 2001, cuando la policía recibió más libertad de matar con impunidad.
De hecho, de los miles de asesinatos policiales documentados, solo un puñado de policías han sido acusados; de ellos, solo unos pocos han sido condenados. La gran mayoría han recibido sentencias leves o libertad condicional. Por eso, y sin olvidar que debieron haber acusado a los cinco policías de homicidio, ¡¡es un logro que hayan acusado a tres de ellos!! Una de las principales razones es que miles de personas se lanzaron a la calle indignadas por el asesinato de Sean.
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Esto plantea algo muy importante. Las acusaciones contra los tres policías solo representan una etapa en la larga batalla para obtener justicia y, a partir de eso, para fortalecer nuestra resistencia contra todos los asesinatos policiales y toda la brutalidad policial. Antes de que se dieran a conocer las acusaciones, los abogados de los tres policías, contando con el respaldo del sistema, dijeron con belicosidad que pelearán hasta el final y que solicitarán un cambio de lugar para el juicio, tal como sucedió en el caso de Amadou Diallo, en el que absolvieron a los cuatro policías que lo mataron.
El juicio de los policías que mataron a Sean Bell podría empezar en un año. Las acusaciones son un primer paso, pero hay que luchar incansablemente y demandar que condenen a los policías y los metan a la cárcel.
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