Revolución #86, 29 de abril de 2007
Vestirse de naranja hace reflexionar
Hemos tomado este artículo del portal de la organización El Mundo no Puede Esperar--Fuera Bush y su Gobierno (worldcantwait.org). Revolución lo publica con el permiso de la autora.
Tengo que confesar que me tomó tiempo ponerme el overol de naranja. Siempre se presentó algo, o simplemente no me daban “ganas” de hacerlo. Pero cuatro años después de la invasión y ocupación de Irak, sentí que lo mínimo sería ponerme ese overol de naranja. En Houston tenemos un evento que se llama Freeway Blogging, donde colgamos pancartas desde los puentes sobre las autopistas. Mucha gente toca el claxon en apoyo, aunque también algunos nos sacan el dedo; de todos modos, la energía es muy buena. El 20 de marzo, había grupos en seis puentes y El Mundo no Puede Esperar compartió un puente con partidarios de la lucha palestina.
No sabía qué esperar. Pensé que iba a ser una protesta normal y ya. Quería que la gente que me viera se acordara, cuando manejaban a la casa, de que en su nombre torturaban. Quería una reacción emocional de ellos pero no sabía que a mí también me iba a afectar.
Cuando me puse el overol con la capucha negra, inmediatamente me sentí como aislada del mundo. Me sentí insegura, como si todos me miraban. La gente me podía ver, y no podía ser solo alguien más porque era un símbolo del odio y la violencia que cometen los soldados estadounidenses a diario.
Pensé que al terminar el día, podía quitarme el overol de naranja. Me podía quitar la capucha, hasta aventarla al aire si quería, pero hay personas que no pueden hacer eso. Hay personas que quizá nunca puedan quitarse el overol si no paramos la guerra ahora y si no paramos la tortura ahora.
Mientras tenía puesta el overol y la capucha, no quería bromear con nadie ni responder cuando me llamaban. Los que están en Guantánamo y Abu Ghraib no estaban riéndose y sentía que sería como una falta de respeto. Me hubiera sentido como si fuera solo una “acción” y nada más, como si fuera algo que yo estaba “haciendo” pero que en realidad no pensaba en serio en pararlo.
Me empecé a hacer muchas preguntas: ¿Cómo vamos a parar la guerra y la tortura y cambiar radicalmente la dirección en que Bush ha llevado la sociedad? ¿Qué voy a hacer para ponerle un alto? ¿Qué se va a necesitar? Quiero respuestas porque ponerme el overol me despertó y me hizo reflexionar, y me queda la sensación. No es un chiste eso de sacar al gobierno de Bush; no es algo que hago mientras decido qué hacer con el resto de la vida. Están torturando a personas, quizás mientras escribo estas palabras, y no puedo vivir otro día más sin condenarla. La guerra sigue, estoy enfadada y cualquier persona que apoya la guerra me va a oír porque esto tiene que acabar.
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