Revolución #87, 6 de mayo de 2007
La lucha de los chicanos y la revolución proletaria en Estados Unidos
Parte 1: Colonización, conquista y desarrollo capitalista
En este número empezamos a publicar una serie de pasajes de "La lucha de los chicanos y la revolución proletaria en Estados Unidos". Este informe, de un grupo de estudio del Partido Comunista Revolucionario, EU, salió en junio del 2001. La investigación fue parte del proceso de elaborar el borrador del nuevo programa del PCR. (El Borrador del Programa y el informe completo están en línea en: http://revcom.us/s/programme_s.htm).
El informe tiene tres partes: Parte 1: La historia y la situación actual de los chicanos; Parte 2: La fuente de la opresión de los chicanos y la solución; Parte 3: La auténtica liberación: Puntos de unidad y discrepancias con otras perspectivas y enfoques.
Empezamos la serie con pasajes de la Parte 1.
*****
La opresión y la explotación dejan su sello en la realidad cotidiana de los chicanos: el joven pelón que ni se acuerda cuántas veces la policía lo ha registrado a empujones con la cara contra la pared; los padres que trabajan y se sacrifican toda la vida haciendo ricos a los capitalistas y apenas pueden mantener a la familia; el estudiante que logra ingresar a la universidad a pesar de las extremas desigualdades del sistema educativo y oye a los compañeros decir a sus espaldas que solamente entró gracias a la acción afirmativa; los niños castigados por hablar español en la escuela o metidos a clases para retrasados porque no hablan bien el inglés; los chavos a quienes les restriegan en la cara el mito yanqui de que los defensores de El Álamo fueron “héroes” que murieron a manos de “mexicanos canallas”. Todo esto y más pesa sobre los chicanos.
Históricamente, Estados Unidos se ha beneficiado del robo y saqueo a los chicanos y mexicanos, y hoy el sistema continúa sacando ganancias al mantener a la mayoría de los chicanos en los niveles más bajos de la clase trabajadora. Por medio de la opresión nacional la clase dominante oprime sistemáticamente a un pueblo entero debido a su ascendencia mexicana, el color de la piel y el modo de hablar. Les dan los peores trabajos por sueldos miserables… o engrosan las filas de los desempleados. Viven segregados en barrios pobres y decrépitos, donde reina la brutalidad policial, con las peores escuelas y servicios de salud. Han pasado más de 150 años desde que Estados Unidos se robó casi la mitad del territorio mexicano, pero los chicanos todavía viven las secuelas de esa conquista y los efectos de la actual dominación yanqui de México.
Esta relación entre opresor y oprimido es parte de la estructura social del Suroeste y el resto del país. El sistema ha creado toda una superestructura basada en prejuicios y discriminación que degrada y criminaliza la cultura, el idioma y hasta la existencia de los chicanos. Se les dice constantemente que su cultura e idioma son inferiores, y que los tratan como criminales porque actúan como tal.
Estados Unidos lleva años oprimiendo y explotando a los chicanos, quienes tienen muchísimos años de lucha contra la opresión nacional y, como parte del proletariado multinacional, contra la explotación capitalista. Son un verdadero ejemplo de la ley más básica de la sociedad de clases: “De la opresión nace la resistencia”.
Colonización, conquista y desarrollo capitalista
Los chicanos (o mexicano-americanos) son una nacionalidad oprimida cuya opresión se remonta a la colonización de lo que hoy es el Suroeste de Estados Unidos. Las raíces de su subyugación y larga tradición de lucha son la conquista de la región por la clase dominante estadounidense durante la guerra de 1846-1848 contra México, la dominación de México por el imperialismo yanqui y la marginación de grandes zonas del Suroeste.
El año 1492 inició una nueva etapa de la historia mundial. Cuando Cristóbal Colón se topó con las Américas, se desató un auge de actividad de la emergente clase mercantil (capitalista) de Europa, que luchaba por rebasar los límites del feudalismo y vio en las Américas nuevas fuentes de riqueza y poder. España fue una de las grandes potencias que pugnó por adueñarse del hemisferio occidental.
En 1519, Hernán Cortés y un pequeño grupo de soldados españoles se adentraron en lo que hoy es México, donde encontraron muchos pueblos indígenas, como los aztecas, los zapotecos, los mixtecos y los mayas. En poco tiempo (y por varias razones) los españoles lograron conquistar a los aztecas, dueños de un vasto imperio con una civilización avanzada, y se apoderaron de las regiones que dominaban los aztecas y conquistaron a los demás pueblos. Con el tiempo, se estableció una nueva civilización —dominada por los conquistadores españoles con población indígena— que abarcó gran parte de América del Norte y del Sur (y lo que hoy es Centroamérica, México y el Suroeste de Estados Unidos). Al extender su imperio por el continente, los españoles enfrentaron una feroz resistencia. Conquistaron México paso a paso, mediante la guerra y la devastación de las enfermedades que trajeron. Durante todo ese período, los indígenas opusieron resistencia.
La conquista española de los indígenas prácticamente borró las sociedades anteriores; borró grupos enteros, sus instituciones y costumbres. Como pocas españolas hicieron el viaje al “Nuevo Mundo”, llamado Nueva España, la unión física entre españoles e indígenas —muchas veces por pillaje y violación— creó el mestizo. Con el paso de varios siglos, nació una nueva cultura. En Nueva España, los mestizos eran una casta de segunda categoría y explotada, y los indígenas vivían una terrible opresión bajo las nuevas relaciones sociales impuestas por los conquistadores.
Los primeros exploradores españoles llegaron al Suroeste de Estados Unidos en busca de riqueza mineral. Más tarde establecieron poblados para fortificarse ante los rivales europeos. La colonización del Suroeste no fue fácil, y la encarnizada resistencia de los utes, apaches, comanches y navajos hizo difícil afianzarse en la región.
Los asentamientos españoles sobrevivieron porque conquistaron y esclavizaron a los indígenas pueblo, que eran agricultores. En 1680, ese grupo se levantó contra un siglo de maltrato, tortura y enfermedades; la rebelión, bien organizada y coordinada, sacó a los españoles de la región por 15 años. Pero a fines del siglo 17, los españoles lograron aplastar la rebelión, diezmaron la población y tuvieron que buscar nuevas formas de poblar y controlar la región.
En el norte de Nuevo México el rey de España otorgó tierras comunales a una gran cantidad de indígenas y campesinos mexicanos para proteger este territorio de los franceses y de otros grupos indígenas. Subsistían de la agricultura y del pastoreo de ovejas en tierras comunales, y tenían derechos comunales al agua. Debido a su aislamiento del gobierno central de México y a la relativa estabilidad de la región, empezaron a desarrollar su propia sociedad desligada de México y de los otros asentamientos del Suroeste. Esos asentamientos del siglo 18 existen hasta la fecha.
La historia del sur de Nuevo México es distinta. Allí recibió grandes terrenos la pequeña élite española, que forzó a los indígenas y a los campesinos mexicanos pobres a trabajarlos. Como en otras partes de México, la nobleza española gobernaba, seguían los mestizos y los indígenas estaban en el fondo de la sociedad. Los asentamientos crecieron muy lentamente, debido a los constantes ataques indígenas, y a finales del siglo 18 solo había 8000 colonos en todo Nuevo México.
En Texas, los españoles llegaron con la cruz y la espada. En el este, trataron de establecer misiones católicas y guarniciones, pero los comanches no los dejaron en paz. Corrieron mejor suerte en el sur, entre el río Bravo/Grande y el río Nueces, donde los rancheros españoles explotaron despiadadamente a los mestizos que trajeron de México para trabajar la tierra. Sin embargo, la distancia y los ataques indígenas impedían el contacto con los asentamientos de California y Nuevo México.
En California, el sistema de misiones floreció: establecieron 21 misiones, tres pueblos y tres guarniciones entre San Diego y San Francisco. Los indígenas de la costa opusieron poca resistencia; a muchos los convirtieron al catolicismo y los hicieron “servir a Dios” como esclavos. En California central, sin embargo, la resistencia de indígenas nómadas impidió el desarrollo de las misiones. En 1820, California era la colonia más alejada del gobierno central de México y tenía la población más pequeña.
Los españoles hicieron varios intentos de asentarse en Arizona, pero debido a los ataques indígenas, la falta de dinero y la lucha por mantener el control del resto de México, era difícil.
En resumen: de 1600 a 1800, los primeros asentamientos españoles en el Suroeste y California tenían poca población y mano de obra mexicana e indígena. En el norte de Nuevo México, se desarrolló un sistema de tierras comunales. En California, se estableció el sistema de misiones con mano de obra indígena. Esas regiones tenían poco o ningún contacto entre sí o con el gobierno central de México. Debido a la distancia, el terreno, y la resistencia y los ataques constantes de los indígenas, cada región tuvo su propio desarrollo; tenían poco en común, aparte de la herencia mexicana.
Próxima parte: La independencia mexicana; La guerra de 1846-1848 entre Estados Unidos y México
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.