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Revolución #95, 15 de julio de 2007
El asesinato de Cheryl Green… y lo que de veras lo causó
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Hace poco platiqué con Jamal (un seudónimo), un amigo joven, sobre el asesinato de Cheryl Green. Cheryl tenía 14 años, era negra y se dice que la mataron dos pandilleros latinos.
Cheryl estaba en el octavo grado. Poco antes de su muerte, escribió un poema que empieza así: "Soy negra y hermosa. ¿Cómo será mi vida en el futuro?". Estaba parada en la banqueta cerca de su casa cuando le dispararon porque era negra y era un blanco "fácil".
A Cheryl la mataron en diciembre de 2006 en Harbor Gateway, Los Ángeles, un pequeño barrio proletario al suroeste de Watts.
Harbor Gateway está cerca del puerto de Los Ángeles y de los astilleros, donde hace unos años trabajaba mucha gente de esta comunidad. Muchos compraron casa y esperaban quedarse, aunque no había ni parques ni escuelas y los servicios públicos, como la limpieza de calles, eran irregulares; no hubo alumbrado de las calles hasta finales de los años 80.
Grandes cambios en Harbor Gateway
En los últimos 20 años se han dado importantes cambios en Harbor Gateway.
A fines de los años 80 y principios de los 90, Estados Unidos puso en marcha una intensa campaña de “reducción de planta” de la economía imperialista ("downsizing") para que fuera "más competitiva y más voraz ", a fin de competir más eficazmente en el mundo. En esos años empezaron a desaparecer los trabajos del puerto y de los astilleros que se consideraban "permanentes" y que anclaban a las familias en la comunidad. Muchos pasaron a la lista de desempleados permanentes. La construcción de casas nuevas disminuyó y luego paró en seco. Los que podían, se marcharon.
Al mismo tiempo se daban otros cambios. La cantidad de migrantes aumentó debido a los horrores criminales que perpetraban en Centroamérica los escuadrones de la muerte respaldados por Estados Unidos y a la salvaje pobreza a que somete a México y otros países.
Más o menos en esos mismos años, los altos niveles del gobierno empezaron a ponerle fin al sistema de welfare. Empezó con Reagan y se desmandó con Clinton. El gobierno recortó buena parte de las subvenciones de renta del sector público. En unos casos, la renta se duplicó y triplicó. La situación se volvió más angustiosa y precaria y muchos, muchísimos, se hundieron en la pobreza o quedaron sin techo.
Desde hace ya tiempo, por todo Los Ángeles, como en Harbor Gateway, todas estas contradicciones se han estado manifestando y chocando entre sí.
Entre 1980 y 2000, la población de Harbor Gateway casi se duplicó debido a que un sector más pobre del proletariado se mudó a la comunidad: cajeros, jardineros, trabajadores de salud, los que recibían el subsidio "Section 8" (para alquilar apartamentos particulares) y semiproletarios, como vendedores ambulantes y otros.
En la década de los 60 y 70, los vecinos de Harbor Gateway eran predominantemente blancos y latinos. Desde ese entonces ha aumentado la población de negros, asiáticos, isleños del Pacífico, amerindios y otros.
Los vecinos se encuentran en una nueva situación y la competencia despiadada que caracteriza a este sistema capitalista los obliga a competir para subsistir en medio de la creciente pobreza.
En cierto momento, para los que dominan este país fue rentable y deseable mantener un nivel de vida y un nivel de esclavitud asalariada un poquito más alto en barrios como Harbor Gateway. Ahora, han decidido que mantener a esa gente a ese nivel es “una pérdida de dinero y recursos” porque merma la capacidad de competir con otros capitalistas de este país y del mundo. Es más rentable dejar que se pudran barrios como Harbor Gateway y abandonar a la gente a pelear entre sí por la creciente miseria en la que se encuentra.
Mentiras del sistema
Además de estos cambios, a los negros les dicen mentiras sobre los latinos y a los latinos les dicen mentiras sobre los negros. A todos les dicen mentiras sobre los asiáticos. A todos les dicen mentiras sobre los blancos y a los blancos les dicen mentiras sobre todos los demás.
El funcionamiento cotidiano de este sistema y las mentiras de los de arriba impiden ver que nuestros intereses fundamentales están en conflicto antagónico con todo lo que este sistema representa. En vez, nos desvían: nos ponen a competir y nos hacen pensar que estamos en conflicto antagónico con los otros.
Además, el sistema trata de modo distinto a los diferentes sectores de la población. Un ejemplo son los préstamos para comprar casa: se los dan a un grupo pero no a otro, y con frecuencia como norma oficial. Todo lo que hacen los de arriba es para fortalecer el sistema de ganancias y mantener jodidos a los de abajo, y eso hace muy difícil superar las divisiones que fomentan.
Si uno cae en esa manera de pensar, de que “voy a ser el más chingón de este barrio y voy a controlar a los negros", como parece que pensaban los asesinos de Cheryl Green; o, del otro lado, si piensa que “voy a controlar este territorio y a esos migrantes”, entonces es como un peón de ajedrez en un juego entre los que sí controlan a los oprimidos de este país y del mundo entero.
Por su propia cuenta, algunos no caen en ese juego y no se dejan cegar por las barreras y las divisiones. Por ejemplo, Cheryl Green tenía amigos latinos, samoanos y negros que vivían en Harbor Gateway.
Oponerse a todo esto y superarlo
Jamal, que tiene ideas revolucionarias, sacó conclusiones diferentes a las mías. Nuestra plática se acaloró mucho. Dijo que el asesinato de Cheryl Green es prueba de que adonde vayan los negros se encontrarán en conflicto con los latinos y otros. Dijo: “Hasta en la cárcel, los mexicanos se nos vienen encima”.
El pensamiento de Jamal todavía tiene elementos de la mentalidad del esclavo. Esa lógica de que los negros “hasta en la cárcel…” lo llevará a decir: “¡Aguas! ¡Tenemos que impedir que los latinos se apoderen de nuestra cárcel!”. Esa misma lógica llevará a los latinos a decir: “¡Qué pasó! ¡Tenemos que impedir que los negros se apoderen de nuestra cárcel!”.
Los están manipulando, los tienen en una competencia a la muerte por el “derecho” a ser la víctima, el “derecho” de ser el esclavo. “Yo he sufrido más que tú, merezco que el esclavista me trate mejor a mí”.
Uno de los aspectos hermosos de la Rebelión de Los Ángeles de 1992 fue que los latinos y otros grupos se unieron a los negros; fue una manifestación del potencial que hay para salirse de la trampa de pelear y matarse los unos a los otros, y unirse para combatir contra el verdadero enemigo. En las calles de Los Ángeles se veían pintas que decían: “¡Bloods, Crips, mexicanos unidos esta noche, 29 de abril de 1992!”.
Charlene Lovett, la madre de Cheryl Green, ha pedido unidad y se ha opuesto a las voces que piden venganza por la muerte de su hija. Ha comentado que en realidad los vecinos de Harbor Gateway se llevan bien y que ella y otros les han tendido la mano a personas de otras nacionalidades. La prensa no informa esto.
Lo que Jamal me decía me hizo recordar algo que hace años me contó mi amigo Héctor (otro seudónimo), aunque un poco avergonzado. Estaba preso y se encontró cara a cara con un preso negro. Sacaron las armas y estaban dispuestos a pelear a muerte. En eso se le cayó del bolsillo a uno de ellos, no recuerdo a cuál, un Libro Rojo de Mao. Los dos lo reconocieron, porque los dos lo estaban estudiando, y ese reconocimiento común los hizo parar y pensar en que esa pelea iba contra sus intereses revolucionarios.
Esto está relacionado con la discusión que tuve con Jamal y con lo difícil que era para Héctor dedicarse cien por cien a la revolución proletaria. (Por eso sintió vergüenza cuando me contó eso, porque a cierto nivel sabía que lo que necesita el pueblo es la revolución).
De diferentes maneras y en diferentes grados, tanto Jamal como Héctor ven la revolución dentro del marco del sistema capitalista. Este sistema obliga a vivir en una competencia despiadada, con la meta de que uno y “su gente” alcancen la cima y dominen, con el poder de vida o muerte, a otros y los pongan a trabajar para sacarles ganancias.
No necesitamos competir por el “derecho” a ser víctimas. Lo que necesitamos es la revolución y el comunismo.
El futuro que necesitamos
Esta es la profunda verdad: toda esa gente --Jamal, Héctor, Cheryl Green y Charlene Lovett y los demás de Harbor Gateway, Sur Centro, Los Ángeles y otras partes del país y del mundo-- es parte de la clase proletaria internacional. Por un lado, la mano de obra del proletariado --en la cosecha, el procesamiento, las empacadoras, los restaurantes, la reparación, el mantenimiento, la limpieza de los edificios y hogares, etc.— hace posible la existencia social por todo el mundo. Hasta los que no tienen trabajo son parte de esta clase: solo tienen su fuerza de trabajo, que tienen que vender a los capitalistas que los explotan como parásitos. De eso surge todo lo demás. Por otro lado, esa clase representa el potencial de una manera de organizar la sociedad que es mejor, más razonable y revolucionaria, que tiene como eje la emancipación de la humanidad y que se orienta a satisfacer cada vez más las necesidades de la población: una sociedad donde la gente controle cada vez más todas las esferas y utilice el poder para acabar con las relaciones sociales y la manera de pensar de este sistema capitalista de explotación. Ese es el futuro con que sueñan los Cheryl Green del mundo, y que merecen y exigen de nosotros.
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