Issue and Date


Revolución #96, 22 de julio de 2007

Antecedentes de una confrontación:

Estados Unidos e Irán: Una historia de dominación imperialista, intriga y guerra

Quinta parte: La revolución de 1979 y el ascenso del fundamentalismo islámico

Durante más de 100 años, Estados Unidos y las demás potencias imperialistas han dominado a Irán con intrigas clandestinas, intimidación económica e intervenciones e invasiones militares. La dominación de Irán ha estado profundamente entrelazada en la estructura del imperialismo global. Esta historia de dominación explica la hostilidad de Estados Unidos hacia Irán hoy y las actuales amenazas de guerra. La primera parte de esta serie exploró la rivalidad de las potencias europeas para explotar a Irán y sus recursos petroleros antes y después de la I Guerra Mundial. La segunda parte detalló cómo Estados Unidos tumbó al gobierno laico nacionalista de Mohammed Mossadegh en 1953 y volvió a poner en el poder a un administrador leal: el brutal sha Mohammed Reza Pahlavi. La tercera y cuarta partes examinaron las consecuencias de 25 años de dominación estadounidense para el país y la población, y cómo sembraron las semillas de la revolución de 1979. La quinta parte examina cómo la revolución de 1979 y la respuesta de Estados Unidos contribuyeron al ascenso del fundamentalismo islámico.

Quinta parte: La revolución de 1979 y el ascenso del fundamentalismo islámico

En diciembre de 1977, el presidente Jimmy Carter brindó por el sha de Irán y dijo que el país era una "isla de estabilidad" en un mar turbulento. Unas semanas después, un grupo de estudiantes religiosos realizó una pequeña protesta contra el sha en Qum, que las fuerzas del orden reprimieron violentamente. No era nada inusual, pero esta vez se inició un ciclo y se desató una poderosa ola de descontento e indignación populares. La represión le echó leña y provocó más protestas. Un año después del brindis de Carter, una ola de revolución recorría el país. En un solo día, más de diez millones de personas (un tercio de la población) se echaron a la calle pidiendo el fin de la monarquía. En enero de 1979, el odiado sha tuvo que huir; en febrero, el ayatola Ruhollah Jomeini y sus partidarios tomaron el poder.

La revolución iraní, la consolidación de una teocracia islámica y la respuesta de los imperialistas estadounidenses tendrían un impacto profundo. Debilitarían el control estadounidense del Medio Oriente y contribuirían al ascenso del fundamentalismo islámico opuesto a Estados Unidos. Con la revolución, Irán pasó de ser un baluarte de la dominación estadounidense a ser uno de sus principales obstáculos en la región. A lo largo de las décadas siguientes, el imperialismo y el fundamentalismo islámico se opondrían y al mismo tiempo se reforzarían.

Estados Unidos: Aturdido y confundido

La revolución iraní tomó por sorpresa a la clase dominante estadounidense. En agosto de 1978, cuando el maremoto revolucionario estaba a punto de estallar, un informe de la CIA concluyó: "Irán no está en una situación revolucionaria y ni siquiera en una situación ‘pre-revolucionaria’".

En el otoño de 1978, las fuerzas del orden masacraron a miles de manifestantes en el "viernes sangriento", pero ni eso logró detener la lucha. Así los imperialistas se dieron cuenta de la magnitud de lo que pasaba en Irán, pero no lograron ponerse de acuerdo para responder y siguieron paralizados: unos estaban a favor de dar un golpe militar pero a otros les preocupaba que desatara un levantamiento revolucionario más profundo y empujara a las masas hacia el campo de la izquierda revolucionaria laica.

Por otro lado, la principal necesidad que motivaba a los imperialistas era la contienda con la Unión Soviética. Muchos estrategas de la clase dominante pensaban que Jomeini y los clérigos se opondrían a la izquierda y a los soviéticos, y que entregarían el poder a los tecnócratas aliados de Estados Unidos. En febrero de 1979, un alto funcionario del gobierno escribió que el movimiento de Jomeini "es mejor organizado, progresista y capaz de oponer resistencia al comunismo de lo que sus detractores quieren que creamos".

Ninguna de las opciones le convenía a Estados Unidos, y su libertad de influenciar los sucesos en Irán disminuyó rápidamente. A fin de cuentas, el gobierno de Jimmy Carter decidió tratar de llegar a un acuerdo con la nueva República Islámica. Conservó las relaciones diplomáticas con Irán y trató de crear vínculos con varias fuerzas del nuevo gobierno.

Desde tiempo atrás, Jomeini era partidario de un gobierno de "juristas" islámicos (académicos y clérigos), que reimpusiera la ideología y las relaciones sociales islámicas dentro de los confines del orden social y las estructuras económicas existentes. Eso concordaba con los intereses de ciertos sectores de las capas feudales y burguesas de Irán, y requería reconfigurar su papel regional y su relación con el imperialismo estadounidense. Pero no requería romper con la dominación imperialista en general ni mucho menos extirpar el feudalismo. Jomeini y sus partidarios veían el nuevo estado iraní como un modelo para el resto del mundo islámico. Por su parte, los muchos agentes de la CIA estacionados en Irán tenían la mirada puesta en la Unión Soviética; un alto funcionario le dijo al escritor Robert Dreyfuss que "prácticamente nadie en el gobierno de Carter sabía quién era Jomeini hasta que era demasiado tarde".

La toma de la embajada estadounidense

El 4 de noviembre de 1979 Estados Unidos recibió otra sorpresa muy desagradable. Con la aprobación de Jomeini, unos estudiantes islámicos se apoderaron de la embajada estadounidense en Teherán y tomaron de rehenes a los empleados con la demanda de que el sha regresara para juzgarlo.

Varios factores provocaron la toma. Primero, Estados Unidos le abrió las puertas al sha (que moría de cáncer) para recibir atención médica. Segundo, en Argelia se celebró una reunión entre el asesor de seguridad nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski, y el primer ministro y los ministros de defensa y relaciones exteriores de Irán (todos aliados de Jomeini pero pro Estados Unidos y con una orientación básicamente laica).

Las fuerzas de Jomeini, que organizaron y llevaron a cabo la toma de la embajada, aprovecharon la indignación popular contra el sha y el miedo general de que Estados Unidos estuviera conspirando para devolverle el poder, como en 1953. Sin embargo, la meta principal de Jomeini y los clérigos era desprestigiar y expulsar a las fuerzas laicas, consolidar un monopolio de poder en sus propias manos y establecer una teocracia islámica.

El "arco de crisis" del Medio Oriente

En diciembre de 1979, poco después de la toma de la embajada, la Unión Soviética invadió a Afganistán. La invasión le dio el control de un amortiguador clave entre Irán y Pakistán, y la acercó al golfo Pérsico. Ocurrió en el contexto de lo que un alto funcionario del gobierno de Reagan llamó una redoblada "competencia por influencia con Estados Unidos por todo el Medio Oriente, el océano Índico, el cuerno de África, la península arábiga y el suroeste de Asia". Al gobierno estadounidense le preocupaba que los gobiernos de su establo del golfo Pérsico fueran vulnerables a la agitación islamista fomentada por Irán. O sea, pensaba que tenían ante sí un "arco de crisis" de Afganistán a Arabia Saudita, pasando por Irán.

Respuesta estadounidense: Armar y organizar a los fundamentalistas islámicos

Los imperialistas estadounidenses planearon una respuesta multidimensional y agresiva para apuntalar a los gobiernos amigos del Golfo y contrarrestar a los soviéticos. Carter definió el marco de esas medidas en el Informe presidencial el 23 de enero de 1980: "Cualquier intento de cualquier fuerza externa de obtener el control de la región del golfo Pérsico será considerado como un ataque contra los intereses vitales de Estados Unidos, y se rechazará por todos los medios necesarios, inclusive la fuerza militar". Brzezinski explicó que esa "Doctrina Carter" era "una revolución estratégica en la posición global de Estados Unidos". Controlar el golfo Pérsico pasó a ser tan importante para el imperio como las alianzas con Europa y Japón, con una concomitante expansión de la presencia militar en la región.

Un elemento clave de esa estrategia, que más tarde causaría muchos problemas para Estados Unidos, fue movilizar fuerzas islámicas en contra de los soviéticos, especialmente en Afganistán (lo que ya se había hecho en Argelia, Turquía, Jordania, Egipto e Israel). Un alto funcionario del gobierno de Carter lo explicó así: “La teoría era que existe un arco de crisis, así que hay que movilizar un arco de islam para contener a los soviéticos”.

Irónicamente, eso ocurrió después de que el primer estado islámico tomó el poder en la región.

En julio de 1979, cinco meses antes de la invasión soviética, Estados Unidos inició una campaña clandestina para desestabilizar al gobierno afgano prosoviético armando y financiando a la oposición islamista. Según Brzezinski, la meta era “provocar una intervención militar soviética”. Después de la invasión, Brzezinski le escribió a Carter: “Ahora tenemos la oportunidad de darle a la URSS su guerra de Vietnam”. Durante la década siguiente, el gobierno estadounidense le dio $3 mil millones de armas y ayuda a los muyahidines islámicos y contribuyó a crear una red global de combatientes islamistas, algunos de los cuales pasarían a ser el núcleo de Al Qaeda.

Aprueban la invasión iraquí de Irán de 1980

Otro elemento importante del contraataque estadounidense fue castigar a Irán para obligarlo a poner en libertad a los empleados de la embajada y a parar la agitación islamista por toda la región. La estrategia era presionar y contener a la República Islámica, pero no tumbarla. El gobierno de Jomeini reprimía salvajemente a los izquierdistas iraníes, conservaba su distancia con la Unión Soviética y seguía enviando petróleo al Occidente… todo lo cual concordaba con los intereses estadounidenses. La principal preocupación de Washington era, como dijo Brzezinski, forjar “una coalición islámica antisoviética”.

Estados Unidos tenía recursos militares limitados en la región y temía que un ataque de gran envergadura contra Irán provocara una confrontación con la Unión Soviética, que podría desembocar en una conflagración nuclear. Durante e inmediatamente después de la revolución iraní, Estados Unidos y la URSS se soltaron una serie de amenazas levemente disimuladas, acompañadas de maniobras militares y alertas nucleares, como advertencia mutua de no entrometerse en Irán.

En vista de esas limitaciones, Estados Unidos decidió actuar por medio de Saddam Hussein, cuyo gobierno nacionalista laico se sentía amenazado ideológica y políticamente por la revolución islámica de Irán (en parte porque el 60% de la población iraquí eran chiítas muy oprimidos). En la primavera y verano de 1980, Washington alentó a Irak a atacar a Irán (posiblemente con una reunión entre Hussein y Brzezinski o altos funcionarios de la CIA en Jordania). El 22 de septiembre de 1980, Irak invadió el suroeste de Irán.

La “sorpresa de octubre” de Reagan

A los ojos del gobierno de Carter, la invasión concordaba con los intereses estadounidenses, pero cuando las fuerzas iraquíes conquistaron gran parte del sur de Irán, resultó patente que Hussein tenía mayores ambiciones. Por eso Estados Unidos anunció que oponía a “descuartizar a Irán” y prometió darle $300 a $500 millones en armas si ponía en libertad a los empleados de la embajada.

Esa oferta nunca dio fruto debido a una conspiración secreta entre los clérigos iraníes y poderosas fuerzas derechistas de Estados Unidos.

Para la clase dominante estadounidense, la toma de la embajada y los 52 empleados, que duró 444 días, era una humillación global. La prensa lo llamaba “América tomada de rehén” y los comentaristas se quejaban de que Estados Unidos era un “gigante lastimoso” que no podía imponer su voluntad ni siquiera en un país del tercer mundo. De remate, un operativo militar del 24 de abril de 1980 para rescatar a los rehenes fracasó totalmente. Esas limitaciones al poderío estadounidense frustraban profundamente a los partidarios de Ronald Reagan, y estos decidieron que su victoria electoral era crucial para fortalecer la dominación global y confrontar agresivamente a los soviéticos.

Esos partidarios de Reagan (muchos de los cuales son los principales neoconservadores belicistas del actual gobierno de Bush) temían que si Carter lograba la libertad de los rehenes, sería reelegido; y se pusieron a impedirlo. En el verano de 1980, los principales asesores de Reagan llegaron a un acuerdo secreto con la República Islámica: si Irán no ponía en libertad a los rehenes hasta después de las elecciones y Reagan ganaba, levantarían las sanciones económicas impuestas por Carter y permitirían que Israel enviara armas a Irán. Gary Sick, funcionario del gobierno de Carter, dijo que fue “ni más ni menos que un golpe de estado político”.

Los ayatolas de Irán aceptaron el acuerdo porque querían prolongar la crisis de la embajada y la guerra con Irak para posar de luchadores antiimperialistas, aventajar y aplastar a sus enemigos, y consolidar firmemente la teocracia. Reagan ganó y el 21 de enero de 1981, el día de la toma de posesión, Irán puso en libertad a los rehenes.

Parálisis en el Golfo, derrota de los soviéticos y ascenso del fundamentalismo islámico

A corto plazo, la ofensiva estadounidense tuvo éxito. La guerra de Irán e Irak duró ocho años y ningún lado salió victorioso. La guerra y las luchas internas absorbieron las energías de la República Islámica, y los gobiernos del establo estadounidense sobrevivieron. la Unión Soviética tuvo que retirarse de Afganistán en 1989, y esa derrota contribuyó a su derrumbamiento y a la victoria estadounidense en la “guerra fría”.

Sin embargo, esas medidas (inclusive la victoria sobre los soviéticos) desencadenaron en muchos sentidos nuevas contradicciones y sembraron las semillas de las enormes dificultades que Estados Unidos tiene hoy en el Medio Oriente y Asia central.

Las guerras de sustitutos en el golfo Pérsico y Afganistán causaron una enorme cantidad de bajas. Se calcula que en la guerra de Irán e Irak murieron a lo mínimo 367,000 personas (262,000 iraníes y 105,000 iraquíes). Unas 700,000 quedaron heridas, así que el total de muertos y heridos excedió un millón. De 1979 a 1989, la guerra de Afganistán le costó la vida a más de un millón de afganos (y 15,000 soldados soviéticos) y desplazó a un tercio de la población a campos de refugiados. Todo esto contribuyó al sufrimiento y desplazamiento generalizados en la región, y ha sido una importante fuente del islamismo opuesto a Estados Unidos.

La guerra de Irán e Irak ayudó al gobierno de Jomeini a consolidar el poder, lo que aprovechó para promover movimientos islamistas por toda la región. Dreyfuss escribió: “La revolución religiosa de Irán fue más allá de resquebrajar el puesto de avanzada estadounidense más importante. Cristalizó un cambio fundamental del carácter de la derecha islámica, un cambio que empezó con la Fraternidad Musulmana varias décadas antes. Al cobrar fuerza en los años 70, la derecha islámica se volvió más firme, unos elementos se radicalizaron… y adoptó un carácter más político”.

Al armar y entrenar a los muyahidines afganos e islámicos, Estados Unidos creó una fuerza combatiente que se volvió en contra de sus patrocinadores (estadounidenses y sauditas) y les creó un gran problema. La victoria contra los soviéticos envalentonó a los islamistas, que pensaban que habían derrotado a una superpotencia así que también podían derrotar a la otra. Además, el derrumbamiento de la Unión Soviética fortaleci& oacute; al fundamentalismo islámico ideológicamente (el laicismo y el marxismo supuestamente fracasaron) y políticamente (un principal patrocinador de las fuerzas laicas y nacionalistas cayó).

En el curso de la década pasada y la actual, la tendencia islamista ha representado un problema cada vez más serio para el imperialismo yanqui.

Próxima parte: La estrategia estadounidense hacia Irán, 1980-2003: De contención a cambio de gobierno


Fuentes:

Bob Avakian, “Why We're in the Situation We're in Today…And What to Do About It: A Thoroughly Rotten System and the Need for Revolution” (Por qué estamos en esta situación… y qué hacer al respecto: Un sistema totalmente podrido y la necesidad de la revolución), (en inglés) en http://www.bobavakian.net/audio.html

Robert Dreyfuss, Devil’s Game--How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam, pp. 217-230.

Larry Everest, Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda (Petróleo, poder e imperio: Irak y el plan global de Estados Unidos), Capítulo 4: “Arming Iraq, Double-Dealing Death in the Gulf”

Larry Everest, “Islamic Revivalism and the Experience of Iran”, revista Revolución, otoño/invierno de 1989

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond