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Revolución #101, 16 de septiembre de 2007
Un gobierno que sigue resuelto a reconfigurar el mundo… y la necesidad de sacarlo
Hoy en Estados Unidos, eso de que el “gobierno de Bush ya terminó” es una de las mayores y más mortíferas mentiras y engaños.
La tortura, las guerras, el espionaje, las medidas teocráticas y las oleadas tóxicas de intolerancia --contra los negros hoy, los gays mañana, los migrantes o mujeres o profesores disidentes al día siguiente— no están “cojeando hacia el último suspiro"… más bien se están intensificando. Cada día aumentan los crímenes que se cometen en nuestro nombre. No solo continúan sino que aceleran los planes forjados en los más altos niveles para continuar la guerra de Irak y muy posiblemente lanzar otra contra Irán, así como para legitimar la revocación de los derechos más fundamentales. Echar por la borda a unos funcionarios de alto nivel como Rove o Gonzales no representa el desenredo del gobierno, sino los preparativos para un “sprint hasta la línea de llegada”. Se dice que Bush es impermeable a las críticas, “optimista” y se comporta muy consciente de su “legado histórico”.
Ese “legado” no es para los libros de historia, después de que todos estemos muertos. Es cuestión de asegurar e impulsar los horrorosos crímenes que son la “nueva normalidad” de este sistema imperialista. Es cuestión de lo que estamos dispuestos —o lo que nos van a obligar— a aceptar ; y lo que nosotros estamos dispuestos a aceptar que otros experimenten… en la vida y la muerte. Eso es lo que pasará si las decenas de millones de personas que odian este gobierno y todo lo que hace siguen el mismo curso de pasividad —y claro, complicidad— por el que van. George Bush va a aprovechar los últimos 16 meses que le quedan para hacer todo lo posible para garantizar la existencia y el predominio de este imperio, en un marco aun más horroroso y con una capacidad exponencialmente mayor para sofocar cualquier resistencia de envergadura.
Hay que sacar corriendo al gobierno de Bush. Porque a menos que lo repudia decisivamente el pueblo, con una enorme oposición política visible, las infamias de hoy sin lugar a dudas será la rutina mañana, con consecuencias espantosas.
Hay quienes lo pueden hacer
He tenido la oportunidad de conversar con más gente que muchos —pues he recorrido el país y hablado especialmente con los jóvenes en las universidades— y decenas de miles de personas están experimentando una batalla interna. En muchas otras ocasiones he oído lo que me dijo una joven en la Universidad de Nueva York: si encabezara un paro estudiantil pondría en riesgo su beca, tendría que ir a un colegio de menor categoría y trabajar al mismo tiempo, y nunca obtendría la carrera para que haya tanta competencia en este mundo inseguro. Luego agregó: “Pero lo haría en un segundo, arriesgaría todo eso y más… si pensara que cambiaría la situación”. Hay cada vez más gente que quiere saber de la revolución : por qué es necesaria, qué es y si es posible. Y qué tiene que ver lo que estamos haciendo hoy.
Hace tres semanas en San Francisco la multitud en un concierto de Rock the Bells se enloqueció cuando unos cantantes pidieron resistencia y sacrificio para parar la máquina y su campaña fascista. Gritaba, brincaba, los puños en el aire.
Se está gestando una especie de radicalismo en este país. Hay un sector de esta generación que está pendiente y no ve nada bueno en este mundo y nada de lo que quiere ser parte. Hay un sector de esta generación que está dispuesto a luchar y cuestionar, y que siente que tiene que ser tan radical como son los tiempos, que se acerca a la necesidad de luchar y hacer aun mayores sacrificios para frenar el curso en que estamos encaminados.
Pero alguien tiene que HACERLO.
El Mundo no Puede Esperar-Fuera Bush y su Gobierno ha dicho que se necesita un “levantamiento naranja”. Dejen de interiorizar el descontento y la angustia. Millones y decenas de millones los comparten; sean imanes para ellos todos los días. Contribuyan a establecer un nuevo contexto social, para que otros como ustedes que hoy se sienten —y están— aislados empiecen a ver que no están solos. Háganlo con fuerza y osadía blandiendo el color naranja, el color de las víctimas de la tortura y de los que no se someten. El color naranja tiene que llegar a ser una declaración de que no nos vamos a quedar de brazos cruzados cuando el mundo se quema a nuestro alrededor. Tiene que ser un desafío para quienes ya ven pero no son parte de la resistencia, y tiene que darles ánimo y valentía para que no solo se opongan al gobierno sino también planteen un desafío a quienes no hacen nada a no permitir que estos crímenes se hagan en su nombre. Un mar de naranja, para revocar la legitimidad de quienquiera —ya sea del gobierno de Bush o de la “oposición” del Partido Demócrata— que diga que tiene un mandato del pueblo; un mar de naranja para conferir legitimidad a quienes están resueltos a sacar a este gobierno, y animar e impulsar la repugnancia masivo y el rechazo de sus crímenes.
Naranja tiene que ser el color del desafío. La gente tiene que empezar a ver el color naranja por todas partes y preguntar de qué se trata, y a participar en el proceso de que se vuelva una oleada social. Lo tienen que promover los artistas populares, los anuncios en los medios y la internet, y las acciones de individuos y grupos que se oponen a estos horrores. Las emisoras deben verse obligadas a informar sobre “los manifestantes vestidos de naranja” que se apoderan de un cruce importante o de las oficinas de un político. Las banderas naranjas tienen que ondear desde los lugares más inesperados. El portal de El Mundo no Puede Esperar tiene muchas ideas sobre cómo hacer esto y de las cosas que se podría hacer… si hay quienes dispuestos a actuar.
A ese mar de naranja se le debe acompañar, y tiene que reforzar, estallidos cada vez más militantes y grandes de resistencia política: acciones de individuos o grupos que avanzan al compás y están a la altura de los horrores que siguen amontonándose. Algo de eso ya ha empezado. Pero no es suficiente. Tenemos que dejar de esperar que surja el movimiento de resistencia y dirigirlo nosotros mismos. Si queremos ver un movimiento de resistencia, tenemos que empezar a serlo. La resistencia tiene que brotar como hongos después de la lluvia, en muchas formas y muchos lugares inesperados, y todo mundo vestido de naranja puede ayudar a alentarla.
Cuatro batallas políticas cruciales
Hoy se están gestando cuatro batallas políticas cruciales. Si nos metimos en ellas, si estas van acompañadas de la creciente oleada de naranja y la clase de resistencia mencionadas arriba, podrían ser aperturas capaces de volver el ambiente más equilibrado, de impulsar a otra fuerza al escenario y de dar voz a las aspiraciones hasta aquí contenidas y de cambiar el momento político y el rumbo por el que va esta sociedad.
La primera es el juicio racista en Jena, Louisiana, en el que hay mucho en juego; seis jóvenes negros podrían pasar décadas en la prisión por haberse atrevido a protestar contra los dogales colgados de un árbol “solo para blancos” en su prepa. Lo que se haga en las protestas del 12 de septiembre y especialmente el 20 de septiembre determinará en gran medida si se hará algo significativo para parar lo que hace este sistema contra los negros, y con el gobierno de Bush el elemento genocida de su programa que ha encontrado una clara expresión, como vimos en Nueva Orleáns tras el huracán Katrina.
Luego el 25 de septiembre, George Bush se atreverá a viajar a Nueva York para dar un discurso ante la ONU, como parte de los preparativos para lanzar una guerra contra Irán. Los ojos del mundo estarán puestos sobre Nueva York y esa ciudad tiene que parecer lo que es: una de las ciudades del país que más se opone a la guerra y a Bush, y no como gente que no se molesta a hacer nada ante las matanzas, el sufrimiento y la tortura. Además, no debe ser una protesta de rutina y aislada. La ciudad debe vestirse de NARANJA, y se lo debe ver donde sea que uno mire, donde sea que apunte la cámara, en brazaletes y listones, banderas en las ventanas, en pancartas, desde los techos y en los puños alzados contra las monstruosidades de Bush frente a donde está hablando.
Del 22 al 26 de octubre, el grupo estudiantil fascista de David Horowitz, “Estudiantes pro Libertad Académica”, celebrará una semana de acciones contra el “fascismo islámico” en más de 200 universidades. Horowitz es aliado del gobierno de Bush y durante esa semana planea atacar a las asociaciones estudiantiles islámicas, a los centros de la mujer y a otros por no apoyar suficientemente la “guerra contra el terror”. Eso tiene el potencial de enfriar aun más el ambiente ya frío en las universidades. Pero también tiene el potencial —si los estudiantes y profesores vestidos de naranja están listos y dispuestos a enfrentarles y llamar la atención sobre el peligro del fascismo— de voltearle la tortilla a esos bravucones.
La cuarta batalla será el 22 de octubre, el día nacional de protesta para parar la brutalidad policial. Eso también podría movilizar a miles a la acción política contra otro de los horrores de este sistema, y ser un poderoso rechazo a los asesinatos policiales como el de Sean Bell en Nueva York el año pasado, el día de su boda.
Cada una de estas batallas tiene que ser muy poderosa… y servir para que el “levantamiento naranja” se proyecte mucho más en la sociedad.
Un cálculo político diferente
Si este movimiento de vestirse de naranja cobra fuerza, y la gente empieza a ver que no está sola y que a diario un espíritu de desafío empieza a ser parte de la cultura y a expresarse de muchas maneras… si esas importantes fechas de resistencia y acción del otoño se dan de tal manera que no las pueden ocultar ni marginar… y si todo eso se opone a las medidas riesgosas del gobierno de Bush contra Irán, la sangrienta guerra en Irak y quién sabe qué otras medidas contra la población en este país a medida que Bush procura consolidar su "legado”… entonces surge la posibilidad de que cobre fuerza otro cálculo político. La oportunidad de que se presente un serio desafío a la legitimidad de este gobierno y se cree un ambiente político que permita sacarlo corriendo. La sinergia entre un movimiento social creciente de desafío con el vestir de naranja, y cada vez más amplias y más resueltas manifestaciones de resistencia, podría cambiar el ambiente y crear algo nuevo… mejor dicho, en la esfera política la totalidad puede ser algo más que la suma de las partes.
Imaginémonos lo que eso podría significar. Una victoria de ese calibre cambiaría la situación para millones de personas y abriría nuevas posibilidades en el pensamiento de todos. La gente sentiría la fuerza que tiene y levantaría la frente. Se presentaría de una manera diferente ante millones de personas el carácter imperialista de un sistema que engendró a Bush… y a una “oposición” política que no cuestiona sus principios fundamentales. El problema de qué hacer al respecto —de la clase de futuro de veras necesitamos— y la posibilidad de la revolución se haría mucho más real.
Así se repudiaría al gobierno de Bush y todos los horrores y el rumbo en el que ha encaminado el país: las guerras, la tortura, los ataques contra los derechos de la mujer, todo lo que pasó tras el huracán Katrina, los ataques a los gays, la represión y demonización de los migrantes, las infamias contra los derechos jurídicos, los ataques contra el pensamiento crítico…
¿No sería eso un nuevo día por el que valga la pena luchar y sacrificar?
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