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Revolución #105, 21 de octubre de 2007


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Del Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar

La verdadera cara del “milagro chino”

30 de julio de 2007. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. El 17 de julio al encargado de una ladrillera en el norte de China y a uno de sus subordinados los sentenciaron a cadena perpetua y a la muerte, respectivamente. Esto siguió la espantosa noticia de junio de un escándalo de trabajo forzado en unas ladrilleras de la provincia de Shanxi.

A estos hombres los acusaron de mantener a los trabajadores en condiciones de esclavitud en una ladrillera. Los dueños manejaban la fábrica como una prisión, según los informes de los medios estatales; usaban perros guardianes y golpes para disuadir a los trabajadores de escaparse.

Durante el juicio, también se supo que esta ladrillera tenía esclavizados a 34 trabajadores, entre ellos nueve que estaban discapacitados mentalmente. Durante el año antes de los  arrestos, 19 trabajadores sufrieron heridos. Los medios de comunicación estatales informaron que un mínimo de 13 trabajadores murieron por maltrato y exceso de trabajo, como uno que murió golpeado con una pala. Su duro trabajo diario empezaba a las 5 de la mañana y duraba de 16 a 20 horas. A los trabajadores esclavizados los encerraban en un cuarto vacío sin cama o estufa, y solo los permitían salir a trabajar en las ladrilleras calientes, desde donde cargaban los ladrillos pesados recién horneados sobre la espalda desnuda; muchos resultaron gravemente quemados. Se les proporcionaba alimento una sola vez al día: pan enmohecido y agua fría durante su único descanso, que duraba 15 minutos. Los testigos declararon en el tribunal que al severo trabajo lo acompañaban golpes y azotes.

Preocupados de que tales noticias mancharan la imagen del “milagro económico chino”, las autoridades al principio dijeron que tales accidentes eran raros y solo ocurrían debido a la crueldad de unos individuos y unos dueños de ladrilleras codiciosos; sin embargo, salió a la luz en varios informes que el trabajo brutal y la esclavitud son comunes, si no en toda China, por lo menos en algunas provincias del interior, tales como Henan y Shanxi. Las autoridades provinciales estaban conscientes de la situación pero no hicieron nada debido a un compromiso para fomentar el crecimiento económico no importa el costo.

Cientos de padres que buscaban a sus niños perdidos tenían razones para creer que los obligaban a trabajar en las ladrilleras. El gobierno tomó cartas en el asunto solo cuando estos padres publicaron una carta abierta en internet que acusó a las autoridades de Henan y Shanxi de no hacerles caso e incluso de proteger a los dueños de las ladrilleras y a los traficantes de seres humanos. “Un reportero de Henan que había ayudado a desenmascarar el negocio acusó a los burócratas de tratar de impedir que los padres encontraran a los niños perdidos. ‘En nuestro reportaje, el mayor obstáculo ha sido la falta de cooperación de varias autoridades en Shanxi’, Fu Zhenzhong, un reportero de televisión, le dijo al China Youth Daily. ‘Algunos todavía están tramando diversas formas de impedir que los padres rescaten a sus hijos’”. (Reuters, 17 de junio) Finalmente, una serie de redadas e inspecciones policiales de 7,500 ladrilleras en las provincias centrales chinas de Henan y Shanxi puso en libertad a mil trabajadores.

Los traficantes vinculados a las ladrilleras buscaban a los niños en la calle con promesas falsas; incluso secuestraban a niños menores de 10 años y los vendían a los dueños de las ladrilleras por menos de 50 euros cada uno.

Como resultado de este escándalo, las cortes de Shanxi condenaron a 29 personas por su papel en la esclavitud. Una docena más espera juicio.

El gobierno chino no pudo restringir el escándalo a un caso aislado en una sola ladrillera, pero hizo todo lo posible para limitar el impacto y castigar a un grupo de burócratas de bajo nivel; absolvió a los de alto nivel de toda culpa; algunas medidas disciplinarias se llevaron a cabo contra casi un centenar de miembros del “Partido Comunista”.

Al contrario de lo que las autoridades chinas y sus defensores en el Occidente quieren que se crea, las condiciones de trabajo en otras partes de China no son tan diferentes de la situación que salió a la luz en estas ladrilleras. Por ejemplo, The Guardian del Reino Unido informó el 18 de junio de 2007: “En las atiborradas y densamente pobladas zonas de fábricas de la provincia de Guangdong, los mercados, cocinas y burdeles de las ciudades y las fábricas primitivas de las provincias relativamente pobres del oeste de China, el trabajo infantil es un hecho cotidiano que el gobierno típicamente ignora… como dice Hu Jindou, profesor de economía de la Universidad Tecnológica de Beijing: ‘El trabajo forzado o el trabajo infantil está lejos de ser un fenómeno aislado; está profundamente enraizado en la realidad actual, que es una combinación de capitalismo, socialismo, feudalismo y esclavitud’”.

(Es cierto que el capitalismo, el feudalismo y la esclavitud se mezclan en la economía contemporánea china, pero el socialismo fue abruptamente derrocado por medio de un golpe de estado en 1976, después de la muerte de Mao, cuando aquellos a quienes Mao llamaba los seguidores del camino capitalista del Partido Comunista tomaron el poder por la fuerza. La existencia de las industrias estatales no es una prueba del socialismo, sino de un sector del capitalismo del estado en el cual explotan a los trabajadores igual que en el sector privado).

El mismo informe menciona otro caso en la provincia de Guangdong. Los estudiantes de secundaria de la lejana provincia de Sicuan se quejaron del maltrato en un programa de estudio y trabajo que enviaba trabajadores jóvenes del oeste de China a una planta ensambladora de electrónica en la ciudad de gran desarrollo industrial de Donghuan, en el sudeste del país, donde la escasez de trabajo es común. Los obligaban a trabajar, supuestamente para pagar la matrícula de la escuela. Los estudiantes se quejaron de que trabajaban 14 horas diarias, con horas extras obligatorias; también dijeron que a veces no los pagaban. En algunos casos, los que querían abandonar el programa no podían llamar a sus familiares ni pagar el transporte.

La revista alemana Der Spiegel publicó un informe parecido el 6 de febrero de 2005. Ullrich Fichtner escribió que el milagro económico de dos décadas en la provincia de Shenzhen, donde la tasa de crecimiento económico actual ha alcanzado el 15%, descansa sobre la espalda de las trabajadoras jóvenes de las fábricas, tales como la desnutrida Tang Shotsen. Ella trabaja desde temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche los siete días de la semana y hace cafeteras por 500 yuanes (45 euros) al mes. Estas jóvenes ensamblan muñecas de plástico, arman pulseras de reloj de piel inacabada, fabrican piezas de cristal para copiadoras, etc. En estas fábricas muchos trabajadores se lesionan gravemente: pierden un dedo o se queman una parte del cuerpo, pero no hay seguro ni asistencia médica fuera de un poco de yeso y vendajes.

El periodista Fichtner informó que las mujeres son el 70% de los 5.5 millones de trabajadores eventuales provenientes de toda China en Shenzhen y las fábricas de la región. En algunas partes de la provincia, tal como Nanshan, un centro de alta tecnología, esta cifra es más alta. La migración de mujeres jóvenes empezó en 1980, cuando Deng Xiaoping escogió a Shenzhen, una ciudad de la provincia de Guangdong, como laboratorio para el lema que adoptó para todo el país: “Enriquecerse es glorioso”. La marcha de mujeres jóvenes en busca de una mejor vida de todo el país a Shenzhen alcanzó su punto más alto a mediados de los años 80 y principios de los años 90, cuando la noticia de este lugar de “ensueños” se regó por toda China. Pronto los sueños se volvieron una falsa ilusión y Shenzhen se volvió un lugar donde la vida de los trabajadores se vierte en los productos que crean.

Una consecuencia fue que una gran cantidad de mujeres terminó trabajando como prostitutas en la ciudad y sus alrededores. El informe alemán describe la vida de las mujeres como Chou Venil, que trabaja en un salón de masajes los siete días de la semana, de 8 a.m. a 8 p.m., por 54 centavos la hora. El informe continúa: “Las mujeres mayores con mala dentadura se paran en las aceras con álbumes de fotos. Estos son catálogos de las prostitutas, página tras página de fotos de pasaporte de las caras deformes e hinchadas que ilustran los sueños esfumados de las chicas pobres. Las mujeres mayores susurran: ‘Chicas, señor, son jóvenes, no tienen SIDA, señor…’”.

La prostitución es una parte integral de este auge económico. Estas mujeres tienen enormes problemas. Sus sueños se han desvanecido y ahora tienen que pelear por un trabajo con el cual nunca soñaron: “La semana pasada en Shenzhen, una ciudad sureña de gran expansión, enviaron a miles de policías armados para aplastar una protesta de más de 3,000 prostitutas y cabareteras de karaoke que no tienen empleo debido a una redada que obligó a cerrar a los salones de masaje y discotecas”. (The Guardian, 21 de enero de 2006) La ciudad es tristemente célebre por las prostitutas y por la gran cantidad de concubinas mantenidas como “segunda esposa” de hombres de negocios extranjeros, especialmente de Hong Kong.

Detrás de esta realidad está otra amarga verdad: muchas de estas mujeres jóvenes son de familias que no querían tener niñas. Vienen de lugares donde una vez más el nacimiento de una niña se considera un desastre y el infanticidio de niñas es un hecho común. Esta práctica desapareció o disminuyó en gran medida después de la revolución de nueva democracia de 1949 y durante el avance de China hacia el socialismo. En las últimas décadas ha vuelto a aparecer en China, junto con otros aspectos del capitalismo y otras relaciones sociales y económicas opresivas.

Estos ejemplos de Guangdong son especialmente importantes porque, a diferencia de Shanxi donde están las ladrilleras y la mano de obra esclavizada, Guangdong no es una zona aislada y atrasada sino una provincia costera emblemática del rápido crecimiento económico y el éxito de sus industrias exportadoras; es la provincia más rica del país. El éxito de Guangdong depende de la superexplotación de los trabajadores de otras zonas pobres y lejanas, especialmente del interior, y en gran medida de las mujeres. Sin las condiciones de atraso en el campo simbolizadas por la esclavitud en las ladrilleras, la industria moderna de China no sería tan rentable.

A menudo oímos del “milagro económico chino” que surgió después del abandono del camino socialista tras la muerte de Mao en 1976. Desde ese entonces la economía china ha alcanzado una tasa de crecimiento de cerca del 10% al año. Pero este crecimiento se ha alcanzado al costo de enormes y galopantes disparidades, entre ellas las diferencias económicas entre las ciudades y el campo, la agricultura y la industria, y las provincias costeras acomodadas y el interior pobre, así como la revocación de la emancipación de la mujer. Estas desigualdades son la fuente de enormes ganancias y enorme sufrimiento. También son una señal de un sistema social radicalmente distinto al de los tiempos de Mao.

Mao dijo que la verdadera diferencia entre el socialismo y el capitalismo no es cómo se llama una sociedad sino el camino que sigue. El socialismo no podía simplemente abolir de inmediato lo que había heredado de toda una historia de explotación, como estas y otras disparidades sociales opresivas, sobre todo la división de la sociedad en clases, y todas las ideas, costumbres y prácticas que provienen de esas relaciones de propiedad. Pero cuando el proletariado tuvo el poder estatal, los revolucionarios con la dirección de Mao pelearon por reducir esas brechas y diferencias, que se han convertido en enormes abismos en la China actual. Lo hicieron mediante políticas basadas no en producir la mayor riqueza a corto plazo, sino en lo que traería el crecimiento balanceado, equitativo y liberador de la sociedad en conjunto.

La China socialista alcanzó milagros económicos. Su tasa de crecimiento económico era enorme en comparación con India y otros países. En unas cuantas décadas el promedio de la esperanza de vida se duplicó. Pero lo importante no era producir lo máximo, sino el propósito de la producción y en consecuencia cómo llevar a cabo la producción. ¿Debería la riqueza producida por el trabajo aumentar las disparidades y desigualdades sociales y esclavizar más a la gente trabajadora? ¿O debería cada vez más permitir a los trabajadores ser amos de la producción y toda la sociedad? ¿Deberían los trabajadores ser bestias de carga o deberían dirigir a la abrumadora mayoría de la población a transformar el país en una dirección revolucionaria y convertirlo en una base de apoyo para la revolución mundial para liberar a la humanidad y realizar el comunismo, un mundo libre de las cadenas de las desigualdades sociales y las relaciones que traen la miseria y refrenan el potencial humano?

La política de los dirigentes del Partido Comunista sobre estos asuntos, dijo Mao, determina si un país es socialista o no, y si ese partido es comunista o no. La verdad de esta idea se ilustra dramáticamente en el contraste entre la China de hoy y la China de Mao: el contraste entre un país en camino a un futuro enormemente distinto para toda la humanidad, y el país del siglo 21 en camino al infierno, donde se ha restaurado tantos males del pasado.

Desde que los seguidores del camino capitalista consagraron la propiedad privada, hicieron de la rentabilidad el objetivo más alto y disolvieron las formas colectivas de propiedad y la forma de vida del campo, una buena parte de los dos tercios de la población que todavía vive en el campo se encuentra abandonada. En las ciudades, la abrumadora mayoría se ha convertido en esclavos asalariados, capaces de ganarse la vida solo a condición de que su trabajo acrecienta el capital. Incluso las industrias más rentables y de alta tecnología dependen de los migrantes superexplotados del campo, y la mayoría de esas empresas están en manos de capitalistas extranjeros. La pobreza y la opresión son una condición necesaria para la riqueza que el país produce. China ha reemplazado al socialismo con el capitalismo globalizado.

Aunque es cierto que a la gran mayoría no la mantienen en la clase de esclavitud que se encontró en las ladrilleras, lo que pasa en las zonas más pobres y atrasadas de China arroja la luz sobre la clase de sociedad en la que se ha convertido. Sobre todo, muestra qué clase de relaciones sociales caracterizan la sociedad china actualmente. Donde anteriormente las masas de trabajadores fueron amos y emancipadores, una vez más son esclavos.

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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