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Revolución #109, 18 de noviembre de 2007
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Crisis en Pakistán: Inestabilidad y represión en frente crucial de la "guerra contra el terror" de Estados Unidos
El 6 de noviembre el presidente de Pakistán y jefe de las fuerzas armadas, el general Pervez Musharraf, impuso un estado de emergencia y suspendió la constitución. El gobierno censuró todos los canales de televisión menos los oficiales y bloqueó las llamadas telefónicas celulares. Rodeó la Suprema Corte con unidades paramilitares y despidió a los magistrados. Luego instaló a nuevos magistrados leales a Musharraf. Arrestó al presidente del colegio de abogados y a los activistas de derechos civiles de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán. En los días desde la imposición de estado de emergencia, ha golpeado y arrestado a los que protestaron en la calle.
Estados Unidos criticó esas medidas y Bush exhortó a Musharraf a celebrar elecciones y quitarse el uniforme militar. Pero el gobierno de Bush ha indicado que no va a hacer nada en serio contra Musharraf, como cortar la ayuda a su gobierno. De hecho, el 6 de noviembre anunció que seguirá dando ayuda militar a Pakistán a pesar de la suspensión de la constitución. (Pakistán ha recibido más de 10 mil millones de dólares de ayuda desde que se unió a la “guerra contra el terror” de Estados Unidos. En el 2007, Pakistán recibió 300 millones de dólares que tiene que usar para comprar armas estadounidenses. Recibirá la misma cantidad en el 2008).
Un vocero del Departamento de Defensa dijo que el estado de emergencia no afectará la ayuda militar: “En este momento, la declaración no tiene impacto en nuestro apoyo militar para los esfuerzos de Pakistán en la ‘guerra contra el terror’… No cabe duda de que hay mucho en juego. Pakistán es un aliado my importante en la ‘guerra contra el terror’”.
“La declaración no tiene impacto en nuestro apoyo militar para los esfuerzos de Pakistán en la ‘guerra contra el terror’…”.
Es decir, Estados Unidos no va a permitir que los poderes dictatoriales, el gobierno militar, el arresto de los abogados, la prohibición de las protestas, las golpizas y los arrestos en masa, la suspensión de la constitución… obstaculicen la “guerra contra el terror”. Esto dice mucho sobre las metas de esta “guerra contra el terror”.
John Bolton, ex embajador estadounidense a la ONU, dijo que Bush es ingenuo cuando pide que Musharraf celebre elecciones. Advirtió que las elecciones podrían llevar a la inestabilidad, y quizás a un gobierno islámico en un país con un arsenal nuclear. “Mientras podría ser que Pervez Musharraf no sea un demócrata jeffersoniano”, dijo Bolton, “es la mejor opción para proteger el arsenal nuclear”.
Situación precaria
Con una población de 164 millones de personas, Pakistán es el sexto país del mundo y es el segundo país musulmán (después de Indonesia). Con un vistazo al mapa, se puede ver lo importante que es el control de Pakistán para los intereses del imperio yanqui por toda la región. Pakistán se encuentra en medio de Asia central, entre India y el golfo Pérsico. Tiene una frontera de 2,250 km con Afganistán en el noroeste. En el oeste está Irán, al noreste China y al este India. El mar Arábigo está al sur. Esto quiere decir que el control de Pakistán es crucial para las vías marítimas, el comercio, el espacio aéreo militar y el control de las fronteras en zonas volátiles. Cuando Estados Unidos invadió a Afganistán, la cooperación pakistaní fue un elemento crucial. Y la subordinación del país sigue siendo esencial a la ocupación y la campaña de aplastar al Talibán. Y sobre todo, Estados Unidos no quiere que las fuerzas fundamentalistas islámicas tumben al gobierno de Pakistán y se apoderen de sus armas nucleares.
Para los imperialistas estadounidenses hay una enorme necesidad objetiva en su relación con Musharraf; es una situación llena de contradicciones y limitaciones. Controlar a Pakistán es un elemento fundamental de la “guerra contra el terror” y la dominación regional en general. Un gobierno pro Estados Unidos relativamente estable en Pakistán es esencial para la estrategia yanqui en el Medio Oriente. Pero hay muchos factores imponderables en esta situación extremadamente precaria, donde las fuerzas fundamentalistas islámicas, que tienen muchos lazos con el gobierno y las fuerzas armadas pakistaníes, han redoblado sus ataques militares. Por su parte, el Talibán ha vuelto a la escena en Afganistán. En este contexto Estados Unidos apoya varias fuerzas de la oposición en Pakistán con el fin de mantenerla en el establo yanqui. Ha tratado de forjar un acuerdo para compartir el poder entre la ex primera ministra Benazir Bhutto (que tiene una larga historia de corrupción y sumisión a Estados Unidos) y Musharraf. Los imperialistas esperan que esto le dé un disfraz democrático al gobierno y que le ayude a ampliar su base de apoyo y de esa manera mantener en el poder a Musharraf. Pero la crisis actual amenaza con hacer añicos esta estrategia frágil.
Pakistán y la “guerra contra el terror” de Estados Unidos
Estados Unidos depende de Musharraf para luchar contra las fuerzas del Talibán, tanto las que cruzan la frontera de Afganistán como las que ya están en Pakistán. Pero Musharraf ha tenido fuertes lazos con las fuerzas fundamentalistas islámicas, a pesar de tener que combatirlas al servicio del imperialismo yanqui.
Cuando Musharraf tomó el poder en un golpe de estado en 1999, ya tenía lazos a los fundamentalistas. Después del 11 de septiembre, obedeció las órdenes de Bush de participar en la “guerra contra el terror” y rompió públicamente con el Talibán en Afganistán. Pero su gobierno ha mantenido relaciones con lo que se llaman los talibanes pakistaníes, o sea, varios grupos y partidos políticos en las zonas tribales a lo largo de la frontera afgana en Waziristán y el Noroeste.
Como señaló el Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar:
“Su estrategia ha sido sujetar a los fundamentalistas en un fuerte abrazo, y al mismo tiempo cooperar al máximo posible con las fuerzas armadas yanquis en público (y más tras bastidores). Por ejemplo, le ha permitido a la CIA establecer bases clandestinas en Pakistán, secuestrar a individuos y atacar a dirigentes de Al Qaeda con misiles cruceros, pero no ha permitido que entren al país soldados estadounidenses uniformados (por temor de que la respuesta pública lo ponga en peligro). Por otro lado, la dictadura militar de Musharraf necesita la legitimidad que le otorgan las credenciales islámicas y el apoyo social y material de las fuerzas islámicas. Como Inglaterra estableció a Pakistán arbitrariamente con criterios religiosos (y reaccionarios) cuando dividió a India en dos al momento de la independencia, se dice que los clérigos islámicos y las fuerzas armadas son las únicas instituciones que mantienen la cohesión del país. Ambos tienen una fuerte dependencia política mutua. Ambos se basan en la economía rural y más o menos feudal. Las fuerzas armadas también son dueñas de gran parte de la economía moderna: industria y empresas”.
El Talibán y la CIA
La larga historia de los lazos entre el gobierno y las fuerzas armadas pakistaníes (y Musharraf) con el Talibán y otros fundamentalistas islámicos es una gran contradicción para Estados Unidos.
Estos lazos, que hacen que el papel de Pakistán en la “guerra contra el terror” sea tanto útil como inestable para Estados Unidos, son una consecuencia del papel que Estados Unidos le asignó a Pakistán en la derrota de la Unión Soviética en Afganistán.
En 1979, cuando la Unión Soviética invadió a Afganistán, Estados Unidos le ofreció ayuda al brutal gobierno militar del general Zia al-Haq y reclutó Pakistán para entrenar a los combatientes afganos. Estados Unidos les dio armas modernas y apoyo logístico y diplomático. De 1982 a 1990 Estados Unidos le dio a Pakistán 5.4 mil millones de dólares de ayuda militar.
Durante los años 80, la CIA, por medio de las fuerzas armadas y el servicio de inteligencia (ISI) pakistaníes, forjó y apoyó a las fuerzas islámicas que pelearon contra la Unión Soviética (entre ellas Osama bin Laden). Esto desempeñó un papel central en la conquista del poder por el Talibán. Después de que sacaron a la Unión Soviética en 1989, miles de combatientes entrenados por la CIA y el ISI se quedaron en Afganistán. Estados Unidos les quitó la ayuda, pero el ISI siguió apoyando a estas fuerzas islámicas y Pakistán los consideraba una base de apoyo en la contienda con India y para garantizar su poder regional.
Musharraf se ha comprometido a subordinar el país a las necesidades del imperio estadounidense. Como señaló el Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar: “Eso es algo que algunas fuerzas fundamentalistas no pueden tolerar, y no es primordialmente por el sufrimiento de la población y la humillación nacional que causa. El capital imperialista no puede dejarlos como están; tiene que transformar continuamente las relaciones económicas y sociales y la cultura de los países que domina; eso resquebraja su poder y su misma existencia, y atiza su indignación contra ‘el Occidente’ y sus ansias de resucitar y defender una concepción medieval. A corto plazo, su ideología exige un gobierno islámico expansivo y sin restricciones. No son nacionalistas disfrazados de religiosos ni representantes ‘objetivos’ del deseo popular de liberación nacional, sino representantes de las mismas relaciones feudales y demás relaciones retrógradas que han permitido que el imperialismo subyugara al país económica y políticamente… Estados Unidos tiene que utilizar a las fuerzas retrógradas y reaccionarias para imponer su dominación y está muy dispuesto a hacerlo; pero a sus ojos el fundamentalismo islámico es un obstáculo de largo plazo y, especialmente, una grave amenaza inmediata. Está resuelto a aplastar a esas fuerzas y drenar sus semilleros, incluso si de vez en cuando esto requiere formar alianzas temporales con algunas de ellas”.
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Durante décadas Estados Unidos ha fortalecido y dependido de las poderosas fuerzas armadas pakistaníes. Ha apoyado el gobierno militar porque esto ha mantenido al país bajo el control del imperialismo yanqui. Ha sido y sigue siendo una situación riesgosa y precaria para la región, el mundo y la guerra de Estados Unidos en aras de su imperio.
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