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Revolución #111, 9 de diciembre de 2007
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Introducción de la Redacción: La semana del 28 de noviembre, George Bush convocó una cumbre sobre el Medio Oriente en Annapolis, Maryland, con el presidente palestino, Mahmoud Abbas, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert. Hablaron del “proceso de la paz” y un “estado palestino democrático”, pero la realidad es que Israel dice que tiene mandato de “dios” para ocupar a Palestina y desempeña el papel de capataz nuclear del imperialismo yanqui en la región. Este artículo y el artículo “Nos pusieron ahí, a los soldados israelíes, para castigar a los palestinos”, basados en denuncias producidas por simpatizantes críticos de Israel, arrojan luz sobre la naturaleza del estado israelí.
Reseña de Lords of the Land
“El Lejano Oeste” del movimiento de colonos israelíes
La madrugada del 25 de febrero de 1994, un judío ortodoxo de nombre Baruch Goldstein se metió a la fuerza a la mezquita Ibrahimi de Hebrón, en Cisjordania, Palestina. En plena conmemoración de Ramadán, la mezquita estaba repleta de más de 800 adoradores musulmanes. Goldstein se abrió paso entre los guardias de seguridad, sacó una submetralleta Uzi y empezó a disparar contra la multitud; vació cuatro recámaras antes de que lo sometieron y mataron, mientras cargaba la quinta. Mató a 29 personas y dejó a 125 heridos.
Goldstein fue un médico que escogió mudarse de Brooklyn, Nueva York, para ser parte de un creciente movimiento de judíos fundamentalistas en Israel que desde hace años han estado metiéndose más y más en territorios palestinos. La residencia adoptada de Goldstein fue el asentamiento judío de Kiryat Arba, cerca de Hebrón.
Este acto de terror lo condenó el primer ministro israelí Yitzhak Rabin, pero los que lo enterraron lo consideraban un héroe, un mártir de la causa de crear el “gran Israel”. Además de la declaración de Rabin, el gobierno israelí no hizo nada para contener o restringir al movimiento de colonos, la fuente de donde surgió Goldstein. Hasta la fecha, los “asentamientos”, que a veces solo constan de un trailer o un refugio prefabricado, siguen surgiendo por todas partes de Cisjordania. De esa manera el estado de Israel está apoderándose de más terrenos.
Un nuevo libro que acaba de salir en Estados Unidos (lo publicaron en hebreo en Israel en el 2005) presenta un estudio detallado del desarrollo de ese movimiento de colonos en Israel y de sus estrechos vínculos a las medidas del gobierno y a la ideología sionista, así como a las sectas judías religiosas fanáticas. Los autores de Lords of the Land, the War Over Israel’s Settlements in the Occupied Territories, 1967-2007 (Nueva York, National Books, 2007)* son el profesor Idith Zertal y el periodista Akiva Eldar, columnista y editorialista político del diario israelí Ha’aretz. Como partidarios del estado de Israel, no se puede descartar sus denuncias como algo motivado por un prejuicio anti israelí.
Israel se apoderó de Cisjordania y Gaza durante la guerra de 1967 contra Egipto, Jordania y Siria. Luego, Israel aceptó —en palabras— que era una potencia ocupadora y, como signatario del Convenio de Ginebra, una potencia ocupadora como Israel tiene prohibida trasladar a su población civil a los territorios ocupados.
La historia de cómo Israel hizo trizas sistemáticamente esta prohibición y de cómo poco a poco se apoderó de Cisjordania es, en buena parte, la esencia de Lords of the Land.
“El Lejano Oeste”
Aproximadamente 2.4 millones de palestinos viven en Cisjordania. Pero para fines del 2006, también hubo unos 270,000 colonos judíos en Cisjordania y otros 220,000 en comunidades alrededor de Jerusalén. Desde que los colonos israelíes se retiraron de Gaza en el 2005, casi 20,000 se han ido a vivir en Cisjordania.
Lords of the Land informa que más del 40% de los asentmaientos israelíes en Cisjordania se han establecido en terrenos privados de palestinos “y que establecieron 130 asentamientos completamente o en parte en terrenos que el estado de Israel reconoció como ‘privados’. Los colonos se apoderaron de estos terrenos, pero el estado los confiscó y facilitó el traslado de sus propios ciudadanos, un incumplimiento del derecho internacional, de unas decisiones gubernamentales y en muchos casos de órdenes judiciales”. (p. xiii) Los autores citan un informe de noviembre del 2006, del grupo israelí Paz Ya, que se apoya en datos del gobierno israelí para presentar estas estadísticas.
La masacre de 1994 en Hebrón por Baruch Goldstein es un ejemplo del fanatismo violento y salvaje contra los árabes con que los israelíes primero ocuparon y luego se robaron abiertamente Cisjordania. Hoy, los colonos israelíes en Cisjordania cargan submetralletas con regularidad y desempeñan el papel de paramilitares, que con frecuencia disparan contra manifestantes palestinos y hasta civiles que ni siquiera se les están oponiendo.
Desde el principio, el movimiento de colonos ha presentado una visión mística de un gran Israel al cual regresará el “Mesías” como más importante que la vida humana, especialmente de los árabes. Cuando en diciembre de 1987 estalló la primera Intifada palestina (“levantamiento”, en árabe), una rebelión contra la ocupación y la opresión israelí, la publicación de los colonos Nekudah dijo que era “la prueba más dura desde que empezó el proyecto de colonización”. Un dirigente de los colonos, Hannan Porat, pidió “expulsar en masa” a los palestinos de sus propios territorios. El rabino Yitzhak Shilat, del gran asentamiento Ma’leh Adumin, declaró que “cualquier cosa que hagamos como resultado de angustia o ira, aunque sea matar, es bueno, es aceptable y nos ayudará. Matar es simplemente un asunto del Reino”.
El libro cita a un colono que en 1988 hizo una comparación a la conquista de los territorios amerindios por los colonos estadounidenses: “Todos pueden hacer lo que quieran. Es un mundo diferente. Uno mismo es la ley… decían, como broma, que es el ‘Lejano Oeste’, pero hoy no es una broma. Salimos a la noche, tapamos las placas de los carros, fuimos a una aldea árabe cerca y ahí empieza la fiesta”. (pp. 105-106)
En abril de 1988, un grupo de adolescentes israelíes que iban de excursión, acompañados de colonos armados, se encontraron con unos adolescentes palestinos cerca del asentamiento judío de Elon Moreh en Cisjordania. Uno de los colonos armados abrió fuego y mató a dos palestinos. También murió Tirtza Porat, una adolescente israelí e hija de uno de los fundadores del asentamiento. Inmediatamente regaron el cuento de que un palestino la mató con una piedra. En respuesta, los colonos y el gobierno israelí le culparon a los palestinos de la aldea de Beita, y llevaron a cabo un castigo colectivo: tumbaron 13 viviendas palestinas. El entierro de Tirtza Porat fue ocasión para desencadenar la furia religiosa de los judíos fundamentalistas: “En cierto momento el entierro se volvió como un linchamiento. Ante la presencia del primer ministro Yitzhak Shamir, su asesor David Levy y el ministro Ariel Sharon… el rabino Haim Druckman exhortó a borrar a Beita de la faz de la tierra. El ministro de asuntos religiosos Zevulun Hammer concordó y pidió la destrucción de Beita inmediatamente y la construcción en su lugar de un asentamiento que llevara el nombre de Tirtza en Samaria [el antiguo nombre hebreo de la región]. ‘Nuestro Dios de la venganza, aparécete Dios de la venganza’, proclamaba Benny Katzover [uno de los líderes del movimiento de colonos]”. El primer ministro dijo que “cada asesinato fortalece al pueblo judío, lo unifica, lo conecta a la tierra y profundiza sus raíces aquí”. (p. 109)
La verdad es que Tirtza no murió de una piedra lanzada por un árabe sino de una bala disparada por el colono paramilitar Romem Aldovi, quien había disparado alocadamente contra los adolescentes palestinos. Esa fue la conclusión de una investigación oficial del gobierno.
Repetimos, el ambiente creado por los paramilitares no fue una aberración. Poco después de que empezó la Intifada en enero de 1988, el entonces ministro de defensa Yitzhak Shamir, que unos años después sería primer ministro, declaró que la manera de aplastar la Intifada era con “fuerza, poderío y golpes”. (p. 112)
“Los hechos concretos”
En uno de los muchos casos estudiados a fondo, el libro describe lo que sería el patrón para dividir y luego apoderarse de territorios palestinos. En 1968, un año después de la ocupación de Cisjordania por las fuerzas armadas israelíes, se estableció uno de los primeros asentamientos judíos, en Hebrón.
La confiscación de la tierra se llevó a cabo de esta manera: un grupo de judíos ortodoxos fanáticos, encabezados por un cierto rabino Levinger, declaró que era la voluntad de dios que Israel se apoderara de Cisjordania. Propuso al gobierno del Partido Laboral que les permitiera residir un tiempo en Hebrón para celebrar un importante día religioso. Fue a Hebrón para la conmemoración y se quedó.
Cuando esa afrenta enojó a los palestinos, el ejército israelí intervino para proteger a los colonos. La base militar y la cantidad de colonos fueron creciendo tanto que el gobierno “se dio cuenta” de que tenía que establecer algo más permanente. Más tarde, aplicaron una variación de esa esquema: a los colonos los llamarían “trabajadores” de construcción de un proyecto militar (debido a que Cisjordania estaba bajo ocupación militar) para que así no tenían que ofrecer ningún pretexto para la incursión militar en las zonas civiles palestinas.
En un principio, los líderes del gobierno israelí responsables de tomar la decisión sobre la solicitud de los colonos de quedarse en Hebrón no se definieron al respecto. Los fanáticos, unas organizaciones laicas sionistas y otros líderes del gobierno que los apoyaban, consideraban la decisión del gobierno de no prohibir los asentamientos como permiso para seguir apoderándose de terrenos. En enero de 1968, Menachem Begin, un líder del Partido Likud (que encabezó una milicia clandestina sionista en los años antes de la fundación del estado de Israel) era un ministro sin carpeta. Begin le propuso al gobierno “un plan para construir poblados habitados por judíos en Jericó, Hebrón, Belén, Nablus, Tul Karm, Jenín y Qalqilya”, todos los cuales son importantes pueblos palestinos de Cisjordania. En septiembre de 1968, un comité especial nombrado por el ministro de Defensa, Moshe Dayan, recomendó establecer un asentamiento judío en Hebrón.
El ministro del Trabajo Yigal Allon (que también encabezó una milicia sionista antes de 1948) y otros líderes del gobierno “…no solo se volvieron promotores de los asentamientos dentro del gobierno sino que los ayudaron con consejos, material, armas y, lo más importante, con el sello de aprobación del movimiento Laboral. Su sentido militante de vocación se combinó con la misión piadosa de los colonos”. (p. 15) En diciembre de 1968, Allon propuso que el gobierno apoyara un enorme asentamiento en las afueras de Hebrón. Lords of the Land dice que Allon declaró “que Israel se había acostumbrado a sí mismo ‘y al resto del mundo a ver el acto de colonización como hechos que llevaban su propio peso singular. Esta ha sido una de las armas de nuestro movimiento de renovación nacional. Supongo que no errarán en entender la importancia de este acto’”. (p. 23)
A principios de 1970, se había establecido formalmente el asentamiento de Kiryat Arba en las afueras de Hebrón. Empezaron con la construcción de una base militar e incorporaron el asentamiento original también.
Tergiversar el derecho y el lenguaje
Lords of the Land también demuestra que las autoridades israelíes han tergiversado el derecho y el lenguaje para crear todo un sistema de pensamiento que impide ver la naturaleza opresiva e ilegal de la ocupación que impone. Israel no menciona el derecho internacional sobre la ocupación de los Convenios de Ginebra cuando se refiere a las formalidades jurídicas de su control de Gaza y Cisjordania. En vez de “ocupación” habla de “administración”, que sugiere normas más humanitarias y civilizadas. (pp. 337-338) A veces las autoridades judiciales y militares dicen que el derecho internacional no se aplica a Cisjordania y Gaza. Afirman que como Jordania no tenía soberanía en Cisjordania, y Egipto no tenía soberanía en Gaza, estos territorios quedaban libres y que se aplica el principio de “yo me lo encontré, así que me lo quedo”. (pp. 336-337)
Los israelíes “permitieron” que los palestinos apelaran las decisiones de los comandantes militares a los tribunales israelíes. Unos casos fueron al máximo tribunal israelí. Lords of the Land dice: “Un estudio sistemático de las decisiones del Máximo Tribunal sobre las demandas de los palestinos… demuestra que rechazó casi sin excepción las demandas de los habitantes de los territorios”. Esto “dio el máximo sello de aprobación jurídico y moral a la despiadada ocupación de los territorios”. (p. 345)
Un ejemplo es el caso de los palestinos cerca de Nablus, Cisjordania, cuyas tierras cultivadas confiscaron unos colonos judíos en 1978. Los colonos dijeron que las confiscaron por “razones de seguridad”. El tribunal rechazó la demanda de los palestinos y declaró que los asentamientos civiles israelíes en Cisjordania “contribuyen de manera seria al sistema de seguridad en ese territorio y facilitan el papel del ejército”. (pp. 349-351)
Métodos que el movimiento sionista ha santificado desde el comienzo
Los autores de Lords of the Land no se oponen al sionismo, pero arrojan luz sobre el hecho de que el patrón de colonización de Cisjordania concuerda con el proyecto sionista de Palestina en general. “El proceso de colonización de los colonos judíos en los territorios, que es un incumplimiento de los Convenios de Ginebra, que no permiten trasladar al territorio ocupado a los habitantes del territorio del país que lo ocupa, fue gradual y sistemático y se llevó a cabo con métodos que el movimiento sionista elaboró y santificó desde el comienzo. En los territorios ocupados en 1967, resucitaron los métodos que caracterizaron la lucha antes de 1948 para crear el estado judío, una combinación de acciones abiertas y clandestinas llevadas a cabo por organizaciones clandestinas o semiclandestinas. En su papel de guardián del derecho, y como el sistema organizado dominante de la zona, el ejército y sus comandantes fueron los principales partidarios de los colonos en sus actividades ilegales”. (pp. 345-346)
Hablando del ejemplo de Hebrón, los autores dicen: “Este punto de vista sionista comprobado, que ahora aplicaron en el contexto de Hebrón, se remonta a los días de los asentamientos de ‘torre y empalizada’ de los años 30: el establecimiento de la noche a la mañana de asentamientos judíos como puestos de observación rodeados de cercas y muros en medio de poblaciones árabes”. (p. 23) Explican el método del asentamiento de “torre y empalizada” en más detalle: “El método fue establecer un asentamiento diminuto en un solo día, rodeado de una empalizada de madera y grava, y en el centro armar una torre de madera con un reflector. De esa manera establecieron docenas de asentamientos judíos, especialmente cerca de los centros de población árabes, y los integraron al sistema de defensa improvisado”. (p. 278)
Hoy, dividen las tierras palestinas en Cisjordania a diestra y siniestra. Los asentamientos crecen y se apoderan de tierras palestinas. Están construyendo un sistema de carreteras en Cisjordania que conectan los asentamientos judíos y que los palestinos no pueden usar. Además, están construyendo el “muro de seguridad” alrededor de Cisjordania, que ya divide los terrenos palestinas y separa a muchos pueblos palestinos de sus tierras cultivadas; así anexan más tierras palestinas a Israel. Por ejemplo, el 9 de octubre de 2007, Israel expropió 110 hectáreas de tierra cerca del pueblo palestino de Abu Dis, un suburbio de Jerusalén. Esta zona está cerca de una parte del muro al lado del asentamiento judío de Maaleh Adumim, que ya se extiende 60 km cuadrados en tierras palestinas.
Todo esto ocurre encima de los ataques militares criminales contra las ciudades y pueblos palestinos, los constantes registros y arrestos arbitrarios, los asesinatos de activistas y militantes palestinos, y la destrucción de casas palestinas con el pretexto de que han acusado a un familiar de resistencia contra Israel. El Comité Israelí contra la Demolición de Casas dice que desde 1967 han destruido 18,147 casas en Cisjordania y Gaza. (ver http://www.icahd.org)
Y en vista de la conferencia sobre “el proceso de paz israelí-palestino” que organizó Bush esta semana en Annapolis, Maryland, vale la pena tener presente que ninguna negociación entre el gobierno israelí y la dirección palestina, auspiciada por Estados Unidos, ha llevado a los israelíes a restringir o revocar la política de expandir los asentamientos judíos en tierras palestinas de Cisjordania. El documento de los participantes de Annapolis ni siquiera los menciona.
* Amos de la tierra: La guerra sobre las colonias de Israel en los territorios ocupados, 1967-2007
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