Issue and Date
Revolución #118, 3 de febrero de 2008
Número actual | Números Anteriores | Bob Avakian | PCR | Temas | Comunícate |
Andrew Sullivan sobre Barack Obama: Un argumento a favor de darle la “mejor cara” al imperialismo
En un artículo del número de diciembre de la revista The Atlantic, el comentarista Andrew Sullivan dice que Barack Obama debe ser el próximo presidente de Estados Unidos. (“Goodbye to All That”, diciembre del 2007) Sullivan escribe que un programa de “consenso” (de la clase dominante), de guerra sin fin y represión, continuará no importa quién tome las riendas. Así que le hace un reto al lector a escoger al candidato con las mejores capacidades de poner en práctica todo este programa en un ambiente de aislamiento global y profunda marginación social. Y, en el proceso, arroja luz sobre el papel de las elecciones en esta sociedad.
Los que están dispuestos a escuchar un argumento a favor de Obama desde el punto de vista de la clase dominante, sigan leyendo.
Educación cívica 101: Tu voto para presidente “tiene muy poco que ver” con las medidas básicas del gobierno
Primero, una nota sobre las referencias de Andrew Sullivan: Sullivan escribe columnas en el New York Times y la revista Time y sale con regularidad en los programas de televisión sobre la política. Es uno de los principales redactores de The Atlantic. Estableció su legado político como redactor en jefe de The New Republic, donde (entre otras cosas) promovió The Bell Curve, un libro seudocientífico totalmente ridículo pero muy influyente que decía que los negros son inferiores genéticamente a los blancos. Durante sus años como redactor, The New Republic desempeñó un papel clave para (en palabras de Sullivan) “torpedear los planes del gobierno de Clinton de crear un programa de seguro de enfermedad universal”. Un conservador que tiene desacuerdos con los fundamentalistas cristianos (ha dicho abiertamente que es gay), Sullivan invoca como modelos a Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Y sí, apoya la candidatura de Barack Obama como presidente.
Al comienzo del artículo, invoca y deja ver un pequeño secreto de la clase dominante: Tu voto “tiene muy poco que ver” con las medidas básicas del gobierno.
Escuchen lo que dice Sullivan: “La lógica de la candidatura de Barack Obama tiene muy poco que ver con las medidas que propone, que son muy parecidas a las de sus rivales demócratas y que, con pocas excepciones, cuadran en el marco de la política convencional”.
Sullivan hace una lista extensa que muestra que “el marco de la política convencional” ya está establecido, no importa quién sea el próximo presidente. ¿La guerra de Irak? “Tiene un impulso que llevará la ocupación hasta la próxima década”. “Todos los candidatos presidenciales”, continúa Sullivan, “están comprometidos a un despliegue militar sin plazo definido en Afganistán y una alianza firme con Israel”. Y Sullivan ni siquiera presenta como “temas” muchas de las infamias más atroces que han provocado tanta indignación popular (el abandono de los vecinos pobres y negros de Nueva Orleáns, la xenofobia y reino de terror contra los inmigrantes, etc.). En el artículo nunca menciona la tortura.
Además de su proyección del “consenso” que se está desarrollando en la clase dominante, que es muy malo, con toda probabilidad Sullivan se hace ilusiones. Por ejemplo, sugiere que este “consenso” permita el aborto de primer trimestre, algo que los principales candidatos republicanos han prometido parar. Pero la revelación más fundamental no es que las medidas que propone Obama son las mismas que todos los demás candidatos “verdaderos” (que sí son), sino que en realidad no importa qué medidas propone.
Por debajo de la afirmación de Sullivan de que la candidatura de Obama (o cualquier otro) “tiene muy poco que ver con las medidas que propone” está una verdad más profunda que Sullivan no admite, aunque es fundamental a todo el marco que describe. Lo fundamental es que quienquiera que sea elegido como presidente de Estados Unidos preside un sistema de capitalismo-imperialismo que tiene su propia lógica, y si un presidente tratara de oponerse a esa lógica, el sistema lo “invalidaría” rápidamente de una u otra forma. Por ejemplo, si un presidente tratara de retirar las tropas estadounidenses de todos los 130 países donde hay bases militares yanquis, el sistema no lo toleraría y de una u otra forma el estado capitalista "invalidaría" su plan (por medio de "consejos" de asesores de la clase dominante, un juicio de destitución, un "escándalo", o de otra forma). ¿Por qué? Porque la dominación global del capital estadounidense se proyecta y se impone por medio de estas bases militares. Esa dominación global imperialista, a su vez, es clave para el nivel de vida relativamente alto y la estabilidad social de Estados Unidos. Si un presidente tratara de cerrar todas estas bases militares por todo el mundo, sus acciones serían incompatibles con la economía imperialista y la sociedad estadounidense, y causarían graves trastornos.
Tras aclarar que estas elecciones “tienen muy poco que ver con las medidas que propone [Obama]” y “menos que ver con su historial ideológico”, Sullivan llega al argumento a favor de Obama y, al hacerlo, le invita al lector a la complicidad con unos crímenes terribles.
“La reconceptualización más eficaz de Estados Unidos desde Reagan”
Sullivan dice que Obama hace “la reconceptualización más eficaz de Estados Unidos desde Reagan”. Esta reconceptualización no es nada trivial; es clave a una estrategia bélica eficaz. La guerra contra el terror islámico tiene, después de todo, dos flancos: el poder “duro” y el poder “blando”. (Con “poder duro”, Sullivan quiere decir la fuerza militar; con “poder blando” quiere decir los aspectos no militares, “ganar corazones y mentes”, que se emplean en conjunción con el poder militar o la amenaza de recurrir al poder militar).
Escoger cuál candidato (Obama, Clinton, Edwards, McCain u otro) sería el arma de “poder blando” más eficaz en la “guerra contra el terror”, es escoger cuál sería la mejor cara para tapar la verdadera fuente del peor terror global: el imperialismo estadounidense. Examinemos por un momento los horrores que nos ha llevado la “guerra contra el terror”: Hasta un millón de iraquíes muertos; cinco millones de iraquíes desplazados de su vivienda o del país; Afganistán en ruinas, controlado por el Talibán o por caudillos fundamentalistas islámicos que son narcotraficantes y aliados de Estados Unidos; cámaras de tortura de Bagram, en Afganistán, a penales secretos en Europa; entregas extraordinarias a Egipto, Siria, Arabia Saudita para más tortura auspiciada por Estados Unidos; detención sin juicio; Guantánamo; y un mundo atrapado en una polarización espantosa entre la agresión, saqueo y terror imperialista estadounidense, por un lado, y el fundamentalismo islámico, que es tanto un blanco como en muchos sentidos un producto de la “guerra contra el terror”, por el otro.
Vale la pena examinar más la invocación de Ronald Reagan en el contexto del artículo de Sullivan. Dice específicamente que como presidente Obama podría proyectar el poder estadounidense por todo el mundo más eficazmente que cualquier otro presidente desde Reagan.
El chiste de triste fama de Reagan: “Mis conciudadanos, tengo el placer de decirles que hoy he firmado una ley para proscribir a Rusia para siempre. Los bombardeos empiezan en cinco minutos”, es una concentración de su papel en la historia. No solo hizo amenazas nucleares: armó a hampones que sembraron terror en Nicaragua, Afganistán, El Salvador, Guatemala, Angola, Mozambique y docenas de otros países. Fomentó una guerra entre Irak e Irán en que murió más de un millón de personas y apoyó incondicionalmente al gobierno de apartheid de Sudáfrica y al estado racista israelí, cuando ambos reprimían con los medios más brutales imaginables a rebeliones internas de los que viven en sus fronteras.
Desde que sus comentarios en pro de Reagan salieron en un periódico de Nevada, Obama ha tratado de “aclarar” lo que quería decir. Volvemos a examinarlos.
En la entrevista con el Reno Gazette Journal, Obama dijo: “Ronald Reagan cambió la trayectoria de Estados Unidos de una manera que no lo hicieron Richard Nixon ni Bill Clinton. Nos encaminó en un sendero fundamentalmente diferente porque el país estaba listo para seguirlo. Me parece que creían que con todos los excesos de los años 60 y 70, el gobierno había crecido mucho pero sin tomar responsabilidad por su funcionamiento. Me parece que respondió a lo que la población ya pensaba, o sea, ‘queremos claridad, queremos optimismo, queremos regresar al dinamismo y espíritu empresarial que faltan’”.
Más tarde, Obama dijo que ha “dedicado la vida a la lucha contra las medidas de Ronald Reagan", aunque no retractó su comentario. Pero, como hemos visto, las "medidas" no son de lo que se tratan las elecciones. Lo que Obama llama los "excesos" de los años 60 fueron en realidad grandes luchas que pararon a medio camino. Tanto Sullivan como Obama invocan el legado de Reagan para promover “claridad” y “optimismo” acerca de los crímenes del imperialismo yanqui.
Nadie que se opone a la terrible trayectoria en que está encaminado este país debe querer ser parte de una campaña que tiene este objetivo.
Dos escenarios
En su apoyo a la campaña de Obama, Sullivan plantea un par de escenarios serios. Escribe: “Piensen en este caso hipotético. Es noviembre del 2008. Un joven paquistaní musulmán ve en la televisión que Barack Hussein Obama es la nueva cara de Estados Unidos. Con una sola imagen, el poder blando de Estados Unidos ha aumentado no un agujero sino un logaritmo… Si se quiere el arma más burda pero más eficaz contra la demonización de Estados Unidos que alimenta la ideología islámica, la cara de Obama está muy cerca. Desmiente lo que dicen acerca de Estados Unidos como no lo pueden hacer las palabras”.
Este es un argumento a favor de quién podría dar el mejor disfraz a la guerra imperialista sin fin, el asesinato en masa y la tortura. ¿Quién diablos quiere ser parte de escoger quién puede hacer tragar esto?
Y Sullivan dice que además de ser una buena cara para la “guerra contra el terror” por todo el mundo, también podría desempeñar ese papel en cuanto a la represión interna. ¿Qué pasaría —pregunta Sullivan— si “ocurre otro ataque al estilo del 11 de septiembre”? Escribe: “Sería difícil imaginar una repetición de la unidad y solidaridad repentinas de los días que siguieron el 11 de septiembre del 2001, o una oleada de apoyo de aliados y vecinos. Es mucho más fácil imaginar una pelea más enconada sobre quién tiene la culpa (aparte de los perpetradores) y una desconfianza profunda en un gobierno obligado a imponer más restricciones a los viajes, las comunicaciones y los derechos civiles. El actual presidente no sería capaz de inspirar la confianza, para qué hablar del apoyo, de la mitad del país en tal momento. Incluso podrían echarle la culpa de provocar cualquier ataque”.
El contexto de este comentario es quién sería el mejor presidente, en el caso de “otro ataque al estilo del 11 de septiembre” (o una declaración del gobierno de que se han trazado planes para tal ataque), para imponer lo que Sullivan llama eufemísticamente “más restricciones a los viajes, las comunicaciones y los derechos civiles”.
Ahora mismo, hay una cantidad sin contar de personas que figuran en las listas secretas de los que no pueden viajar en aviones. La mayor campaña de espionaje electrónico de la historia humana interviene las llamadas telefónicas y la internet, y prohibe que los bibliotecarios le digan que el gobierno está averiguando los libros que está leyendo. El presidente puede meter preso a cualquier persona, por cualquier razón, sin derecho a un juicio legítimo. Y Sullivan dice que Obama sería la mejor opción para imponer medidas represivas más fascistas.
Una vez más: ¿Por qué diablos quiere ser parte de escoger quién puede hacer tragar esto?
Intensifica la “guerra civil” interna
Sullivan formula su argumento a favor de Obama en el contexto de lo que llama “la intensificación de una guerra civil no violenta”; dice que es un conflicto “acerca de la cultura, la religión y la raza”.
Es cierto que se da un conflicto profundo en Estados Unidos sobre la cultura, la religión y la raza. No lo caracteriza la no violencia sino la violencia unilateral. La supremacía blanca, que en otra época impusieron las chusmas linchadoras y los dogales (y nótense que han vuelto a aparecer los dogales), hoy impone la policía en las ciudades. La guerra cultural religiosa se libra con ataques violentos contra las clínicas de aborto y los que trabajan en ellas. Y hay tanta violencia contra la mujer en esta sociedad, en la forma de violaciones y violencia doméstica, que es parte invisible de la “cultura”.
Además, se da una polarización en el seno de la clase dominante. Por un lado, el núcleo en torno a Bush (y en general las fuerzas de la clase dominante cuyo programa lo expresa o representa el Partido Republicano) tiene una misión (en un sentido literal y religioso) de rehacer el mundo de la “posguerra fría” radicalmente y hacer trizas el “contrato social” con que han mantenido la cohesión de la sociedad estadounidense desde hace generaciones.
Por otro lado, otras fuerzas de la clase dominante operan en el mismo marco, pero temen hacer todo esto tan rápidamente y tan abiertamente, y de una manera que corra el riesgo de hacer añicos la sociedad (en general caracterizado por los dirigentes del Partido Demócrata).
Un hilo importante del artículo de Sullivan son sus consejos sobre cómo manejar el conflicto en el seno de la clase dominante, como el descontento con el estilo y enfoque de Bush (una de las quejas de Sullivan es que Bush “no reconoce matices”). Pero aquí examinemos el argumento de Sullivan de que Obama es la mejor cara para resolver la “guerra civil” interna.
Sullivan escribe que Obama puede conducir a “Estados Unidos, por fin, más allá de la pelea familiar debilitante que se perpetúa a sí misma de la generación del Baby Boom, en que todos nos encontramos sumidos desde hace mucho” y puede parar “la guerra en Estados Unidos que ha predominado desde Vietnam y que se está agudizando peligrosamente”.
La perspectiva de Sullivan es que lo mejor para los que tienen miedo y dudas acerca de la dirección en que estamos encaminados es adoptar gran parte del marco de Bush, pero tratar de moderarlo. Cree que la generación del Baby Boom (con lo que se refiere al legado de los años 60) es un obstáculo a forjar una dirección razonable en el contexto del “consenso que se está desarrollando”. En su artículo, dice que los que se oponen a la “guerra contra el terror”, y las invasiones de Afganistán e Irak, “consideraban que los ataques del 11 de septiembre fueron una respuesta legítima a la política exterior de Estados Unidos de las últimas décadas”.
Es importante evaluar esta tergiversación. La oposición más potente a la “guerra contra el terror” nunca ha dicho que el 11 de septiembre fue una “respuesta legítima” a la política exterior de Estados Unidos, sino que es inmoral, ilegal e ilegítima, y que la gente tiene que forjar otro camino en oposición a McWorld y a Jihad. Por ejemplo, la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar, firmada por miles de personas, entre ellas actores, autores, activistas políticos prominentes, empieza así: “TU GOBIERNO está librando una guerra asesina ilegítima contra Irak, basada en mentiras, y tiene a otros países en la mira. TU GOBIERNO tortura, y lo defiende”. (La convocatoria está en el portal worldcantwait.org). Millones de personas en este país han preguntado, y muchos más deben preguntar: “¿por qué nos odian tanto?”.
Tergiversar estas dudas y esta oposición como lo hace Sullivan (y decir que tal oposición considera que los ataques del 11 de septiembre fueron “legítimos”) cuadra con el marco establecido por Bush, con la declaración: “Están con nosotros o están con los terroristas”.
Sullivan, en una presentación exacta de lo que representa Obama, dice que Obama puede aislar a “la generación del Baby Boom” y anular los excesos de los años 60. Una vez más, invoca el legado de Reagan, y no lo hace Sullivan sino Obama, que hace poco habló de la capacidad de Reagan de “transformar nuestra manera fundamental de pensar en nosotros como país…”.
Como escribimos la semana pasada, tras la cultura rebelde de los años 60, “Reagan salió con una gran sonrisa y la risita de un vendedor, pero en realidad movilizaba a una base social fascista para intimidar, silenciar y marginar a los que representaban algo decente, y drogaba a los que estaban en el medio”. (Ver “‘La grandeza de Estados Unidos’, y por qué Obama y Reagan ESTÁN hechos el uno para el otro”, de Toby O’Ryan, en revcom.us) En este contexto, la declaración que Obama repite una y otra vez de que no existe un Estados Unidos liberal, no existe un Estados Unidos conservador, solo existe un Estados Unidos de América, es un llamado a la unidad nacional patriótica, o sea, la unidad con los crímenes más terribles que comete la única superpotencia mundial.
Y una vez más, hay que preguntar: ¿Quién diablos quiere “resolver” las guerras culturales de esta sociedad de esta manera?
Sullivan no habla mucho de la gran división social sobre la opresión del pueblo negro (u otras nacionalidades oprimidas). (La relación de la campaña de Obama y la supremacía blanca está fuera del alcance de este artículo, pero podemos decir que en su ensayo Sullivan describe “la campaña de Obama para atraer a la América blanca: cortés, con una sonrisa y sin movimientos bruscos”). Sullivan habla del crecimiento del fundamentalismo cristiano teocrático. En un método típico de sus escritos, Sullivan define la división social en torno a la religión de tal manera que margina el laicismo y hasta la separación de la iglesia y el estado, llamándola un conflicto entre “estadounidenses temerosos de Dios y los hippys ateos antibélicos”.
Sullivan dice que la religión debe desempeñar un mayor papel en la sociedad y el gobierno que durante el gobierno de Bush. Hay que escoger, dice Sullivan, entre “la burda explotación de lealtades sectarias y el fervor religioso de Bush y Rove” y un mayor papel para la religión que no va tan lejos. Escribe: “No se puede ser líder de Estados Unidos sin tener un pie en la religión y otro en el laicismo”. Sean cuales sean las intenciones de Sullivan, darle a la religión un mayor papel y denigrar la cultura laica (los “hippys ateos”) concede el terreno elevado moral a los fascistas cristianos. Tanto Obama como Hillary Clinton (y antes Bill Clinton) han fomentado la falsa ilusión de que conceder terreno a los fundamentalistas los hará más moderados. En ese contexto, Sullivan dice que las creencias cristianas de Obama dan en el blanco, aunque admite que Hillary Clinton también hace lo posible para acomodarse al crecimiento del fundamentalismo cristiano.
Lo que REALMENTE necesitamos
Lo que subyace el argumento de Sullivan de que Obama es el mejor candidato para manejar todos estos conflictos en la dirección en que la clase dominante quiere encaminar la situación es un reconocimiento explícito de que existe una fuerte polarización en la sociedad estadounidense y que se podría perder el control: “la guerra en Estados Unidos que ha predominado desde Vietnam y que se está agudizando peligrosamente”.
Esta situación no se resolverá automáticamente de una manera que beneficie al pueblo. La indignación global hacia Estados Unidos de ninguna manera es suficiente para llevar a algo positivo. Esto es cierto en este país y por todo el mundo. En este país, la indignación por la dirección en que está encaminada la situación puede tomar, y para muchos está tomando, la forma de apoyar el fascismo cristiano patriótico y querer regresar a un pasado de supremacía blanca incuestionable y apoyo a las guerras de Estados Unidos con el pretexto simplista de “bien vs. mal”. En el mundo, demasiados oprimidos se ven atraídos al fundamentalismo islámico como “respuesta” al imperialismo.
Pero el surgimiento de una auténtica y visible oposición a toda la dirección en que está encaminado este país, que toma partido con y toma como punto de partida los intereses de la humanidad, puede forjar una nueva polarización en Estados Unidos, y crear un clima mucho mejor para el surgimiento de movimientos progresistas y revolucionarios por todo el mundo, y hasta crear oportunidades y fuerzas para el cambio revolucionario en Estados Unidos.
Trabajar para plasmar esto en realidad es algo que vale la pena. ¡Y es mucho más realista que confiar en un candidato y un proceso que son parte de darle la “mejor cara posible” a un mundo de horrores!
“Si se procura convertir a los demócratas en algo que no son y nunca serán, uno termina convirtiéndose en lo que los demócratas en realidad son”.
—Bob Avakian
Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.