Obrero Revolucionario #1203, 15 de junio, 2003, posted at rwor.org
Recibimos lo siguiente del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:
26 de mayo de 2003. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Estados Unidos necesita el sometimiento de las masas palestinas como nunca antes.
Puede parecer que los pocos millones de personas de Palestina están aislados e impotentes ante la máquina militar israelí y la fuerza destructora militar yanqui que ha devastado Irak. No lo están. Desde hace más de 50 años los israelíes han pretendido doblegar a los palestinos, forzarlos a una sumisión pacífica, sin éxito. Si bien ahora Estados Unidos tiene una presencia militar en la región más fuerte que nunca, ellos y sus gobiernos lacayos locales también están políticamente más aislados y puestos en evidencia que nunca. Una de las razones más importantes por las que Estados Unidos no fue capaz de armar ningún tipo de coalición real contra Irak fueron los temores de los regímenes árabes sobre cómo reaccionarían sus pueblos. Esto se debió en buena parte al auge del apoyo popular en los últimos años a la lucha del pueblo palestino, particularmente tras la devastación israelí de Jenin a mediados del año pasado. Al ayudar a inspirar al pueblo e impedir que Estados Unidos e Inglaterra ampliaran su campo de guerra incluyendo más regímenes árabes, la lucha palestina ha hecho una gran contribución para aislarlos y debilitarlos.
¿Por qué en este momento Estados Unidos está impulsando el mapa de ruta? La principal razón es que Estados Unidos está haciendo una jugada de alto riesgo al aumentar enormemente su presencia militar directa en una región que hierve de odio contra él. En este contexto, Estados Unidos tiene que lidiar con algunas de las contradicciones que crean malestar, no por preocupación por los palestinos y ni siquiera por los israelíes, sino para garantizar su propio control en el Medio Oriente. Primero, tiene que proteger a Israel, la principal avanzada militar estadounidense en la región. Segundo, Estados Unidos también necesita pacificar a los pueblos de toda la región y proteger los pozos petroleros y refinerías en su virtual colonia de Irak. En Irak, la mano sucia de su dominación ya no está oculta por la delgada capa de jeques y generales árabes que casi siempre son sus hombres de fachada, junto con sus esbirros sionistas. Esto tendrá un profundo impacto sobre las luchas por toda la región, incluyendo Palestina, y viceversa. Las llamas de inspiración de la resistencia de los palestinos se están propagando a Irak. Las interconexiones entre la lucha de los palestinos y otros pueblos del Medio Oriente nunca han sido tan concretas ni tan directamente amenazantes para el imperialismo yanqui. Tercero, Estados Unidos quiere tratar de mostrar a sus aliados y a sus rivales imperialistas y engañar al pueblo de que no solo es destructivo sino que también puede ser constructivo al resolver problemas mundiales.
Durante décadas ha sido claro que la liberación del pueblo palestino resultaría de alguna combinación de la resuelta lucha revolucionaria dentro de la misma Palestina junto con alguna forma de gran embate contra Israel y los regímenes árabes títeres de Estados Unidos por parte de las masas árabes en los países vecinos. Si bien la amenaza sobre el pueblo palestino ha aumentado, también lo han hecho las perspectivas para una más amplia lucha en la región dirigida contra el enemigo común. Porque el hecho de que el principal enemigo de todos sus pueblos es Estados Unidos se ha hecho más claro que nunca.
Algún tipo de progreso en Palestina es crucial para el esfuerzo global de Estados Unidos para reestructurar al Medio Oriente. ¿Lo conseguirá? Los campamentos palestinos dentro de Palestina y en los países vecinos bullen con furia ante el empeoramiento de las desesperadas condiciones y ante la traición a las promesas hechas cuando Estados Unidos utilizó su más fuerte posición tras la guerra de 1991 contra Irak para intimidar al liderato palestino en torno a Yasser Arafat haciéndolo firmar el infame Tratado de Oslo.
En el proceso, Arafat abandonó una tras otra demanda de los palestinos sostenida de tiempo atrás, en un esfuerzo por aplacar a Estados Unidos y ganar su apoyo. El resultado puede verse en los rostros del pueblo palestino. Su vida es indiscutiblemente más dura hoy que antes de Oslo. El desempleo en los territorios ocupados ha ascendido a más del 50%. La desnutrición afecta a casi la tercera parte de los niños. Hay decenas de miles más de colonos israelíes en tierra palestina, la cual ha sido dividida en una serie de ghettos, separados y aislados entre sí. Esto obliga a los palestinos que hacen hasta las más rutinarias visitas familiares a someterse a las más sádicamente humillantes experiencias en los retenes de seguridad israelíes. Mientras los israelíes se han vuelto más prósperos, los palestinos han sido llevados a una más profunda pobreza, y ahora devengan en promedio menos de un décimo de lo que gana un judío israelí. Hace unos pocos años esta proporción era cercana a un quinto.
A cambio tienen una Autoridad Palestina que ha sido despojada de todo excepto pequeñas armas, destinadas solo a controlar el descontento interno, mientras las fuerzas militares de ocupación israelíes han impedido que su presidente electo Arafat salga de su edificio de oficinas en Ramallah por más de un año ya. Incluso los diplomáticos extranjeros ya no pueden reunirse con él sin represalias israelíes. Tal como los nazis declararon su derecho a elegir los representantes de los judíos en los ghettos, Bush y Blair han escogido a su propio primer ministro, Abu Mazen, ya ampliamente considerado por los palestinos como "títere de los yanquis". Abdel Sattar Qassem, profesor en la Universidad al-Najah en Nablus, habló por muchos cuando concluyó: "El nuevo gabinete palestino es un gabinete de seguridad para oprimir al pueblo palestino".
El nuevo jefe de seguridad de Mazen, Mohammad Dahlan, dijo en privado a sus compañeros: "Hay una generación de chiquillos ahí fuera que no escuchan a nadie". Una fuente allí le dijo a Jonathan Freedland del Guardian de Inglaterra que esos jóvenes tienen entre los 18 y 22 años de edad, viven vidas desesperadas en los campamentos y miran toda autoridad con profunda sospecha. "Ven al-Jazeera y deciden su propia política... no hay ninguna estructura de mando y control que les permita a Arafat, Abu Mazen o cualquier otro refrenar a esta gente".
Ante el pueblo palestino no aparece hoy un mapa de ruta sino dos. Uno que es impuesto por las armas de su opresor. Les ofrece "atributos de soberanía", en palabras de Ariel Sharon: la oportunidad para las nuevas generaciones de palestinos de sufrir en silencio bajo la bota israelí en un Estado desprovisto de todo poder real. El otro mapa de ruta es un sendero de lucha resuelta por sus propios esfuerzos basado en una sencilla pero innegable verdad: nunca habrá paz en esta región mientras no haya justicia para todos los oprimidos.
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