Obrero Revolucionario #1206, 6 de julio, 2003, posted at rwor.org
Recibimos esta carta de un lector del OR que quiere compartir sus experiencias con árabes y musulmanes:
Apenas tengo 17 años y he pasado toda la juventud con miedo y rechazo. Soy musulmana y árabe, y durante la mayor parte de la vida he tenido que mentir acerca de mis orígenes y mis creencias. Por todas partes me odiaban; siempre me he visto obligada a fingir ser alguien distinto y creer algo distinto, por miedo de que me mataran o me golpearan. Es muy confuso porque la juventud es cuando uno forja la identidad.
Empecé mis estudios aquí en septiembre de 2001. Un día --el 11 de septiembree-- el director de la escuela entró corriendo a la clase de inglés y preguntó si el padre de algún estudiante trabajaba en las Torres Gemelas. El maestro prendió la radio. Cuando dijeron que Osama bin Laden tenía la culpa, me dio susto. Pensé: "¡Ay! Es árabe. Mi vida ha terminado y me van a deportar".
A diario crecía el odio hacia los árabes. A mis hermanos de piel oscura los llamaban terroristas. En un centro comercial, una empleada le dijo terrorista a una amiga de mi madre, que tenía hijab, y empezó una pelea. Mi madre tenía miedo de ponerse hijab porque la hostigaban. Se lo quitó. Me enojé porque ella tenía razón: ponerse hijab provocaría hostigamiento. Desde ese entonces no me lo pongo, aunque pensaba hacerlo.
Me molesta decirles mentiras a los que querían ser amigos. Por primera vez empecé a decir que me siento orgullosa de ser egipcia, pero no lo recibieron bien en mi barrio, donde viven muchos judíos. Un día regresaba del mercado y un muchacho de 14 años me chocó con la bicicleta. Como pensé que lo hizo accidentalmente, volví a caminar. Me chocó otra vez. Di la vuelta; él me gritó "terrorista" y se fue. Esto me enfureció y decidí tratar de no llamar la atención.
Muchos estudiantes hablaban del 11 de septiembre. Mi hermano, de 14 años, dijo que hay una conspiración sionista y el director se puso furioso y lo acusó de ser racista porque somos árabes. Nos sentimos amenazados y fuimos a otra escuela. Mi otro hermano, de 11 años, se cambió el nombre para no parecer árabe, y la familia se tranquilizó al oír la noticia. Me devastó y me partió el corazón. Entiendo que lo hizo para protegerse, pero solo tiene 11 años. Dicen que Estados Unidos es la "tierra de la libertad y la justicia para todos", pero ¿dónde está la libertad si un niño tiene que cambiarse el nombre para protegerse él y su familia por temor de que lo maten?
La situación fue de mal en peor.
No somos iraquíes, pero nos llamaban "terroristas", "bichos" y "enemigos" y decían que íbamos a colocar "bombas suicidas". Salieron juegos electrónicos en que la meta es "matar" a los iraquíes y se pusieron a decir que los árabes son unos "bárbaros". Empecé a pensar en el mundo y en la política, y pensaba que era la única que se oponía a eso o que veía las mentiras de Bush. Me preguntaba si había otra gente aquí que lo captaba también.
En enero teníamos miedo que de nos deportaran. Cada día me despertaba con miedo de que sería el último en este país. Me parecía que el FBI o la CIA iba a arrestarme por ser árabe y musulmana. Dirían que era una amenaza a la seguridad nacional y mis vecinos lo confirmarían. Pero cuando vi la inscripción especial del INS, y las muertes y los arrestos, me di cuenta de que no podía quedarme callada. Me puse más audaz. Soy árabe y musulmana, así que si el gobierno quiere arrestarme, que lo haga. No voy a encogerme de miedo ante la CIA; voy a luchar. A pesar de las advertencias de mi padre fui a protestas.
En una protesta conocí gente de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria (BJCR), que ahora es una parte muy importante de mi vida. Hablé con los militantes acerca de política y de mis ideas del mundo, y me entendían. Me ayudaron a captar lo que está pasando y que no estoy loca.
Empecé a dudar del gobierno de los ricos y viejos que detentan el poder hoy. Me pregunté por qué tenía que pasar toda la vida con miedo si otro mundo es posible.
La guerra contra el terrorismo es una guerra contra mí y contra mucha gente que comparte mis ideas y mi nacionalidad. Dicen que durará generaciones, lo que significa que no solo tendré que sufrir yo, sino mis hijos y nietos.
Cada día es un reto. Si voy en un taxi sola, el chofer podría preguntarme de dónde soy. Tendría que mentir porque en Nueva York unos taxistas son policías. Desafío mi religión porque no me pongo el hijab. Si hablo árabe en público, la gente me mira con recelo y desdén. Si mi madre me llama por teléfono cuando estoy afuera, tengo que hablarle en inglés aunque ella no me entienda. A veces en los conciertos los conjuntos se mofan de los árabes y del Islam, y me molesta oír los aplausos de los chavos.
¿Cuánto tiempo durará? ¿Cuánto tiempo tendré que aguantarlo?
Quería venir a este país y que me aceptaran. Quería que todo mundo me quisiera por lo que soy y que no me juzgara porque no soy estadounidense. En vez, tengo más miedo que antes y nunca me he sentido tan aislada o inferior.
El gobierno tiene miedo de los inmigrantes, y con razón. Captamos que el sueño americano es una pesadilla. Conocemos la explotación y las mentiras porque las vivimos aquí y en nuestros países. Así son nuestras vidas. De eso soy testigo.
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