El nuevo orden nacional: Los cambios, las causas y las implicaciones

C. Clark Kissinger

Obrero Revolucionario #1206, 6 de julio, 2003, posted at rwor.org

El país que hemos conocido por muchas generaciones se esfuma ante nuestros ojos, pero a muchos les cuesta trabajo asimilarlo. Oyen de detenciones de inmigrantes sin que nadie conozca su paradero o del plan del Pentágono de recopilar datos sobre la salud, los recursos económicos y tarjetas de crédito de cada ciudadano. Se les hace que los "frenos y equilibrios" constitucionales ya casi no funcionan y que el gobierno de leyes se está substituyendo por un gobierno de hombres, hombres con un proyecto político extremista. Aunque el alcance de esto no está del todo claro, mucha gente está profundamente consternada.

El vicepresidente, Dick Cheney, habla de una "nueva normalidad" nacional en el marco de una guerra que puede durar por generaciones. ¿Cuáles son las dimensiones e implicaciones de todo esto y a qué rumbo vamos?

El 11 de septiembre desata una avalancha

Los derechos democráticos estaban bajo ataque antes del 11 de septiembre, pero los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono produjeron un cambio dramático y cualitativo. Las leyes han cambiado drásticamente. Se desató una embestida contra los derechos de los inmigrantes y un clima de xenofobia (odio y miedo a los extranjeros). Han limitado el disentimiento, tanto las manifestaciones masivas como las voces de protesta de personajes públicos. Emplean nuevas tecnologías de espionaje y vigilancia en todas partes, y fomentan complicidad y soplonaje. Han reestructurado radicalmente el gobierno, dando mayores poderes a la rama ejecutiva. Veamos uno por uno los aspectos que acabo de nombrar.

Cambios drásticos de las leyes: La Ley Patriota, por ejemplo, da enormes poderes de vigilancia al gobierno, permite la detención prácticamente indefinida de inmigrantes sin acusarlos de ningún delito, levanta las restricciones de las intervenciones de teléfonos y prohíbe dar a conocer ciertas órdenes judiciales. Amplía las órdenes judiciales secretas de tribunales secretos para obtener todo tipo de datos personales, desde información médica hasta los libros que pedimos prestados de la biblioteca.

La embestida contra los inmigrantes: Inmediatamente después del 11 de septiembre, despacharon a agentes federales por todo el país a detener a inmigrantes árabes y musulmanes (las "redadas Ashcroft"), y los desaparecieron en el laberinto penal sin acusarlos de ningún delito y sin respetar el proceso legal establecido.

De repente cerraron las audiencias de inmigración al público. En muchos casos los abogados ni siquiera sabían dónde tenían a sus defendidos. (No han acusado a ninguno de esos detenidos de ningún delito relacionado con el 11 de septiembre). Volvió la discriminación por el perfil racial y étnico ( profiling ). Ordenaron que docenas de miles de inmigrantes se presentaran a una inscripción y deportarán a 13,000 de ellos.

Restricciones del disentimiento: El 15 de febrero en Nueva York, la policía prohibió una marcha antibélica y bloqueó las calles para que no se reuniera; la policía arremetió contra las multitudes a caballo y las orilló a "corrales de protesta". En abril, la policía disparó balas de goma contra manifestantes pacíficos en Oakland, California, por recomendación de la agencia policial estatal contra el terrorismo.

Artistas como Tim Robbins, Susan Sarandon, Danny Glover y muchos más fueron el blanco de ataque por alzar la voz contra la inminente guerra de Irak y los ataques a las libertades civiles. Cancelaron el programa de televisión " Politically Incorrect" de Bill Maher. Destruyeron CDs del grupo musical Dixie Chicks en mítines que parecían de la Alemania nazi de 1933 porque la cantante Natalie Maines criticó a Bush en un concierto. En medio del clima bélico, cancelaron el programa de televisión de Phil Donahue (un crítico de la guerra) a pesar de que era el presentador de la cadena MSNBC con mayor número de televidentes. Tacharon de comunistas y traidores a importantes organizaciones antibélicas y sus líderes y dijeron que tenían lazos con Al Qaeda, el gobierno cubano y demás.

Las amenazas venían de los más altos niveles del gobierno. Ari Fleischer, refiriéndose al incidente de Bill Maher, advirtió que todo mundo debe "cuidar lo que dice". El secretario de Justicia, John Ashcroft, hablando ante el Comité de Justicia del Senado, repudió rotundamente toda crítica de la Ley Patriota: "A los que atemorizan a un pueblo amante de la paz con el fantasma de perder la libertad, les digo: sus tácticas no hacen más que ayudar a los terroristas, ya que erosionan la unidad nacional y merman nuestra resolución. Les dan municiones a nuestros enemigos y provocan la vacilación de nuestros amigos". Esas palabras, que recuerdan la definición penal de traición a la patria, eran una advertencia a los senadores demócratas del comité.

Aumenta la vigilancia y fomentan la delación: El Departamento de Defensa inició una Red de Información Total (y después cambió el nombre a Información Terrorista), que integra bases de datos comerciales y del gobierno, y facilita a las fuerzas armadas husmear todo tipo de información personal, como los archivos de tarjetas de crédito, los viajes en avión, etc. Con esas bases de datos, un sistema computarizado (CAPPSII) clasificará a los viajeros de acuerdo al grado de "peligro" que representan y pondrá en una lista secreta los nombres de los que no pueden viajar por avión.

En todas partes se repite la recomendación de "reportar cualquier actividad sospechosa" a las autoridades. Quisieron establecer el programa TIPS, a través del cual maestros, carteros, etc., debían informar sobre la población. No lograron imponerlo por ahora, pero siguen empeñados en inculcar esa mentalidad.

Reestructurar el gobierno: Han emprendido una gran reestructuración del gobierno. El ejército está realizando las funciones de la policía a lo largo y ancho del país, algo sin precedentes en los últimos 225 años. Crearon el Departamento de Seguridad de la Patria, un ministerio de seguridad interna. El secretario de Justicia anunció que ahora su departamento se encarga de "prevención y bloqueo" (de terroristas) y no del cumplimiento de la ley. El gobierno se otorgó el derecho de escuchar conversaciones entre abogados y clientes. La rama ejecutiva anuló las decisiones de los jueces de inmigración de dejar en libertad a unos detenidos. Mandó por lo menos dos ciudadanos de nacimiento a tribunales militares y les negó el derecho a un abogado.

La Ley Patriota le restó importancia a los "frenos y equilibrios" de la Constitución. El 17 de septiembre de 2001, Ashcroft pidió que el Congreso aprobara en una semana una serie de proyectos de ley que ni siquiera había visto. El Comité de Justicia de la Cámara de Representantes se mostró reacio a aceptar las disposiciones más extremas y aprobó una versión más moderada. Pero de la noche a la mañana apareció una nueva versión oficial sin que los representantes ni siquiera la leyeran. En un ambiente de coerción y pánico el Congreso aprobó la Ley Patriota "antiterrorista" por un voto de 98 a 1 en el Senado y 357 a 66 en la Cámara de Representantes.

Los cambios que se han dado casi en un abrir y cerrar de ojos como secuela del 11 de septiembre no son una serie de incidentes aislados ni una racha de medidas precipitadas, ni tampoco simplemente un aumento de las tendencias que ya existían de criminalizar a los inmigrantes; satanizar a los negros, latinos, árabes, asiáticos etc.; y descuartizar los derechos y garantías políticas. Hay un poco de todo eso, pero los cambios y las nuevas medidas represivas que acabo de esbozar representan un parteaguas y deparan la posibilidad muy real de un nuevo orden social cualitativamente más peligroso y draconiano del que hemos conocido hasta la fecha.

Las causas de la nueva represión

Nos dicen, desde luego, que todo esto es por nuestra seguridad. Pero no es cierto.

El motivo principal de la escalada de represión es el proyecto de guerra ilimitada por la dominación mundial en que Estados Unidos se embarcó tras el 11 de septiembre. George Bush dijo muy claramente que la victoria yanqui en Irak fue solamente una batalla de una gran "guerra contra el terrorismo", y sus secuaces hablan una y otra vez de una guerra que durará una generación. Especulan abiertamente si el próximo blanco será Irán, Corea o Siria, y han despachado tropas a Yemen, Somalia y Filipinas.

Bob Avakian ha señalado que "al lanzar una guerra sin fin de esta clase es necesario instituir muchos mecanismos de represión y preparar toda una maquinaria represiva, anticipando que puede haber mucha resistencia y que las cosas se les pueden salir de las manos en el plano internacional o en el propio Estados Unidos. Dadas las fuerzas que están desatando y la situación que están creando, es muy posible que las cosas se les salgan de las manos. Por eso necesitan instituir represión ahora y prepararse para extremarla más en el futuro". ("La entrevista a Bob Avakian por Carl Dix", Obrero Revolucionario No. 1155, 16 de junio de 2002)

Tal guerra exigirá sacrificios y también prenderá resistencia. Como Bush y compañía lo saben, han instituido medidas para frenar protestas y aplastar las posibles fuentes de oposición y descontento: los inmigrantes mesorientales y sudasiáticos, jóvenes, artistas e intelectuales. Y preparan la maquinaria para instituir mayor represión si la situación política empieza a salírseles de las manos como fue el caso durante la guerra de Vietnam

La represión como secuela del 11 de septiembre ha coincidido con las tendencias represivas de las últimas dos décadas y, hasta cierto grado, las ha incorporado. En ese período se vio una gran expansión del sistema penal (principalmente porque metieron presos a muchísimos jóvenes negros y latinos), graves restricciones de derechos judiciales como el habeas corpus y protecciones de registros y embargos arbitrarios, la militarización de la frontera con México, la satanización de los inmigrantes y lo que se ha llamado, sin exageración, una guerra contra la mujer.

Esas medidas se tomaron como consecuencia de las grandes luchas que sacudieron la sociedad en la época de los 60. La lucha de liberación negra estremeció un pilar del orden establecido, la supremacía blanca. La derrota yanqui en Vietnam le dio otra sacudida al sistema e inculcó en una generación la oposición a las guerras de agresión. El movimiento de liberación de la mujer cuestionó y puso de cabeza las relaciones y suposiciones sobre el "lugar" de la mujer. Y hasta la fecha no han podido apagar del todo el impacto de esos grandes levantamientos sociales.

En las siguientes décadas se operaron una serie de cambios. Surgió la "nueva economía" que trajo turbulencia e incertidumbre, la eliminación de trabajos industriales relativamente estables, y grandes brechas entre los ricos y pobres. El papel social de la mujer siguió siendo un punto de gran debate y lucha. Los negros y muchas otras nacionalidades oprimidas se vieron atrapados en los ghettos y barrios más pobres y deteriorados de las ciudades. La pobreza y la represión política en sus tierras arrojó a muchos inmigrantes a este país y la economía los incorporó, pero la manzana de la discordia fue cómo "integrarlos".

El viejo "pacto social" no podía canalizar esas fuerzas adecuadamente, y la punta de lanza de la nueva política nacional fue "un ataque agresivo contra los de abajo y eliminar concesiones (o sea, una guerra contra los pobres en vez de una supuesta guerra contra la pobreza), junto con una cruzada igualmente agresiva para promover e imponer los `valores antiguos' del patriarcado, el patriotismo y el chovinismo blanco (racismo)". (Bob Avakian, Predicando desde un púlpito de huesos )

La manifestación más extremista de esa política es el movimiento llamado acertadamente fascista cristiano, de gente de la laya de Pat Robertson, William Bennett y Tom DeLay que predican la represión y la teocracia. La ofensiva de guerra y represión de Bush ha incorporado ese movimiento, y sus ideólogos ocupan cargos importantes en el gobierno (por ejemplo, John Ashcroft) y aportan energía y una visión siniestra al proyecto de Bush de modificar las normas de la sociedad en el marco de un estado de guerra permanente.

Las implicaciones

Hace poco James Traub expresó indignación en la revista dominical del New York Times porque mucha gente "que no son ni ideólogos ni dementes" le ha dicho "que la erosión de las libertades civiles del gobierno de Bush constituye las primeras etapas de un fascismo hitleriano, o al menos prepara el terreno para él". Traub quiso desmentir esas afirmaciones con una larga lista de diferencias entre la Alemania de 1933 y Estados Unidos en el año 2003. Obviamente, la historia no se repite tal cual, y Traub y otros han creado un hombre de paja para refutarlo.

Más bien debemos preguntar, ¿por qué a tanta gente se le ocurre comparar las dos cosas? En primer lugar, la administración de Bush ha adoptado una postura internacional extremadamente agresiva muy parecida a la de Alemania en la década de los 30. En vísperas de la guerra contra Irak, cuando el periodista Jimmy Breslin publicó el discurso de Hitler sobre la invasión de Polonia, los parecidos de lógica y hasta fraseología fueron impresionantes. Segundo, Bush y compañía han erigido rápidamente la maquinaria judicial, tecnológica e ideológica que servirá para instituir un estado policial prácticamente de la noche a la mañana en caso de que lo consideren necesario. El rumbo y la lógica de los acontecimientos actuales dan motivos para pensar que las peores pesadillas podrán hacerse realidad.

Sin embargo, el futuro no está escrito. Nos toca elegir. Podemos dejarnos llevar, agachar la cabeza y esperar que de algún modo todo salga bien. Podemos cerrar los ojos ante las agresiones internacionales de nuestro gobierno. Pero sabemos cuáles han sido las consecuencias de tal inacción en el pasado. No olvidemos que la Alemania de 1933 pasó por un largo proceso de cambios paulatinos hasta culminar en la barbarie de los campos de muerte en 1941. Entonces, claro está, ya era muy tarde para parar los horrores nazis.

Martin Niemoeller fue un pastor en Alemania entonces y describió con sencillez cómo sucedió lo impensable: "Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada".

Sus palabras son muy inquietantes, pues caen como anillo al dedo a la situación contemporánea.


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