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Revolución #121, 24 de febrero de 2008
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Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
El 12 aniversario de la guerra popular de Nepal y su resultado pendiente
11 de febrero de 2008. Servicio Noticioso Un Mundo que Ganar. (Traducción de Revolución). El 12 aniversario del inicio de la guerra popular por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), el 13 de febrero de 1996, se celebrará mientras el país está en medio de preparativos intensos para realizar elecciones por todo el país para escoger una asamblea constituyente, cuya meta es poner fin a la monarquía y establecer un nuevo gobierno.
Se han programado y aplazado estas elecciones varias veces. La decisión de elegir una asamblea constituyente para decidir sobre una nueva forma de gobierno data del 2006 cuando, tras varias semanas de enormes protestas callejeras contra la monarquía, el PCN(M) y los partidos parlamentarios firmaron un acuerdo que llevó a un alto el fuego en la guerra revolucionaria y un gobierno interino, al que se sumó el partido maoísta en abril del 2007. Las instituciones políticas llegaron a un punto muerto cuando el PCN(M) salió de ese gobierno en septiembre del año pasado. Volvió a sumarse al gobierno a finales del año, con cinco ministros de menor rango, y volvieron a programar las elecciones para el 10 de abril.
Lo que se tiene que decidir ahora es qué clase de poder estatal se consolidará y cuál sistema socioeconómico prevalecerá. ¿Gobernará un estado radicalmente diferente, en que la clase trabajadora y un auténtico partido comunista de vanguardia dirigirán al pueblo a romper con el sistema imperialista mundial y construir una sociedad completamente diferente? ¿O gobernará un estado controlado por las clases reaccionarias y dominado por India y las potencias imperialistas? Los amigos y simpatizantes de la revolución en Nepal por todo el mundo han seguido esos sucesos y buscan entenderlos a la luz de todo el proceso revolucionario que empezó en 1996.
Los antecedentes
Cuando los militantes del PCN(M) y sus simpatizantes jóvenes llevaron a cabo ataques militares simultáneos por todo el país e iniciaron la guerra popular, fue una expresión audaz de la intención del partido de liberar al pueblo de Nepal como parte de la lucha mundial contra el sistema imperialista y para alcanzar el comunismo.
Los combatientes iniciales solo tenían un puñado de armas. Tenían poca experiencia militar y todavía no se habían organizado en ejército. De todos modos tenían la osadía de exhortar al pueblo de todo el país a luchar por un nuevo gobierno, que acabaría con el sistema semifeudal dirigido por una monarquía de siglos y rompería la dependencia y subordinación de Nepal a las potencias imperialistas y su vecino, India. Si bien los ataques iniciales fueron pequeños, el estado reaccionario respondió con furia; persiguió a los militantes del partido en las ciudades y envió la policía militar a llevar a cabo asesinatos y terror en el campo. A pesar de estos ataques salvajes, la insurgencia echó raíces rápidamente en la región montañosa del occidente del país, entre las llanuras fértiles al sur a lo largo de la frontera con India y los montes Himalaya inhóspitos al norte a lo largo de la frontera con China. Las zonas rurales atrasadas de Rokum y Rolpa se hicieron una plaza fuerte de resistencia y símbolo de la revolución por todo el país y cada vez más el mundo; cada una tiene una población de unos pocos centenares de miles de campesinos, principalmente pobres, que son en su gran mayoría miembros de una de las muchas minorías nacionales.
Pronto el programa del PCN(M) para transformar a Nepal empezó a tomar forma viviente. En las zonas del país liberadas del aparato policial del viejo gobierno, nuevas formas de gobierno popular empezaron a echar raíces. Las esperanzas de los anteriormente oprimidos se convirtieron en una movilización enérgica. Florecieron organizaciones de diferentes sectores del pueblo: campesinos, mujeres, trabajadores, estudiantes y maestros. Casi desde el comienzo se dieron importantes transformaciones sociales en el campo.
Desde hace siglos, Nepal, como su vecino India, ha sufrido del sistema de castas que condena a sectores enteros de la sociedad a una vida de opresión y humillación desde el nacimiento. Esto fue un blanco que atacó y apaleó fuertemente desde los inicios de la revolución. En este sistema cruel, consagrado por el hinduismo, la miseria de los oprimidos se considera un castigo por la mala conducta en una vida previa y los privilegios de las castas superiores se consideran un derecho otorgado por dios. En la cima de este cruel sistema está el rey, que en el hinduismo se considera una reencarnación del Señor Vishnu. Además, tildaban a más de la mitad de la población de Nepal de tribales; no reconocían sus idiomas y suprimían sus culturas.
Cuando las chispas de la guerra popular empezaron a alumbrar un camino para acabar con esa vida intolerable, grandes cantidades de oprimidos dieron la bienvenida a la revolución y se incorporaron a sus filas organizadas. Las campesinas que, como los hombres, sufrían muchas penurias en el occidente del país, también tenían que quitarse de encima el peso de las tradiciones reaccionarias. Por ejemplo, muchas veces las jóvenes tenían que casarse antes de la edad de 12 años. Pronto grandes cantidades de mujeres se sumaron a la revolución; se hicieron combatientes y aprendieron a leer y escribir. Muchas llegaron a ser comandantes y dirigentes políticos. La auténtica liberación de la mujer se alcanzaba por medio de la revolución.
La revolución trajo cambios dramáticos para las nacionalidades oprimidas en unos poco años. Se promovió la igualdad de idiomas y culturas. El PCN(M) dio mucho énfasis al establecimiento de nuevas formas de gobierno locales y regionales en que los anteriormente oprimidos desempeñaban un papel dirigente.
La opresión feudal de los terratenientes es muy intensa en las zonas llanas fértiles del sur del país. De hecho, cuando la guerra se inició en 1996 todavía había una forma de esclavitud legal en algunas partes. Unos campesinos ni siquiera tenían el derecho formal de salir de los campos del dueño. La revolución planteó la consigna “La tierra a quien la trabaja” y cada vez más campesinos pobres en las zonas llanas también empezaron a apoyar a la revolución. Muchos se incorporaron a las filas de la guerrilla en las colinas. Al comienzo era difícil para las fuerzas revolucionarias luchar en las zonas agrícolas donde las fuerzas del enemigo eran fuertes y podían aprovechar la red de carreteras y el terreno llano para trasladarse rápidamente y concentrar armas superiores. Pero poco a poco esas zonas también pasaron a ser plazas fuertes de la revolución. Cada vez más las fuerzas del gobierno solo podían quedarse escondidas en sus campamentos fortificados.
Crecieron nuevos órganos de poder. Por ejemplo, se establecieron tribunales populares en las aldeas para resolver disputas y hacer cumplir el orden revolucionario. Prohibieron los matrimonios de menores y cada vez más jóvenes empezaron a escoger sus propios esposos sin tomar en cuenta la casta. Prohibieron la discriminación contra las castas inferiores y se dieron cambios auténticos en las relaciones sociales. El alcoholismo, un gran problema en Nepal, fue blanco de campañas de educación y restringieron la producción y venta de alcohol. Todos los que visitaron las zonas liberadas del campo comentaron sobre el entusiasmo que la revolución desencadenó entre los pobres.
Estos sucesos no hubieran ocurrido sin la creación del Ejército Popular de Liberación en el 2001. La fuerza, experiencia y organización del EPL crecieron rápidamente. Miles de soldados revolucionarios libraron batallas prolongadas contra las posiciones fortificadas del enemigo, que contaba con aviones y artillería pesada. Por medio de estas victorias grandes y pequeñas, el EPL se apoderó de armas modernas otorgadas al estado reaccionario por India, Estados Unidos y Europa. Cada vez más el enemigo solo podía trasladarse con tropas aerotransportadas o en columnas de centenares de soldados. Hasta en las llanuras fértiles donde las fuerzas armadas reales tenían bases grandes, la autoridad de la revolución se impuso gradualmente.
Desde el comienzo el PCN(M) luchó por no dejar que la revolución se aislara en las zonas rurales, a pesar de que debido al terror despiadado del enemigo era sumamente peligroso para los maoístas entrar en las ciudades. Nepal es un país relativamente pequeño y la noticia de las transformaciones revolucionarias del campo filtró a todas partes de la sociedad.
Como otros países del tercer mundo, las ciudades de Nepal han crecido enormemente en las últimas décadas. Este proceso aceleró durante la guerra popular. Además de los centenares de miles de habitantes de las barradas de la capital, Katmandú, la clase media creció. El turismo, por ejemplo, es una de las principales actividades económicas del país, y miles de personas participan directa e indirectamente en él. Las organizaciones no gubernamentales (ONG) han brotado como hongos debido al financiamiento de muchos proyectos por los imperialistas, que esperan fomentar una alternativa a la guerra popular.
En Nepal, las fuerzas de la clase dominante están divididas en varios bandos. Las fuerzas agrupadas en torno a la monarquía y el ejército desde hace mucho son el centro del poder estatal reaccionario. Los dos principales partidos políticos en las zonas urbanas son el Partido del Congreso Nepalés, conocido por su sumisión a India y, en menor grado, a Estados Unidos y otras potencias extranjeras, y el Partido Comunista Nepalés (Unido Marxista-Leninista), o UML. El UML es un partido de falsos comunistas que se opusieron enérgicamente a la guerra popular desde el comienzo. Participaron en varios gobiernos reaccionarios que llevaron a cabo la represión sangrienta de la revolución en el campo. El UML tiene muchos partidarios en la capital entre la clase media y los intelectuales a quienes, como fuerzas parecidas en muchos países, no les gusta el orden establecido pero que también tienen falsas ilusiones sobre la naturaleza de las “democracias occidentales” y la posibilidad de cambio radical por medio de las elecciones. Desde el comienzo de la guerra popular en adelante, los maoístas han hecho muchos esfuerzos por influenciar a este sector de la población y atraerlo a la revolución.
Con el crecimiento de la guerra popular, el estado nepalés (con la monarquía y el Ejército Real Nepalés en el centro) adoptó medidas represivas que empujaron a cada vez mayores sectores de la población urbana hacia la oposición. Además, empezaron a surgir escisiones en las clases dominantes cuando uno tras otro gobierno no logró elaborar una estrategia para parar la insurgencia. En junio del 2001, el rey y la mayor parte de la familia real murieron a tiros misteriosamente. El hermano del rey, Gyanendra, que a los ojos de muchos tenía la culpa de la masacre, tomó las riendas. Tras un breve período de alto el fuego y negociaciones con el PCN(M), Gyanendra envió al Ejército Real Nepalés para atacar a la revolución, que hasta ese entonces principalmente luchaba contra la policía militar. Esto tampoco tuvo éxito y la revolución siguió cobrando fuerza.
Ante la posibilidad de perderlo todo, el rey recurrió a una medida desesperada. Abolió el parlamento, arrestó a los dirigentes de los partidos políticos legales e impuso un “estado de emergencia”. Las potencias occidentales hablaron un poco de democracia y derechos humanos, pero le dieron rienda suelta al rey y al ERN para aplastar a las fuerzas populares.
Sin embargo, le salió el tiro por la culata. El EPL logró hacerle frente a los ataques del ERN. Además, la falta de una victoria decisiva agravó las escisiones de las clases dominantes. El descontento e indignación por el estado de emergencia y la abolición de todos los derechos aumentaron por todo el país.
En este marco, los partidos políticos como el Congreso y el UML, que habían colaborado con la monarquía y el ejército, se declararon en contra del rey. La fuerza cada vez mayor de la guerra popular y la agitación en las filas de las clases dominantes llevaron a las enormes protestas de centenares de miles de personas en ciudades y pueblos por todo el país en abril del 2006, especialmente en la capital. Esto obligó al rey a retirarse, terminar el estado de emergencia y restaurar el parlamento.
En estas circunstancias declararon un alto el fuego entre el EPL y el Ejército Real Nepalés (cuyo nombre cambiaron al Ejército Nepalés tras el debilitamiento de la monarquía). Realizaron varias rondas de negociaciones entre los partidos políticos legales (principalmente el Congreso y el UML) y el PCN(M). Con el tiempo anunciaron un acuerdo para parar la guerra popular y formar un nuevo gobierno. Según el acuerdo, los combatientes del EPL fueron a cantonamientos (campamentos militares en varias partes del país, aislados del pueblo) y dejaron la mayor parte de sus armas bajo el control de la ONU. El acuerdo decía que el gobierno tenía que proporcionar alojamiento decente y alimento para los soldados del EPL, pero en realidad estos han vivido en una situación mísera.
Tras el movimiento de abril del 2006 se hizo evidente que sería sumamente difícil mantener una monarquía absoluta en Nepal. No solo se oponía la gran mayoría de la población; además las potencias extranjeras que antes apoyaban la monarquía y entrenaban al ERN temían que podrían perder el control del país junto con la monarquía si no se estableciera un nuevo sistema de gobierno. Los reaccionarios conspiraron para establecer una monarquía constitucional, pero el PCN(M) se opuso vigorosamente. El amplio odio y oposición popular a la monarquía hizo mantenerla en cualquier forma una opción menos viable.
El problema fundamental en Nepal es qué clase de estado reemplazará a la monarquía desprestigiada y odiada. ¿Cómo será la relación entre el nuevo estado y los trabajadores y campesinos? ¿Qué clase de sistema económico reflejará y fortalecerá, y cuál será su relación al sistema económica mundial y el sistema de estados que va de la mano con él?
Desde el comienzo no cabe duda de la meta de las clases reaccionarias de Nepal y sus patrocinadores internacionales. (Ver, por ejemplo, los informes del Grupo Internacional de Crisis, organizado por los imperialistas, que explica la estrategia que propuso, en crisigroup.org). Los reaccionarios quieren disolver al Ejército Popular de Liberación, desmantelar todas las estructuras políticas creadas por la revolución en el campo y consolidar un nuevo aparato gubernamental que hace cumplir la subordinación de Nepal al sistema imperialista mundial y apuntala al reaccionario sistema de explotación en el país. Para hacer esto, los imperialistas y los reaccionarios necesitan resolver lo que consideran “el problema de los maoístas”, por medio de incorporarlos al gobierno y “reintegrar” a sus combatientes en la vieja sociedad y/o paralizar al PCN(M) e impedir que actúe independientemente. Por ejemplo, el estado reaccionario ya ha vuelto a abrir los odiados puestos policiales en las zonas rurales de donde los sacó la revolución.
Los reaccionarios quieren que las masas regresen arrastrándose calladamente a sus campos o casas, y quieren eliminar todos los rastros de la guerra popular, que consideran una pesadilla. Esto significaría truncar las esperanzas que la revolución ha despertado en las masas populares.
Los reaccionarios tienen varias armas poderosas a su disposición para lograr esta meta asquerosa. Primero, tienen las fuerzas armadas organizadas y adiestradas ideológica, política y militarmente por el viejo estado para defender el viejo orden. La guerra popular apaleó a esas fuerzas armadas, pero India, Estados Unidos y Europa las han reforzado y vuelto a adiestrar. Siguen siendo el baluarte del estado hoy. Segundo, los reaccionarios recurren a la falsa ilusión de prometer cambios democráticos pacíficos por medio de las elecciones (mientras que al mismo tiempo fomentan violencia y amenazan con desastar un baño de sangre). Tercero, se aprovechan de los miles de hilos económicos, políticos y militares que mantienen a Nepal conectado estrechamente y dominado por lo que se llama eufemísticamente “la comunidad internacional”, pero que en realidad es el orden mundial dominado por los imperialistas.
Obstáculos a la revolución: Serios pero superables
En vista de la fuerza de los reaccionarios, no es de extrañarse que mucha gente en Nepal, y por todo el mundo, odie la explotación y dominación del país pero crea que es imposible lograr mucho más hoy que hacer lo mejor posible en una situación mala. Es decir, cree que hay que aceptar un acuerdo en que el sistema sigue básicamente intacto y esperar que la situación de las masas, o a lo mínimo una parte de la población, mejore por medio de unas reformas marginales. En Nepal, estas ideas tienen muchos partidarios en las fuerzas de la clase media que apoyan al UML.
Cuando se examina la situación en particular en Nepal, se puede entender lo poderoso que es el atractivo de esos argumentos. Nepal es muy pobre y tiene muy poca industria. La principal fuente de divisas es la ayuda extranjera, el turismo y las remesas de los trabajadores que están en el extranjero, principalmente India, donde padecen condiciones horrendas y una explotación extrema.
Geográficamente, Nepal no tiene costa y está rodeado de dos grandes estados reaccionarios: al sur, India, y al norte, China, cuyo gobierno capitalista abandonó el comunismo hace mucho tiempo y teme el maoísmo igual que los demás gobiernos.
Todo esto significa que Nepal es extremadamente vulnerable a las presiones y control extranjeros y a las presiones militares. En particular, India siempre ha considerado que Nepal es protectorado suyo y ha dominado su vida económica. Por eso, un punto de vista en el movimiento comunista nepalés ha sido que sería imposible liberar al país hasta después de una revolución en India. Este punto de vista ha estado asociado especialmente con MB Singh, un dirigente del Partido Comunista de Nepal (Mashal), que luchó duro contra iniciar la guerra popular antes de 1996 y se hizo enemigo encarnizado después. El PCN(M) se formó principalmente del partido Mashal y sus dirigentes tenían que librar una gran lucha ideológica contra lo que llamaron “la escuela de pensamiento Singh” y repudiar su tesis de la imposibilidad de la revolución en Nepal.
Otro obstáculo que se señala frecuentemente es la falta de un auténtico país socialista en el mundo actual. Esto significa que un estado revolucionario genuino se encontraría aislado internacionalmente. Y lo que podría ser más importante, significa que la gente en Nepal y todas partes no ve un modelo o sistema estatal alternativo en ninguna parte. Incluso donde la resistencia armada al Occidente ha surgido, como en Irak, a menudo está bajo el control de reaccionarios con un programa social aterrador. Todo esto ha influenciado el estado de ánimo de las masas y si se puede atraerlas a luchar y sacrificarse por la victoria completa… que, de todos modos, siempre les dicen que es imposible.
Junto con la dizque “muerte del comunismo” es la propagación y hasta adoración cada vez más amplia de la democracia al estilo occidental (o democracia burguesa). Este punto de vista corresponde a los intereses de las clases dominantes del Occidente, que lo promueven de mil maneras, pero también ha echado raíces por todo el mundo. A la dictadura capitalista la esconde la igualdad aparente de las elecciones, que en realidad no representan ningún reto al sistema económico ni al gobierno basado en ella. Estas falsas ilusiones sobre la democracia y la igualdad bajo un sistema injusto son especialmente fuertes en las clases medias urbanas, donde las refuerza su situación un poco más privilegiada, incluso en un país pobre como Nepal. No se puede llevar a cabo una transformación revolucionaria de la sociedad si estos sectores sociales se unen en oposición, así que sus falsas ilusiones democrático-burguesas son un serio obstáculo a una revolución.
Además, a pesar de los grandes avances del EPL en la guerra popular, en el plano militar las fuerzas populares son relativamente débiles y no tienen la misma clase de armas modernas avanzadas que el enemigo, especialmente las potencias extranjeras. ¿Realmente es posible que un ejército construido desde abajo por la población de un país pobre y atrasado y que no tiene el apoyo de ningún país extranjero derrote a un ejército moderno con apoyo y armas de los países más poderosos del planeta? ¿Es de extrañarse que mucha gente piense que esto es imposible?
Después de 10 años, la guerra ha debilitado a la gente. Aunque la guerra popular despertó el entusiasmo popular, también es cierto que los ataques del enemigo han causado mucho sufrimiento. Incluso los partidarios más firmes de la guerra popular anhelan la paz. De hecho, toda la sociedad necesita una solución a esta guerra. La presión por la paz puede convertirse en una presión para parar la revolución antes de alcanzar la victoria.
Por qué una victoria revolucionaria es posible en Nepal
A pesar de lo serios que son los obstáculos, sería un error trágico concluir que no existe la posibilidad, por lo menos no en el futuro inmediato, de alcanzar la meta que se declaró al comienzo de la guerra popular: establecer un estado de un tipo único en el mundo actual, donde el pueblo, dirigido por un partido comunista revolucionario, tiene el poder, donde es posible construir un sistema económico que no esté basado en la explotación y un país que pueda sacarse de las garras de los imperialistas. Toda la experiencia de Nepal demuestra que se puede lograr lo que parecen ser milagros cuando se moviliza al pueblo de una manera revolucionaria para luchar por sus propios intereses en un país (y un mundo) que clama por la transformación revolucionaria.
Cuando se examina de cerca la situación en Nepal, se puede ver algunas razones por las que una victoria decisiva de las fuerzas revolucionarias es una solución seria, posible y necesaria a los problemas de la sociedad. Se puede transformar ese país atrasado y oprimido por el imperialismo en una avanzada donde gobiernan nuevas relaciones sociales no basadas en la explotación, y donde los comienzos de un nuevo tipo de sociedad le den el ejemplo a todo el mundo.
Nepal es un país principalmente agrícola y toda la sociedad necesita con urgencia poner fin al sistema de terratenientes y otras formas de explotación feudal que lo tienen encadenado. Esta realidad significa que existe una enorme reserva de apoyo para el programa revolucionario de “tierra a quien la trabaja”. Es posible movilizar el apoyo de la mayor parte de la población por una revolución profunda en la agricultura. Ninguna reforma puede satisfacer esta necesidad ni desencadenar el entusiasmo del campesinado, que es la mayoría de la población.
Erradicar completamente al sistema de terratenientes, instituir la política de “tierra a quien la trabaja” de una manera revolucionaria y fomentar la cooperación voluntaria de los campesinos forjará nuevos cimientos para la economía nacional. Tal revolución agraria no solo debilitaría lo que quede de las clases feudales en Nepal; además fortalecería la base y el apoyo para las transformaciones revolucionarias en toda la población. Con la tierra en las manos de los productores sería posible, por medio de la lucha y el duro trabajo, aumentar enormemente la producción por hectárea y de esa manera garantizar que el campesinado no tenga que seguir enviando a familiares a India para trabajar en la miseria. Crecería la base para el comercio nacional junto con el desarrollo agrícola. De esa manera la revolución agraria podría atraer apoyo y unir a la gran mayoría del pueblo.
Aunque no cabe duda de que Nepal sería pobre por un tiempo, se podría dar importantes pasos rápidamente para mejorar la situación material de la población. El PCN(M) ya ha demostrado que es posible construir los caminos que se necesitan con urgencia en las regiones montañosas basándose principalmente en el entusiasmo de la población y una tecnología sencilla. Se podría construir proyectos hidroeléctricos en muchas partes para llevar electricidad a las aldeas, en vez de enormes proyectos para proveer electricidad a India y pasar por alto el campo nepalés. Aunque la base industrial es débil, sería posible construir la clase de industria necesaria para producir generadores, manga de riego, tubería para servicios sanitarios, etc. Se podría construir una economía nacional donde la industria de las ciudades esté al servicio de la base económica agraria de las zonas rurales, y de esa manera el país no estaría a la merced del chantaje económico extranjero. Esto sería la base para una auténtica liberación nacional.
Con un gobierno revolucionario al mando que establece las prioridades sociales, se podría mejorar muy rápidamente la pésima situación de los servicios de salud y sanitarios de las masas. Aunque se requeriría mucho tiempo antes de que los hospitales de Nepal alcancen los niveles mundiales más avanzados, se podría lograr mucho con métodos relativamente sencillos que se basen principalmente en la movilización y educación populares.
Como ya dijimos, uno de los grandes logros de la guerra popular en Nepal ha sido la movilización en las filas revolucionarias de grandes cantidades de mujeres, quienes han demostrado gran resolución para arrancar de raíz a la vieja sociedad que las ha mantenido oprimidas. De la misma manera, se podría desencadenar esta fuerza revolucionaria cada vez más en la lucha por forjar una sociedad radicalmente diferente en la que la mujer tenga igualdad de condiciones con el hombre, en los hechos tanto como por ley. Una ruptura radical con el viejo sistema feudal, y las viejas ideas y tradiciones de la opresión de la mujer que van de la mano con ella, puede desencadenar esta fuerza por todo el país. Se puede contar con que la mujer luche para que la revolución siga avanzando.
De igual manera, la guerra popular presentó, de manera palpable, una solución a la situación de las castas inferiores y la discriminación endémica contra las nacionalidades oprimidas. Hacer la revolución hasta el fin es la única manera de arrancar de raíz completamente estos horrores añejos. Puede atraer a enormes cantidades de los anteriormente oprimidos para ser la base sólida para seguir avanzando.
La cantidad relativamente grande de jóvenes cultos de las ciudades de Nepal podría ser una ventaja para la construcción del país sobre nuevos cimientos. Podrían ayudar a forjar una nueva cultura que conserve y desarrolle lo mejor de las numerosas nacionalidades de Nepal y aprenda de y adopte lo científico y revolucionario del mundo entero. Se podría persuadir a muchos a ayudar a transformar el campo con conocimientos y métodos científicos, junto con el campesinado.
Las clases medias urbanas son cruciales para el éxito de la revolución. Es posible mostrarles por medio de la vida que un gobierno revolucionario podría dejarlas espacio para participar de lleno en la transformación social, criticar, etc. El sistema de estado de la nueva democracia, una forma de estado en que la clase trabajadora gobierna en una alianza con el campesinado, fuerzas de la clase media y hasta unos capitalistas que representan un país independiente, puede, si se maneja correctamente, responder a y realizar los sentimientos democráticos de las clases medias mientras combate las falsas ilusiones acerca de la democracia burguesa. Esta clase de dictadura revolucionaria no tiene que ser un obstáculo a atraer a estos sectores de la población. De hecho podría ser una condición y un medio para atraer a grandes cantidades de estas fuerzas vacilantes que se ven atrapadas en el medio. Ya la vida en las bases de apoyo del PCN(M) demostró en forma embrionaria cómo este proceso podría ocurrir en gran escala una vez que el poder esté en manos del pueblo dirigido por un partido comunista de vanguardia y se haya establecido la nueva democracia.
Existe la base, una vez que la revolución haya abierto el camino, para reconstruir el país y el mundo entero sobre una base completamente diferente, en que la explotación de algunas personas por otras no es la base de la sociedad. Este es el futuro socialista y comunista que se vio durante la guerra popular y que inspiró tanto a los campesinos pobres y a tantos otros también, en Nepal y más allá. Y es el fantasma del socialismo y el comunismo que aterra tanto a los imperialistas y reaccionarios por todo el mundo que están resueltos a hacer descarrilar y a destruir implacablemente la revolución en Nepal.
La revolución no tiene garantías de victoria, en Nepal o en ningún otro país en ningún momento. Pero se puede decir con seguridad que no importa lo difícil que es el camino a la victoria revolucionaria total, es el único medio posible y real para transformar a Nepal. Es necesario que los comunistas se mantengan firmes en esta orientación y dirigir a la gente para lograr esa meta.
La dimensión internacional
Ninguna revolución existe en un vacío. En Nepal también el avance de la revolución está vinculado de cerca con el avance de la revolución en los países vecinos tanto como el mundo entero.
La proximidad e interconexión con India es un arma de doble filo. Es cierto que aumenta la vulnerabilidad a las presiones, intervenciones y ataques. También es cierto que proporciona grandes ventajas a la revolución. India tiene enormes cantidades de masas sumamente oprimidas, muchas de las cuales tienen lazos culturales y lingüísticos con Nepal. Los millones de nepaleses que trabajan en India ya han llevado el conocimiento de la revolución en ese país y han inspirado apoyo para ella. En vista de las contradicciones extremas y cada vez más intensas de la sociedad india, un auténtico gobierno revolucionario en Nepal tendría repercusiones inmediatas y profundas por todo el país, especialmente en el norte y el noreste. Además, aunque no tiene una frontera con Bangladesh, Nepal queda a unas pocas docenas de kilómetros de ese país, donde la gran mayoría de los 150 millones de personas viven en la miseria. Antes el PCN(M) hizo una convocatoria revolucionaria de una Federación Soviética del Sur de Asia para crear una nueva estructura estatal en la región basada en una lucha común por la nueva democracia y la igualdad genuina de las naciones. Si se establece un gobierno revolucionario en Nepal, existe una verdadera posibilidad de que los pueblos de la región vayan a rescatarlo.
No cabe duda de que la fuerza militar de India y los estados imperialistas es un obstáculo imponente. Pero aquí también es necesario captar sus debilidades. India ha tenido muchas dificultades militares con las insurgencias en sus propias fronteras. Su mayor operación de contrainsurgencia en Sri Lanka en los años 80 fracasó estrepitosamente. Le sería muy difícil intervenir en Nepal, donde hay mucho odio por el expansionismo indio y donde la revolución tiene la ventaja de una geografía montañosa muy favorable. Los reaccionarios indios tendrían que pensarlo mucho antes de tomar una medida tan peligrosa.
Estados Unidos, por supuesto, es un enemigo peligroso y sanguinario. Pero sus fuerzas armadas tienen obligaciones en exceso, tienen escasez de personal y tropiezan con cada vez más oposición a la agresión imperialistas por todo el mundo, incluso de su propia población. Hasta las fuerzas armadas estadounidenses reconocen lo difícil que sería pelear contra revolucionarios maoístas con fuertes lazos al pueblo y amplio apoyo.
No cabe duda de que no se puede separar la revolución en Nepal del proceso revolucionario del mundo entero y de que existen factores positivos tanto como negativos que hay que tener en cuenta. Por toda la región existen conflictos extremos e intensos en el seno de las clases dominantes y entre las masas y los opresores. El establecimiento de un auténtico gobierno revolucionario en Nepal caería como una bomba en la región. Sí, los gobiernos de los estados vecinos tratarían de intervenir para tumbar tal gobierno, pero también es cierto que despertaría las esperanzas de los pueblos de esos países de una manera sin precedente. Las masas populares de la región y a fin de cuentas del mundo entero representan una reserva auténtica, si actualmente sin explotar, de fuerza para la revolución en Nepal. Un programa revolucionario claro, y el ejemplo palpable de las masas que conquistan el poder y gobiernan la sociedad, podrían desatar ese potencial.
Ahora mismo el pueblo y los revolucionarios de Nepal se encuentran frente a la clase de decisiones difíciles ante toda revolución que esté al borde de una posible victoria tanto como el verdadero peligro de la destrucción. Los maoístas se encuentran ante las intrigas y oposición de toda la “comunidad internacional”, la pandilla de ladrones y salvajes que gobiernan el mundo. En Nepal, y en otras partes también, otro mundo ES posible, pero solo si se lo arranca de las garras de los que actualmente se ceban de este mundo y lo mantienen encadenado. De eso se trataban los doce años de la guerra popular y esta es la gran tarea que tiene que realizar la revolución.
La guerra popular demostró la fuerza tremenda de la gente común y corriente una vez desencadenada en una auténtica lucha revolucionaria. Una y otra vez los enemigos de la revolución quedaron horrorizados ante la resolución y capacidad ofensiva de las masas populares dirigidas por una auténtica vanguardia comunista. Ahora lo esencial es que los objetivos de la revolución queden bien claros, y contar con y guiar a las masas revolucionarias para terminar la gran tarea iniciada en 1996 y forjar un estado completamente diferente como parte de la lucha global por un mundo diferente, un mundo sin la explotación de clase, el comunismo.
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
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