Fuego en los ojos
Obrero Revolucionario #1210, 17 de agosto, 2003, posted at rwor.org
En mayo se exhibieron las fotos de Nepal de Li Onesto, corresponsal del OR, en el Edificio de la Mujer de San Francisco. En la exhibición, titulada "Nepal: Caras de una guerra popular, Fotos de Li Onesto", tocaron la siguiente entrevista a una joven nepalesa que habla de cómo es ser mujer en Nepal y de la alegría que le dio ver las fotos de las guerrilleras.
Mis abuelos me criaron porque mis padres estudiaron en India hasta que yo tuve ocho años. Uno de mis primeros recuerdos es cuando mi abuela nos explicó a mí y a mi hermana que para ser una mujer digna tendríamos que casarnos y velar por la felicidad de la familia. Me decía: "Tu único deber es ser buena con tu esposo y sus padres. La verdadera casa de una mujer es la de su esposo. Tus padres no tienen ningún derecho y solo te cuidan hasta que el esposo venga a llevarte a tu verdadera casa". Esos son los valores que aprendí de niña y que vi a mi alrededor, y contra los cuales me rebelé y sigo luchando.
Dicen que ser mujer en Nepal, y probablemente en todo el sur de Asia, es una "maldición". En la época de mis bisabuelos, mataban a las recién nacidas aplastándoles la cabeza con un objeto pesado. Hoy tienen métodos más fáciles y tecnológicos de hacerlo. A una mujer le dicen que su deber es consagrarse a su esposo, un hombre escogido por la sociedad y la familia y que ni siquiera conoce. Los matrimonios concertados son la norma en Nepal y una buena hija se casa con el hombre que escogen los padres.
Fue muy difícil ser rebelde en una sociedad dominada por los hombres. Todos los días oía de padres que vendían a una adolescente, o de que secuestraban a una joven, o de que un hombre la seducía con promesas de matrimonio y se la llevaba a India para venderla como prostituta. Reciben un buen precio por las jóvenes nepalesas. En vez de jugar y estudiar, pasan la vida como esclavas sexuales, y cuando se ponen viejas y enfermas vuelven a Nepal. Por eso está en aumento la cantidad de víctimas del SIDA en Nepal. Muchas veces violan a esas prostitutas cuando regresan al país y luego los violadores contagian a sus esposas. Piensan que, como eran prostitutas, les gustará.
En Nepal tratan a las víctimas de violación como si fueran delincuentes. Recuerdo un incidente que ocurrió cuando tenía 12 años. A una joven de un barrio cercano la violaron un grupo de hombres y la pobre se suicidó varias semanas después. Le decían que su vida no valía nada, que nadie decente se casaría con ella. Recuerdo que mis padres nos decían a mí y a mi hermana: "Si las violan, más vale matarse que vivir con la mancha de la impureza el resto de la vida".
Vi que mis primas no tenían las mismas oportunidades para educarse que mis primos. Mis tíos y tías siempre les decían a mis padres: "No les den tanta libertad a sus hijas o un día se rebelarán y se arrepentirán de haberlas educado". Afortunadamente mi madre es una mujer muy fuerte e independiente que hizo lo posible para darles a sus hijas las oportunidades que ella no tuvo. Por eso estoy aquí hoy.
Todos los días mi madre tiene que defenderse ante la comunidad, que no entiende por qué envió a su hija tan lejos, a Estados Unidos. A mi madre la obligaron a casarse con mi padre cuando tenía 16 años. Mi hermana nació un año después y yo al año siguiente. Pasó toda la vida cuidando a la familia de mi padre, cocinando para ellos, lavándoles la ropa, etc. Nunca podía comer hasta que todos los demás habían comido y tenía que comer en el plato de mi padre.
Afortunadamente un año después de mi nacimiento mi padre se fue a Bombay a estudiar el doctorado. Mi madre lo acompañó y estudió una maestría. Mi padre cree que la educación es muy importante y la ayudó. Pero ella nunca tuvo la oportunidad de poner en práctica su educación porque en esos días una mujer "decente" no trabajaba. ¡Para la familia era una vergüenza si la mujer trabajaba! Solo las mujeres pobres trabajaban, como criadas o prostitutas. En nuestra casa una anciana llamada Kanchi ha sido la criada desde que yo tenía dos años. Ha pasado toda la vida trabajando en la casa de mi familia. Nunca ha tenido su propia familia; por la pobreza nunca tuvo la posibilidad. Ahora es muy vieja y casi no puede trabajar, pero vive en nuestra casa porque no tiene adónde ir. Mi madre la cuida, pero por lo general las demás criadas no tienen esa suerte. Regresan a sus aldeas, en zonas muy remotas, y allí esperan la muerte.
Cuando veo imágenes de mujeres nepalesas con fusiles me parecen un sueño convertido en realidad. Me fascina la fuerza y resolución que se les ve en los ojos. Tradicionalmente la mujer solo conoce la dominación de los hombres e incluso de las mujeres. Es una cultura de mujeres sumisas. Hasta hace un par de años las mujeres no podían ser dueñas de propiedad y no podían heredar la propiedad de los padres. Si una pareja no tenía hijos, heredaban los nietos. Para una mujer es sumamente difícil divorciarse, y solo puede separarse del esposo tras 15 años de casamiento y si tiene más de 35 años de edad, y solo si tiene pruebas de que él la golpea o maltrata frecuentemente, que tiene otra esposa, que no le da dinero para mantenerse o que él o su familia la expulsaron de la casa. La propiedad es otra cosa. Una esposa no tiene derecho a recibir la mitad de la propiedad del esposo. Si recibe alguna propiedad tiene que compartirla con los hijos y nietos. La mujer no puede vender la propiedad ni nada de lo que ha comprado o recibido. ¡Incluso si tiene la aprobación escrita de su padre, esposo o hijo, solo puede vender la mitad! El aborto es ilegal y muchísimas mujeres están presas porque se hicieron abortos o cometieron infanticidio. Si un hombre nepalés se casa con una extranjera, ella automáticamente es ciudadana. Pero si una nepalesa se casa con un extranjero, él no puede hacerse ciudadano. Los niños de tal pareja solo son ciudadanos si el hombre lo es. La lista es muy larga, pero creo que eso es suficiente.
Llevamos muchos años luchando contra el sistema sexista de Nepal de una manera lenta e ineficaz. Ahora la mujer habla por medio del fusil y constituye un tercio del ejército rebelde, y el gobierno no tiene opción: tiene que escucharnos. Por eso apoyo la revolución. Este sistema patriarcal ha debilitado a la mujer económica, social y culturalmente. ¡Es hora de ponernos de pie y luchar!
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