Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Obrero Revolucionario #1227, 1° de febrero, 2004, posted at rwor.org
12 de enero de 2004. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. En Nepal, supuestamente gobierna una monarquía constitucional, o sea, un Estado que limita el poder del rey y éste lo comparte con el parlamento. En los hechos, el rey se ha hecho del poder absoluto, que se sustenta cada día más en la fuerza del Ejército Real (ERN), que, a su vez, vive de la ayuda de Estados Unidos.
La hoja de parra de la monarquía constitucional se cayó cuando el rey Gyanendra disolvió el parlamento y el gobierno y nombró su propio primer ministro y gabinete en octubre de 2002. Desde entonces, ha adoptado más medidas fascistas contra la Guerra Popular dirigida por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) [PCN (M)] y los partidos parlamentarios reaccionarios ahora fuera del poder. Hace poco, el actual ministro de Finanzas (y antiguo primer ministro), Prakash Chandra Lohani, dijo que ya no se tolerarán las críticas al rey y al gobierno.
En referencia a un discurso que dio Lohani en el distrito de Morang en el este del país el 20 de diciembre, Kantipuronline escribió: "Lohani dijo que es ilegal hacer declaraciones provocadoras contra la monarquía y el gobierno, y que el gobierno hará todo a su alcance para castigar a aquellos que critiquen a la monarquía".
Así regresan a la época del sistema de los panchayats , cuando los consejos [panchayats] de señores feudales gobernaron al país con el rey como autoridad absoluta, y se proscribieron los partidos políticos. En 1990, a causa de un levantamiento que coronó dos décadas de movimientos de masas, el rey Birendra tuvo que abandonar este sistema. Gyanendra, el hermano de Birendra, se apoderó del trono en 2001, tras la masacre de casi toda la familia real, masacre que se dice que fraguó el mismo Gyanendra.
Ya sea una monarquía constitucional con un parlamento o una monarquía absoluta, en Nepal reina una dictadura de una minúscula clase dominante de capitalistas burocráticos y señores feudales a los cuales apuntalan desde hace tiempo los gobiernos indio y de los países imperialistas occidentales. En 1996, bajo la dirección de los maoístas, el pueblo emprendió una guerra de emancipación. Ha avanzado tanto que hoy la mayor parte del campo está bajo el gobierno revolucionario de un nuevo Estado del pueblo basado en las aldeas. El viejo Estado ha respondido con una implacable furia, masacrando a más de ocho mil de las mejores hijas e hijos del país, incendiando aldeas, violando y asesinando a civiles, saqueando casas, torturando a miles y desapareciendo a cientos.
Ni el Estado ni sus leyes han servido para limitar la represión, pero sí la lucha popular. Hace poco, las autoridades arrestaron a unos líderes estudiantiles por corear consignas contra el rey y el gobierno. Pero, ante las poderosas protestas estudiantiles en la capital, el viejo Estado tuvo que soltarlos, y el movimiento continúa.
Hace poco, Jaya Prakash Prasad Gupta, un ministro del gabinete del anterior gobierno de Deuba, describió sin pelos en la lengua cómo el autócrata feudal llegó a depender completamente de las fuerzas armadas, pues el gobierno le ha levantado cargos de corrupción y por ende no tiene chance de volver a su puesto.
En 2002, Gupta se jactó de que el gobierno de Deuba eliminaría al movimiento dirigido por los maoístas en tres a seis meses. Hoy, cuando se le pidió su opinión sobre el humillante fracaso de su pronóstico, dijo que así pensaba entonces todo el aparato del Estado.
Aceptar la solución política a la Guerra Popular propuesta entonces por los maoístas hubiera requerido profundos cambios políticos, sociales y económicos y una transformación constitucional. Las clases dominantes no estaban dispuestas a hacerlo. La policía armada no logró detener la Guerra Popular. Por tanto, las clases dominantes acudieron al ejército.
Gupta subrayó que la decisión de movilizar al ejército la aprobaron el gobierno de Deuba, la oposición parlamentaria y el ejército.
Y que durante las negociaciones entre el gobierno y los maoístas bajo el gobierno de Deuba, todos los partidos monarquistas y parlamentarios del gobierno y de la oposición se reunieron (a puertas cerradas en el caso de las discusiones más importantes) y decidieron no aceptar ningún cambio básico de la constitución, en particular la abolición de la monarquía.
Sobre esa base, se impuso un estado de emergencia. El Ejército Real dijo que si en las negociaciones los maoístas no abandonaban toda aspiración a la revolución, podemos acorralarlos en tres a seis meses".
Cuando se le preguntó por qué el gobierno lanzó una orden de detención de la Interpol para los líderes del PCN (M) y ofreció una recompensa, Gupta dijo que se pensaba que se podría "contener" a los maoístas en tres meses. "Pensábamos que con los operativos unificados de la policía y el ERN, podríamos desorganizar a los maoístas y destruir sus centros de entrenamiento, y que eso les haría acceder a negociar" (es decir, aceptar la posición del gobierno de regresar a la situación social de antes de la guerra y no realizar un cambio social profundo).
Gupta agregó: "Cuando lanzamos las órdenes de detención, pensábamos que serían arrestados los líderes maoístas en la India, pero no hubo ni un arresto. A pesar de las recompensas que ofrecimos para entregar a los maoístas, el afán de obtener una recompensa no llevó a la entrega de ningún maoísta ni ningún fusil. No se pudo movilizar al ejército con las mismas expectativas". (Al comienzo del estado de emergencia, el viejo Estado reaccionario pensaba que el ERN sería el arma mágica para contener o derrotar la Guerra Popular, pero ocurrió lo contrario: resultó humillado en el campo de batalla). "Todo fracasó. Después de seis meses, de nuevo concluimos que se debería dar un paso político".
En ese momento, el gobierno acordó con el PCN (M) emprender una segunda ronda de negociaciones. "Para entonces, tuvimos un entendimiento con los maoístas, de declarar otro cese al fuego el 6 de octubre". Pero el 4 de octubre de 2002, el rey Gyanendra disolvió el gobierno de Deuba. A causa del deterioro de la situación, el rey tuvo que aceptar otra ronda de negociaciones en enero de 2003, aunque siete meses después, el PCN (M) declaró que las negociaciones no tenían "vigencia" debido a las violaciones del acuerdo del cese al fuego de parte del ERN y a que la monarquía rechazó su disolución mediante una asamblea constituyente y la formación de una república.
En la entrevista, Gupta da a entender que el rey y los partidos parlamentarios jamás tuvieron la intención de permitir ningún cambio pacífico mediante negociaciones. Al contrario. Conspiraron contra el pueblo y la revolución. Irónicamente, pese al deseo de los partidos parlamentarios de aceptar el sistema encabezado por el rey, al final el rey los descartó. Ninguno quiso aceptar la voluntad del pueblo ni el cambio revolucionario que las masas han estado exigiendo con su participación y apoyo a la guerra revolucionaria.
Desde ese entonces, la guerra ha hecho enormes avances. Según el Boletín Informativo Maoísta #7 (15 de diciembre de 2003) del PCN (M) (http://www.cpnm.org): "Por eso, los asesinos a sueldo de la monarquía despótica han tenido que retirarse a cuarteles recién fortificados en zonas estratégicas selectas, y más de 80% del país ha pasado al mando de las fuerzas revolucionarias".