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Revolución #123, 16 de marzo de 2008
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Mientras tanto...
Delimitar el asunto a “seguridad nacional” y patriotismo
Si bien muchos quisieran que las elecciones presidenciales fueran sobre sacar a Estados Unidos de la guerra en Irak, el sistema electoral ha establecido un marco muy diferente para todos los que quieren entrar en ese camino. En las últimas semanas la campaña electoral se ha convertido en un referéndum sobre quién será el mejor comandante en jefe de la “guerra contra el terror” y quién podrá proteger, representar y promover los intereses del imperio yanqui en el mundo hoy.
A lo largo de la campaña ha habido una “contracorriente” de ataques contra Obama, como la muy difundida calumnia de que es un fundamentalista islámico. Pero tan pronto ganó 11 elecciones primarias consecutivas y le pasó a Clinton, los ataques pasaron a la prensa grande. El canal Fox News hizo un escándalo del hecho de que Obama no siempre se pone una bandera yanqui en la solapa, que por lo general es obligatorio para cualquier candidato. Circularon una foto de un número pasado de la revista Time de Obama y Hillary Clinton parados de atención mientras tocaba el himno nacional; él no tiene la mano sobre el corazón y ella sí la tiene. A la esposa de Obama, Michelle, la criticaron por decirle a una multitud que por primera como adulta se siente orgullosa de su país.
Esto dio otro salto cuando Hillary Clinton empezó a acusar a Obama de ser blando con respecto a la “guerra contra el terror”. Ella dijo que es el único candidato lo suficientemente duro para derrotar a John McCain, ya que las elecciones “serán sobre la seguridad nacional”. Sacó anuncios de mal agüero que advierten que, a diferencia de Obama, ella está “lista para dirigir en un mundo peligroso” a las “3 de la mañana”. En Waco, Texas, con más de 20 ex combatientes y abanderados detrás de ella (¿ven?), Clinton hizo suya la retórica de McCain para atacar a Obama por estar “fuera de combate” durante el debate en el Senado sobre seguridad.
¿Cómo “respondió” Obama a todo eso? Dijo que “amo a este país” tanto como los demás.
¿Quién necesita el patriotismo?
¿Y quién no?
Esta es la verdad sobre el patriotismo yanqui: el patriotismo yanqui no tiene nada de bueno. Aunque se interprete el patriotismo como “mi país aunque sea correcto o incorrecto” o “mi país, ámalo y cámbialo”, el patriotismo solo significa algo en el contexto de aliarse con los intereses de la clase dominante de Estados Unidos en contra de los intereses de los pueblos del mundo. ¿Si no es así, qué es? Simplemente diga que está por la justicia. O simplemente diga que se opone a la opresión. Pero si enmarca su posición, cualquiera que sea, dentro de la bandera yanqui, está tomando partido con el lado equivocado de los mayores problemas ante el mundo.
Desde “los corredores de Montezuma” (cuando los Marines invadieron a México para defender a las compañías petroleras yanquis) hasta “las costas de Trípoli” (donde la marina yanqui defendió el comercio —incluyendo la trata de esclavos— en el norte de África), este país es y ha sido un país capitalista (ahora imperialista) que explota y oprime a los pueblos del mundo. “El estilo de vida estadounidense” se basa en la exterminación y genocidio de los amerindios y en la esclavitud. No se puede resolver de una manera buena la enorme brecha entre la riqueza de países como Estados Unidos y la pobreza mortal y opresión que vive la mayor parte del mundo, si el punto de partida es “lo que más le conviene a Estados Unidos” o tratar de convertir a Estados Unidos “en una fuerza para el bien en el mundo”. Y si el punto de partida de uno es el “patriotismo estadounidense” de cualquier forma, incluso “los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”, se está dejando manipular para apoyar cualquier guerra de agresión que la clase dominante de este país decida lanzar para reforzar su posición contra el resto del mundo.
Los intereses de la gran mayoría de la población de este país son diferentes a los de la clase dominante. El internacionalismo es un marco mucho más noble para medir nuestros objetivos. ¿No debería ser eso el criterio para juzgar a quienes respetamos como líderes?
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