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Revolución #123, 16 de marzo de 2008

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Obama:

¿Un nuevo día para los negros… o una nueva cara para el mismo sistema?

Hay mucha gente entusiasmada con la posibilidad de que Barack Obama sea el primer presidente negro. Espera que como presidente podría hacer cambios auténticos, que pondría fin a las guerras de Irak y Afganistán, y que haría algo para parar la destrucción del medio ambiente, la opresión horrenda de los negros y demás minorías, las redadas de los inmigrantes al estilo de la Gestapo y los ataques a los derechos fundamentales.

Pero los que apoyan a Obama tienen que examinar lo que realmente representa su candidatura y lo que Obama haría, y podría y no podría hacer, como presidente. Y después tienen que preguntarse si esta es la clase de “cambio” que realmente se necesita para responder a todos los males que les preocupan, y qué significará si ponen todas sus esperanzas y energías en elegirlo.

La posición de Obama sobre la opresión nacional

En su libro, The Audacity of Hope (La audacia de la esperanza), Obama reconoce que existe desigualdad racial en Estados Unidos. Pero dice que el racismo y la opresión nacional están disminuyendo. NO es cierto. Dice que quizás se necesitan algunas medidas para combatir el racismo y la supremacía blanca, como la acción afirmativa. Pero afirma que las medidas que se oponen fundamentalmente a la opresión nacional son contraproducentes. Al reprender a un legislador negro que, según Obama, se centra demasiado en la opresión de los negros, escribió: “Justa o injustamente, la culpabilidad blanca se ha agotado en Estados Unidos; incluso los blancos más justos, a quienes les gustaría ver un fin a la desigualdad racial y aliviar la pobreza, tienden a rechazar la idea de victimización racial, o sea, las reivindicaciones específicas a una raza basadas en la historia de la discriminación racial en este país”. (Audacity, p. 247) Obama dice que “en el pasado ha sido cierto que cuando la marea sube, lleva los barcos de las minorías” (p. 246) y ofrece lo que los comentaristas llaman una política post racial, lo que quiere decir que en su campaña hace todo lo posible para evitar hablar de la raza.

Obama reconoce: “Hacer cumplir las leyes contra la discriminación, la injusticia que todavía existe en nuestro sistema de justicia criminal y la disparidad del tratamiento en este país continúan”. Pero dice: “Ha mejorado, y nunca debemos negarlo”. (charla de Selma, 5 de marzo del 2007)

Pero la situación no ha mejorado para los negros en este país, sino que ha empeorado. El valor neto de una familia blanca promedia es más de diez veces más que el de una familia negra promedia ($6,166 en comparación con $67,000). (Informe de la Liga Nacional Urbana: La condición de la América negra 2005) Lo mismo que en 1990. La tasa de encarcelamiento de los hombres negros ha subido tanto que hoy uno de cada nueve hombres negros de 25 a 29 años de edad está en la cárcel o en el penal. En el 2003, la mortalidad infantil negra (la cantidad de bebés que mueren antes de cumplir un año) fue 13.6 por cada mil nacimientos, o sea casi 2.5 veces mayor que para los blancos. (childstats.gov) Las escuelas públicas son cada vez más segregadas (Civil Rights Project UCLA) y la decisión del 2007 de la Suprema Corte que revocó el fallo Brown vs. Board of Education acelerará ese proceso.

Y es una gran mentira decir, como escribe Obama: “Este patrón —cuando la marea sube lleva los barcos de las minorías— ha sido cierto en el pasado”. Mentira. ¿Qué pasó en Nueva Orleáns tras el huracán Katrina? FEMA dedicó $116 millones a la reconstrucción del Superdome, $60 millones al centro de convenciones Morial y $37 millones a un nuevo estacionamiento para los barcos de lujo que salen del puerto de Nueva Orleáns. Pero cienos de miles de habitantes viven en casas rodantes tóxicas con poca esperanza de regresar a la ciudad, los hospitales y escuelas siguen cerrados años después y la alcaldía está tumbando los multifamiliares de vivienda pública para asegurarse de que no regresen los negros pobres.

Katrina, y todo lo que ha pasado desde el huracán, ha demostrado dos hechos básicos: Primero, que existe un sector grande de negros que siguen siendo oprimidos implacablemente por el funcionamiento de este sistema. Y segundo, que al funcionamiento del sistema lo refuerzan y redoblan las medidas conscientes del gobierno, con implicaciones genocidas.

Obama ha criticado fuertemente al gobierno de Bush por abandonar a docenas de miles de personas en Nueva Orleáns. Pero ha dicho claramente que a su juicio lo que pasó con Katrina no tiene nada que ver con la opresión de los negros como pueblo: “En los programas matinales de domingo rechacé la idea de que el gobierno respondió lentamente porque las víctimas de Katrina fueron negros. Dije: ‘La incompetencia fue daltónica’”. (Audacity, p. 229-230)

El gobierno abandonó a gente de todas las nacionalidades en Nueva Orleáns. Pero cuando Obama dice que el gobierno de Bush no fue racista en su respuesta a Katrina, no es cuestión de “trascender las divisiones”. Es cuestión de tapar la realidad de que lo que pasó es una concentración de la opresión de los negros que es un elemento central de los cimientos de este país.

No es cierto que “lo compartimos todo”, como sugiere una consigna de la campaña de Obama. Los negros no son beneficiarios de una prosperidad que se extiende hasta abajo y en la que “lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para todos, ricos y pobres, negros y blancos”. Es una vil mentira decir, como dice Obama: “No existe un Estados Unidos blanco, no existe un Estados Unidos negro…”. Básicamente esto niega que a los negros todavía se les discrimina sistemáticamente.

El problema no es polarización, sino la polarización que existe actualmente. Lo que se necesita es la repolarización para la revolución. Y en cuanto a la unidad de la gente de todas las nacionalidades… la unidad que propone Obama es una unidad reaccionaria al servicio de metas e intereses reaccionarios e imperialistas. Lo que es bueno para Estados Unidos no es bueno para las masas populares. No se necesita la unidad en defensa de Estados Unidos; se necesita la unidad y la lucha en defensa de los intereses de los pueblos del mundo y en contra de los intereses de la clase dominante estadounidense. Esta es una sociedad de clases donde una clase se ceba de otra. En Estados Unidos y por todo el mundo, la superexplotación y opresión de los negros y las demás nacionalidades oprimidas es crucial para el funcionamiento del capitalismo/imperialismo.

Los cimientos de este país son la esclavitud y el genocidio, y estas desempeñaron un papel clave en la acumulación de sus riquezas. Incluso después de la abolición formal de la esclavitud, la opresión de los negros desempeñó un papel económico central tanto en el Norte como en el Sur. Hoy, los negros se encuentran atrapados en un sistema como de castas, que es un elemento integral del sistema capitalista aquí. Las relaciones políticas y sociales de supremacía blanca son integrales en todos los niveles; refuerzan las relaciones económicas y cobran fuerza de ellas.

No se puede oponerse al racismo y a la opresión nacional en este país sin oponerse a la supremacía blanca. Y oponerse a la supremacía requiere alterar a los blancos que piensan que el racismo y la opresión nacional les beneficia. La gente de ascendencia europea en Estados Unidos, incluso los que son pobres, que no tienen poder y viven explotados, comparten la posición de ser “blanco” y todo lo que esto les confiere. Pero en realidad, lo que está en los intereses más fundamentales de la gran mayoría de la población, incluso de la mayoría de los blancos, es vivir en una sociedad libre de la supremacía blanca, de la desigualdad y de todas las demás formas de opresión. No se puede forjar esta clase de unidad sin retar a los blancos a oponerse a la opresión de los negros. Esto es algo que Barack Obama no hace como candidato presidencial, y que no hará y no podrá hacer si llega a la Casa Blanca, porque requeriría hacer añicos los cimientos del sistema que la presidencia representa.

La lógica y el funcionamiento de la política “post-racial” de Obama

Un artículo del 12 de febrero del New York Times (“Seeking Unity, Obama Feels the Pull of Racial Divide”) desenmascara la lógica de la política “post-racial” de Obama y adónde lleva.

El artículo habla de la tensión en su campaña al atraer a los votantes blancos y al mismo tiempo atraer y mantener el apoyo de los negros. Muestra que es parte de su estrategia hablar muy poco de temas raciales (para atraer a los blancos). En cuento a los negros, la estrategia es “apelar al orgullo que se sienten por su candidatura,” como dijo su estratega principal, David Axelrod. Es decir, es NO hablar conscientemente del racismo y la opresión de los negros (a no decir nada de acabar con ellos) en la campaña.

El artículo demuestra que Obama ha tratado de evitar hablar ante públicos predominantemente negros. Dice que Obama le pidió a su pastor, el Rdo. Jeremiah Wright, no estar con él cuando anunció su candidatura a la presidencia. Wright le dijo a la revista Rolling Stone que en su lista de hechos esenciales sobre Estados Unidos: “¡El racismo es cómo fundaron este país y es cómo todavía lo gobiernan!” y “Este país está muy metido en el narcotráfico, en la exportación de armas y en el adiestramiento de ASESINOS profesionales…”. Obama busca distanciarse de ESTAS VERDADES.

Obama se opuso a las indignantes acusaciones contra los 6 de Jena (los jóvenes negros de Jena, Louisiana, acusados por oponerse a los dogales y a la supremacía blanca). Pero lo hizo sin atraer atención y tapó lo esencial del caso —que el racismo y la opresión nacional siguen vivitos y coleando— al decir que “no es cuestión de negros vs. blancos sino de bien vs. mal”.

Especialmente en la clase media negra, pero también más ampliamente, hay quienes dicen que la estrategia de Obama es necesaria, que no puede condenar fuertemente la historia y la realidad actual de supremacía blanca en Estados Unidos porque si lo hace perderá el apoyo de los blancos que necesita para ganar.

¡Un momentito, por favor! ¿Adónde lleva esa lógica? Si eso es lo que dicta lo que dice y hace ahora, ¿por qué sería diferente si fuera presidente?

“Bueno”, dice esa lógica, “solo tiene que hacer esto durante la campaña, pero cuando gane podrá tomar partido”. Pero esto es engañar a otros y engañarse a sí mismo. ¿Qué le hace a uno pensar que un candidato que se ha comprometido con los intereses del sistema durante toda la campaña va a cambiar de repente y hacer algo distinto? El candidato demócrata “se desplazará” hacia la derecha una y otra vez en el curso de la pelea con John McCain para la presidencia. Después de complacer y conciliarse “para ganar las elecciones”, ¿no tendrá que obedecer ese “mandato”? Y si un nuevo presidente hace algo que va en contra de los intereses de la clase dominante, esta sacaría a él o a ella con un escándalo político o de otra manera.

Obama ya ha demostrado, muchas veces, que pone la estabilidad del sistema político POR ENCIMA DE los derechos de los negros. Su primera acción como senador fue no tomar partido con el Grupo de Congresistas Negros en oposición a la anulación de cientos de miles de votantes negros en Ohio. Al hacerlo, demostró que puso los intereses de la clase dominante y de la estabilidad del sistema por encima de los derechos de cientos de miles de votantes negros, porque retar el voto en Ohio hubiera desestabilizado al sistema. Esto es algo que Obama, como representante de esa clase, no está dispuesto a hacer.

Peor que nada

“Quizás no pueda hacer mucho”, se dice, “pero no cabe duda de que no sea peor que los demás candidatos, y el mero hecho de que es negro infundirá con esperanza y tumbará unas barreras para los negros. Y atrae mucha gente al sistema político”.

Pero como presidente Obama sería una nueva cara para el mismo imperio. Y es como el cuento de La Caperucita Roja, cuando el lobo se disfraza de la abuelita, “para comerte mejor”.

Tras las luchas populares de los años 60 y comienzos de los 70, cuando los negros se rebelaron contra su opresión, la clase dominante se esforzó por apaciguar la situación, acallar la indignación popular y restaurar la fe en el sistema. Una manera de hacer esto fue poner “caras negras en altas posiciones”. ¿Pero qué hizo para ayudar a las masas? Veamos la historia de los alcaldes negros en Estados Unidos, que gobernaban en una situación de más pobreza, el deterioro social y recortes de servicios sociales. ¿Y qué de Wilson Goode, el alcalde de Filadelfia que autorizó el bombardeo de un barrio negro en 1985 que mató a 11 vecinos, entre ellos cinco niños, y destruyó 61 casas? ¿O Colin Powell, Condoleezza Rice y Clarence Thomas? ¿Y tener más policías negros ha parado la epidemia de asesinatos policiales?

Se dice: “¿bueno, no será Obama u otro demócrata mejor que un republicano? ¿No es nuestra responsabilidad votar y apoyar al candidato que matará unos pocos miles menos en Irak?” ¡NO! Encauzar las energías a elegir a un demócrata, a pesar de las intenciones, solo llevará a la parálisis política o peor que la parálisis. Solo fortalecerá el “mandato” que tendrá cualquier presidente de llevar a cabo los crímenes de este sistema. El marco de la política de “lo posible” significa complacer la política de horrores.

Cuando Obama habla del patriotismo y de la “grandeza de Estados Unidos”, su meta es alistarnos para apoyar la guerra. Lo que se necesita es basarnos en los intereses de los pueblos del mundo, que son todo lo contrario de los intereses del imperialismo yanqui.

Obama quiere que aceptemos el racismo y a la opresión nacional. Pero lo que se necesita es luchar inflexiblemente contra la supremacía blanca y la opresión sistemática de los negros.

Hablemos de por qué en realidad le están considerando a Obama como un candidato legítimo. Unos dicen que es un “indicio de progreso” que un negro pueda postularse en serio para la presidencia. Pero la candidatura de Obama refleja la urgente necesidad de la clase dominante de confinar y encauzar la indignación popular, deseo, actividad política y esperanzas al proceso político aceptable. Bajo el gobierno de Bush, millones de personas se sienten alienadas del sistema y pierden la “fe” en el gobierno. Hay una gran indignación contra los ataques a los derechos constitucionales y las normas. En tal situación, existe el potencial de que mucha gente “pierda su lealtad” y busque medidas más radicales de realizar el cambio. Para la clase dominante esto le da más necesidad de “volverlos al redil”, bajo su control y acorralados dentro de los confines de una política aceptable que no cambia al sistema, y que más bien lo refuerza. Hoy, Obama es quien desempeña ese papel.

Es por eso que el comentarista conservador Andrew Sullivan escribió hace poco en la revista The Atlantic Monthly, desde el punto de vista de la clase dominante, sobre por qué se debe apoyar a Obama: “Si cree que la actual crisis de Estados Unidos no es muy profunda, si cree que el pragmatismo será suficiente para navegar en un mundo al borde de más guerras religiosas, si cree que la polarización ideológica actual no es peligrosa y que lo que parece oscuro hoy es una falsa ilusión alimentada por el trauma que persiste de la presidencia de Bush, pues el argumento a favor de Obama no es muy fuerte”. “Pero”, continúa, “si como yo se da cuenta de que el mayor peligro viene, y que la combinación de nuestras divisiones e historia reciente ha hecho más vulnerable nuestro sistema y nuestro orden constitucional, pues el cálculo del riesgo cambia”. (“Goodbye to All That: “Why Obama Matters”, diciembre del 2007)

Obama lleva gente a trabajar dentro del sistema cuando lo que se necesita es que esa gente vea que los verdaderos problemas que le preocupan (la guerra injusta, la pobreza, el racismo y todo tipo de desigualdad, etc.) tienen sus orígenes en el sistema. El sistema capitalista (que Obama quiere dirigir como comandante en jefe) se basa en la propiedad privada, la explotación y la opresión. La humanidad necesita la revolución y el comunismo. Y ahora mismo no se necesitan ilusiones falsas y mortíferas ni esperanzas falsas y desalentadoras. No se necesita encauzar las energías hacia el callejón sin salida del proceso electoral, lo que se necesita es entender profundamente el problema y la solución, y tener un movimiento revolucionario.

Quienes se han dejado arrastrar por la campaña de Obama tienen que examinar lo que realmente representa y lo que significará y no significará si llega a la Casa Blanca. Eso sería como despertarse de un sueño agradable a una realidad desagradable. Pero para que las esperanzas y los sueños tengan la posibilidad de realizarse, tienen que basarse en la realidad.

Se debe soñar con el cambio y con cómo puede ser el mundo. Pero el “cambio” que promete Obama en realidad es cubrir con azúcar un sistema que es una pesadilla para la abrumadora mayoría de la humanidad. ¿Y qué hay de bueno en un “movimiento de base” que infunde de energía y esperanza si termina dando un mandato a una nueva cara (y una cara más eficaz) para defender el mismo imperio opresor?


Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases dominantes.

—V.I. Lenin

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