Avanza la emancipación de la mujer en Nepal

Lucha y transformación durante ocho años de guerra popular

by Li Onesto

Obrero Revolucionario #1231, 7 de marzo, 2004, posted at rwor.org

En 1999, cuando viajé a Nepal para informar sobre la guerra popular que dirige el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), una de mis guías fue Rachana. En la oscuridad de la noche, sus brazos me ayudaban a escalar las partes más empinadas de las montañas y me sostenían cuando titubeaba al cruzar las quebradas peligrosas. Como la mayoría de las guerrilleras del ejército popular, Rachana es una joven campesina. Día y noche trepa por los senderos escarpados con el rifle al hombro; de pie firme, es tan ágil como los compañeros de la escuadra y carga bultos muy pesados.

Un día le propuse que me contara de su vida. Quedó sorprendida y tardó un poco en dar la respuesta, pero luego dijo: "Está bien, pero lo hacemos después de la cena. Primero tengo que pensar en lo que voy a decir". Finalmente, tuvimos la oportunidad de platicar unos días después en la frontera donde nos íbamos a despedir. Como Rachana observó varias entrevistas que hice a importantes dirigentes del partido y mandos militares, le dio mucha emoción que ahora le tocara a ella. Le pedí que me hablara de su familia y de la vida de niña en su aldea:

"Soy de una familia campesina de Rolpa. En mi casa éramos 11: mi madre, padre, tres hermanos, dos hermanas, mi cuñada y tres primos. Soy la mayor de las mujeres; tengo 18 años. Mis tres hermanos estudiaron, pero a mí no me dejaron. Mis padres dijeron que no tenía caso porque una hija se casa y se va a otro hogar. Eso me dio mucha tristeza. Cuando abrieron unas clases para adultos en la aldea, me inscribí porque quería aprender a leer y escribir. Pero mi padre no me dejaba asistir; me mandaba a cortar forraje y recoger leña".

Rachana habló de su ingreso al ejército popular:

"Antes del inicio de la guerra popular, no sabía nada de política ni de partidos. Pero después un pariente me animó a participar en el grupo cultural de la aldea y me invitó a ensayar con ellos. No se lo mencioné a mis padres, solo a mi hermano mayor, quien dijo: `Ándale si quieres morir... ¿A poco puedes cargar un rifle al hombro?'. Le contesté: `No me dieron la oportunidad de estudiar, pero tengo muchas ganas de resolver los problemas del pueblo y la nación. Quiero luchar por la liberación. Si me lo prohíben, me rebelo'.

"Un camarada del partido conversó con mi familia en varias ocasiones; hablaron de la política revolucionaria y la guerra popular. Después de muchas pláticas, mis padres cambiaron de opinión y me dieron permiso de ingresar al partido. Eso ocurrió hace un año y entré a trabajar en la organización y milicia de mujeres. Hace ocho meses me aceptaron en esta escuadra. Soy muy optimista acerca de las perspectivas de la guerra popular.

"Ahora toda la familia ha abrazado la política de la guerra popular. Todos participan en organizaciones de masas y mi hermana menor, de 15 años, asiste a la escuela. Aprobó sexto grado y está enseñando a otros a leer. Cuando iba a las clases para adultos, no tenía tiempo para estudiar, pero en el ejército popular sí me da tiempo para la lectura y la ortografía, y los camaradas me ayudan. Ahora leo el periódico y escribo cartas.

"Siempre tuve muchas ganas de cumplir la labor del partido. Pero al ingresar a la escuadra, participé en un enfrentamiento y eso fortaleció mi compromiso. La policía emboscó a 14 camaradas cuando nos trasladábamos de un lugar a otro y mató a un camarada. Mi compromiso es vengarlo. Lucharé hasta la última gota de sangre. Estoy muy contenta y tengo mucha confianza en el triunfo de la revolución".

En Nepal, muchas niñas pasan por la misma experiencia que Rachana, o sea, no les permiten asistir a la escuela. Como dice un refrán nepalés: "Tener una niña es como regar el árbol del vecino. Uno gasta en cultivar la planta, pero la fruta la agarra otro".

El feudalismo considera que una hija "sirve" para el quehacer de la casa, pero no vale la pena "invertir" en ella --permitir que estudie-- porque se casará e irá a vivir (y a prestar servicio) a otro hogar. Conocí a un puñado de mujeres que cursaron hasta la preparatoria, pero en las universidades casi todos los estudiantes son hombres.

Cuando vi a Rachana muy concentrada en sus lecciones de lectura y ortografía, y su libro maltratado por tanto uso, me puse a pensar en las jóvenes campesinas de las zonas guerrilleras a través del país --analfabetas, terriblemente oprimidas y sin futuro-- que han dejado sus aldeas para empuñar el fusil, aprender a leer y escribir, y estudiar la política. Como Rachana, conocí a muchas compañeras: jóvenes hartas de la opresión feudal que ingresaron a las filas del ejército popular.

A mi alrededor veo mil y una señales del entusiasmo inagotable de la mujer por la revolución: en los ojos de las ancianas que han sufrido tantos años bajo las relaciones feudales, quienes ahora alzan la frente y sueñan con una sociedad completamente nueva; en la voz de las jóvenes que no asistieron a la escuela, quienes me hablan con emoción de su primera acción armada contra el enemigo; y en la resolución y decisión implacable de las mujeres que han perdido el esposo, un hijo, una hija, pero que siguen hospedando y ayudando a los guerrilleros a pesar de los grandes peligros.

Desde el principio, la lucha contra la opresión de la mujer se ha entretejido en el gran fragor de esta guerra popular. En el inicio de la lucha armada en 1996, se abrió el portón de una gran prisión y un torrente de mujeres se apresuraron a tomar su lugar en la guerra, hombro a hombro con los compañeros. Miles de compañeras se rebelaron contra sus padres y hermanos, dejaron a esposos retrógrados y huyeron de matrimonios concertados. Todas se rebelaron contra las tradiciones feudales que disponen que la mujer es inferior y que sus ideas no tienen importancia.

Avances en el camino: La lucha para forjar mujeres dirigentes

De las conversaciones que tuve con las militantes vi claramente que la revolución está desafiando y cambiando las ideas feudales y patriarcales sobre las funciones de la mujer. Sin embargo, esas transformaciones eran los primeros pasos de una larga lucha para emancipar a la mujer.

Cuando entrevisté al presidente Prachanda del PCN(M), le pedí que hablara sobre el problema de forjar mujeres dirigentes en un país donde la opresión de la mujer está tan profundamente entrelazada en las relaciones económicas y sociales. Me dijo: "Antes del inicio no se debatía seriamente dentro del partido la cuestión de la mujer. Ese era un punto débil nuestro. En nuestra sociedad, predominan desde hace mucho tiempo el machismo y las relaciones feudales. Como generalidad, todos estábamos de acuerdo en que la cuestión de la mujer es importante. Como comunistas lo sabemos, pero en concreto, en serio, le diré que cuando empezamos la guerra popular no habíamos tomado muy en serio la cuestión de la mujer. Y como no la tomamos en serio no había suficientes mujeres a la cabeza de este movimiento. Había una que otra simpatizante u organizadora, pero no muchas camaradas. Después del inicio esto se presentó con fuerza, fue impactante y, para mí especialmente, diré que me encantó ver el primer año el sacrificio que estaban haciendo las mujeres en la región principal, en las zonas de conflicto, donde manifestaban militancia, heroísmo y devoción. Cuando vi que la masa de mujeres entraba al combate empezamos a debatir en serio la cuestión de la mujer...".

Comentó también sobre los problemas que han enfrentado en la forja de mujeres dirigentes. Empezaron a abordar el problema del cuidado de niños, de organizarlo colectivamente. A las parejas jóvenes se les aconsejaba no tener niños muy pronto para que la mujer no terminara relegada a tareas domésticas. Además tenían el problema de que las mujeres no sabían leer y escribir ni tenían control de la natalidad.

Pensé en esa conversación cuando en enero de 2003 leí un artículo titulado "La cuestión de la dirección de la mujer en la guerra popular de Nepal" de Parvati, integrante del Comité Central del PCN(M) y directora del Departamento de la Mujer. El artículo esboza algunos de los problemas para promover mujeres dirigentes. Parvati dice que una enorme cantidad de mujeres se ha incorporado al Ejército Popular, que han derrochado sacrificio y devoción, pero solo unas pocas se han forjado como líderes militares y que las mujeres mismas plantean interrogantes sobre la calidad de su participación.

Esto me pareció fascinante, pues no es una visión romántica e idealista de la participación de la mujer en la guerra popular y, además, porque habla de los problemas que persisten dentro del partido con respecto a la cuestión de la mujer.

Parvati dice que cuando una joven se casa y tiene hijos su participación decae o cesa por completo. Por tanto, concluye que la "institución del matrimonio nos ha robado de mujeres que podían ser dirigentes". Mientras los hombres siguen participando en el EPL después de cumplir 25 años, las mujeres no.

Parvati dice que muchas cosas conspiran contra la participación y perseverancia de la mujer en la lucha revolucionaria y especialmente en el Ejército Popular, que requiere gran sacrificio. En las zonas bajo el control de los maoístas hay lucha contra las instituciones e ideas que impiden que la mujer participe con igualdad en la sociedad. La ideología y tradiciones feudales, como que la mujer no debe heredar ni poseer tierra o que solo debe hacer ciertos trabajos y no otros, todavía tienen mucha fuerza y afectan hasta a los revolucionarios. Parvati dice que la presión para que se casen es directa y tácita, ya que ser soltera suscita sospecha tanto de los hombres como de las mujeres. Unas se han casado contra su voluntad o cuando no están listas, y todavía se mira mal a las solteras, divorciadas o a las que se han casado más de una vez.

En la sociedad hay mucha presión para que la mujer tenga niños, especialmente varones. Aunque la revolución ha mitigado esto, todavía existe presión para que tenga por lo menos un niño. Además, se espera que se encargue plenamente de los niños.

Hablando de algunas mujeres que se han incorporado a la revolución, Parvati dice: "Con cada niño cae más en la esclavitud doméstica. De hecho, muchas mujeres que han participado en la guerra popular se quejan de que tener hijos es una especie de acción disciplinaria, porque se apartan por mucho tiempo del trabajo partidario. Así, corremos el riesgo de perder a futuras comunistas, aunque se han casado con el hombre que querían. Ese es el caso especialmente en las zonas blancas [zonas de la élite tradicional -- Red .], donde la mujer casi nunca recibe el apoyo de las masas ni del partido en la edad reproductiva".

Parvati también comenta sobre el problema del "conservatismo" en el partido que "relega a las camaradas a tareas de mujeres, e impide que se desenvuelvan en campos donde se toman medidas del partido y otros campos". También dice que espontáneamente se habla de asuntos de la mujer, pero no se implementan. Agrega: "Con frecuencia el partido no interviene contra la división tradicional de funciones en la que el hombre realiza tareas intelectuales y la mujer tareas físicas. Esto también se manifiesta cuando se les considera al hombre y a la mujer como iguales en absoluto, y se ignoran las condiciones particulares de la mujer, como durante la menstruación o durante la edad reproductiva".

Las relaciones y obligaciones familiares feudales afectan cómo la mujer se ve a sí misma y las relaciones que contraen el hombre y la mujer dentro del partido y el EPL. Unas mujeres ven el matrimonio y la maternidad como un reposo de la carrera político/militar. Parvati también dice que a veces las "camaradas siguen las directrices del partido a ciegas, sin cuestionarlas, de la misma manera tradicional que la mujer obedece al padre cuando es soltera, al esposo cuando es casada y al hijo mayor cuando es viuda". Agrega que eso lleva a embarazos no planeados y a seguir la línea política del esposo a ciegas.

Con respecto al hombre que milita en el movimiento revolucionario, Parvati dice que si bien la mujer no se hace valer, el hombre no "renuncia a los privilegios otorgados por la estructura patriarcal". Por ejemplo, los hombres aceptan la dirección de una mujer en un sentido formal, pero no respetan de veras ni plenamente a la mujer dirigente. Dice que a veces el hombre "expresa impaciencia ante los errores e inexperiencia de la mujer en tareas de las que ha sido excluida", y que por lo general no se preocupan de asuntos pertinentes a la mujer. También existe la tendencia a que el hombre siga la división de funciones tradicional, en la que él hace "tareas intelectuales" y la mujer realiza las de ínfima importancia.

Todos estos son problemas que se han presentado en el curso del desarrollo de la guerra popular. Sin embargo, el PCN(M) ha avanzado y progresado en ese frente.

En 1999, muchas escuadras y pelotones contaban con mujeres, pero había muy pocas en la dirección del EPL o del partido. Pero Parvati señala que se ha avanzado mucho en la forja de mujeres dirigentes y en el reclutamiento de mujeres a la revolución. En 2003, en el Comité Central del partido había varias mujeres, docenas en los niveles regionales, cientos en los distritos y miles en la base del partido. El EPL tiene muchas comandantas y vicecomandantas en diferentes secciones de brigadas, pelotones, escuadrones y milicias. El Consejo Popular Revolucionario Unido, el gobierno central embrionario en las zonas maoístas, tiene 37 miembros y cuatro son mujeres. También es obligatorio que en todos los niveles del Consejo participen mujeres. En la región occidental de Nepal hay 1500 unidades de mujeres. La organización popular de mujeres cuenta con 600,000 miembros. En el campo militar hay 10 comandantas de sección en la fuerza principal, dos comandantas de pelotón en la fuerza secundaria y varias comandantas de milicia en la fuerza de base. El comandante del equipo de salud de un batallón es una mujer.

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Cuando me despedí de Rachana hace cinco años en las montañas de Rukum, ninguna sabía lo que el futuro traería. Este año, en el Día Internacional de la Mujer, cuando la guerra popular de Nepal inicia su noveno año, la recordaré a ella y a las otras mujeres de Nepal que nos llevan a todos al futuro.