Obrero Revolucionario #1233, 21 de marzo, 2004, posted at rwor.org
El año pasado, el Pentágono hizo una presentación especial de la renombrada película de izquierda La batalla de Argel , sobre la revolución anticolonial y la brutal contrainsurgencia francesa. El suceso fue tan notable que el New York Times le dedicó un artículo entero titulado "¿Por qué le interesa al Pentágono La batalla de Argel ?", que tocó momentáneamente un tema que tapa casi por completo la prensa grande: la tortura aprobada oficialmente.
El Times describió a los invitados en tono suave y discreto: "Acudió un público profesional e imparcial de 40 militares y expertos civiles que dialogaron sobre problemas implícitos del tema, como el hecho de que es problemático, pero eficaz, emplear medios represivos y violentos en la lucha contra terroristas clandestinos en países como Argel e Irak, y concretamente, los pros y los contras de recurrir a intimidación y tortura para sacar inteligencia humana vital sobre los planes del enemigo"(7 de septiembre, 2003).
Hablando claro: el Pentágono está analizando la película porque la tortura es un arma importante de la "guerra mundial contra el terrorismo".
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"Los informes se han filtrado poco a poco y son espeluznantes. Los agentes de inteligencia americanos han estado torturando a presuntos terroristas o utilizando técnicas que distan muy poco de la tortura, y han entregado a sospechosos a países como Egipto, cuyas agencias de inteligencia tienen una reputación de brutalidad".
The Economist , 11 de enero de 2003
"Si no violamos los derechos humanos de vez en cuando, no estamos cumpliendo nuestro deber".
Agente de la CIA que prefirió conservar el anonimato Washington Post , 26 de diciembre de 2002
Maher Arar iba a Canadá, donde vive; tuvo que cambiar de vuelo en la ciudad de Nueva York. Allí de repente su vida se volvió una pesadilla.
El FBI y la policía le cayeron encima en el aeropuerto porque estaba en una "lista de terroristas" (de la cual no sabía nada). Lo interrogaron, lo arrestaron y le pusieron grilletes.
Le preguntaron sobre Osama bin Laden, Irak, Palestina, etc. Pidió un abogado, pero no se lo dieron. Juró ser inocente, pero hicieron oídos sordos.
Según el noticiero 60 Minutes, un oficial de inmigración le propuso que fuera a Siria "por voluntad propia" y respondió: "¡Para nada!". Lo hicieron firmar algo: "No me permitieron leerlo; estaba agotado y confundido, y lo firmé", dijo Maher. Entonces, le entregaron un documento que decía que era miembro de Al Qaeda. A las 3 de la madrugada lo llevaron a una audiencia y lo mandaron en avión a Washington, y después a Jordania, donde lo entregaron a las autoridades.
Maher cuenta: "Me subieron a una camioneta y se pusieron a darme duro". Diez horas más tarde llegó a Siria y lo entregaron a la rama de inteligencia militar de asuntos palestinos.
En los siguientes meses sufrió muchas atrocidades. Lo recluyeron en una pequeña celda, "una tumba", donde oía gritos de presos que sufrían torturas. Lo golpearon con cables eléctricos. Le dijo a60 Minutes : "Varias veces me dieron ganas de suicidarme. Era un muerto en vida".
Al cabo de diez meses, lo soltaron. Jamás encontraron nada que lo vinculara con Al Qaeda ni ninguna prueba de las actividades que el gobierno estadounidense le imputó.
"No les rompemos la madre aquí; ¡los enviamos a otro país para que se la rompan!".
Funcionario del gobierno, Washington Post 26 de diciembre de 2002
La ley de Estados Unidos y la Convención de Ginebra prohíben la tortura, y los yanquis (al igual que los franceses en Argel) dicen que no la usan. En realidad, se hace en secreto y la tapan, pero últimamente se ha visto una campaña quasioficial para justificarla... sin admitir que existe. Por ejemplo, el destacado profesor de derecho de Harvard Alan Dershowitz se ha hecho famoso por recomendar fríamente la tortura como parte de la "guerra contra el terrorismo". Le dijo al Daily News de Nueva York: "El noble fin de salvar vidas inocentes justifica el medio deplorable de la tortura" (6 de octubre de 2002).
Filtran tantito información sobre la tortura y así dan una (muy) pequeña idea de lo que se hace con el pretexto de "salvar vidas inocentes".
El caso de Maher Arar pone de relieve una táctica de Estados Unidos: encarga a sus aliados y estados clientes el trabajo sucio de la tortura; en la jerga de la guerra mundial contra el terrorismo, "presta" los sospechosos a otro país.
El Washington Post informa que la CIA "presta" presos "a los servicios de inteligencia de países como Jordania, Egipto o Marruecos con una lista de preguntas". De tal manera evita mancharse (directa y públicamente) las manos de sangre.
Un funcionario del gobierno le dijo al Post : "A veces recomendamos a un país amigo que `nos pida' que le prestemos a un detenido", lo cual permite inventar cargos para justificarlo.
Según el Christian Science Monitor , a Muhammad Saad Iqbal Madni, un paquistaní arrestado en Indonesia, lo mandaron a Egipto en un avión de la CIA; a Mohammad Haydar Zammar, un residente alemán nacido en Siria, lo detuvieron en Marruecos y lo mandaron a Siria; y al estudiante yemenita Jamil Qasim Saeed Mohammad, detenido en Pakistán, lo entregaron a Estados Unidos, que lo mandó a Jordania.
No cabe duda de que hay docenas de casos como estos (y quizá muchos más), pero por razones obvias, se desconoce el número exacto.
Otro elemento del aparato de tortura yanqui son las prisiones en varias partes del mundo donde meten a presos que no quieren encargar a otros países.
Unos funcionarios del gobierno le dijeron al Washington Post que desde el 11 de septiembre de 2001 han detenido a 3,000 personas en todo el mundo. Estados Unidos ha construido una serie de prisiones especiales: tiene 630 detenidos en la base de Guantánamo (aunque en muchos casos no ha podido vincularlos ni con Al Qaeda ni con otras fuerzas políticas); una prisión en la base aérea de Bagram cerca de Kabul, Afganistán; y otra (más cerca al golfo Pérsico) en la isla de Diego García en el océano Índico.
El caso de John Walker Lindh se conoce más a fondo porque, por el hecho de que es ciudadano estadounidense, sus abogados han podido documentar los maltratos que sufrió y la forma en que le sacaron información.
El Ottawa Citizen informa: "El señor Lindh recibió atención médica inferior: el personal militar estadounidense le dejó la bala que tenía incrustada en la pierna izquierda como `evidencia' y lo alimentó con apenas 1000 calorías el día, lo cual no es suficiente para vivir mucho tiempo. Lindh pidió muchas veces un abogado, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos" (4 de febrero de 2004). Herido, lo vendaron, lo desnudaron, lo sujetaron a una camilla con cinta de empaquetar y lo pusieron en un contenedor de metal sin ventanas ni luz ni calefacción. Los guardias levantaban la camilla para que orinara, todo el tiempo amenazándolo con que lo iban a matar.
Los interrogadores de Abu Zabaida, capturado en Pakistán en marzo del año pasado, también aprovecharon el fuerte dolor que tenía por una herida de bala en la entrepierna. Estados Unidos lo consideraba un militante de peso de Al Qaeda y según El Washington Post : "Al principio le administraron selectivamente los calmantes para el dolor".
Según un experto en la materia, la CIA utiliza técnicas de "tensión y coacción": obliga a los presos a pararse o arrodillarse por muchas horas en posturas incómodas, los encapucha para desorientarlos y los priva del sueño.
Aunque todavía no se han documentado muchas técnicas de los interrogadores, se sabe que en el "Campamento Delta" de Guantánamo inyectan drogas e infligen dolor insoportable, y que se han registrado más de 70 intentos de suicidio (en la jerga militar: "incidentes de comportamiento autodestructivo con fines manipulativos").
En estos tiempos de mentiras orwelianas, la invasión se llama "liberación", la ocupación colonial se hace para implantar la "democracia" y se lanzan guerras de prevención en "defensa de la patria".
Ahora se está dando a conocer que la tortura, muchas veces sin cargos ni pruebas, se organiza a escala mundial y se justifica con gran cinismo con el pretexto de "salvar vidas inocentes".