Obrero Revolucionario #1236, 11 de abril, 2004, posted at http://rwor.org
Ha llegado la primavera y el campeonato de baloncesto universitario. Al ver un partido, me puse a pensar en los numerosos anuncios publicitarios de reclutamiento del Ejército. Las fuerzas armadas siempre tratan de agarrar a los jóvenes durante los campeonatos con promesas de una vida emocionante y la posibilidad de salir adelante después. Antes parecía que alistarse en el Ejército era como participar en una carrera o escalar montañas.
Pero los nuevos anuncios son algo distinto. En vez de la oportunidad de ser corredor o paracaidista, dicen que las fuerzas armadas ofrecen una vida que vale la pena. Vi dos anuncios parecidos: dos jóvenes, uno negro y el otro latino, hablan con sus padres. Les dicen muy serios que han tomado una decisión muy importante con la que podrán salir adelante, que les dará dinero para estudiar en la universidad y conseguir un buen trabajo, etc. No se dice directamente, pero está claro que la decisión conlleva cierto sacrificio, pero que es algo de mucho honor.
Los nuevos anuncios son un reflejo de las necesidades de hoy, que Estados Unidos está librando una guerra contra el mundo. Pero son sumamente engañosos: no mencionan que unos 600 soldados se han ido sin permiso ni por qué; que hace poco en una encuesta el 50% de los soldados dijeron que la moral está por los suelos; que más de 600 soldados han muerto en Irak y miles más están heridos; que en Irak el Ejército anda destruyendo aldeas y matando a civiles (unos 10,000 hasta la fecha).
Es muy significativo que muchos soldados se estén negando a pelear y que muestran las realidades de las fuerzas armadas y la guerra de Irak. Como comunista revolucionario, no estoy de acuerdo con el pacifismo que algunos de ellos han expresado; he leído sobre los años 60 y la guerra de Vietnam, cuando muchos combatientes y ex combatientes se volvieron revolucionarios (algo que necesitamos hoy también). Pero hay mucho que aprender de la experiencia de estos soldados. Se encuentran atrapados entre la insensibilidad de los oficiales y la indignación del pueblo iraquí. El hecho de que no se encontraron armas de destrucción masiva ha tenido un fuerte impacto y muchos empiezan a captar que no hay nada "honorable" en pelear por una mentira. A continuación conocemos a algunos soldados que no han querido participar en la guerra:
Un caso importante es el de Camilo Mejía, un inmigrante nicaragüense. Después de servir tres años en el Ejército, se alistó en la Guardia Nacional de la Florida con la esperanza de recibir dinero para estudiar en la universidad. Pero lo despacharon a Irak y, tras seis meses de guerra, decidió que ya bastaba. Durante un permiso entró en la clandestinidad y vivió en Nueva York y Boston.
Hace poco anunció públicamente que no participará en la ocupación de Irak: "No más seré instrumento de la violencia. He decidido que no estoy de acuerdo con esta guerra, que es una guerra inmoral".
En una serie de declaraciones muy serias, Mejía explicó por qué se niega a pelear: "El pretexto de esta guerra es el dinero y ningún soldado debe tener que dar la vida por el petróleo". "Esta es una guerra injusta, inmoral e ilegal". "Los pretextos son mentiras. No hay armas de destrucción masiva ni lazos al terrorismo. Es cuestión de petróleo, contratos de reconstrucción y control del Medio Oriente".
La decisión de no volver se basa en sus experiencias en Irak. En el website de No en Nuestro Nombre (NION), describe una emboscada, el punto de vista de los oficiales y por qué decidió declararse objetor de conciencia:
"El 30 de mayo emboscaron a mi pelotón por primera vez en la zona oriental de Al Ramadi, en lo que llaman el `triángulo sunita'. Oímos un silbido al pasar por una zona de edificios bombardeados y una bomba estalló frente de nuestro Humvee. Antes del ataque le había explicado al pelotón nuestras órdenes: que si nos emboscaban debíamos abrir fuego y salir disparados. Estalló la bomba y cuando nos fuimos nos abrieron fuego desde los techos de ambos lados del camino.
"Al regresar a la base, nos sentimos eufóricos porque no murió nadie. El comandante y el sargento nos interrogaron inmediatamente. Cuando les conté lo que pasó me preguntaron por qué huimos en vez de quedarnos a pelear. Les expliqué nuestras órdenes en caso de emboscada. Dijeron que sí, pero que nuestra misión no es batirnos en retirada ante el enemigo, sino devolver fuego y matarlos. Al día siguiente el comandante nos dijo que no debíamos celebrar nuestros `fracasos' y que celebrar el escape no sienta un buen precedente para los demás soldados.
"Me di cuenta de que proteger a las tropas no tiene mucha importancia para los comandantes. Las medallas, la gloria y sentar un buen precedente valen mucho más que la vida de unos soldados. La guerra era más complicada de lo que me imaginaba. Teníamos que tener cuidado con el enemigo y también con nuestros propios oficiales.
"Cuando vi las consecuencias de la guerra, cambié. He visto el sufrimiento de un pueblo cuyo país está en ruinas y que es humillado a diario por las redadas, las patrullas y los toques de queda de un ejército de ocupación. Mis experiencias me han cambiado para siempre.
"Un sargento le disparó a un muchacho que llevaba un rifle AK-47. Sus compañeros huyeron y él empezó a arrastrarse. Un segundo disparo lo paró, pero no murió. Cuando un iraquí trató de llevarlo a un hospital civil, los médicos del Ejército le bloquearon el paso y dijeron que lo iban a llevar a un hospital militar. Allá se negaron a tratarlo por alguna confusión, así que murió.
"Otra vez mi pelotón respondió a una protesta política en Al Ramadi que se había vuelto violenta. Cuando unos manifestantes tiraron granadas hacia la oficina del alcalde, nos estacionamos en una posición defensiva en un techo. Nos mandaron disparar a cualquiera que tirara algo que nos pareciera una granada. Un joven salió de la multitud con algo en la mano y antes de que lo tirara abrimos fuego y lo matamos. Resultó que era una granada y estalló lejos de todos. Sé que el joven no nos podía hacer daño, que estaba muy lejos. Más tarde nos dijeron que matamos a tres iraquíes, aunque no los vi.
"También vi que el miedo de la muerte lo puede convertir a uno en una máquina asesina. En el combate es casi imposible pararse a pensar en la autodefensa o en usar solo la fuerza necesaria para parar un ataque.
"Cuando regresé a Estados Unidos en octubre de 2003 tuve la oportunidad de reflexionar y de escuchar mi conciencia. Me preguntaban sobre mis experiencias en la guerra y al contestar tenía que vivir de nuevo el horror: los tiroteos, las emboscadas, la vez que vi a un iraquí arrastrado por los hombros en un charco de su propia sangre, la vez que un arma automática decapitó a un iraquí y la vez que mi amigo le dio a un muchacho en el pecho.
"Capté que hay una diferencia entre el deber militar y la obligación moral. La oposición a la guerra me hizo retirarme. Defender mis principios no era compatible con participar en el Ejército y decidí reafirmar mi humanidad".
Han acusado a Mejía de deserción y podrían sentenciarlo a muchos años de cárcel. Mejía se entregó al Ejército en la Florida y solicitó que lo declararan objetor de conciencia; es el primer combatiente de la guerra de Irak que ha hecho tal solicitud. Sus abogados han dicho que tendrá repercusiones sobre otros soldados que se han negado a regresar a Irak. Mejía ha dicho que prefiere la cárcel que regresar. El 20 de marzo, en una protesta en Nicaragua se veían letreros en defensa de Mejía.
Hace poco Mejía salió en el programa 60 Minutes de CBS News, se mantuvo firme y condenó la guerra de Irak. Me dio mucha alegría. Pero la otra mitad del programa fue pura propaganda a favor de la guerra. Un comandante de Mejía le dijo: "No le toca cuestionarme a mí ni a mis superiores, su deber es obedecer mis órdenes o las del líder del pelotón. No nos pagan para tener nuestra propia opinión o para dudar de lo que dicen nuestros líderes".
Afortunadamente, hay gente como Camilo Mejía que no obedece ciegamente.
En un artículo de Alternet, Dan Frosch habla del caso de un soldado de las Fuerzas Especiales que pasó cuatro meses en Irak y ha pedido que lo declaren objetor de conciencia. Tras unas semanas en Irak empezó a cambiar de opinión: "Había tanta insensibilidad. pero a mí me dio duro el aspecto humano, que no esperaba. Por todas partes moría la gente, tanto iraquíes como nosotros. Morían amigos y familiares. Me dio asco.
"Vi tanta destrucción, la muerte de tantos inocentes. Yo también mataba", dijo. "Nos entrenaban a pensar que son seres inferiores, pero uno se pregunta si la persona que acaba de matar hubiera podido ser su amigo. No hay honor y no quería participar más".
Otro soldado que se ha negado a pelear es Stephen Funk. A Funk lo pusieron en libertad en marzo tras pasar seis meses en una cárcel militar de Carolina del Norte por irse sin permiso. Fue el primer objetor de conciencia de la guerra de Irak que metieron preso.
Un jurado militar lo absolvió de "deserción" el 6 de septiembre de 2003. Pero lo condenó de un delito menor, irse sin permiso (AWOL), y lo sentenció a seis meses de cárcel.
En abril de 2003, Funk, de 20 años, un reservista de la Infantería de Marina, dijo: "Soy objetor de conciencia porque no puedo seguir siendo marine sin perder toda dignidad. No sacrificaré mi dignidad ni abandonaré mis creencias. No voy a matar. Las fuerzas armadas requieren obediencia, pero yo no puedo obedecer. Decirles no requiere valentía y espero que otros soldados tengan la valentía de mantenerse fieles a sus creencias. Espero que otros soldados capten que son más que piezas de la maquinaria militar y que tienen voluntad propia".
El movimiento antibélico organizó una fiesta cuando Funk salió de la cárcel. Le dijo a la emisora Free Speech Radio News: "Es mejor ser castigado por hacer algo justo que pasar el resto de la vida en el sistema haciendo algo injusto".
Durante la guerra de Vietnam muchos soldados desertaron y se fueron a Canadá. Una red subterránea los ayudó a ellos y a docenas de miles de jóvenes que no querían alistarse en las fuerzas armadas ni participar en la guerra. Era parte del movimiento contra la guerra y de una cultura de resistencia. Una variedad de fuerzas ayudaron a esos soldados, de los cuáqueros a fuerzas más radicales y revolucionarias. No se sabe cuántos soldados de la guerra de Irak se han ido a Canadá.
Cuando lo mandaron ir a Irak, Jeremy Hinzman se fue a Canadá con su esposa e hijo. Le dijo a la prensa: "Me parecía que ir a Irak sería como participar en una empresa criminal, porque esta guerra -o esta agresión, porque no se puede llamarla una guerra--está basada en un fraude: las armas de destrucción masiva, los lazos a Al Qaeda y llevar la democracia a Irak".
Hinzman solicitó que lo declararan objetor de conciencia antes de que lo enviaran a Afganistán tras el 11 de septiembre de 2001. El periódico católico National Catholic Reporter informó que cuando llegó a Afganistán, "los soldados se enteraron de su solicitud y el sargento decidió darle un castigo ejemplar. Durante ocho meses lavó platos en un comedor militar de 12 a 16 horas al día, los siete días de la semana". Hinzman dijo: "Trabajaba un montón de horas y me sentía muy solo". El Ejército no lo declaró objetor de conciencia.
Cuando regresó de Afganistán y se enteró de que podrían enviarlo a Irak, decidió irse a Canadá. Dijo que si ve a los compañeros de su pelotón "les hablaré con la cabeza bien alta porque no me da vergüenza hacer lo que me parece justo".
Hinzman ha hablado mucho del entrenamiento de los soldados, que desmiente la "liberación" y "democracia" que supuestamente llevan a Irak: "Marchábamos coreando: `Nos entrenaron a matar y lo haremos a todo dar'. En el entrenamiento con bayonetas nos preguntaban: `¿Qué hace crecer el pasto?' y contestábamos: `La sangre, la sangre roja brillante'".
"Dicen que es algo divertido y que de todos modos nadie lo oye, pero creo que prepara a los soldados para ser asesinos. Hablan de las mujeres de una manera muy fea. Nos entrenan a despreciar las mujeres y al enemigo, a convertirlos en objetos y olvidar su humanidad".
Se cree que Hinzman es el primer soldado que fue a Canadá y pidió asilo por la oposición a la guerra. El Ejército lo considera desertor. En mayo el gobierno canadiense decidirá si puede quedarse en el país.
Brandon Huey es otro soldado que está en Canadá. Lo ayudó Carl Rising Moore, ex combatiente de la guerra de Vietnam y actual activista contra la guerra y defensor de los soldados que se niegan a pelear. Huey se alistó cuando tenía 17 años. El programa canadiense Disclosure informó sobre su trayectoria: "De adolescente pensaba que alistarme me ayudaría. Que me darían dinero para estudiar en la universidad".
Pero poco después se vislumbró la realidad de tener que pelear en una guerra injusta y buscó la manera de salirse. En la Internet leyó un artículo sobre la "red subterránea" y envió el siguiente correo electrónico a Rising Moore:
"No quiero ser títere del gobierno en una guerra por el petróleo y les dije a mis superiores que quiero renunciar. No están dispuestos a permitirlo y me dijeron que tengo que empacar las maletas e ir a Irak. Por eso me siento perdido y varias veces he pensado en suicidarme. Sin embargo, hace un par de días leí en la Internet un artículo acerca de usted y la red subterránea y me dio esperanza.
"Quiero abandonar el país, si es necesario. Pero no tengo mucho dinero y necesito un lugar donde dormir y que me ayuden a encontrar trabajo.
"Ruego que usted o un compañero suyo pueda ayudarme. Estoy en Texas. No les voy a decir exactamente dónde, porque no sé quiénes leerán este correo, pero estoy listo para empacar las maletas y manejar a dondequiera que me digan.".
Huey fue a Canadá y le explicó al camarógrafo que lo acompañó: "Pienso que lo que hacen es inmoral, que no es justo. Dado que Bush violó el derecho internacional, todo soldado tiene la responsabilidad de oponer resistencia".
También dijo que las fuerzas armadas no quieren permitir que los soldados que regresan de Irak se pongan en contacto con los que están a punto de ir. Disclosure lo resumió así: "Se enteró de que en Irak los soldados sufren de enfermedades incurables de la piel por los jejenes. Ambos lados sufren por el uranio agotado, cuyas consecuencias perdurarán después de la guerra. Hay rumores de que algunos soldados han muerto de deshidratación por falta de agua.
"La moral está por los suelos y el nivel de suicidios está en ascenso. Muchos Humvees no tienen suficiente blindaje, como el que iba a manejar Huey. Pero lo más diciente es que no han encontrado las armas de destrucción masiva".
Los soldados de la reserva han desempeñado un papel más importante en Irak que en cualquier otra ofensiva militar yanqui. Resienten el largo período de servicio y que han perdido trabajos o negocios en Estados Unidos. Jason Cheney es un cabo de la Infantería de Marina que solicitó que lo declararan objetor de conciencia.
Cheney escribió en una carta abierta: "En enero enviaron mi unidad de la reserva, el cuarto batallón anfibio de Tampa, Florida, a participar en la `Operación Libertad Iraquí'. (¿Se la llamaba así en ese tiempo? Bueno, eso es harina de otro costal). El día de mi salida le dije al comandante que no iba a participar en esta guerra. Me miró un poco extraño pensando en lo que le había dicho. ¡Hasta se rascó la cabeza, como en una película! Lo dije con tranquilidad, pero en realidad tenía mucho miedo. Al comienzo sentía humillación, pero me di cuenta de que hacía algo justo y esperaba que algunos de los que se burlaban de mí se me unirían más tarde.
"Es difícil explicar a los que no lo han vivido cómo el Ejército le entra a uno a la cabeza. Nos entrenan desde el comienzo a no desobedecer órdenes y a hacer lo que nos mandan hacer, ¡ya! Uno aprende a tener miedo de los superiores y a complacerlos. Así que admitir que no está de acuerdo con ellos es como tirarse en un foso de serpientes. Uno trata de no causar problemas hasta que ocurra algo tan importante que no se puede pasar por alto".
A Cheney lo enviaron a Nueva Orleans. Dice que al comienzo estaba solo, pero "a los tres días mis plegarias fueron escuchadas. Llegaron el soldado Alhassan, el cabo Nuniyants y el cabo Walz. Todos eran objetores de conciencia. Inicialmente no tenían confianza en mí, pero después de 30 minutos nos hicimos buenos amigos. Durante las próximas semanas llegaron más objetores de conciencia, un total de 27. No todos éramos amigos, pero ahora quisiera que nos hubiéramos acercado más. Incluso llegó un sargento de una unidad de la reserva de Nueva York. Nos mantuvimos firmes durante toda la dura prueba y aun hablamos mucho.
"A fin de cuentas todos los niveles rechazaron mi solicitud hasta el comandante y me enviaron de nuevo a mi unidad a finales de agosto. Tengan presente que estos marines acababan de regresar de Irak y que habían perdido un combatiente, así que no les alegró verme. Me dieron los trabajos más sucios, como limpiar el aceite de las rampas. Me llamaban mentiroso, cobarde, estafador, pendejo, etc. Ahora soy experto en limpiar los cuartos de baño. Esperaba que me desmovilizaran.
"Un día el sargento me preguntó: `Cheney, si nos vuelven a movilizar, ¿qué vas a hacer?'. Le contesté: `Lo mismo que ahora, sargento'...
"Ahora hace cinco meses que no me han llamado. Espero que hagan lo necesario para darme de baja. Hubiera preferido que me declararan objetor de conciencia y me dieran de baja con honor, pero me darán de baja sin honor. No siento lo que hice. Fue la mejor decisión que he tomado. Defendí mis creencias y eso requiere más valentía que simplemente obedecer órdenes.".
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Hace poco en una reunión pública George Bush contó chistes sobre las armas de destrucción masiva. Fue un atroz despliegue de arrogancia imperialista. Miles de personas han muerto en esta guerra y la vida de un sinnúmero más está hecha añicos, y Bush cuenta chistes acerca del falso pretexto con que atacó a Irak. Dado el desdén que el gobierno tiene por la vida, no debe sorprender que el 70% de los soldados dicen que la moral está muy baja o que hay muchos suicidios. Son consecuencias para los soldados del montón de mentiras con que justificaron la guerra.
El 20 de marzo más de mil personas protestaron contra la guerra en la base del Ejército Fort Bragg, de Fayetteville, Carolina del Norte. Hablaron familiares de soldados y de unos que murieron en Irak. Según unos informes, en el público había jóvenes con el pelo al estilo militar. El clima de guerra imperial y represión en Estados Unidos ha suscitado una contracorriente. A la cultura de guerra se le enfrenta una cultura de resistencia a las guerras injustas. Los que han mandado a pelear y morir con un montón de falsos pretextos están buscando la verdad y descubriendo la conciencia. Encuentran redes clandestinas y una comunidad de amigos y aliados que los apoyan cuando se niegan a pelear. ¡Es de esperarse que se les unan más soldados y que encuentren más apoyo!