Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

El legado de Yasir Arafat

Obrero Revolucionario #1260, 28 de noviembre, 2004, posted at rwor.org

Yasir Arafat, líder del pueblo palestino desde hace muchos años, murió en París el 11 de noviembre a la edad de 75 años. Se enfermó en Ramalla (Cisjordania), la sede de la Autoridad Palestina, donde las fuerzas de ocupación israelíes lo tenían preso desde hace más de dos años, y viajó a Francia a recibir tratamiento médico. Cuando murió era presidente de la Autoridad Palestina y del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina.

Arafat nació en 1929; no se sabe con precisión dónde: quizás en El Cairo, Egipto, en Gaza o en Jerusalén. Era el quinto de siete hijos de un comerciante palestino. Su padre murió en la guerra de 1948, cuando se fundó Israel en territorio robado de los palestinos con la ayuda de las potencias imperialistas.

Los palestinos llevaban siglos viviendo en Palestina (Cisjordania, Gaza y todo lo que hoy es el estado de Israel) hasta que una campaña de genocidio por los sionistas explulsó a centenares de miles en 1948. En los años siguientes, Israel siguió expandiéndose por medio de la guerra. Israel sirve de base para el imperialismo yanqui en el Medio Oriente y otras partes del mundo, y recibe miles de millones de dólares de ayuda al año. (Se pueden leer más detalles sobre la historia de Palestina e Israel en "Palestina: Una historia de ocupación y resistencia" en el número de la semana pasada).

En 1969 la primera ministra israelí Golda Meir dijo: "El pueblo palestino no existe". Pero la verdad es que la valiente y justa lucha del pueblo palestino ha sido un faro para los pueblos de todo el mundo. Arafat ha sido el principal líder y símbolo de esa lucha, que se ha librado en una situación sumamente difícil contra enemigos poderosos y crueles. Como dice el siguiente artículo del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar: "El Arafat al que honraban los palestinos era el hombre que encabezó la primera resistencia palestina armada a Israel, el hombre una vez conocido por la consigna `revolución hacia la victoria’, un símbolo de un pueblo que se suponía no debía existir y de una lucha por sus derechos como pueblo que nunca ha parado".

Igual que en la vida de cualquier figura histórica compleja, se pueden sacar muchas lecciones de la vida de Yasir Arafat, si uno quiere saber la verdad y admira la causa de los oprimidos. lo que no se aplica para nada a los buitres que detentan el poder en Washington, Tel Aviv o El Cairo. Al hacer un balance de su vida, los comentaristas occidentales lo llaman un "obstáculo a la paz". Pero la "paz" a la que se refieren es más bien la capitulación al gobierno y la dominación de Israel y el imperialismo. Esta posición manifiesta la misma arrogante actitud colonialista de siempre hacia los palestinos y no nos dice nada sobre la compleja historia de un hombre que, con osadía, exhortó a los palestinos a la lucha armada, pero después se vio más y más restringido por su propia ideología, su punto de vista pragmático y el marco del nacionalismo. y atrapado por la política imperialista.

El estado de Israel desempeña un importante papel estratégico en la campaña de guerra y dominación global de George Bush, así que la resistencia de los palestinos es un "obstáculo" mayor que nunca a las metas imperialistas. La muerte de Arafat representa una importante coyuntura en la lucha palestina y plantea grandes interrogantes sobre el camino hacia la liberación.

15 de noviembre de 2004. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Al aterrizar el 12 de noviembre en Ramalla, Cisjordania, el helicóptero con el cadáver de Yasir Arafat, decenas de miles de palestinos treparon los altos muros del complejo, rompieron el cerco policial y transformaron el entierro en una conmemoración de Abu Ammar, el nombre de guerra del joven Arafat, y de la causa palestina.

Muchos palestinos de todas las edades fueron al entierro caminando buena parte del día desde todas partes de Cisjordania para esquivar los retenes israelíes. Lloraban y disparaban al aire en señal de respeto, duelo y resolución de continuar la lucha. La pasión contrastó con el funeral oficial frío y apagado realizado en El Cairo ese mismo día en presencia de los monarcas árabes y presidentes por herencia y estadistas de bajo rango de los gobiernos occidentales que les dictaban qué hacer. Se dieron tumultuosas escenas de duelo en Gaza, cuyos habitantes, encerrados por la ocupación sionista, no podían ir al entierro en Cisjordania.

Lo enterraron al pie de los árboles en el predio de la Muqata, el complejo de oficinas de Arafat en que los israelíes lo mantuvieron enterrado en vida durante dos años y medio. Llenaron la tumba con tierra de Jerusalén en rechazo a la ocupación israelí de la capital de Palestina. Incluso después de muerto, los vengativos israelíes le negaron permiso para entrar a la ciudad.

El Arafat al que honraban los palestinos era el hombre que encabezó la primera resistencia palestina armada a Israel, el hombre una vez conocido por la consigna "revolución hacia la victoria", un símbolo de un pueblo que se suponía no debía existir y de una lucha por sus derechos como pueblo que nunca ha parado.

Aunque vaciló y luego abandonó la resuelta oposición a Israel que lo convirtió para mucha gente en el padre del nacionalismo palestino, los sionistas y los imperialistas lo odiaban porque él jamás hincó lo suficiente la rodilla. Los últimos dos primeros ministros sionistas amenazaron públicamente con mandarlo asesinar y, cuando la ONU respondió aprobando una resolución contra su asesinato, estados Unidos la vetó.

De joven le dieron el apodo de Yasir, o "Relajado". Recuerda cuando los soldados británicos tumbaron la puerta de su casa en Jerusalén y apalearon a su tío. A los 16 ó 17 años, participó en el contrabando de armas a Palestina. En 1948, cuando los británicos se retiraron de Palestina, los sionistas invadieron la mayor parte de las tierras asignadas al estado palestino por la ONU y expulsaron del nuevo estado de Israel a la abrumadora mayoría de la población palestina, hecho que los palestinos llaman la Nakba o "catástrofe". A los 19 años, combatió en esa guerra. Después, relató que cuando los ejércitos árabes entraron a Gaza contra los invasores israelíes, "un oficial egipcio se acercó a mi grupo y exigió que entregáramos los fusiles... objetamos... pero en vano... en ese momento, tomé conciencia de que esos gobiernos nos habían traicionado".

En ese entonces, los palestinos no tenían organizaciones políticas ni militares. En 1958, Arafat co-fundó Fatah ("Victoria"), una organización clandestina para la liberación de Palestina. Luego, llegó a ser dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina, u OLP, una coalición de grupos controlada hasta ese entonces por los gobiernos árabes a fin de controlar a los palestinos.

En 1967, Israel asestó un duro golpe a estos gobiernos lanzando la "Guerra de Seis Días" y se apoderó de las últimas tierras palestinas de Cisjordania y Gaza, y la Meseta de Golán de Siria. El golpe "preventivo" israelí constituyó tanto un enorme robo de tierras como un mensaje a los palestinos y otros árabes de que era inútil oponerse al sionismo. Ante tal situación, Arafat propuso que, en lugar de apoyarse en los ejércitos de otros gobiernos, los palestinos podrían liberarse mediante su propia lucha armada. Disfrazado de pastor o de señora con bebé, Arafat recorrió el territorio recién ocupado por los israelíes y organizó la lucha.

Ante ataques del ejército israelí en la aldea cisjordana de Karameh, una unidad de Fatah, con poco armamento y elementos, rechazó a los temidos tanques y le hizo retirarse a los sionistas. Fue la primera victoria militar árabe contra Israel. Arafat decía que la lucha armada continuaría hasta la liberación de toda Palestina, con el programa de destruir el estado sionista y establecer un estado laico plurinacional en que ningún grupo oprimiría a otro. Esta demanda democrática justa se granjeó el apoyo de gran parte de los pueblos del mundo.

En 1973, mientras guerras y levantamientos revolucionarios sacudían al mundo entero, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que decía que el sionismo eran una forma de racismo y defendía el derecho de los palestinos a la autodeterminación. Arafat habló ante la Asamblea con una funda de revólver en la cintura y una rama de olivo en la mano. Dijo: "No dejen que se me caiga el ramo de olivo de la mano".

En ese momento, la funda estaba vacía y era el arma la que caía de la mano de Arafat. Tras la recuperación parcial de los ejércitos árabes en la guerra de 1973 y las negociaciones entre esos gobiernos e Israel patrocinadas por Estados Unidos, se dice que Arafat cambió de posición. Pensaba que con la ayuda de la Unión Soviética y ciertos gobiernos árabes, sería posible obligar a Israel a pactar un acuerdo con los palestinos y aceptar un estado palestino al lado de un estado sionista. Decía que sería una "etapa" en la lucha a largo plazo para la liberación de Palestina. Estaba equivocado por dos razones: la Unión Soviética (entonces socialista de palabra pero con un sistema socialimperialista) y los reaccionarios gobiernos árabes obedecían sus propios intereses y traicionaban a los palestinos, e Israel no estaba dispuesto a aceptar un "miniestado" palestino.

Cientos de miles de palestinos expulsados de Jordania en 1970 por el ejército del rey Hussein se unieron a los refugiados palestinos en El Líbano, donde la OLP estableció un cuartel general. Después de la invasión israelí de 1982 y las masacres israelíes en los campamentos de Sabra y Chatila, y el reparto del país entre Israel y el estado clientelar soviético, Siria, la OLP tuvo que buscar refugio en Túnez.

De nuevo, la lucha palestina entró a una etapa difícil y de nuevo se revivió. En 1987, estalló la "intifada". Los jóvenes de Palestina no claudicaron y, con piedras en mano, se alzaron contra los soldados de la ocupación en Cisjordania y Gaza. Los israelíes respondieron deteniéndolos, rompiéndoles las manos y brazos y, con frecuencia, balaceándolos.

En 1988, Arafat presentó ante la ONU un mensaje muy diferente: reconoció el derecho de existir de Israel y denunció la lucha armada contra los sionistas. Pensaba que con una combinación de la intifada y presiones de Estados Unidos, podría obligar a Israel a negociar. Estados Unidos tomó en serio las negociaciones sólo después del hundimiento del bloque soviético.

Por 15 años, Estados Unidos, cuyo apoyo militar, económico y político es el principal sostén del estado sionista, prohibió negociaciones con Arafat. Temía que un "miniestado" palestino beneficiara a los imperialistas soviéticos en la rivalidad por el control del Medio Oriente. En 1993, Estados Unidos hizo una movida que confundió y despistó a muchas personas: fraguó un acuerdo entre el gobierno israelí y la OLP. Arafat aceptó el acuerdo públicamente estrechando la mano del primer ministro israelí Yitzak Rabin y el presidente yanqui Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca.

El ejército israelí se retiró de Ramalla y Gaza. Arafat y la dirección de la OLP recibieron permiso de volver y establecer una organización con ciertos atributos de gobierno, la Autoridad Palestina.

En los "años de Oslo", el "proceso de paz" que duró de 1993 a 2000, la Autoridad Palestina cooperó de cerca con la CIA y la policía secreta israelí Shin Bet para reprimir la resistencia antisionista en Cisjordania y Gaza, dizque para salvaguardar este proceso, mientras que Israel lo socavaba constantemente. Con dinero estadounidense, Israel importó a casi un millón de inmigrantes rusos y los declaró judíos. Las niveladoras y soldados israelíes destruían a diario las casas de los palestinos y muchas aldeas enteras. Construyeron en su lugar colonias sionistas en Cisjordania y Gaza y las conectaron con una red de carreteras. No permitieron que los palestinos las utilizaran. Poco a poco, expulsaron a los palestinos de sus tierras. Cortaron los ramos de olivos centenarios y se robaron el agua. En lugar de detener la entrada de colonos hacia Cisjordania, como se había acordado, duplicaron la población de colonos. Jerusalén pasó a ser sionista en los hechos, aunque se supone que eso era tema de negociaciones.

En 2000, Estados Unidos e Israel pensaban que habían debilitado tanto a los palestinos que éstos tendrían que aceptar lo que se llamaba una "victoria total": a cambio del reconocimiento israelí de una especie de estado palestino en una parte de Cisjordania y Gaza (que representa solamente el 22% del territorio original palestino), pidieron que Arafat firmara un tratado para abandonar para siempre las demás demandas nacionales palestinas: o sea, la mayoría de los reclamos de las tierras que se robaron los colonos sionistas en contravención de los acuerdos de Oslo, el derecho de los refugiados palestinos expulsados a volver a su tierra (que supuestamente garantizan el derecho internacional y la ONU) y toda aspiración a recuperar una parte de Jerusalén. Las charlas de paz fracasaron.

En ese momento estalló la segunda intifada. Un asesino judío había asesinado a Rabin. El dirigente israelí Ariel Sharon montó una provocación en un centro religioso compartido por judíos, musulmanes y cristianos en Jerusalén como último golpe de subyugación de los palestinos. Los soldados israelíes volvieron a Gaza y se apoderaron de Cisjordana, mataron a tres mil palestinos y metieron presos a siete mil más. Sharon dijo que Israel tuvo que hacerlo porque "no tenemos ningún socio de paz". Aunque los palestinos eligieron por gran mayoría a Arafat como presidente de la Autoridad Palestina, George W. Bush pidió su destitución en nombre de la "democracia".

Mucho antes de la muerte de Arafat, Estados Unidos e Israel buscaban imponer sus propios consentidos a la cabeza de la Autoridad Palestina, Fatah y la OLP. Mientras Arafat agonizaba en un hospital parisino, los politicastros proyanquis, con entusiasmo y sin respeto, demandaban el control del cadáver y de su legado político, incluso antes de que se muriera. Eso también fue motivo de dolor en el entierro.

Se dice que Arafat era una figura trágica, un hombre que de joven era un querido guerrillero pero que, a diferencia de tantos otros hombres de su generación, acabó siendo un estadista fallido sin estado. Pero Arafat no tuvo ninguna falla especial que lo distinguía de los demás estadistas.

En los años de auge de la OLP, varios frentes de diversos países tenían una estrategia que buscaba presionar mediante la lucha armada por objetivos que no incluían derrotar al enemigo en el campo de batalla y usaban el apoyo de una potencia imperialista contra otra, con frecuencia los imperialistas soviéticos contra los estadounidenses. Tenían el objetivo político fundamental de asestar golpes fuertes al imperialismo yanqui sin consumar una revolución social cabal. Si bien la China revolucionaria, Mao y la guerra revolucionaria pesaban en los años 1960 y 1970, las diversas clases y las organizaciones que representaban subieron al escenario mundial con distintos objetivos.

Tras el hundimiento del bloque soviético, algunas fuerzas aceptaron un mundo al mando de Estados Unidos, por ejemplo, las luchas armadas de América Central y el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica. Lo que Palestina tiene de especial es que Israel sigue pesando en los planes yanquis para dominar el Medio Oriente en tanto puente de playa crucial hacia la dominación del mundo y los palestinos continúan su inquebrantable resistencia. Estados Unidos logró desmantelar el estado de apartheid de los colonos blancos en Sudáfrica, integrar como socio menor a la nueva burguesía africana en la explotación del pueblo y darle a Nelson Mandela un país que gobernar. En las actuales condiciones, es poco probable que Estados Unidos reestructure las relaciones de poder de modo que desmantele en grado importante el estado colono sionista que tanto sirve de avanzada armada contra los árabes y sus rivales europeos. Lo que ofrece la "hoja de ruta" euroyanqui, a pesar de que Israel jamás ha acatado los acuerdos, es la condición jurídica que los negros tenían en los bantustanes de Sudáfrica, es decir, los "miniestados" títeres para los africanos establecidos por el régimen del apartheid: economía truncada, fuerzas armadas insignificantes, ningún poder político.

Esta situación se evidencia en la implacable construcción del Muro y la violencia que Israel desata contra las protestas no violentas de los palestinos y hasta judíos contra el Muro... a pesar de la "hoja de ruta", de los fallos de los tribunales internacionales, de la ONU, de la opinión pública mundial. Cuando los israelíes discuten en público el "traslado", o sea, el traslado forzoso de todos los palestinos, entre ellos los ciudadanos israelíes, de todos los territorios que dicen son parte de Israel, ¿no es una señal de que están subiendo las apuestas aún más en la lucha de liberación de los palestinos?

Con Arafat no se enterró la idea de buscar avances para el pueblo en colaboración con los opresores, porque siempre habrá nuevas fuerzas dispuestas a compartir el poder, tales como las organizaciones islámicas a que Israel y Estados Unidos anteriormente apuntalaban en contraposición a la OLP laica. Si más personas pudieran comprender en teoría y en práctica que es posible lograr otra cosa, tales objetivos limitados no tendrían tanta acogida.

Si se plantea la idea de que en el mundo de hoy los palestinos no pueden derrotar en el campo de batalla a los sionistas apoyados por Estados Unidos y que por eso deben aceptar cierto grado de opresión, la claudicación podría parecer más "realista". De otro lado, millones de palestinos no están dispuestos a aceptar ese argumento ni rendirse y prefieren correr el riesgo de morirse, porque Israel no les dará una vida digna. Se perfilan otras posibilidades más luminosas si vemos a los palestinos en el contexto de la dinámica explosiva potencial de la región en que desde hace mucho tiempo han sido un faro para todos los pueblos, aunque existan dificultades muy concretas.

En la primera guerra del Golfo, cuando ningún gobierno apoyaba a Arafat, éste respaldó a Saddam Hussein. Si bien, como mucha gente más, lo decepcionó profundamente que Saddam no opusiera resistencia a Estados Unidos, en un sentido hoy el pueblo iraquí está acudiendo al rescate de los palestinos librando una guerra contra los invasores yanquis, los mismos que apuntalan a Israel. Hoy, la resistencia iraquí es el mayor obstáculo a los planes yanquis en la región y en el mundo, y en gran medida se inspira en la lucha palestina y se vincula con ella de muchas formas. Lo mismo se puede decir en el caso de las luchas de los cientos de millones de otras masas mesorientales gobernadas por reaccionarios gobiernos dependientes de Estados Unidos y el Occidente, países en que por tantos años no parecían operarse cambios. Los pueblos de todo el Medio Oriente lloraron por Arafat de una manera con que ningún jefe de estado de la región jamás haya soñado siquiera, por tanto odio que inspiran. Los yanquis jamás ayudarán de buena gana a los palestinos, tal como estos en su mayoría están muy conscientes. De otro lado, pueden contar con que Estados Unidos provoque más trastornos en la región y en el mundo en que han estado enterrados con vida por más de medio siglo. Lo que nacerá de esta situación está por escribirse.