Obrero Revolucionario #1269, 27 de febrero, 2005, posted at rwor.org
A las 4 de la madrugada, solo, en la oscuridad, en el asiento delantero de un coche, un muchachito murió en medio de una ráfaga de balas. A escasos metros del coche un policía racista desenfundó y disparó cinco tiros y, enseguida, cinco más. El joven Devin Brown recibió la mitad de las balas. En cosa de segundos estaba muerto. Tenía 13 años.
El incidente que cobró la vida del joven negro que cursaba octavo año transcurrió en menos de cinco minutos. La policía dice que se puso a perseguir el Toyota Camry en que iban Devin y otro joven porque creía que el conductor estaba borracho. Lo persiguió por tres o cuatro minutos (unas cuantas millas) hasta que chocó contra la cerca de una llantera en la calle 83 y la avenida Western de Sur Centro, Los Ángeles. Según la policía, un joven se bajó del coche y echó a correr. Devin quedó solo y, en segundos, un agente se bajó de la patrulla y abrió fuego. Disparó a lo loco. ¡La mitad de las balas le dieron a la misma patrulla! La policía dice que el joven echó en reversa el coche, un coche compacto pequeño, y chocó contra la patrulla, y que el agente disparó "por temor de que lo mataran a él".
"Lo asesinaron dos veces", le dijo al OR un amigo de la familia de Devin. Además de matarlo a sangre fría, lo pintaron como un tipo peligroso. Dijeron que conducía un carro robado (aunque no tenían información sobre el carro cuando le dispararon). El jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), William Bratton, dijo que fue una "persecución de alta velocidad", pero en realidad no sobrepasó 40 ó 50 millas por hora. Dijo que los agentes estaban en peligro por "fuego cruzado", aunque Devin no tenía arma alguna. ¡Eran sus propias balas!
La policía no dudó en robarle la vida a Devin Brown; es algo común, casi rutinario: perseguir, parar, disparar. "Otro asesinato policial sin razón", dijo el reverendo Andrew Robinson-Gaither de la iglesia Faith United Methodist. "Como que les da gusto apagar la vida de nuestros jóvenes. No nos valoran".
Pero para su familia y los que lo conocían, Devin Brown valía muchísimo. "Era muy tierno", dijo una maestra, "un niño inocente, muy lindo". Dijo que era su favorito de la clase de historia, aunque como todos los muchachos de su edad, a veces se interesaba más en las niñas y los deportes que en los estudios. Le encantó la película "Remember the Titans" (sobre la integración racial del equipo de fútbol americano de una prepa) y recitaba escenas enteras. La maestra lo llamaba "Reverendo", por su personaje favorito de la película.
La tía de Devin le dijo al OR : "Era simpático, bien educado. Todo niño pasa por malas rachas. Acababa de perder a su papá el año pasado. Todo niño tiene tribulaciones. Ninguno es perfecto. Pero sacaba muy buenas notas en el colegio".
Su padre, Charles Brown, dejó su trabajo de construcción y empezó a trabajar para el sistema escolar porque quería pasar más tiempo con la familia. A Devin lo destrozó su muerte a causa de una enfermedad respiratoria. Faltó mucho a clases, pero recién empezaba a recuperarse.
Imitaba a personajes de televisión y comerciales, y hacía reír a sus compañeros. Le decían "Willie B", y así le pusieron en una manta que todos firmaron y colgaron en una ofrenda de la 83 y Western. Escribieron: "Ahora descansa que nosotros nos encargamos de lo demás", "Te quiero", "Es una canallada".
El asesinato prendió un fuerte enojo e indignación en todo Los Ángeles, que se plasmó en la esquina donde lo mataron. A partir del domingo, empezaron a llegar conocidos con carteles y flores. Dejaron más de 200 velas, además de animales de peluche, juguetes y notas. Los vecinos se reunieron ahí el lunes, la calle todavía manchada de sangre, y reclamaron a gritos a cuanta patrulla pasaba.
Un niño y una niña de 13 años se presentaron el martes. "No es bueno que sigan matando chamacos. Tiene que parar", dijo ella. "Me da tristeza y coraje. Tenía apenas 13 años, igual que yo". Acudieron los compañeros del salón y chicos mayores.
Los vecinos no se tragaron la versión oficial; por ejemplo, dudan que mandaran a Devin bajarse del coche antes de abrir fuego e incluso dudan que él iba manejando. El reverendo Meri Ka Ra Byrd del Centro de Espiritualidad Africana KRST le dijo al OR : "Me da mucho coraje que el policía persiguiera el coche varias millas y no se diera cuenta de que lo conducía un niño. Aprovechó la situación para abrir fuego, matar, acabar con una vida. Es otra prueba más de que vivimos en una sociedad racista".
Todo mundo conoce muy bien las mentiras que echa la policía para tapar sus fechorías: "Hizo un movimiento para sacar algo de la cintura", "Hizo un gesto amenazante". Otro pretexto: "Echó el vehículo en reversa hacia la policía". Eso dijeron hace un año cuando mataron a Nicholas Killinger frente a la prepa Santa Monica. En noviembre de 2002, dos semanas después de que William Bratton asumió el cargo de jefe de policía, la policía mató a cuatro personas en dos días. En dos ocasiones dijeron que el vehículo echó reversa hacia la policía, pero los testigos dicen que fueron asesinatos a sangre fría.
¿A qué venía la policía? ¡Al carajo con su pinche lema de "servir y proteger"! Si esa fuera su intención, habrían encontrado otra manera mil veces mejor de solucionar el problema. ¿Cómo lo manejaría el proletariado? La historia demuestra que cuando el proletariado tiene el poder pone por encima de todo la vida de las masas, pero cuando la burguesía tiene el poder el papel de la policía es sembrar terror y matar a las masas a sangre fría sin ninguna provocación ni ninguna necesidad, precisamente porque cuanto más indiscriminado es el terror, más asusta.
Bob Avakian comenta el asesinato policial de Tyisha Miller.
("Valorar la vida de las masas vs. matarlas sin sentido", OR No. 1255)
"Los que están aquí alzando la voz por mi hermanito darían la vida por él mucho antes que la policía".
El hermano de Devin Brown se dirige a una multitud
que reclama el asesinato policial de su hermano
El martes 8, de 300 a 400 personas de todo sector de la comunidad negra se dieron cita. Al mitin convocado por reverendos y otros acudieron choferes de camión, estudiantes, familiares, vecinos, maestros y compañeros de escuela. La secretaria de gerencia de una corporación dijo que sintió el deber de estar presente. Asistieron Norma y Norberto Martínez, los padres de Gonzalo Martínez, asesinado por la policía hace tres años en la ciudad de Downey. Un vecino dijo de la multitud: "Es una fuerza muy pujante y les duele hasta el alma".
Los que salían del trabajo se sumaron a la protesta; se volcaron a la calle y marcharon a la iglesia Bethel AME cuatro cuadras al norte. Corearon: "¡Sin justicia no hay paz!" y "¡No maten a nuestros niños!".
Los policías acordonaron varias cuadras alrededor. Pero muy conscientes de la ira que han prendido, ni se asomaron aunque la protesta no tenía permiso.
Una joven negra alzó el collage que hizo esa mañana: dos fotos de linchados, uno colgado de un árbol y otro de la Estatua de la Libertad, con las palabras: "Mata o te matan. Made in Amerikkka". Dijo: "Como que nos quieren enseñar: `Miren lo que pasa si se salen de su lugar'". Agregó: "Soy una persona pacífica, pero sin una revolución nada va a cambiar".
"El sistema no sirve", le dijo al OR un negro de unos 30 años. "Ya pedimos justicia a través del sistema, ¡y de plano no sirve!Incluso cuando lo han filmado, no hay justicia. ¡Carajo! ¡No hay de otra! ¡Es guerra!"
Primero las autoridades cubrieron de fango el buen nombre de Devin y después "pidieron disculpas" con mucha fanfarria. El jefe de la Comisión de Policía y el alcalde se disculparon y lamentaron la "tragedia". Se comprometieron a cambiar las normas del LAPD y prohibir que disparen a vehículos. Pero no han acusado a los policías que lo mataron; incluso ¡han tenido las agallas de decir que la "tragedia" los afectó mucho!
Tras el incidente, el jefe de la policía y el alcalde pidieron al Consejo Municipal dinero para poner más policías. El jefe de policía, William Bratton, dijo: "Con cada incidente se corre peligro de que la ciudad estalle otra vez, como ha sucedido en más de una ocasión". Las rebeliones de Watts (1965) y Los Ángeles (1992) las prendió la brutalidad policial. Incluso después de que el LAPD anunció que cambiará las normas, Bratton dijo: "Estos incidentes no van a desaparecer de la noche a la mañana".