Issue and Date


Revolución #127, 20 de abril de 2008

Número actual  |   Números Anteriores  |   Bob Avakian  |   PCR  |   Temas  |   Comunícate

Dos puntos de vista sobre Espartaco

El papa Benedicto XVI llegará a Nueva York en el momento preciso en que el partido estará haciendo una campaña para darle publicidad al nuevo libro de Bob Avakian Away With All Gods! Unchaining the Mind and Radically Changing the World (¡Abajo todos los dioses! Desencadenar la mente y cambiar radicalmente el mundo). En otra coincidencia más, tanto Benedicto en su última encíclica y Avakian en su nuevo libro ponen el ejemplo de Espartaco y lo contrastan con lo que representan Jesús y el cristianismo.

Es sumamente interesante —y vale la pena— ver la profunda diferencia entre cómo Benedicto trata el tema, por un lado, y cómo lo trata Avakian, por el otro, y que representan dos mundos y dos cosmovisiones fundamentalmente opuestos.

Primero de Benedicto:

“El cristianismo no trajo un mensaje de revolución social como el del infortunado Espartaco, cuya lucha llevó a tanto derramamiento de sangre. Jesús no era Espartaco, no libró una lucha por la liberación política. Jesús… trajo algo totalmente diferente: un encuentro con el Dios viviente y así un encuentro con una esperanza más fuerte que el sufrimiento de la esclavitud, una esperanza que por lo tanto transformó la vida desde adentro, incluso si las estructuras externas quedaron sin cambiar”.

Ahora Avakian:

“¿Por qué es que la cruz asociada con Jesús, y la crucifixión de Jesús que esa cruz representa, es un icono central y un punto de referencia (y reverencia) muy importante en esta sociedad, pero la cruz en que crucificaron a Espartaco no desempeña ese papel? De hecho, mucha gente no sabe a lo que me refiero cuando hablo de Espartaco. Espartaco fue un esclavo que, menos de un siglo antes de la época de Jesús, dirigió una rebelión de esclavos en el imperio romano que estremeció al imperio hasta sus cimientos antes de ser ahogada en sangre. Y, como consecuencia de esa derrota, a Espartaco y a miles de sus seguidores los crucificaron en cruces, a lo largo de una carretera que se extendía por kilómetros desde Roma hacia las provincias. ¿Por qué no es esa cruz y esa crucifixión un gran símbolo en nuestra sociedad, y por qué no lo es en otras sociedades del mundo actual? La respuesta es sencilla y básica: porque lo que representa Espartaco, aun tras su derrota —o sea, la rebelión de los esclavos— no es algo que las clases dominantes de las sociedades en que vivimos, y las clases dominantes a través de los tiempos, han querido promover. Sí, hicieron una película acerca de Espartaco, pero eso no es nada en comparación con la descarga continua de propaganda acerca de Jesús, la vida de Jesús, y la crucifixión y supuesta resurrección de Jesús. Porque repito, los que nos dominan no quieren que tengamos símbolos que hacen pensar en la rebelión de los esclavos. Quieren que creamos que tales rebeliones no tienen sentido y que estamos destinados a vivir y tenemos que vivir de la manera en que vivimos porque así lo quiso dios, así es cómo dios hizo el mundo y lo único que se puede hacer es aceptar la voluntad de dios”. [Away With All Gods, pp. 53-54]

Y más adelante, hablando del papel de la religión de proveer una esperanza falsa, Avakian escribe:

“Mucha gente, que piensa que sus esperanzas de una vida mejor en este mundo han quedado aplastadas, recurre a esperar tener un futuro mejor en otra existencia futura, y busca organizar su vida en torno a prepararse para esa supuesta ‘vida futura’. El problema, una vez más, es que ese es un espejismo. Y esa búsqueda de la felicidad, o el alivio del sufrimiento de esa manera, no puede darles la satisfacción que busca. Como un narcótico, el alivio o evasión que provee ese tipo de creencia religiosa nunca es suficiente. Siempre se necesita otra dosis y esto se convierte rápidamente en otra cadena que agobia a la gente.

“Y más fundamentalmente, el punto es que no queremos —y, más allá de eso, ya no necesitamos— estar presos en un mundo cruel. Necesitamos y podemos forjar en los hechos un mundo con corazón: un mundo libre de la opresión y miseria que se impone y hace cumplir a través de la manera en que la sociedad está estructurada y controlada. Un mundo en el que la gente deje de pensar en otros —y deje de tratarse— como meros objetos para usar y sacar ganancias. La religión, por lo menos como la practica hoy la gente más compasiva y progresista, puede tener la meta de dar consuelo —un bálsamo para la gente en agonía y que sufre—, pero podemos forjar en los hechos un mundo en que la gente deje de necesitar ese tipo de consuelo, porque se ha eliminado y arrancado de raíz para siempre la pobreza y la opresión, y todo el sufrimiento innecesario que conllevan, junto con las ideas y la cultura que los refuerzan.

“Pero para hacer eso, tenemos que encarar a la realidad tal y como es. Tenemos que responder a la realidad y transformarla, tanto la realidad de la sociedad humana como la de la naturaleza, con un punto de vista y método científicos conscientes y consecuentes. Y el punto es que: por primera vez en la historia humana, existe la posibilidad de hacer eso. Medidas contra eso, la doctrina y tradición religiosas, y la manera religiosa de concebir la realidad, se quedan cortas—y, de hecho, nos apartan de lo que, por primera vez, es una posibilidad para la humanidad”. [pp. 224-25]

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond