Phillip Watts
Obrero Revolucionario #1270, 13 de marzo, 2005, posted at rwor.org
Homenaje a MN con motivo del Día Internacional de la Mujer y reflexiones sobre el potencial de las masas. (Hemos cambiado los nombres)
Un domingo caluroso de Los Ángeles fuimos al apartamento de Mary, en un multifamiliar. Marcus, un extraordinario chavo de 10 años, era nuestro guía. No era pariente de Mary, pero él y su hermano menor estaban viviendo con ella mientras pasaba la tormenta en su hogar. Marcus y su hermano se llevaban bien con los hijos de Mary y él quería que la conociera. Varios camaradas de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria (BJCR) y del Partido Comunista Revolucionario (PCR) conocimos a Marcus y su hermano menor poco después de que la policía los detuvo y los encañonó una noche que iban para la casa. Pero ese es un asunto aparte.
Por la puerta alcancé a ver un enorme boquete en el techo del apartamento de Mary. "¿Qué pasó?", pregunté. "La pinche tubería se rajó y mojó todo", me contestó. Ya llevaba dos semanas esperando que la repararan.
Ese día me enteré de que Mary tenía 11 hijos, y que 10 (8 niños y 2 niñas) vivían con ella. Así y todo les abrió la puerta a Marcus y su hermanito. A lo largo de los años llegué a conocer el nombre de todos sus hijos y a dos de ellos muy bien. También conocí a Mary y adquirí mucho respeto por ella.
No sabía de ella desde que me mudé de Los Ángeles hace varios años, hasta que hace poco, tomando café con un camarada, me enteré de que Mary había fallecido por problemas de salud. Qué difícil es aceptar la muerte, especialmente cuando se trata de alguien que uno lleva en el corazón, y alguien tan joven y con tanto potencial revolucionario.
Sin lugar a dudas Mary era una luchadora. Recuerdo la noche cuando la entrevistamos para recopilar información para el Borrador del Programa del PCR. En ese entonces era ayudante de enfermería y trabajaba dos turnos para mantener a la familia. Quería estudiar para ser enfermera graduada y ganar el doble de lo que ganaba. Por eso había solicitado ayuda financiera del gobierno, por medio de un programa que se llama GAIN, pero le dijeron que tendría que trabajar en una fábrica por cuatro dólares por hora menos de lo que estaba ganando para que le dieran el préstamo para estudiar. Estaba enojadísima, con razón, y nos dijo: "¿Se creerán que soy estúpida?". En medio de la entrevista se fue la luz porque no había pagado la cuenta y terminamos con luz de velas y linternas.
Recuerdo otro incidente cuando la policía de Long Beach interrogó y maltrató a su tercer hijo, Mike. Mary entabló una queja, pero los policías se rieron de ella. Así que llevó a sus hijos a montar una protesta frente a la delegación, denunciar el racismo de la policía y demandar que se hiciera justicia.
Las autoridades siempre querían fracturar la familia y quitarle los hijos. Pasaron temporadas en la calle. Pero ella siempre luchó para que siguieran juntos y, hasta el cansancio, los cuidaba a todos. Ellos la querían profundamente.
La actitud de sus hijos decía mucho de Mary. Tenían esa actitud de "mantenerse unidos", de apoyar a los que estaban en peores condiciones. No estoy seguro dónde adquirió Mary esas cualidades. No se atenía a "dios" para que resolviera sus problemas. Quizá era así porque se crió en Louisiana en un ambiente rural o quizá porque pasaba muchos trabajos, lo cual la llevaba a comprender la situación de los demás.
La mayoría de sus hijos no se metieron con las pandillas cuando yo los conocí, aunque siempre estaban bajo esa presión. No se metieron a las pandillas y tampoco adoptaron el punto de vista de las pandillas.
Sus dos hijos mayores se llevaban bien con los revolucionarios de la Brigada; el mayor, Ricky, vacilaba entre la revolución y las pandillas. Sentía la presión de ser pandillero para ser legítimo. Tenía un corazón de oro, pero no veía la posibilidad de hacer la revolución. Con el tiempo, ganó la tentación de ser pandillero, aunque no tenía pasta ni convicción y no duró mucho en esa vida. Quedó en el limbo. Me da pena de que no lo pudimos convencer de unirse a nosotros, aunque su hermano menor nunca perdió la esperanza. Ricky sucumbió al crack y murió balaceado por una tontería.
Mary no fue al entierro. Tuvo que haber sido un golpe devastador. Me dicen que no fue al entierro porque no quería ver a gente que no quería a Ricky decir cosas buenas de él. Quería recordarlo a su manera. Ricky y Mary se parecían; ambos tenían la tez achocolatada y eran delgados; hasta tenían la misma sonrisa traviesa que no se me borra de la mente.
Mary nunca llegó a ser revolucionaria ni comunista, aunque estaba dispuesta a apoyar en lo que fuera. De vez en cuando nos criticaba cuando los "hijos revolucionarios" no querían ayudar con los quehaceres del hogar. "¡Por qué no hablan con ellos!", nos decía. Sus hijos iban a ser líderes revolucionarios y, para ella, eso quería decir que entre otras cosas tenían que dar buen ejemplo.
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Es difícil pensar que esta compañera ahora está muerta. Lenin decía que el comunismo brota de todos los poros de la sociedad, y yo veo que brota de Mary. La revolución y la historia necesitan que mujeres como ella se vuelvan comunistas. Quizá sea demasiado pedir que una mujer con 10 hijos, que casi no tiene tiempo para dormir, sea comunista.
Lo que me inspiró a escribir estas líneas fue el ensayo del presidente Avakian "El potencial revolucionario de las masas y la responsabilidad de la vanguardia", que sale en este número. Quizá ya estaba pensando en ella, pero fue lo primero que se me ocurrió al leerlo. ¿Cuántas mujeres como ella, agobiadas con ese peso, serán parte de la clase avanzada que impulsará la historia?
¿Qué tal si hubiera cien mujeres como ella en un multifamiliar, que aplican el materialismo dialéctico e histórico para resolver no solo sus problemas sino los de la humanidad, qué tal mil o millones?
Me parte el corazón saber que Mary ha muerto tan joven. Lo siento por sus hijos. Así que con motivo del Día Internacional de la Mujer me voy a tomar un trago y a soñar con la belleza y el potencial de mujeres como Mary.