Revolución #164, 17 de mayo de 2009
Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Algunas ideas sobre cómo ver la epidemia de la gripe porcina
29 de abril de 2009. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Es imposible predecir la propagación, la severidad y las consecuencias de la epidemia de gripe porcina que brotó en México. Pero las epidemias de gripe han ocurrido con periodicidad, con tres pandemias o epidemias mundiales en el siglo 20, y los científicos y las autoridades de salud pública han conocido desde hace mucho acerca del carácter inevitable de nuevas pandemias. Algunos posibles parámetros y caminos del desarrollo de tal situación se pueden entender científicamente tanto en la esfera biológica como en la social.
Obran dos factores distintos y principalmente independientes. Uno es la naturaleza y la evolución de la enfermedad, que no son producto de la actividad humana. Aunque los factores sociales —por ejemplo la porcicultura industrial— posiblemente hayan jugado un papel en el brote de esta enfermedad en particular, los seres humanos no inventaron los virus ni la vulnerabilidad de los seres humanos y los animales.
El otro factor es exactamente lo contrario: se trata del tipo de sociedad en que vive la gente y qué rige la organización económica de esas sociedades y sus relaciones sociales y políticas. En resumen, aunque el primer factor tiene que ver con los fenómenos naturales, el segundo se trata del mundo capitalista e imperialista en que ocurren.
En lo que se refiere al primer factor, se sabe alguna información crucial: no es raro que la gente que trabaja en actividades agropecuarias se contagie de la gripe de los cerdos, pero lo que se llama la gripe porcina es algo nuevo y jamás se ha detectado antes en los cerdos. Los virus se mutan constantemente, y varios tipos de ellos pueden intercambiar material genético. La actual gripe porcina tiene elementos genéticos que parecen ser de cerdos, aves y humanos. Lo que tiene de diferente a la gripe porcina clásica es que se puede transmitir fácilmente entre las personas. Su epicentro (donde el brote original ocurrió) no fue en el campo sino en la Ciudad de México, una concentración enorme y densa de personas.
Otros asuntos biológicos de vida o muerte quedan sin entender:
- ¿Con qué facilidad puede difundirse la enfermedad entre los seres humanos, cuántos de los expuestos al virus se enfermen y qué porcentaje de aquellos que se enferman mueren del virus?
- ¿Por qué había tantos casos severos y mortales en México mientras que hasta ahora todos los casos en otros países han sido muy leves? ¿Se debe a otros factores en México, como otros males que obran conjuntamente con la gripe porcina? ¿Está tomando lugar una mutación que la hace menos contagiosa? ¿Habrá más olas de esta crisis?
- Hasta ahora, la mayoría de los muertos por la enfermedad han sido adultos jóvenes, ni muy viejos ni muy jóvenes. ¿Qué quiere decir eso sobre cómo la enfermedad afecta al cuerpo humano? ¿Obliga las defensas naturales del cuerpo y el sistema inmunológico a actuar de tal forma que mate al paciente en lugar de combatir la enfermedad? ¿Qué quiere decir sobre cómo se puede tratar una vez que las personas se enfermen?
El siguiente artículo consta de unos pasajes de la primera parte de “La gripe aviar en un mundo imperialista”, del SNUMQG, 15 de enero de 2007. La actual epidemia y la posible pandemia de la gripe porcina no son iguales a la posible epidemia de la gripe aviar de que el siguiente artículo trata. Pero aún es pertinente lo que explica este artículo acerca de la experiencia histórica y el conocimiento científico general sobre las epidemias de la gripe en los seres humanos. El artículo señala un escenario “del peor de los casos posibles”, no como un pronóstico sino porque es posible juzgar a las autoridades del mundo y el sistema social que representan por la manera en que trabajan, con qué grado de seriedad y eficacia, para prevenir tal catástrofe y para hacer preparativos para ella. Hoy, se aplican los mismos criterios, no importa qué pase con esta particular crisis.
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Los virus de la gripe son ahora conocidos por haber causado pandemias en los últimos cientos de años, tales como tres pandemias globalizadas de gripe en el siglo XX. (Una pandemia es una epidemia extensa.) La de 1968-70, comúnmente llamada la gripe de “Hong Kong”, fue la más leve: mató a cerca de un millón de personas alrededor del mundo. En 1957-58, la llamada “gripe asiática” mató cerca de dos millones. La más mortal, en 1918-20, etiquetada “la gripe española” (aunque hay evidencia que primero surgió en los Estados Unidos), mató entre 20 y 100 millones de personas, pues nadie está seguro. Ninguna otra enfermedad en la historia ha aniquilado a tanta gente, tan rápido.
Una gran cantidad de expertos creen que tal mutación está destinada a ocurrir tarde o temprano. David Nabarro, un alto experto de la Organización Mundial de Salud (OMS) y coordinador de las Naciones Unidas para la influenza, dijo: “Estoy seguro que habrá otro pandemia de influenza en un momento. En la historia natural de estas cosas, estoy casi seguro que habrá otra pandemia pronto”.
Puesto que por definición pocas personas serían inmunes a una nueva variedad de gripe, el número de personas que enfermarían podría ser extremadamente alto: de cientos de millones o aun miles de millones. Cuán enfermo, o sea, cuántas personas morirían por eso, es otro factor que no puede ser predicho, ya que la nueva forma de la enfermedad no ha emergido aún. En un extremo de la escala de las enfermedades infecciosas virulentas, algunas no son peligrosas a nivel mundial porque son demasiado letales: las personas que se enferman mueren demasiado rápido como para regar el mal efectivamente. Un ejemplo de esto es el virus ébola. En el otro extremo de la escala, las variedades ordinarias de temporada de gripe afectan a millones y a miles de millones de personas cada año, pero a menos que estén débiles por otras razones, relativamente pocas personas morirán de ella. El hecho de que más de la mitad de las personas que se han enfermado con la variedad existente de H5N1 hayan muerto de ella no nos permite predecir cómo sería la nueva variedad, pero brinda razones muy serias para preocuparse.
La gripe de 1918 dio la vuelta al mundo en varias olas: la primera tardó nueve meses para infectar a casi todos los países. El virus de gripe estaba en su punto más letal al principio. A medida que iba mutando, se volvió más débil. Así que las víctimas mortales de lugar en lugar variaban de acuerdo con cuándo la enfermedad golpeó, y golpeó varios lugares dos o tres veces. En Turquía e Irán, las cifras de víctimas mortales fueron muy altas. En partes de India central, donde el índice de muerte fue el más alto del mundo, los documentos de la colonia británica indican que casi 8% de la población murió, y los números reales pudieron haber sido más altos. Japón fue capaz de escapar a lo peor al limitar los viajes, como eran pocas islas, pero otras islas y poblaciones aisladas fueron devastadas. Europa y Estados Unidos fueron duramente golpeados. Cerca de 400.000 personas murieron en Francia. Algunas ciudades norteamericanas tuvieron pocos enfermos. En otras, como Filadelfia, casi cada familia tenía algún enfermo. Fueron enviadas carretas jaladas por caballos a cada calle; los pregoneros gritaban “traigan a sus muertos”; utilizaron palas de vapor para cavar montones de tumbas .La vida manufacturera y económica de la ciudad casi paró en seco. Como John Barry describe en La gran influenza, la estructura política y social de la ciudad había alcanzado el borde del colapso cuando repentinamente la enfermedad se extinguió.
En dos años, cuando casi todo el mundo había sido expuesto a la enfermedad, suficientes personas habían desarrollado una resistencia y desapareció completamente. Un estudio reciente que examina el tejido de un cadáver congelado mucho tiempo reveló que la gripe de 1918 se originó en pájaros. La actual opinión prevaleciente de los científicos es que todos los virus de gripe humanos probablemente se originaron en aves. [Los cerdos pueden constituir un paso intermedio en una cadena de mutaciones virales.]
Un estudio en la revista internacional de medicina The Lancet (21 de diciembre de 2006) estima el número de muertes que un nuevo brote hipotético de una influenza similar causaría hoy, basado en un análisis estadístico de las muertes registradas en 1918-20. La cifra es de 62 millones muertos. Eso, el estudio concluyó, es probablemente “el límite superior”, o sea, el peor de los casos posible.
Pero pese a que esta cifra terrorífica es lo que salió en los titulares, el estudio fue mucho más profundo. Los científicos estudiaron la relación entre aquellas muertes y la pobreza. La relación no fue directa por muchas razones, algunas de ellas al azar y otras que no eran factores de clase social (por ejemplo, la densidad de población local, por ejemplo, los barcos llenos de soldados norteamericanos que se dirigieron a Europa se convirtieron en ataúdes flotantes). No había cura o tratamiento efectivo para la gripe “española” en ese entonces, cuando la causa aún era un misterio, así que el cuidado médico no fue un factor. De hecho, el estudio dice que las razones de la relación entre los ingresos de las personas y por qué murieron todavía no se entienden completamente. Al parecer de los autores, la salud general de las víctimas, su dieta y otras enfermedades (“co-infecciones”) jugaron un papel importante, pero no el único, en cuanto a quién sobreviviría y quién no.
¿Por qué es la experiencia de la gripe de 1918 pertinente para lo que podría pasar hoy? ¿La ciencia médica no ha dado enormes saltos desde entonces?
Ante todo, no está completamente claro lo que la comunidad médica podría hacer si brotara una nueva pandemia letal de gripe. Ha habido esfuerzos para crear prototipos de vacunas, pero como la enfermedad aún no existe, es imposible estar seguro cuánta efectividad tendrían. El estudio de The Lancet dice que aun con preparativos de antelación, fácilmente podrían pasar seis meses entre el surgimiento de la enfermedad y el desarrollo y la manufactura de una vacuna efectiva. Es muy cierto que la medicina moderna tiene algunas herramientas potencialmente poderosas, sobre todo los medicamentos antivirales como Tamiflu que no pueden curar la gripe pero han logrado ayudar a las personas enfermas a combatir las clases existentes de gripe. También hay medicamentos antibacteriales que podrían prevenir o tratar la neumonía tras una infección viral, que tal vez fue una importante causa de muertes entre 1918 y 1920. Los medicamentos antiinflamatorios podrían impedir que personas enfermas murieran debido a una exagerada reacción de su propio sistema inmunológico. Sin embargo la Organización Mundial de la Salud ha advertido que la situación podría abrumar a la mayoría de los mejores sistemas médicos del mundo y tal vez colapsarlos.
Además, la grave preocupación del estudio se basa más en realidades sociales que en las posibles insuficiencias de la ciencia contemporánea de cara a tal reto. Sus estudios estadísticos de muertes entre 1918 y 1920 los llevaron a concluir: “El efecto de la siguiente pandemia de influenza se concentrará de manera abrumadora en el mundo en vías de desarrollo”. Dicen: Un “96 por ciento de esas muertes ocurrirán en el mundo en vías de desarrollo”.
Un editorial acompañante explica con una aterradora simplicidad por qué la comparación del estudio entre 1918 y hoy es válida: “La inequidad [desigualdad] de salud no es menos ahora que en 1918, y es probable que los avances médicos de los últimos 96 años beneficien poco al mundo en vías de desarrollo en cualquier pandemia futura… No es probable que las grandes reservas de antibióticos o medicamentos antivirales estén disponibles en muchos países de escasos recursos durante una pandemia. De este modo, tal vez la mejor estimación de mortalidad en una posible pandemia en 2007 es que aquella de 1918, que es una denuncia contundente de la inequidad global de los servicios de salud”.
En los países donde otras enfermedades ya son comunes, el estudio de la experiencia de la gripe de 1918 pone horrorosamente en claro que muchos millones corren un riesgo serio. Es sabido que la malaria, por ejemplo, deja a las personas especialmente vulnerables a morir de la gripe. En el mundo de hoy, hasta 500 millones de personas tienen malaria. Otro factor en nuestros tiempos es la existencia sin precedente de hasta 40 millones de personas que tiene VIH/SIDA y poco o sin ningún sistema inmunológico. Éstos son puntos de partida de un panorama casi demasiado sombrío que contemplar.
La malaria y el SIDA son males de los países pobres principalmente (pero distan de tener exclusividad, sobre todo en el caso del SIDA). Este es un factor que conduce a los autores del estudio a concluir que en África y Asia podrían ocurrir la mayoría de las muertes.
El problema decisivo, sin embargo, a diferencia de los términos del estudio, no es la pobreza sino el sistema social. Los autores creen que las diferencias de ingreso per cápita (por persona) constituyen cerca de la mitad de las diferencias de la tasa de muertes entre diferentes países. Pero China era un todavía un país socialista bajo la dirección de Mao, aunque el ingreso per cápita era menor que el de hoy, la salud de las personas era mucho mejor que lo es hoy. En unas pocas décadas de revolución, China eliminó muchas de las enfermedades que habían azotado a la población. Cuando la sociedad se guió por el principio de “servir al pueblo”, la distribución de los recursos y la participación y la movilización conscientes de las masas populares de diferentes formas más que dobló la expectativa de vida. Desde la restauración del capitalismo (en los hechos, si no en palabras) cuando la derecha tomó el Poder después de la muerte de Mao, se ha desmantelado en su mayor parte el sistema de salud rural, y dos tercios de la población (800 millones de personas) tienen poco acceso a servicios de salud. Bajo el principio de “enriquecerse es glorioso”, cuando una epidemia del virus SARS golpeó al campo de China en 2003, en vez de hacerlo todo por pararla, las autoridades la encubrieron a modo de proteger el comercio y su propio gobierno.
También con respecto al sistema social, pese a que el estudio distingue correctamente entre lo que se llama los países “en vías de desarrollo” y los “países desarrollados” y concluye que el peligro es muy diferente en cada caso, la diferencia entre ellos es no sólo su grado de desarrollo. Una importante característica del actual sistema político, social y económico mundial es la dominación de la mayoría de los países y de las personas del mundo por los gobiernos del capitalismo monopolista de un puñado de países imperialistas. La diferencia crucial no son los ingresos nacionales, sino que en los países dominados la economía, y en lo fundamental casi todo, responde a las necesidades del capital financiero extranjero.
Es inevitable que las nuevas y potencialmente peligrosas enfermedades se desarrollen bajo cualquier sistema social, durante mucho tiempo en el futuro. Es cierto que el capitalismo no creó la gripe aviar, pero la forma en que los seres humanos están organizados en el actual mundo imperialista es un obstáculo enorme a las posibilidades de combatir el problema.
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