Revolución #198, 11 de abril de 2010
Sobre el escándalo en la iglesia católica:
Abuso infantil, el doble encubrimiento… y la moral que necesitamos
En Estados Unidos, Alemania, África y en muchos otros lugares niños y adolescentes vulnerables fueron sexualmente abusados y frecuentemente violados en proporciones alarmantes por curas católicos — en algunos casos esos crímenes han sido realizados por décadas.
La iglesia católica reaccionó encubriendo los crímenes, silenciando y a menudo persiguiendo más a las víctimas que se presentaron para hacer denuncias (algunas veces usando a la policía para eso) y hacía todo esto mientras protegía a los curas acusados. En algunos casos las autoridades de la iglesia con conocimiento reasignaron a esos mismos curas a trabajar con niños y adolescentes en algún otro lugar. El escándalo de este encubrimiento alcanza a altas jerarquías de la iglesia. ¡Y ahora, para colmo, algunos altos miembros de la jerarquía eclesiástica y sus defensores ahora dicen ser las víctimas en este asunto!
Pero se está dando un segundo encubrimiento y esto concierne a las causas de esos crímenes y a lo que están conectados. En una palabra, esos crímenes no son una aberración de la moral promovida por la iglesia católica sino una concentración de ésta.
Piensen sobre esto:
¿Qué clase de moral crea un clima donde personas de la autoridad pueden abusar de niños y violarlos, en algunos casos cientos de niños durante décadas y después son protegidas cuando esos crímenes horribles salen a la luz?
La misma moral que justifica que una institución use su gran poderío para prohibir el aborto o, cuando se permite el aborto bajo la ley, patrocine movimientos de fanáticos que hostigan y atacan a las mujeres que intentan ejercer sus derechos. La misma moral que justifica la prohibición del control de la natalidad y bloquea la educación sobre las prácticas sexuales sanas y seguras, condena de ese modo a millones a la muerte. Es la misma moral que prohíbe el divorcio y con frecuencia encierra a mujeres en una vida de abuso o a solo una pesadez sin amor sin salida alguna. Es la misma moral que sataniza la gente gay y les prohíbe ejercer sus derechos básicos como el matrimonio.
Chutzpah El idioma yiddish, de las personas judías de Europa, tiene una palabra que viene al caso: "chutzpah". Significa la desfachatez redomada y desenfrenada. El ejemplo clásico era el hombre que asesinó a su padre y madre, para luego pedirle a la corte misericordia — por ser huérfano. El viernes santo, un representante del vaticano que habló justo antes del Papa, comparó la crítica de la iglesia católica con el antisemitismo, el odio a los judíos. Ahora hay que hablar claro: la iglesia católica santificaba la persecución y el asesinato abierto de las personas judías durante siglos, basado en los mitos de sus escrituras. Sin intención de ser frívolos respecto a un asunto realmente horroroso, podríamos decir que cuando se trata de antisemitismo, la iglesia católica es literalmente el "autor intelectual". Y no estamos hablando del pasado remoto, tampoco. Los jerarcas de la iglesia católica, incluyendo el Papa, colaboraban con la intención de exterminar a los judíos de Europa en la Segunda Guerra Mundial, o al menos se quedaron callados ante su exterminio. Ahora esta misma institución tiene el descaro de equiparar la crítica verbal válida, hasta demasiado leve, de sus jerarcas por sistemáticamente proteger y ayudar a los violadores de niños con los siglos de persecución y asesinato que culminaron en el paroxismo de matar a seis millones de judíos — un crimen del cual ellos mismos están empapados de sangre. La ÚNICA conexión entre los violadores de niños y la persecución y asesinato de los judíos es la institución religiosa cómplice en ambas cosas: la misma iglesia católica. |
¿Qué clase de moral es ésa?
La misma moral que considera a las mujeres como inferiores — cuyos mandamientos en las "sagradas escrituras" dictan la sumisión de la mujer a los hombres y la limitación de su rol social fundamental a procrear y criar hijos. Por ejemplo:
La mujer debe aprender con serenidad, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él; debe mantenerse ecuánime. Porque primero fue formado Adán, y Eva después. Además, no fue Adán el engañado, sino la mujer; y ella, una vez engañada, incurrió en pecado. Pero la mujer se salvará siendo madre y permaneciendo con sensatez en la fe, el amor y la santidad. (1 Timoteo 2:11-15)
En resumen, la moral patriarcal de la supremacía masculina. Y usted no puede tener el patriarcado —el cual eleva y privilegia los derechos de los hombres a dominar en todas las esferas a las mujeres y a los niños— sin la clase de crímenes terribles que ahora han quedado al descubierto en la iglesia católica. Tal "derecho masculino" conlleva el derecho a forzar a otros a servir como herramientas para su propia satisfacción sexual.
Además: usted no puede tener un espíritu en que se critique y denuncie a las personas que abusan de la autoridad y se impida que cometan más abusos cuando su institución está basada sobre una creencia supersticiosa en seres mágicos y sobrenaturales que no existen y en la ciega obediencia a la autoridad de la iglesia que pretende hablar en su nombre y hacer su voluntad y que establece rituales de degradación (el confesionario) para hacer respetar esa autoridad.
Esta moral no es exclusiva de la iglesia católica, pues recorre todas las principales religiones y está profundamente entretejida en las estructuras gobernantes de esta pútrida sociedad. Desde hace mucho es hora de forjar un movimiento para hacer la revolución y poner fin a ese sistema y, como parte de eso, romper con su moral, y crear una nueva, una que, entre otras cosas, valora la igualdad entre mujer y hombre, una que alienta las relaciones sexuales en que ambos florezcan libremente y se respete su humanidad (y no las relaciones en que una persona está subordinada, degradada y con muchísima frecuencia, coaccionada) y una que valora el espíritu crítico y el pensamiento crítico.
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